lunes, 27 de noviembre de 2023

 


                                                                          Y con la luz del cielo en la mirada…

                                                                                           José María Eguren

                        

I.


   Para los que amamos la música de The Beatles es un día inolvidable. El día de hoy, 2 de noviembre de 2023, ha salido de manera oficial la que será la última canción de los Fab Four. 




   "Now and Then" (De vez en cuando), así se llama el tema, composición de John Lennon que, con la tecnología de estos tiempos, se ha podido rescatar de una vieja grabación en casete hecha allá por 1979. Nunca más ocurrirá lo que hoy está sucediendo, nunca más.





   Cual si fuera un rompecabezas, la canción se fue armando con la participación de los cuatro (aunque dos de ellos ya no estén): la voz y piano de John, el bajo de Paul, la batería de Ringo y la guitarra de George (allá en 1995, él había dejado algunos registros de su guitarra). Es muy conmovedor volver a escucharlos juntos en una nueva canción. He derramado lágrimas de emoción al escuchar la voz limpia de John y la guitarra slide del bueno de George. Una experiencia que nunca más se repetirá y que ha servido para vivir esa expectativa (cargada de ansiedad) por saber cómo sería un nuevo disco de The Beatles . Los jóvenes, el mundo de los 60 lo vivió, nosotros no. Con lo de hoy día, algo hemos sabido cómo era vivir expectantes la salida de un nuevo disco de John, Paul, George y Ringo en los viejos tiempos de la Década Prodigiosa.





   Las líneas anteriores me conducen a mis recuerdos. Tenía yo unos ocho o nueve años cuando una tía llevó a casa un tocadiscos portátil que acababa de comprar. Junto con el aparato llegaron algunas discos 45 como regalo por la compra. Uno de esos discos era de The Beatles y la primera canción que escuché de ellos fue I Saw Her Standing There. No diré que me cambió la vida, pero que me llamó la atención, lo hizo, y de qué manera. Años después, ya con dieciséis años, mi padre compró una tocacintas y empecé a grabar micrófono en mano cada canción de The Beatles que "pescaba" en las emisoras radiales. Como comprenderán, al grabar alguna de sus canciones no solo grababa la canción, también las voces (o gritos) de mis vecinos, el claxon de los carros, los ladridos de los perros, mi propia respiración: no importaba, la música se sobreponía a todo ese ruido.





   Al poco tiempo, mis padres compraron una radiola (que antigua suena ahora esta palabra), y yo me fui comprando cada disco de ellos (todavía los conservo); es decir, los LP ( long play o larga duración). Así empecé con este amor que nunca me ha abandonado. Que no me abandonará.





   Han pasado tantos años desde entonces y tengo tanto que agradecerle a estos cuatro muchachos mágicos: la felicidad de escucharlos, esa energía contagiosa de sus canciones, las ganas de vivir con alegría que nos transmiten a pesar de llevar una vida a veces complicada, no es poca cosa.





   No quería irme a dormir sin antes comentar que hoy fue, definitivamente, un día único, irrepetible. The Beatles, gracias. Gracias, John y George, donde estén, porque están…





II.


   Me acabo de enterar de la muerte del poeta peruano Juan Carlos Lázaro. Él era uno de esos poetas ocultos que no le interesó las luces del éxito pasajero y trivial: su poesía apuntaba (y apunta) hacia horizontes ajenos a esas banalidades, otros eran sus espacios...





   ¿Cómo supe de él? Corría la década del 80 cuando recorté del diario “La República” una nota sobre Juan Carlos Lázaro, junto a ella, un puñado de poemas suyos que llamaron mi atención por la sencillez de su lenguaje y una saludable y fresca ironía.





