martes, 31 de enero de 2017

UN CUESTIONARIO PARA MÍ







                                                  Casi soy un hombre virtuoso, casi un místico.
                                                                                       Martín Adán





   En la red siempre me topo con páginas donde aparecen cuestionarios a cuyas preguntas responden muchos escritores. Son entretenidos cuestionarios en las que, muchas veces, me pongo a pensar qué respondería. La verdad es que se me hacen divertidos. Bueno, en esta oportunidad no solo lo he pensado sino que he tomado algunas preguntas de diferentes cuestionarios y creé uno nuevo y me puse en la situación de responder. He aquí esas preguntas y mis respuestas.





1. ¿Qué es para ti un libro?

De hecho no es un simple objeto, un libro para mí puede convertirse en mi casa, también en un viaje.





2. ¿Cuál es el mejor lugar para escribir?

En la mesa que heredé de mis padres y donde ellos, mis hermanos y yo nos sentábamos para desayunar, almorzar, cenar, un lugar en el que compartimos no solo la comida, también las palabras y, por cierto, los silencios. Para mí es un mueble que trasciende esa condición, es el sitio en el que muy de mañana, cuando Rita y Kathia todavía duermen, me siento y leo y escribo.





3. Cuando entras a una librería…

Lo primero que hago es ubicar el estante de poesía. Durante varios minutos saco uno que otro libro, ojeo, hojeo y al retirarme, casi es de ley, salgo comprando uno o más libros. Puede sonar exagerado, pero me retiro agitado, emocionado. Amo los libros y si son de poesía, más todavía.





4. ¿Qué libro estás leyendo en este momento?

Bueno, casi nunca leo un solo libro, leo varios, casi siempre estoy picando por aquí, por allá… Me pasa con la poesía de Fernando Pessoa, Paul Celan, Carlos Martínez Rivas, Carlos Oquendo de Amat, Luis Cernuda, César Vallejo, Martín Adán, por mencionar solo poetas, sus libros los visito continuamente. En estos días estoy leyendo dos libros: Poemas de Emily Dickinson en la traducción de Silvina Ocampo y un libro de cuentos de un autor peruano poco frecuentado: Carlos Calderón Fajardo, el libro se titula Playas, en él he hallado cuentos maravillosos que me han llevado al deleite de la relectura, porque este libro lo estoy leyendo por segunda vez, y como los buenos libros, con cada lectura, el libro crece.





5. ¿Te acuerdas del primer libro que leíste?

Haré memoria. Recuerdo un libro que ni siquiera era mío, pero estaba en la casa, era una enciclopedia escolar algo maltratada donde estaban todos los cursos, el libro se titulaba Peruanito, no sé si fue el primero, lo que sí recuerdo es su pasta dura, algo deshojado ya, disfrutaba mucho al leerlo, tenía muchos dibujos con diálogos ocurrentes, lo leí incontables veces, cómo olvidar esas tardes en que me embarcaba en su lectura, fue ahí donde con mis siete años, o menos, me enteré de los nombres de tres poetas peruanos, donde vi sus rostros que luego se me harían familiares como sus obras: José Santos Chocano, José María Eguren y César Vallejo.






6. ¿Cuál es tu escritor favorito?

No puedo mencionar a uno, son varios. Los que siempre me han acompañado y me acompañarán son los libros de Stefan Zweig, Stendhal, Anton Chéjov, Fernando Pessoa, Julio Ramón Ribeyro, Miguel de Montaigne, Marcel Proust,  Augusto Monterroso, Alfonso Reyes, en fin, son muchos nombres. Leer cada una de sus obras ha sido y es una de las grandes experiencias y aventuras de mi vida, cada vez que los leo, siempre encuentro algo nuevo, algo que no supe o no pude “ver” en la lectura anterior.






7. ¿Cuál es tu personaje literario preferido?

