domingo, 28 de julio de 2013

ALGUNAS FRASES QUE SE DICEN EN EL PERÚ



                                                                     

                                                                                 Perú: País donde todo es de oro.
                                                                                                    Gustave Flaubert

 

 

 

   El epígrafe es una cita del no tan conocido Diccionario de Tópicos: en unas cuantas palabras se condensa toda esa fama áurea que acompaña al Perú desde su descubrimiento y conquista. Obviamente no es la única, recuerdo que cuando hace unos años leí El conde de Montecristo hallé entre sus interminables y apasionantes páginas estas líneas donde se alude a esta fama dorada del Perú: “Con sus veinticinco mil libras de renta figuran ellos, que tan grandes fortunas han manejado, se figuran poseer las riquezas del Perú”. Las riquezas de Perú: curiosas las palabras de Maximilien Morrel. Contrastan con las palabras de Alexander Von Humboldt, quien estuvo por estas tierras allá por 1802: “Hoy en Lima, nadie llega a treinta mil (pesos de renta) y poquísimos a doce mil. No he visto ni casas muy adornadas ni señoras vestidas con demasiado lujo, y sé que las más familias están arruinadas todas”.
 
 
 
 
   En 1835, Charles Darwin escribía en su Diario del Beagle: “Ninguna república sudamericana, desde la declaración de la independencia, ha sufrido de más anarquía que el Perú. Al tiempo de nuestra visita había cuatro jefes militares en armas contendiendo por la supremacía en el gobierno. Si uno de ellos lograba por un tiempo ser muy poderoso los otros se coligaban contra él; pero tan pronto como ellos resultaban victoriosos surgía la hostilidad entre uno y otro…". Otro ángulo: el Perú y su inestabilidad política, pan de todos los días desde el lejano 1821.




   Hoy es 28 de julio, aniversario patrio del Perú. Se me ha dado por recordar, sin afanes patrioteros, algunas frases relacionadas (la mayoría) con su historia, frases que me han acompañado desde siempre y que de una u otra manera reflejan un pasado complicado y un presente (tal la vigencia de algunas de estas frases) en el que hay muchas cosas por cambiar para hacer de este país un territorio realmente libre donde cada uno de los peruanos tengan oportunidades de desarrollo.
 
 
 
 
   Apelando a la memoria, intentaré citar cronológicamente. La primera frase que acude es una que cuando pequeño se la oí a mi padre, en una de esas tantas historias que él solía contarnos, hablo de esas palabras de Francisco Pizarro quien en la isla del Gallo en 1526, se ve obligado, ante los reclamos y protestas de sus soldados por las muchas penurias, a trazar una raya en el suelo y decir: “Por este lado (señalando el Norte) se va a Panamá a ser pobres, por este otro (señalando el Sur) al Perú, a ser ricos…”. Solo pasaron la línea trece, a quienes la historia recuerda como Los trece del Gallo.




   La segunda frase es de Atahualpa, hijo de Huayna Cápac, quien le respondió a Pizarro cuando este se jactaba de su triunfo sobre los incas: “Usos son de la guerra, vencer o ser vencidos”. Supongo que ante la contundencia de estas palabras, Pizarro debió quedarse callado. Corría el año de 1533, un 26 de julio.




   El año de 1780, José Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru, se rebela a la corona española. Unos meses después, sofocada la rebelión, Túpac Amaru es conminado a delatar a sus cómplices en el Cuzco y en Lima. Dicen las fuentes que con total serenidad le respondió al sanguinario Visitador Areche: “Aquí no hay sino dos culpables: tú, por oprimir a mi pueblo, y yo por querer libertarlo”. Tercera frase.


 

   Esta sería la cuarta: 28 de julio de 1821, José de San Martín pronuncia unas palabras que casi todos los peruanos recordamos pues en el colegio nos la hacían repetir de memoria como el Padrenuestro: “El Perú es desde este momento libre e independiente por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su causa que Dios defiende. ¡Viva la patria! ¡Viva la libertad! ¡Viva la independencia!”.


