Todo es signo del sueño, y es memoria…
Raúl Deustua
I. UNA HISTORIA DE AMOR DEL DIOS PAN
Antes de
empezar una clase, a manera de motivación, siempre cuento un mito, una
leyenda... Si no lo hago, me pongo a merced de los reclamos y protestas de los
alumnos quienes me dicen que el contar historias es ya una
"tradición" o una "costumbre", por lo tanto, no hay otra,
debo hacerlo. Soy Orlando el “cuenta historias" como alguna vez me
etiquetaron con acierto y la verdad que me enorgullece ser conocido así.
Historias:
itinerario particular de vuelo, un espacio para vivir con la libertad que la
imaginación otorga aquellas vidas que la realidad real nos impide, una manera
de indagar más allá de los límites que mutilan, una forma de lucha, de
resistencia...
En estos
días, entre las muchas historias que he narrado, conté el mito griego de Pan y
de Siringa. Este viejo mito cuenta una historia que podría resultar
conmovedora. Pan, habitante de los bosques, con un par de cuernos y orejas
puntiagudas, tenía un cuerpo particular: mitad humano, mitad macho cabrío. Era
el dios de los pastores y podía ser también uno de los seres más terribles de
la mitología grecorromana (recordemos que de su nombre proviene la palabra
"pánico"). Un día, en medio del bosque, vio por primera vez a una
bellísima ninfa llamada Siringa, seguidora de Artemisa (Diana), la diosa de la
cacería, hermana gemela de Apolo y eternamente virgen. Prendado de la belleza
de Siringa, este le declaró su amor y fue rechazado por su fealdad. Pan
insistió y la ninfa lo volvió a rechazar, pero como el hijo de Hermes insistía,
Siringa escapó. Entonces Pan, terco entre los tercos, fue tras de ella. La
ninfa llegó a orillas del río Ladón y se dispuso a atravesarlo. Pero se dio
cuenta que el dios ya la estaba alcanzando y que en el río no avanzaba mucho y
se cansaba más. Cuando este estaba a punto de cogerla del hombro, ella invocó a
los dioses y pidió su ayuda. Estos intervinieron y Pan terminó agarrando no el
hombro de la ninfa sino un grupo de cañas. La ninfa había sido transformada.
Resignado Pan, arrancó las cañas y después las cortó de distinto tamaño, las
unió y creó así un nuevo instrumento musical conocido como "flauta de
Pan" o también “siringa”. Dicen que desde entonces Pan tocó ese instrumento
y obtuvo bellas melodías que no eran sino una forma de hablar con ella o un
canto de amor por la ninfa a quien nunca más volvería a ver.
II. PARA UNA QUERIDA AMIGA
Pienso en
Rosa Cerna, Rosita, como la llamaba yo. Profesora y gran escritora (poeta,
novelista, cuentista…) cuyas obras visito para zambullirme en su espíritu puro
y entregado a los demás, los desposeídos. “Ven a visitarme para tomar un
lonche”, solía decirme cuando la llamaba por teléfono, luego de hacerme la
broma de siempre: “¿Aló, con quién hablo?”, decía. “Rosita, soy yo, Orlando”.
“¿Orlando, Orlando…?, no conozco a ningún Orlando”. Luego reía. Y comenzábamos
a hablar, la verdad, de cualquier cosa, el asunto era hablar.
Las veces
que nos veíamos hablábamos tanto que a veces llegábamos incluso a “rajar” y en
medio de las risas a veces mencionábamos los nombres curiosísimos de ciertos
personajes y eso hacía que nuestras risas fueran interminables: “¿Cómo puede
llamarse así?”, decía sonrisa de por medio, mientras yo me desternillaba de la
risa, pues al decir el nombre curioso ella solía poner un rostro pícaro y muy
gracioso.
Rajar, una
característica muy limeña, lo raro es que tanto ella como yo proveníamos de los
Andes, desde las grandes y misteriosas alturas: ella de Áncash, yo del Cusco.
Los años de residencia en Lima, más propiamente en Barranco, nos marcaron,
dejaron su huella: si algo teníamos claro era que no podríamos vivir en otro
lugar que no fuera este pequeño territorio junto al mar.
Algunas veces caminábamos por avenida Grau, ella
ponía su brazo izquierdo entre mi cuerpo y mi brazo derecho, entonces se
convertía en una magnífica guía, se sabía miles de historias sobre Barranco,
cada caminata era una permanente sorpresa, no solo por lo que contaba sino por
cómo lo contaba, esa gracia tan suya para contar con humor hasta lo más serio.
Conservo
de ella no solo su recuerdo, también sus libros con sus dedicatorias. Es
curioso, de toda su obra (y es una obra más o menos extensa), solo tengo tres
de sus libros: “Los días de Carbón” (su bella novela premiada), sobre la que me
decía: “Dicen que se parece a “Platero y yo”, pero cuando la escribí yo no
había leído el libro de Juan Ramón Jiménez”, “El Hombre de paja” que fue
obsequio suyo y “Una flor de cuentos para llevar en el corazón” que lo tengo
gracias a un cambio que hice con Rosita. Ocurrió que en un librero de viejo
conseguí ese libro suyo que había obtenido un premio “Horacio Zeballos” hacía
varios años atrás, una edición rústica, popular, de pasta guinda. Cuando se
enteró que tenía ese libro, me dijo si podíamos hacer un cambio, ella me
ofrecía una edición más colorida y en mejor soporte: “Vas a salir ganando”, me
dijo. Acepté. Ella quedó contentísima: “En mi biblioteca no tenía un solo
ejemplar de esta edición premiada”, me decía en tanto acariciaba el humilde
libro cual si fuera un hijo. Creo que la dedicatoria del libro que me dio a
cambio lo dice todo.