Debo decir que lo bueno que tienen los personajes literarios es que son retornables, en la ficción pueden incluso hasta morir, pero bastará con volver a las páginas anteriores para nuevamente tenerlos con vida. Muchos de ellos han sido (y son) muy importantes en mi vida. Ocurre que mucha gente de carne y hueso ya ni la recuerdo, pero algunos de los personajes de esas obras están siempre presentes en mi vida; es decir, están siempre vivos. Si tengo que mencionar uno, no lo haré, mencionaré a dos: Julien Sorel, el protagonista de Rojo y Negro, la novela de Stendhal y Pierre Bezujov, personaje principal de la novela Guerra y Paz de León Tolstoi.






8. ¿Sigues algún método a la hora de escribir? ¿Tienes alguna manía o superstición?

No tengo ningún método. Siempre estoy a la cacería de imágenes, de las viejas palabras, siempre, incluso en el sueño. De ahí que sea muy distraído cuando transito por las calles, con los peligros que trae el estar distraído en la urbe. ¿Manía o superstición? Ninguna. Lo que quizá siempre procuro, cuando estoy en casa, es que haya música, para mí es fundamental. La música construye atmósferas y en esos espacios muchas veces se facilita la aparición de una imagen, de una palabra, de un poema.






9. ¿Qué libro te hubiera gustado escribir?

5 metros de poemas, el único libro de Carlos Oquendo de Amat. Fue publicado en 1927, en la editorial Minerva que fue fundada por el gran pensador José Carlos Mariátegui. A pesar de los años transcurridos, este libro-objeto conserva su frescura y es un campo para el asombro. Es un libro que sigo y que me persigue.






10. ¿A qué escritor quisieras conocer en persona?

A Carlos Oquendo de Amat, me hubiera gustado conocerlo, dicen que era un muchacho que tenía mucho humor y que le gustaba bailar. Creo que si lo hubiera conocido hubiéramos congeniado, hubiéramos sido grandes amigos. Por lo demás, hay algo en común entre nosotros: el espíritu andino, ese espíritu hermana: él nació en Puno y yo en el Cusco.





11. ¿Has leído más de cinco títulos de un autor? ¿De quién?

Sí. En la adolescencia, Shakespeare. Sobre todo sus tragedias: Romeo y Julieta, Hamlet, Otelo, El rey Lear, Macbeth, Julio César. Ya después vinieron autores como Stefan Zweig, de él he leído muchísimas obras, entre las que recuerdo ahora están Momentos estelares de la humanidad, La confusión de los sentimientos, Carta de una desconocida, Buchmendel, Tres maestros, Veinticuatro horas en la vida de una mujer, Novela de ajedrez, Tres poetas de su vida, La lucha contra el demonio, y sus memorias, el bello y doloroso El mundo de ayer. De Augusto Monterroso he leído toda o casi toda su obra, de Balzac, de Alfonso Reyes, de Anton Chéjov y otros autores más que sería largo mencionar.






12. ¿Qué talento, aparte del literario, te gustaría tener?

Fue Nietzsche que escribió alguna vez: “Sin la música la vida sería un error”. En efecto, tamaño elogio no hace sino confirmar la importancia de la música: me resulta imposible y aburrido un día sin ella. Me hubiera gustado cantar, tocar piano o violín. Amo a la música, soy melómano declarado. Admiro la obra no de “las tres B de la música”, sino de "las cuatro B de la música”: Bach, Beethoven, Brahms y… Beatles. Pero no son los únicos.






13. ¿Qué anécdota de un escritor recuerdas?

Una de Jean Cocteau, el autor de Los niños terribles. Una vez le preguntaron qué rescataría de su casa si se estuviera incendiando, dicen que Cocteau respondió que rescataría el fuego. Curioso, hace unos días visioné con mi esposa una película de Claude Lelouch: Un hombre y una mujer. En una escena se ve a los protagonistas que están caminando por un muelle y de pronto comentaron una frase que me gustó mucho, no es de un escritor sino de un escultor, Alberto Giacometti, dicen que una vez dijo: “En un incendio, entre un Rembrandt y un gato, salvaría al gato, una vida siempre vale más que una obra de arte”. Esta palabras me hicieron recordar inmediatamente la anécdota de Cocteau.





14. ¿Qué libro no has sido capaz de terminar de leer?