   Muchos años después lo conocí en un recital que se organizó en la Biblioteca Municipal de Barranco, fue una noche de principios de este siglo. Le mostré el recorte periodístico que conservé como preciada joya dentro de su primer libro: "Gris amanece la urbe del hambre", libro que adquirió en la desaparecida y mítica librería “El caballo rojo”. Recuerdo muy bien su emoción al ver el recorte y la larga conversación que tuvimos en esa lejana noche barranquina de niebla y luz que nunca olvidé. Esa noche escribió la dedicatoria en el libro suyo que era mío y me obsequió su segundo libro: “La casa y la hojarasca”. Recuerdo que apuntó en uno de sus libros dos números telefónicos y me dijo que lo llamara para mantener la comunicación (tiempos aquellos donde no existían las redes sociales).





   Años después lo volví a ver. Gracias a una red social coordinamos y nos citamos en la avenida Diagonal de Miraflores (yo salía de mi trabajo y él venía de su casa). Nos dimos un fuerte abrazo, algo conversamos e intercambiamos nuestros libros: yo había publicado tres años antes “Donde mi calle acaba” y Juan Carlos me dio su bello libro titulado “Desolado el techo donde se posaba el gato”, que hacía muy poco había salido a la luz. Fue la última vez que lo vi. Esto sucedió un 21 de noviembre de 2017; o sea, hace casi seis años. Cuando nos despedimos, prometimos no perder contacto y, cada que podíamos, nos enviábamos mensajes y así fue... Un año después vino la pandemia… El año pasado un libro suyo de doce relatos de hermoso título: “La luna en la ventana”...





   Y de pronto, esta mala noticia que me llena de mucha tristeza, de una tristeza sin fondo...





   En un medio caracterizado por los egos crecidos, Juan Carlos Lázaro era una persona que prefería el perfil bajo: sencillo, afable, muy interesado en lo que hacían los más jóvenes. Siempre lo recordaré así. Lo extrañaré. Me quedan sus libros, su fina poesía a la que acudo por estos días como el mejor homenaje que se le puede hacer a un escritor, a un magnífico poeta como lo es Juan Carlos Lázaro. Su poesía vencerá al tiempo, de ello estoy seguro.





   Buen viaje, apreciado amigo, que tu nueva ruta esté llena de sonrisas.






HE LEÍDO A SCHOPENHAUER ESTA MAÑANA


He leído a Schopenhauer esta mañana.

He esperado a un librero en las puertas cerradas de su librería.

He acariciado una llave de cobre en mi bolsillo.

He repetido mentalmente un poema de Eliot.

He visto la niebla trepar por la ventana como un gato.

He almorzado tortilla de verduras y arroz blanco.

He preguntado por mi corbata roja extraviada en algún ropero.

He dicho "fata morgana" solo porque me gustan estas palabras.

He escuchado a mi médico decir que estoy enfermo.

He caminado por una calle ciega que solo existe en mi idea.

He imaginado mi casa sin mí después de mi muerte.

He pensado en el Crucificado a la hora de acostarme.

He sentido su corona de espinas en mi cabeza.

He llorado en la oscuridad recordando a mi madre.

He soñado que un hombre triste escribió este poema.



EL SUEÑO Y EL VIAJE


...Te he soñado mientras viajaba:

eras la estrella azul

sobre los puentes de la noche,

esa musica de arpa

en la oscuridad de los follajes,

el himno del agua

entre las piedras.

Te he soñado en la proa

de las travesías de extramares,

sujeto al pétalo imantado de una rosa,

convertido en ola incesante

y ávida de naufragios,

desesperado de ti,

desesperado,

como Ícaro con sus alas en llamas

precipitándose a tierra.

Te he soñado entre los folios

de las historias nunca registradas,

en un cuarto oscuro

poblado de astros remotos y graves,

debajo de las hojas de los álamos,

encima de la piel de la niebla,

aun sobre las nubes más altas

a donde solo pueden asomarse

las hélices de los helicópteros

y los parasoles desprendidos

de las azoteas.

El tren se detiene

Soy el último de los pasajeros.

Prosigo a pie sobre los rieles.

Te he soñado mientras viajaba

prófugo y sin equipaje

a la región ilimitada del deseo.



