miércoles, 31 de enero de 2018

UNA DESPEDIDA PARA DOLORES O'RIORDAN






                                                                                 Mapa de música…
                                                                           Carlos Oquendo de Amat






  Aún no puedo creer la noticia: Dolores O'Riordan ha partido a donde se vive sin sombra. Quienes vivimos la década de los 90 aquí en el Perú, recordamos que eran tiempos difíciles, terribles: el terrorismo que nos desangraba, el gobierno corrupto de Fujimori y su mafia que todo lo embarraba... Años difíciles y desesperanzadores. 






   Para escapar de la oscuridad que parecía envolverlo todo, muchos nos aferrábamos a la vida escribiendo, el poeta chileno Enrique Lihn alguna vez lo dijo: “Porque escribí porque escribí estoy vivo”. La Poesía como sinónimo de vida, como signo de lucha, de resistencia: y así sobrevivimos cuando todo no era más que aviso de muerte y no exagero, quienes vivimos esa época lo recordamos, lo llevamos como una cicatriz que nunca ha de desaparecer. 






   Pero no había que rendirse, entonces decidimos resistir, decidí no sucumbir. La poesía, los libros, los amigos, la familia, los ideales inclaudicables y... la música. Sus sombras protectoras nos alimentaban y nos daban esas fuerzas necesarias. Y ahí estaba, entre varios, The Cranberries, dándonos nuevos aires para continuar con la brega diaria de enfrentar un presente negro y triste.






   Yo empezaba, entonces, lo recuerdo, mi labor de profesor de Literatura (años de aprendizaje, ya no en una carpeta, sino en el mismo campo). Regresaba en las tardes, casi noches, a casa, rendido y curiosamente entusiasmado de compartir varias horas de mi vida con jóvenes que no necesariamente tenían deseos de estudiar. Entraba a mi cuarto, encendía un negro minicomponente Sony (que hasta ahora conservo) y escuchaba la voz particular de Dolores como señal de vida y no exagero. 






   Al poco tiempo, cuando cada vez estaba más cerca la caída de Fujimori y su entorno, una luz diferente cubriría mi vida de esperanza y de una alegría que me haría ver la vida con otros colores: aparecería de manera natural como el viento entre las ramas Rita, my love. Nuevos paisajes se dibujaban en mis ojos, en mi vida. Luego llegaría mi hija y en mi casa (ya no la de mis padres) hubo, desde entonces, nuevas flores y aromas que escapaban a lo ya conocido. Como se ve, dos razones más que suficientes para vivir, para seguir viviendo, me llegaron en medio del lodo que significó esa década. 






   Los años han transcurrido, Fujimori escapó cobardemente, luego de años fue capturado, juzgado y condenado a prisión como acto de justicia y no de venganza ni de persecución política. Hace algo más de un mes, un presidente vestido de mentiras lo liberó, dizque para construir, pisoteando el dolor de los deudos, la reconciliación. No todo está dicho y habrá que salir nuevamente a las calles, como en los viejos tiempos… 







   Días después ocurrió la muerte de Dolores, la fatal noticia que motiva estas líneas y que abrió el territorio de los recuerdos, algunos dolorosos, pero que ayudaron a construir nuestras fortalezas y el espíritu indoblegable que nos gobierna.






   A pesar de esta tristeza por la partida de Dolores O'Riordan, escucho su música y se me humedecen los ojos ya no de pena, sino de esa alegría sin nombre que te proporciona una buena película, un buen libro, una buena canción como de The Cranberries en la voz de la gran Dolores O'Riordan.






   Que los dioses iluminen tu nueva senda, los que aquí quedamos, te celebramos escuchándote.







   Continuará…






                                              Morada de barranco, 31 de enero de 2018.