Bueno, ni siquiera de empezar: los libros de ese señor llamado Paulo Coelho. Hay libros que empecé a leer entusiasmado y el entusiasmo se fue quedando a medio camino, me ocurrió con una obra de Rainer María Rilke: Los cuadernos de Malte Laurids Brigge. Dos veces intenté con esa novela, las dos veces desistí. Quizá se debió a que no eran los momentos adecuados para su lectura, supongo que en cualquier momento intentaré nuevamente. Han habido otras obras, pero mejor no alargo la respuesta.






15. ¿Cómo dedicas tus libros?

No soy bueno para eso, a veces malogro libros en el afán de dedicarlo con ocurrencia e imaginación. Así que, por lo general, manejo un par de líneas en la cabeza y las adecúo a la situación. No es por falta de interés, en realidad no sé qué poner o cómo continuar lo que empecé a escribir: simplemente me trabo, estoy negado para ese tipo de textos.






16. ¿Alguna vez has visto a alguien leyendo uno de tus libros? ¿Qué has sentido?

De manera directa no. Por fotos. Un día descubrí una foto en el Facebook de una editorial en el que había publicado un libro dirigido a los pequeños, me emocionó mucho ver que una niña hubiera escogido entre varios libros el mío y que su carita mostrara interés, esa experiencia de ver a alguien que lee un libro tuyo es impagable, única.






17. ¿Cuál es tu lema o frase favorita?

No recuerdo dónde lo leí, no recuerdo quién es su autor, pero la he hecho mía, está tan llena de humor, la frase dice: “No soy supersticioso porque eso trae mala suerte”.








   Continuará…






                                                  Morada de Barranco, 31 de enero de 2017.






sábado, 28 de enero de 2017

LOS NOCTURNOS DE LOS HERMANOS VARGAS







                                                              Hoy la luna está de compras
                                                                 Carlos Oquendo de Amat






   No soy un especialista en fotografía, soy alguien que cuando descubre una foto que le gusta, se detiene a verla en sus mínimos detalles, se involucra con ella, vive la atmósfera que esta crea. Alguna vez me ocurrió una experiencia que para mí fue muy importante, fue ya hace una buena cantidad de años, tantos que me sorprendo del tiempo transcurrido: la breve historia que viví al ver unas fotos sucedió en la primera mitad de la década de los ochenta.










   Era como las seis de la tarde cuando por azares del destino llegué a la puerta del Museo de Arte, en Paseo Colón. Ingresé al museo y me enteré que en el primer piso se exhibían postales antiguas de Lima, algunas de ellas (pocas) coloreadas. Recuerdo que la mayoría de las postales eran imágenes de la década de los veinte, los “locos años veinte”, tiempos del gobierno de Augusto Bernardino Leguía cuyo empeño por embellecer Lima hasta ahora lo podemos constatar, tiempos donde se desarrollaron una pléyade de intelectuales y artistas peruanos de primer orden, pienso en José Carlos Mariátegui, César Vallejo, Martín Adán, Carlos Oquendo de Amat, Raúl Porras Barrenechea, Jorge Vinatea Reinoso, César Moro, José Sabogal, Julia Codesido, en fin, la lista es larga



Museo de Arte Italiano







   En el hall del museo me enteré que el ingreso a la exposición era gratuito. Mi amor por Lima y mi afán por saber más de ella me llevó a ingresar prestamente. Cada imagen era para mí un universo, era entrar a un mundo perdido pero perennizado en una toma, inmortalizada en imágenes que mis ojos escrutaban ávidamente. Me quedé mucho rato observándolas, una por una, como dije, al detalle. Fui literalmente raptado por ese mundo perdido: esas fotos, trozos de una realidad que ya no existía o si existía era completamente diferente: muchas de las casas habían desaparecido, las calles tenían ahora otro perfil arquitectónico, definitivamente la gente que aparecía en las postales ya estaba muerta o en su defecto, muy ancianas. Como fuere, el asunto es que me involucré con ese mundo, fui raptado, como lo expresé líneas arriba.