 

   En la lucha por la independencia, dos personajes surgen. La primera es María Parado de Bellido quien al ser torturada para que delate a los conspiradores, respondió de esta manera: “No estoy aquí para informarlos a ustedes, sino para sacrificarme por la causa de la libertad”, era el año de 1822. El otro personaje es el humilde pescador José Olaya que era el correo de los patriotas del Callao y Lima. Luego de ser apresado, fue torturado de tal manera que aún produce escalofríos recordarlo. Pero no habló, no delató a nadie. Antes de morir fusilado en el callejón de Petateros dicen que pronunció estas palabras: “Si mil vidas tuviera, gustoso las daría por mi patria”. Era el año 1823. Estas dos serían la quinta y sexta frases.




 

 
   El 9 de diciembre de 1824, antes de la Batalla de Ayacucho, se pronuncian algunas de las palabras que han habitado en la memoria de los peruanos y que entonces, cuando escolar, tenía que saberlas de corrido. La séptima cita es de Sucre quien arengó a sus soldados con las siguientes palabras: “De los esfuerzos de hoy, depende la suerte de la América del Sur. Otro día de gloria va a coronar vuestra admirable constancia…”. Luego, uno de los más jóvenes oficiales colombianos, José María Córdoba, arengaría a los suyos con estas palabras: “¡División! ¡De frente! ¡Armas a discreción y a paso de vencedores!”. Octava frase.






   Muchos años después, en 1880, en pleno conflicto bélico con Chile, sucede una de las batallas más sangrientas: la Batalla de Arica. Hecho que confirmaría la profunda desorganización del Perú y el abandono de sus soldados que morirían en un acto arrojado y heroico. El coronel Bolognesi dice unas palabras que los peruanos solemos repetir en situaciones extremas: “Lucharemos hasta quemar el último cartucho”. Novena frase.



 
   Manuel González Prada, el gran anarquista, el de la prosa contundente y cincelada nos ha heredado, si hablamos de frases, estas dos, que constituirían la décima y décima primera frases: “El Perú es un organismo enfermo; donde se aplica el dedo, brota la pus” y estas palabras que no se refieren a la vejez cronológica: “¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra!”.




   Jorge Chávez nació en Francia, sus padres eran peruanos. Jorge Chávez nunca estuvo en el Perú, pero desarrolló un amor e identificación con nuestro país que lo llevaba, cada vez que volaba, ponerle bandera peruana a su avión. Luego de su proeza de cruzar los Alpes, tuvo la desgracia de perecer cuando su avioneta cayó pesadamente a pocos metros para aterrizar. Dicen que sus últimas palabras fueron: “Arriba, siempre arriba hasta las estrellas”. Tenía apenas veintitrés años. Décima segunda frase.




   La siguiente frase la hemos repetido incontables veces. Sin embargo no está comprobado que la dijera Antonio Raymondi, no aparece en ninguno de sus escritos, es más, he tenido la oportunidad de verla utilizada en otro país, me refiero al famoso: “El Perú es un mendigo sentado en un banco de oro”. Con todo, es la décima tercera frase.
 



   La décima cuarta cita le pertenece, según la leyenda, al exquisito Abraham Valdelomar quien, dicen, solía repetir estas palabras: “El Perú es Lima, Lima es el jirón de la Unión, el jirón de la Unión es el Palais Concert, el Palais Concert soy yo”.




   César Vallejo, nuestro máximo poeta, autor de libros como Heraldos negros y Trilce, tiene un  poema titulado Los nueve monstruos, cuyo verso final se ha empleado y emplea hasta en la publicidad, el verso dice: “Hay, hermanos, muchísimo que hacer”. En efecto, en un país tan desigual como el nuestro hay todavía tanto por hacer. Décima quinta cita.




   Esta frase está en la novela Conversación en la Catedral de Mario Vargas Llosa, su personaje protagonista, Zavalita, dice casi al iniciar la novela: “¿En qué momento se jodió el Perú?”. Esta pregunta se constituye, entonces, en la décima sexta frase.
 



   Quebrando el orden cronológico, he dejado para el final esta frase de Jorge Basadre, gran historiador tacneño. Su frase no solo es una afirmación, también señala una actitud (como en la respuesta de Bolognesi, como en el verso de Vallejo): ante la adversidad, capacidad de resistencia, de lucha, características que a través de la historia los peruanos hemos sabido demostrar: “El Perú es más grande que sus problemas”. Es la última frase. Tal vez haya olvidado alguna, pero son las que recuerdo.

 

 
 


  


   Continuará…

 


                                                 Morada de Barranco, 28 de julio de 2013.
 
