sábado, 6 de febrero de 2021

SOBRE LOS LIBROS DEL MAESE STEFAN ZWEIG Y OTROS LIBROS

 


                                        Yo soy un hombre cualquiera que ensaya las grandes felicidades.

                                                                                                     Martín Adán



   Lo comentaba con mi hermano Arturo hace unas horas: “Me alegra sobremanera saber que la obra de Stefan Zweig está siendo rescatada del olvido”. En efecto, hoy se están reeditando sus libros en nuevas traducciones, por ejemplo las de Acantilado, se filman series, películas sobre la vida de Zweig o basadas en sus obras, se publican cómics (tengo uno muy preciado, regalo de mi hermano: Los últimos días de Stefan Zweig de Seksik & Sorel), en fin, un afán que celebro y que nos recuerda las bondades de un autor cuya obra fue injustamente postergada por muchos años.





   Yo lo descubrí en mi adolescencia en esas largas caminatas por las calles de la vieja y querida Lima. En esos recorridos para mí legendarios casi siempre terminaba “visitando” al señor Laguna o al señor Muñoz (el querido Gordo Muñoz), ambos libreros de viejo, de esos que lamentablemente ya no existen. En sus añorados locales descubrí viejas ediciones argentinas y chilenas, sobre todo, de un desconocido Stefan Zweig: La lucha con el demonio, Tres maestros, Balzac, Tolstoy, Stendhal, Casanova, Momentos estelares de la humanidad… llegaron a mí como agua fresca. Libros ya estropeados por el paso de los años, algunos subrayados y con apuntes, todos rústicos, de hojas amarillentas y gruesas que se desgastaron más porque continuamente regresaba a ellos. Mi encuentro con la obra de Zweig fue un despertar luminoso, el nacimiento de un amor que no ha cesado; es decir, nunca más dejé de leerlo.





   Años después conseguiría las obras completas del autor austriaco en Quilca, cuatro gruesos tomos (edición española de fines de los 50) en magníficas condiciones que desde entonces me acompañan y todos los días los veo a mi derecha y a la mano, pues están sobre mi escritorio junto a otros libros como Ensayos de Montaigne y el Libro del desasosiego de Fernando Pessoa, otro par de libros a los que siempre acudo.





   Desde que conseguí esos primeros libros de Stefan Zweig han transcurrido algo más de 35 años, de ese jovenzuelo quedan solo estas reminiscencias y también esas viejas ediciones adquiridas en librerías de viejo de una Lima que ya no existe. Cual si fueran objetos sagrados, a caballo entre la supervivencia y la destrucción (permítanme la hipérbole), así estropeados, cargados de ese peso inevitable del tiempo que no perdona nada, siguen conmigo, en lucha constante con la humedad, los insectos, el polvo, pero acompañados del afecto y el agradecimiento.





   Transcurridas cinco semanas de este 2021 complicado, obligados a un encierro por el peligro de la segunda ola pandémica, seguimos en casa luchando, resistiendo; es decir, entre otras cosas, leyendo, pues para mí, como lo escribí en la entrada anterior, la lectura es un acto de resistencia. No lo puedo negar, extraño salir a las calles, viajar, entrar a casa y abrazar a mis hermanos, a mi madre, a mi sobrinita que está lejos, entonces canalizo esta ansiedad y carencia abandonándome a la lectura y qué mejor que hacerlo a través de algunos libros pendientes de Stefan Zweig. Porque sí, hay libros suyos que no había intentado su lectura, sobre todo sus novelas, que durante mucho tiempo consideré su obra menor, craso error. Lo he confirmado, las novelas de Zweig son la obra de un profundo conocedor de la psicología humana, del corazón humano. Cuando se termina de leer alguna de sus novelas, conocemos algo más del hombre, algo más de uno mismo. No es poca cosa. Maravilloso.





   En las dos primeras semanas de enero leí Veinticuatro horas en la vida de una mujer, Amok, La piedad peligrosa (también conocida como Impaciencia del corazón). La experiencia fue como adentrarse en los vericuetos muchas veces inexplicables de la conducta humana, de las múltiples máscaras que siempre nos sorprenden y nos muestran cuán impredecibles podemos llegar a ser. Son novelas en permanente tensión, ajenas a lo adjetivo, a lo accesorio, que no se pierden en divagaciones que vuelven laxas las historias. Una gran virtud, por cierto, del Stefan Zweig novelista. Un maestro, definitivamente.





   Supongo que en unas semanas leeré otras novelas suyas o regresaré a algunas joyas como el cuento Buchmendel o Mendel, el de los libros o El mundo de ayer, monumento de libro construido con la destrucción de un mundo en el que su espíritu sensible y refinado se había formado, obra cargada de recuerdos entrañables y también de un profundo dolor y angustia por lo perdido, por lo que peligrosamente se avecinaba y que al final, desengañado, desesperanzado, lo llevó a la decisión de quitarse la vida. Es una de las grandes obras del siglo XX, uno de esos libros de los que bien podría decirse lo que alguna vez Whitman escribió: “Quien toca este libro / toca a un hombre”.





