lunes, 17 de febrero de 2020

ANTES DE LOS TREINTA






                                                                      NADIE PODRÁ TENER MÁS DE 30 AÑOS
                                                                                               Carlos Oquendo de Amat




   En unos días iré al cine a ver 1917. Sé que fue candidata a varias estatuillas del Óscar, no sé cuántas habrá ganado al final. En realidad no me interesa mucho esto de los premios, a fin de cuentas, el Óscar no es, como nos quieren hacer creer los gringos, el premio más importante del cine y el que determina la calidad de un film, es sí el más mediático, eso sin discusión alguna.






   De 1917 sé que cuenta una historia sencilla ubicada en plena Primera Guerra Mundial, dos jóvenes soldados deben llevar un mensaje de un punto a otro y atravesar el horrible campo de batalla. Aparentemente nada del otro mundo, pero creo que sus imágenes van más allá, esconden algunas cosas que descubriremos al estar frente al ecran. Por ahí, incluso, he leído que no es como se podría pensar, si de etiquetas se trata, una película bélica, parece que va más allá.






   Cada que pienso en la Primera Guerra Mundial vienen por asociación algunos recuerdos, por ejemplo: la primera vez (o una de las primeras veces) que compré un libro en una librería de viejo fue allá por el lejano 1979, en jirón Puno, centro de Lima, la librería estaba ubicada en el zaguán de la casa de Felipe Santiago Salaverry, el presidente más joven que tuvo el Perú. A raíz de una tarea en el colegio, fui al centro y el señor Laguna, dueño de la librería, me vendió La primera Guerra Mundial (Editorial Cartago, Buenos Aires, 1965) de Alejandro Manusevich, libro que conservo hasta el día de hoy.






   Otro recuerdo que me aborda es el de un poema, me refiero a El telegrafista muerto, poema vanguardista del hoy olvidado poeta peruano Rafael Méndez Dórich (compañero de andanzas de Carlos Oquendo de Amat, Emilio Adolfo Westphalen, César Moro…). El poema se publicó en Dibujos animados, libro del año 1936, que por un golpe de suerte lo encontré en una librería del jirón Azángaro, también en el centro de Lima. El poema, cuya relación con la Primera Guerra Mundial es más que evidente, me sorprendió desde el primer momento que lo leí (el mismo título llamó mi atención). Según mi entender, El telegrafista muerto es el mejor poema de Méndez Dorich.



EL TELEGRAFISTA MUERTO



Detrás de la trinchera, después de la tragedia
que llegó de improviso sin que nadie la viera,
con los auriculares de caucho colocados
aún en los oídos
y el gesto siempre atento,
seguía recibiendo órdenes
el telegrafista muerto.
Como un ejército
desorientado, de recuerdos,
velaba sus pupilas
el alfabeto Morse de los sueños.
Todavía estaba acústico
el telegrafista muerto:
vibraban los sonidos en sus manos abiertas
y sus oídos fríos
percibían las ondas astrales del silencio…








   Es curioso, en estos días de vacaciones he visionado con Rita muchas películas, algunas de ellas con Kirk Douglas, quien hace poco falleció con 103 años. Una de esas películas de Kirk es una joya del cine estrenada el año 1957, hablo de Senderos de gloria (también conocida como La patrulla infernal), película de un entonces joven director llamado Stanley Kubrick. La película desarrolla una historia que ocurre en plena Primera Guerra Mundial, en Francia, año 1916. Tanto franceses como alemanes se encuentran en las trincheras. Por presiones del general George Broulard (Adolphe Mejou), el general Paul Mireau (George Macready) ordena al coronel Dax (Kirk Douglas) tomar con sus hombres la Colina del Hormiguero, una posición estratégica que está en manos de los alemanes. El enfrentamiento es sangriento, los franceses atacan, muchos de ellos morirán, pero a pesar del esfuerzo son repelidos, la misión ha sido un fracaso. Ante esta situación desastrosa, el general Mireau busca salvar su prestigio, para ello decide dar injustamente un escarmiento a los valientes soldados: a tres de ellos los hace comparecer ante un Consejo de Guerra pues son acusados de cobardía ante el enemigo. En defensa de sus soldados, surge la valiente figura del coronel Dax quien se enfrentará a la falsa acusación. Senderos de gloria es una película que sacude nuestras conciencias sobre el horror de la guerra y de las injusticias que se cometen cuando se emplean de mala manera el poder que se detenta.