 
 
 

domingo, 21 de julio de 2013

¡VALE UN PERÚ!


                                                                 

 
 

                                                                                        ¡Oh Perú de metal y melancolía!
                                                                                                    Federico García Lorca

 

 
   Tan lejos como puedo recordar, el Perú es un país de Luz: total antes de la llegada de los españoles, contenida y borrascosa desde el día que los conquistadores encontraron, cerca de las aguas de la costa norte (Tumbes), una barca piloteada por un indio al que preguntaron por signos y vociferaciones el nombre del país: Virú respondió, y desde entonces los grandes cataclismos comenzaron y la avidez se impone y rueda y, sedienta de oro y de sangre, vino a alcanzar la piedra y el oro que eran la materia misma del gran sueño de las civilizaciones precolombinas en el Perú desarrollándose durante siglos… Son las primeras líneas de un bello texto escrito por César Moro, el gran poeta superrealista, titulado Biografía Peruana. El Perú. Territorio milenario, mágico espacio cuya atmósfera cargada de sueños y pesadillas, alegrías y pesares sin data, nos puebla y poblamos.
 
 

 

   A raíz de la conquista, se abrió al mundo de entonces el espacio luminoso de las antiguas culturas desarrolladas en el territorio del Perú, digamos mejor la de los incas: los ingentes cargamentos de oro y plata que llevaron a Europa desde estas viejas tierras; la fama del templo del Coricancha cuyas paredes estaban recubiertas con planchas de oro y plata (sobre ellas el disco solar y el disco lunar, con los mismos materiales, para variar), sus jardines fastuosos, réplicas de la realidad real, en oro, plata y piedras preciosas; la captura de Atahualpa y su ofrecimiento de llenar dos cuartos con plata y uno con oro hasta donde llegara la punta de sus dedos para lograr su liberación; Jauja, la primera capital del Perú; los Comentarios Reales del Inca Garcilaso… alimentaron la fantasía del europeo y nació la frase de leyenda que hasta hoy se repite: “¡Vale un Perú!”, para referirse a algo único o muy valioso.



   Entre los primeros libros que yo recuerdo se encuentran los referidos a mi país. Fue un libro de historia sobre los incas mi primer libro: sus dibujos maravillosos en blanco y negro poblaron mi imaginación de niño con ese mundo desaparecido del Tahuantinsuyo. Luego vendría una antología de los Comentarios Reales del Inca Garcilaso de la Vega, en edición humilde y breve de una desaparecida editorial, hablo de Editorial Mercurio. Ya en mi adolescencia tres libros llegaron a mis manos y ojos. El primero de ellos fue La Conquista del Perú de Prescott (Borges comentó alguna vez que fue el primer libro de historia que leyó), en una edición popular y resumida.





 

   El segundo libro fue uno que entonces se mencionaba como imprescindible y del que hoy casi nadie se acuerda, me refiero al voluminoso El Imperio Socialista de los Incas de Louis Baudin.


 

   El tercer libro fue uno cuyas ilustraciones me impresionaron, me refiero a Los Incas de Victor W. Von Hagen, libro acompañado con dibujos de Alberto Beltrán.



   Por estos días he venido leyendo varios libros (cuentos, poesía, ensayo), en dos de ellos he encontrado alusiones directas a los incas y al Perú (como nos miraban y como, a pesar de los años, muchos nos siguen mirando): en El cántaro fresco (publicado en 1920), libro de prosas poéticas de Juana de Ibarbourou (la famosa Juana de América, tal como la bautizara nuestro Chocano), encontré entre sus variados textos uno que se basa en una leyenda que robó mi atención por obvias razones. De la leyenda solo sabía por una canción interpretada por la diva Yma Súmac (aunque las dos palabras del título de la canción están escritas con “s” y no con "z"). He aquí el texto de la Ibarbourou:

 



ZURAY – ZURITA
 

   Un lírico peruano amigo mío me ha contado la leyenda maravillosa de Zuray-Zurita. Y por él he sabido que en la cálida tierra de los incas la canción popular, la que se prende a los labios de la gente humilde en todo momento de emoción, la que equivale a nuestra vidalita melancólica, se llama así, de ese modo tan rítmico: Zuray-Zurita.