ANDREI BOLKONSKI AGONIZA


Un árbol quemado es el campo de batalla.

Entre el humo negro de los cañones apagados

se abre paso lentamente un caballo muerto.

Por el ruido tristísimo de sus cascos

Sé que viene a mi encuentro.

Se aproxima a mi herida. Lo veo.

Excepto sus crines y su cola,

es puro esqueleto. No le temo.

Tampoco temo morir a su sombra.

Es solo un caballo muerto.

Pronto yo también moriré y seré como él:

un espectro o apenas un ruido

que deambulará por aquellos lugares

donde el sufrimiento me enseñó

lo grande y lo verdadero.

Voy a morir. Voy a morir.

Estoy en paz con mi prójimo.

Lo he perdonado y lo amo.

Un árbol quemado es el campo de batalla.

Un árbol quemado es también aquel

Que no perdona y no ama.



LAS PERSIANAS


                        Encontrar la imagen de mi corazón

                        En las sombras o aquí

                                                 Hölderlin



La luz que traspasa

las persianas

me anuncia

que aún estoy vivo

que aún respiro

que aún sueño

que aún puedo

amar a una mujer

y viajar a Pekín

y vivir en Lisboa

y en Jauja aguardar

la primavera

o el otoño

y ser como soy

pero acaso

un poco más alegre

como un sombrero rojo

como un pañuelo verde

un poco más alegre

hasta que alguien

baje las persianas

y esta habitacion

y estos objetos

y este ser que soy

volvamos a ser

una  sombra extensa 

la misma oscuridad.



UN PANTALÓN Y UNA CAMISA


Digan ustedes si existo 

o si sólo soy un pantalón y una camisa, 

alguien que desayuna y lee el periódico, 

que se perturba por el mal tiempo, 

y llora inclusive a veces 

por cierta necesidad matinal. 

Es un asunto de alta metafísica 

el que hoy planteo a mis congéneres 

porque ya, por tercera vez, 

me he sorprendido a mí mismo 

comiéndome algunos gladiolos, 

amando la pata rota de mi mesa 

y preguntándole a Dante 

si vio moscas en el Infierno. 

Y nadie, ni mi mujer ni mis vecinos, 

se conmovió por tanta tragedia. 

Digan ustedes si existo 

porque también he visto brillar 

un sol negro en pleno invierno, 

florecer el Edén en las barriadas 

más turbias de Lima, 

y ​​he escuchado a mi gato rumiar 

una metáfora de mister Eliot. 

Y nadie, dignísimos lectores, 

ni la prensa ni la ciencia, 

se asombró de tanto prodigio. 

Es así como hoy desafío al mundo 

a resolver este asunto de alta metafísica. 

¿Existo? ¿Realmente existo? 

Cierto es que tengo un rostro, 

un nombre, un país, una biblioteca; 

que viajo a las provincias en otoño; 

que del espacio celeste 

prefiero la luna y las estrellas. 

Pero siendo como soy, 

un hombre triste y sin atributos, 

es legítimo que dude 

de mi extraña existencia.



LA CASA Y LA HOJARASCA


L a hojarasca y el agua detenida 

son todo lo vivo y lo real 

de este patio y de esta casa. 

El resto son fantasmas. 

Que lo diga sino el centinela rojo 

que dormita en el torreón de la esquina 

y que sueña con la próxima batalla. 

La sombra del general 

se mueve tras las persianas. 

Con él van su kepí, sus charreteras, 

su sable, sus botas, su capa. 

En su recámara crepuscular 

a la luz de una vela escribe 

con mano trémula: “A la patria…”. 

El caballo blanco relincha, 

agita su cola en el aire 

espantando a una mosca lunática. 

Una criada vestida de luto, pálida, 

prepara la mesa para la cena 

a la que sólo acuden 

entre candelabros dorados 

el pasado, el polvo, la nada. 

El resto son fantasmas.




  Continuará...
 



                                      Morada de Barranco, 27 de noviembre de 2023