   El tema de la Primera Guerra Mundial también me hace pensar sobre la cantidad de muertos, según algunos cálculos murieron entre 10 a 31 millones de personas. Si pienso que la población actual del Perú está entre 30 a 33 millones de habitantes, hablamos de magnitudes mayores. Entre tantos muertos, varios intelectuales, artistas (músicos, poetas, escultores, pintores…). Hubo también muchos heridos, podemos mencionar al poeta Guillaume Apollinaire, al pintor cubista George Braque, al pintor expresionista Óscar Kokoschka, al escritor C. S. Lewis (autor de Crónicas de Narnia), al escritor Ernest Hemingway, al pintor expresionista Otto Dix, al compositor Carl Orff…, la lista es larga.







   Pero, ¿entre los muertos? También hubo muchos, por ejemplo: el escritor francés Charles Pierre Péguy, el músico español Enrique Granados, el poeta inglés Edward Thomas, el pintor alemán Franz Marc, el novelista inglés William Hope Hodgson,… Pero de quienes deseo escribir algo más es de los más jóvenes, aquellos que no llegaron a los treinta años, hubo varios, no mencionare a todos, obviamente, apenas un puñado, cinco artistas talentosos de quienes la parca no tuvo misericordia y se los llevó prontamente.








   El primero de ellos, el novelista francés Alain-Fournier, seudónimo de Henri Alban Fournier. En 1905 conoció a quien se convertiría en el amor de su vida: Yvonne Quiévrecourt, años después ella serviría de inspiración para la creación de Yvonne de Galais, protagonista de su única novela: El gran Meaulnes (1913), considerada una de las mejores novelas del siglo XX, un "bildungsroman" (en castellano: "novela de aprendizaje") que aborda el tema del amor adolescente. Tanto éxito tuvo que fue traducida a varias lenguas. Lamentablemente Alain-Fournier no disfrutó del éxito de su novela pues murió en la Batalla del Marne en 1914. Sus restos recién se encontraron en una fosa común el año 1991. ¿Cuántos años tenía cuando murió? 27 años, solamente.










   El segundo, el escultor francés Henri Gaudier-Brzeska. Viajó a Londres donde conoció a un joven Ezra Pound de quien fue amigo, participó en movimientos vanguardistas (el vorticismo), mantuvo amores con Sophie Brzeska, una escritora polaca veinte años mayor que él, rechazó el servicio militar por sus convicciones antimilitaristas, razón por la que no podía regresar a su país, pero cuando se inició la Primera Guerra Mundial, regularizó su situación y pudo servir a su patria en el campo de batalla donde fue muy destacado. Encabezando un ataque ya como sargento, en junio de 1915 una bala en la cabeza lo mató. ¿Qué edad tenía Henri? 23 años. Al enterarse de la muerte del escultor, Sophie enloqueció y diez años después murió.












   El tercero, el pintor alemán August Macke, uno de los más connotados pintores expresionistas. Viajó bastante joven a Francia, Italia, Suiza, Holanda, Túnez (este último lugar tuvo mucha influencia en su pintura). Estuvo en permanente contacto con los grandes pintores de los movimientos vanguardistas muy en boga por esos años: Paul Klee, Franz Marc, Vasili Kandinsky, Robert Delaunay… Movimientos de la vanguardia pictórica como el fauvismo, cubismo y el futurismo lo enriquecieron y su pintura fue madurando, se fue encontrando a sí mismo. Sus últimos cuadros son obras maestras en la exuberancia del colorido y la luz. Pero todo se truncó cuando en el mes de setiembre de 1914 perdió la vida en el campo de batalla, en territorio francés. ¿Qué edad tenía August? 27 años.











   El cuarto, el poeta inglés Wilfred Owen quien recibió una magnífica educación y trabajó una temporada en Francia. Ingresó al ejército en 1915. Fue al campo de batalla con espíritu optimista, pero su experiencia fue traumante: el disparo de un mortero lo hizo volar y cayó sobre los restos de un compañero suyo, después quedó atrapado en una trinchera alemana por varios días. Ya rescatado se le diagnostico neurosis de guerra. Fue enviado a un hospital para su recuperación. Luego de una larga convalecencia, regresó al campo de batalla en Francia, para seguir escribiendo sobre los horrores de la guerra. Ironías de la vida, cayó muerto el 4 de noviembre de 1918, justo una semana antes de que terminara la guerra. ¿Cuántos años tenía Wilfred? Solo 21 años. Aquí una muestra de su poesía.