   Parece una queja de paloma, tiene algo de onomatopéyico, como si en realidad el indio hubiera recogido ese nombre de la garganta de un pájaro triste y arrullador como él. ¿Por qué la vidalita se llama vidalita? No conozco sobre esto ninguna leyenda, pero me sorprende el acierto del pueblo para dar nombre a las canciones donde vierte su alma. También vidalita suena de un modo rítmico y extraño como si las cuatro sílabas se quejaran cantando o como si formaran un lírico racimo estrujado.

   Zuray-Zurita… Vidalita… Copla… Ahí está la poesía verdadera, la honda, la eterna, la viva, el manantial. Entre ella y la que hacemos nosotros, cazadores de imágenes llenos de pretensiones y avideces, hay la diferencia enorme que existe entre una botella de agua mineral y una cachimba.

   Cada copla tiene a su espalda una historia sentimental; de cada corazón de criollo desgraciado en amor, ha nacido una vidalita; cada Zuray-Zurita es un lamento, un gemido mielado, un arrullo de torcaz dolorida. Pero el canto indio se alza sobre una raíz maravillosa: la leyenda de la virgen incásica torturada por los conquistadores, para que revelase el sitio donde fueron escondidas por sus hermanos las esmeraldas del templo del Sol. Mas Zuray-Zurita murió sin traicionar a los de su raza. Y los gemidos de la mártir cobriza y solar los recogió el pueblo para inmortalizarlos en lo mejor y más bello de sí mismo: sus cantares.

   Zuray-Zurita vivirá por siempre en la cálida tierra peruana, porque su nombre se ha fijado en un monumento que nunca derrumbará los siglos: la poesía popular.

 

 
   Debo suponer que ese lírico peruano mencionado no debe ser otro que Juan Parra del Riego, poeta nacido en Huancayo y que se fue a vivir a Uruguay. Allí vivió varios años casado con Blanca Luz Brum, bella poeta uruguaya con quien tuvo un hijo. En ese país estuvo bien considerado y fue amigo de muchos intelectuales orientales, uno de esos personajes debió ser Juana de Ibarbourou. Parra, que escribió polirritmos futuristas al fútbol y a la velocidad, en realidad no vivió mucho, pues la tuberculosis acabó con su vida a los treinta y un años. Hoy se le recuerda en Uruguay con una calle y una pequeña plaza. Aquí en el Perú, en Barranco, una bella casona alberga a un centro cultural que lleva su nombre y bajo el Puente de los Suspiros, una placa de mármol lo recuerda con un poema suyo.




 


   Luego de leer el libro de la poeta uruguaya, tomé un libro que no leía desde hace mucho, por coincidencia hallé en ese libro de Gustave Flaubert, donde se reúnen Tres Cuentos, un apéndice sustancioso cuyo título en francés es Dictionnaire des idées recues (una traducción aproximada sería Diccionario de tópicos), condensada en menos de una línea toda esa leyenda áurea que nos ha acompañado desde hace más de quinientos años y que ha motivado esta entrada:
 




Perú: País en el que todo es de oro.


 



   Así sucede con ciertos países, por mencionar a uno, a Egipto se le llama desde Herodoto como “el don del Nilo”, por obvias razones, la frase no requiere mayor explicación: lo que se dice de Egipto corresponde a la realidad. En un país como el nuestro, donde no se ha podido erradicar todavía la pobreza y existe mucha desigualdad, donde la distribución de la riqueza no es justa, resulta imposible pensar como la ironía de Flaubert, aunque se venga al recuerdo esto que alguna vez leí: que con toda la plata que sacaron del Perú, fácilmente se podría construir un puente de ese metal que uniera Sudamérica con España. Bueno, esto no es extraño, el Perú ha sido desde siempre un país de leyendas e hipérboles. Leyendas e hipérboles de lado, siempre he pensado que la mayor riqueza del Perú ha sido su gente, su capacidad para enfrentar y sobrevivir a situaciones extremas, una de ellas es justamente la conquista: con ella desapareció el Tahuantinsuyo pero sobrevivió el mundo andino.


 

   En todo caso, antes de pensar en el Perú como el “país en el que todo es de oro”, habría que pensarlo como el país donde todavía hay mucho por hacer, como el famoso verso de César Vallejo.


 
  




   Continuará…

 


                                                              Morada de Barranco, 21 de julio de 2013.