   Mientras tanto, sigo leyendo otros libros y a otros autores. Hace unos días, por ejemplo, terminé de leer uno de mis regalos de cumpleaños, el de mi hermana Gloria, una novela muy ambiciosa sobre una parte de nuestra historia: El espía del Inca de Rafael Dumett. Casi inmediatamente inicié la lectura de un libro cuya lectura postergué unos meses y ahora está encaminada: Todos los cuentos de Raymond Carver. Sobre ellos hablaré en estradas posteriores. Ambos libros dan para amplios comentarios.





   Algo para comentar es de un mensaje que siempre me llega: “Profe, ¿qué libros me recomienda leer?” Siempre respondo a ellos, por lo menos procuro. En estos días, no exagero, me han llegado como una docena de ellos, de alumnos, de amigos que fueron mis alumnos. A través de esta bitácora quiero sugerir algo que he visto incluso en videos: retos de lectura. Entiendo que no hay nada como leer por el puro placer de hacerlo, es lo mejor. Ya Borges dijo alguna vez: Creo que la frase lectura obligatoria es un contrasentido, la lectura no debe ser obligatoria. ¿Debemos hablar de placer obligatorio? ¿Por qué? El placer no es obligatorio, el placer es algo buscado. ¿Felicidad obligatoria? La felicidad también la buscamos. Yo he sido profesor de literatura inglesa durante veinte años en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y siempre les aconsejé a mis estudiantes: si un libro los aburre, déjenlo, no lo lean porque es famoso, no lean un libro porque es moderno, no lean un libro porque es antiguo. Si un libro es tedioso para ustedes, déjenlo… ese libro no ha sido escrito para ustedes. La lectura debe ser una forma de la felicidad”. Pero intentemos leer, veamos desde un ángulo lúdico estos retos de lectura.





   ¿De qué estoy hablando? Pues el de proponernos leer por lo menos un libro al mes. Ya trascurrió enero, empecemos entonces desde este mes de febrero de acuerdo a este esquema que sugiero, puede ser otro, cada uno puede proponer libremente el que más se le acomode y claro, la idea es en lo posible cumplirlo.





1. Leer un libro que no terminaste de leer para el mes de febrero. Yo estoy pensando en La conjura de los necios de John Kennedy Toole.

2. Una relectura para el mes marzo. Pienso en dos libros: La mano desasida de Martín Adán o La cartuja de Parma de Stendhal.

3. Leer un libro que me dejaron en el colegio o universidad y nunca leí para el mes de abril. A mi memoria viene Napoleón de Emil Ludwig.

4. Leer un libro que siempre quisiste leer para el mes de mayo. Estoy pensando en dos: Jacon Von Guten de Robert Walser o Los relámpagos de agosto de Jorge Ibargüengoitia.

5. Leer un libro que está en tu casa y nunca leíste para el mes junio. Con algo de vergüenza menciono a Esplendores y miserias de las cortesanas de Honoré de Balzac o Las palmeras salvajes de William Faulkner.

6. Leer una novela gráfica o cómic para el mes de julio. Pienso en Maus de Art Spiegelman y creo que es una buena elección.

7. Leer un libro del que se haya hecho una película para el mes de agosto. Aquí tengo varias opciones: El gatopardo de Giuseppi Tomasi di Lampedusa o El tambor de hojalata de Günther Grass o Doctor Zhivago de Borís Pasternak o El nombre de la rosa de Umberto Eco.

8. Leer un libro escrito por una mujer para el mes de setiembre. Este tendría que ser Los recuerdos del porvenir de Elena Garro (o La amortajada de María Luisa Bombal).

9. Leer un libro de cuentos para el mes de octubre. Una buena elección sería Felicidad clandestina de Clarice Lispector (y no se me quita la posibilidad de La palabra del mudo de Julio Ramón Ribeyro, que sería también una relectura).

10. Leer una novela distópica para el mes de noviembre. De George Orwell, 1984.

11. Leer un libro de literatura infantil para el mes de diciembre. Uno imprescindible, un libro que cuenta historias infantiles de otra manera: Cuentos en verso para niños perversos de Roald Dahl.


Nota: Si algunos de los retos no les gusta o les resulta complicado, pues podemos cambiarlos por estos otros o el que se les ocurra: leer un libro de ciencia ficción o de terror, leer un libro de no ficción, leer un libro de un género poco frecuentado (poesía, teatro, etc.), leer un libro cuyo protagonista sea un niño o niña, leer un libro de autor anónimo, en fin, la lista podría alargarse. 




   Continuará…




                                          Morada de Barranco, 6 de febrero de 2021.