DULCE ET DECORUM EST


Encogidos, como viejos mendigos en sus sacos,
las rodillas juntas, tosiendo como arpías, maldecíamos en el fango,
hasta que a la luz maligna de las bengalas nos volvimos
y marchamos penosamente hacia el distante refugio.
Los hombres marchaban dormidos. Muchos habían perdido sus botas
pero avanzaban renqueantes con pies ensangrentados. Todos iban cojos; todos ciegos;
borrachos de fatiga; sordos hasta para el silbido
de las bombas dejadas atrás, que explotaban cansinas a nuestras espaldas.

¡Gas! ¡Gas! ¡Rápido, muchachos! – Un éxtasis de confusión,
nos pusimos justo a tiempo las burdas máscaras;
pero alguien estaba aún gritando y dando traspiés,
y luchando por respirar como si estuviera quemándose en el fuego o en la cal...
A través del cristal empañado, bajo una luz gruesa y verdosa,
como en el fondo de un verde mar, vi cómo se ahogaba.

En todos mis sueños, ante mi vista indefensa,
él se lanza sobre mí, borboteando, ahogándose.

Si en algún sueño asfixiante pudierais también vosotros caminar
detrás del coche en donde lo arrojamos,
y contemplar los ojos blancos retorciéndose en su rostro,
su cabeza colgando, como el vómito diabólico del pecado;
Si pudierais oír, a cada sacudida, la sangre
salir bullente de los pulmones anegados de espuma,
obscena como un cáncer, amarga como la pasta rumiada
de llagas viles, incurables, en lenguas inocentes,
amigo mío, entonces no dirías con tanto entusiasmo
a los niños que anhelan una desesperada gloria,
la vieja Mentira: Dulce et decorum est
pro patria mori. (*)


(*) Dulce y honorable es morir por la patria.






   El quinto, el poeta austriaco Georg Trakl. Uno de los mayores representantes del expresionismo literario de la lengua alemana. Si bien no murió en el campo de batalla, su muerte fue consecuencia de la guerra. Desde muy joven aprendió a tocar el piano. Mantuvo una relación incestuosa con su hermana Gretl, lo que lo atormentó siempre. Trabajó en una farmacia donde se volvió adicto a algunas sustancias químicas. Tiempo después estudió farmacia en la Universidad de Viena y se recibió de farmacéutico en 1910. Cuatro años después fue reclutado y sirvió como enfermero del ejército austriaco. Participó en la batalla de Grodek donde atendió a unos noventa heridos, esta terrible experiencia agudizó su depresión e intentó suicidarse ahí mismo. Lo enviaron al manicomio de Cracovia en octubre de ese año. Al mes siguiente, el 3 de noviembre de 1914, se suicidó con una sobredosis de cocaína. ¿Qué edad tenía Georg cuando murió? 27 años. En el manicomio escribió el poema Grodek que presentamos en versión de Helmut Pfeiffer.


GRODEK


Por la tarde resuenan en los bosques otoñales
las mortíferas armas, y en las llanuras áureas
y en los lagos azules rueda el sol más oscuro.
La noche abraza a los guerreros moribundos,
irrumpe el lamento salvaje de sus bocas quebradas.
Pero silenciosas en la pradera,
rojas nubes que un dios airado habita
convocan la sangre derramada, la frialdad lunar;
y todos los caminos desembocan en negra podredumbre.
Bajo el dorado ramaje de la noche y las estrellas
vaga la sombra de la hermana por el bosque silencioso
saludando las almas de los héroes,
las cabezas sangrantes.
Y en el cañaveral suenan las oscuras flautas del otoño.
Oh, qué soberbio duelo, con altares de bronce;
un terrible dolor nutre hoy la ardiente llama del espíritu,
por los nietos que no han nacido aún.









Continuará…

                                         Morada de Barranco, 17 de febrero de 2020.