martes, 28 de diciembre de 2010

ALGO MÁS SOBRE LA "ROCHABÚS"

                                                                Hablo a mis amigos lejanos…
                                                                                                  César Moro

   A raíz de los recuerdos sobre una profesora de Inglés, la “Rochabús”, ayer recibí un correo de mi ex compañero Jaime Oshiro, Taqui, que me contó una anécdota de la que creo nunca me enteré nada, pero me provocó algo más que una sonrisa, diría mucho más.
   Me contaba Taqui que allá por los últimos días de clase de cuando cursábamos 5to año, un grupo decidió “hacerse la vaca”, “tirarse la pera”, era un grupo de seis o siete alumnos, entre los que se encontraba mi buen y entrañable amigo Taqui. Estaban en ese afán y se dirigían a la Bajada de los Baños para terminar en alguna playa de la Costa Verde. Caminaban mis amigos de lo más alegres y conversadores y casi llegando a la esquina de Pazos con la avenida Bolognesi (a sólo una cuadra del colegio) vieron que en sentido contrario venía la profesora de Inglés, la descomunal “Rochabús” con su atuendo de guerra, perdón, de clases: vestido negro suelto, zuecos igualmente negros (recuerdo que eran de esos que no tenían talones) que semejaban un par de ataúdes, collares, pulseras, cabello lacio, suelto, negrísimo, ojos enormes, piel blanca. Al verla tan cerca, casi sobre ellos, no atinaban a hacer nada: no podían ocultarse, tampoco escapar porque hubieran dejado evidencia de que algo malo estaban haciendo. Así que decidieron enfrentar la situación. Cuando ella estuvo frente a ellos, de lo más normales, ocultando su nerviosismo, la saludaron con mucho respeto sin detener su marcha. La profesora respondió y aquí es donde se suscita la desgracia (¿o gracia?): parece ser, Taqui no lo tiene claro, que en el momento de responder al saludo, la profesora se distrajo, giró el rostro y sin darse cuenta dónde posaba el ciclópeo pie, pisó un hueco (de los muchos que hay por la zona que entonces parecía suelo lunar) y la “Rochabús”, que nada pudo hacer, por más que intentó agarrase del aire se fue con toda su humanidad al suelo. Fue una cosa impresionante ver, lo comentaba Taqui, cómo el gigantesco cuerpo de la profesora fue a dar al suelo hasta casi hacer un forado, cayó tan pesadamente que prácticamente se descuajeringó en la vereda, yacía totalmente despatarrada por tierra y sus cosas estaban todas desperdigadas: costaba trabajo creer que en algún momento pudiera levantarse, tal era el tamaño y el peso de esta profesora.


                                    Camino a la playa por la Bajada de los Baños en Barranco.


   Una cosa que recuerdo claramente es que en esta profesora nunca vi un gesto de humanidad, recuerdo muy bien que nos trataba como si ella fuera un cachaco recontraestreñido: miradas duras, voz  altisonante y mandona, modales bruscos… nunca una sonrisa, jamás un gesto delicado, una palabrita mágica (una aunque sea), siempre déspota, como si su labor pedagógica fuera mantenernos a raya, siempre a la defensiva, antes de que supuestamente intentáramos algo ella enarbolaba el estilete de su ironía o te “regalaba” su mirada dura que era como arrojarte agua hervida en el rostro, no percibía (o tal vez no le interesaba en lo más mínimo) que con sus actitudes creaba miedo, rechazo y en lugar de motivar prácticamente nos castraba. Como lo dije en la oportunidad anterior, parecía que siempre andaba con la mierda revuelta. Debo reconocer que siendo varones (jóvenes adolescentes cargados de dudas, muchas dudas) le temblábamos. Hoy es una anécdota, pero entonces fue una tortura, un sacrificio aguantarla.
   El mensaje de Taqui termina así: “Nosotros, en el lapso de una fracción de segundo no sabíamos si reír o apelar a nuestro sentido de solidaridad con el prójimo desvalido, optamos por lo segundo y fuimos en su ayuda, con gran esfuerzo, se imaginarán ustedes. Al incorporarse vimos en su rostro compungido, al menos yo sí vi, la parte humana que toda persona tiene. Entre dolor y agradecimiento de parte de ella, no veíamos el momento de alejarnos para empezar a celebrar. Nos fuimos a la playa,  a llorar pero de la risa. Pensamos que tirarnos la vaca no había sido en vano”.  
   Sí, pues, era humana y pocos fueron los que vieron pinceladas de esa humanidad: Carlos Cuba cuando sucedió la anécdota del dibujo de su camisa, Javier Alvarado que le cayó en gracia y se daba el lujo de visitarla, y el pequeño grupo (entre los que estaba Taqui) que en uno de los últimos días de clase de 1979 decidió “hacerse la vaca”. Sí, pues, la "Rochabús" era humana. Lástima que ese rasgo estuviera tan oculto y sólo se pudiera ver algo de él a raíz de una caída.

Continuara…

                                      Morada de Barranco, 28 de diciembre de 2010.

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