   Recuerdo claramente que cuando terminé de verlas, yo era como un fantasma de los años perdidos trasladado a la década de los ochenta, recuerdo vivamente que me acerqué en una suerte de estado de gracia a la puerta de la salida, de pronto ante mis ojos estallaron el tráfico desordenado, la bulla de la gente que buscaba carro para regresar a sus casas, las luces escarbando la noche... fue como un golpe emocional, sentí en ese momento que a la fuerza salía de la atmósfera casi pueblerina de esa Lima de inicios del siglo XX al cual me había transportado gracias a las imágenes que acababa de ver. E inicié medio atolondrado el regreso a casa, mi morada de Barranco.











  Lo reitero, abandonar el museo fue literalmente un choque, un golpe que no he olvidado: salir de ese espacio de imágenes estáticas y enfrentarme a mi realidad, abandonar el territorio al que no pertenecía para volver a la propia: una Lima cercada por la violencia y el desorden. Quizá lo que cuente no sea más que la metáfora de lo que los peruanos vivíamos entonces, de cosas peores que ocurrirían y de las que hemos salido con mucho esfuerzo, sangre y dolor que nos han marcado como individuos y como sociedad.





   El poder de la fotografía (como el de toda expresión artística) me  había provocado ese estado y si bien esa fue la primera experiencia con la fotografía, no ha sido la única. Hace un tiempo quedé completamente absorto al observar las fotografías de dos hermanos arequipeños, los hermanos Vargas: Carlos (1885 - 1979) y Miguel (1887 - 1976). Nunca había visto fotos suyas y si de fotografía en el Perú algo sabía era Courret y de Chambi, después nada. Las fotos de estos hermanos arequipeños fue un real descubrimiento, sus imágenes tienen (como toda buena foto) una carga poética que me impactó y me impacta. Desde entonces me complazco en buscar nuevas imágenes en la red, cada descubrimiento fotográfico para mí es un acontecimiento estético


Los hermanos Vargas



Martín Chambi flanqueado por los hermanos Vargas

   Como en la experiencia primera que conté, el contacto con las fotos de los hermanos Vargas me raptó de mi entorno. Placentero, por cierto. Mucho se habla y con justificada razón del maestro puneño Martín Chambi, cima de la fotografía en el Perú, pero no es el único. Los hermanos Vargas son también maestros del arte fotográfico, como se puede constatar en estas fotos que presento a continuación.






















   Sin embargo, las fotos que me llevaron a una suerte de arrobo (perdonen la exageración) fueron sus nocturnos. Una serie de fotos que capturan el espíritu nocturnal de una Arequipa de las décadas del veinte y treinta, la maestría de esas fotos donde percibimos el misterio y el encanto de esas noches las hacen únicas. No comentaré mayor cosa sobre esas fotos porque aquí están algunas de ellas para “hablar” por sí mismas. 








































  Quiero, para terminar, tomar prestadas estas palabras para calibrar la magnitud de los nocturnos de los hermanos Vargas, fotos que, a pesar del tiempo transcurrido, han vencido contundentemente al tiempo y se han impuesto por el peso y calidad estética de sus imágenes: “Si bien no fueron los primeros en tomar fotografías nocturnas, la calidad de su trabajo era sobresaliente. Ninguno de sus contemporáneos peruanos los superaba en técnica o intuición creativa. Como muchos otros artistas, escritores y compositores de la época, los hermanos Vargas sentían una fuerte atracción por la noche y se dedicaron a captar su poesía. Algunos de sus esfuerzos tienen carácter sentimental y costumbrista; otros, como los paisajes urbanos, pueden haber sido inspirados por los nocturnos de Goyzueta en Lima y Montero en Piura. Sin embargo, los Vargas pronto incursionaron en nuevos espacios. Inspirados en parte por el cine mudo, comenzaron a montar escenas elaboradas utilizando luz de luna, hogueras, fogatas, magnesio, farolas y postes de alumbrado. Estas imágenes teatrales requerían hasta una hora de exposición y una muy precisa atención al detalle. Los nocturnos tardíos, como las imágenes de Tingo, Cayma, la Av. Parra y La Cabezona, marcan el apogeo del arte de los hermanos Vargas. En estas espléndidas fotografías, que auguran el surrealismo y el film noir, los Vargas lograron crear un mundo de encantamiento y extraña belleza”.










   Continuará…







                                           Morada de Barranco, 28 de enero de 2017.