Lamentablemente
ella partió en diciembre de 2012. Su muerte para mí fue un golpe duro. Recuerdo
que sentado ante la mesa de mi casa eché a llorar por la partida de tan querida
amiga y lamentaba no haberla visitado más seguido. No quise ir a su velorio ni
a su entierro, son cosas que generalmente no hago. Esta vez tampoco lo hice
Han pasado
casi trece años de su partida y he querido recordarla hoy. Van estas palabras
por ti, querida amiga, querida y entrañable Rosita.
III. ESOS CUENTOS CHINOS
Cuando en
el Perú alguien sale con algo increíble, exagerado o con alguna mentira, se
suele decir con contundencia: “¡Eso es cuento chino!”. ¿De dónde viene esta
expresión que deja tan mal a los chinos?, con sinceridad no sabría decirlo.
El término
“chino”, apartándonos un poco de la frase, es muy común en el Perú, así se les
llama a todas las personas de ojos rasgados, sean estos descendientes de
asiáticos o no. A un japonés (o a sus descendientes) se le llama “chino”, igual
que a un filipino o a un coreano, a un iquiteño o a un cusqueño si tiene los
ojos jalados (o como también dicen aquí: “Si es del ojo”). Particularidades de
los peruanos.
Hay un par
de frases, creo yo, muy peruanas y que desde siempre las he oído y las he
empleado en diversas oportunidades: "Chino de risa" y "fuma más
que chino en quiebra", en fin, si seguimos recordando podrían salir
algunas frases más.
Haciendo
memoria por otros lados, por ahí anda un librito del Conde de Lemos, Abraham
Valdelomar, titulado "Cuentos Chinos". Probablemente sea, de su
narrativa, lo menos apreciado, pero ahí está el libro con sus cinco cuentos de
carácter satírico para hacer crítica de la situación política de entonces.
Hay en el
centro de Lima el famoso Barrio Chino, lugar en el que se ha concentrado parte
de la colonia china. Allí se encuentran muchos de sus negocios: bodegas,
jugueterías, los famosos chifas (restoranes de comida peruana con influencia
china), bares y cómo no recordar que en el pasado en ese barrio se
comercializaba el opio. Desde hace un tiempo se habla incluso de una temible
mafia conocida como el "Dragón Rojo".
Pero lo
que me motiva a estas líneas no es tanto comentar estas anécdotas. Lo que deseo
es compartir un puñado de cuentos chinos, pero cuentos, algunos de ellos muy
antiguos. Narraciones breves que, en muchos casos, han hecho las delicias de
mis alumnos, quienes han disfrutado de su sencillez, de su sabiduría, de su
humor. Yo recuerdo mucho las risas de mis alumnos con un par de cuentos que
figuran en esta pequeña selección: “La virtud de la paciencia” y “El zorro que
se aprovechó del poder del tigre”. Cuentos breves, sencillos, cargados de
humor, pero sabios, con una sutil intención pedagógica, moralizante.
Dejo de pergeñar más líneas y pongo a disposición
del "hipócrita lector", un grupo de seis cuentos chinos, todos ellos
breves y en algunos casos brevísimos.
LANZAS Y ESCUDOS
En el reino de Chu vivía un hombre que vendía
lanzas y escudos.
-Mis escudos son tan sólidos –se jactaba-, que nada
puede traspasarlos. Mis lanzas son tan agudas que nada hay que no puedan
penetrar.
-¿Qué pasa si una de las lanzas choca con uno de
sus escudos?-preguntó alguien.
El hombre no replicó.
Han Fei Zi (Libro atribuido a Han Fei, siglo III a.
C.)
PINTAR FANTASMAS
Había un artista que pintaba para el príncipe de
Qi.
-Dígame –dijo el príncipe-, ¿cuáles son las cosas
más difíciles de pintar?
-Perros, caballos y cosas semejantes –replicó el
artista.
-¿Cuáles son las más fáciles? –indagó el príncipe.
-Fantasmas y monstruos –aseguró el artista-. Todos
conocemos a los perros y a los caballos y los vemos todos los días; pero es
difícil pintarlos como son. Por eso son temas complicados. Pero los fantasmas y
los monstruos no tienen forma precisa y nadie los ha visto nunca; por eso es
fácil pintarlos.
Han Fei Zi (Libro atribuido a Han Fei, siglo III a.
C.)
DIFÍCIL DE CONTENTAR
Un pobre hombre se encontró con un antiguo amigo en
su camino. Este tenía un poder sobrenatural que le permitía hacer milagros.
Como el hombre pobre se quejara de las dificultades de su vida, su amigo tocó
con el dedo un ladrillo que de inmediato quedó transformado en oro. Se lo
ofreció al pobre, pero este encontró que eso era muy poco. El amigo tocó un
león de piedra que se convirtió en un león de oro macizo y lo agregó al
ladrillo de oro. El pobre encontró que el regalo era aún insuficiente.
-¿Qué más deseas, pues? –le preguntó el hacedor de
prodigios.
-¡Quisiera tu dedo! –le contestó el otro.
Feng Meng Long (de la dinastía Ming)
EN BUSCA DEL PEDERNAL
Una noche Ai Zi pidió la luz, y como el tiempo
pasaba sin que le llevasen la lámpara, le gritó a su discípulo que se apurara.
_Está tan oscuro –contestó el alumno– que no puedo
encontrar el pedernal.
Después añadió:
-Maestro, ¿no podría usted encender la vela para
ayudarme a buscarlo?
Su Shi (1036 – 1101)
LA VIRTUD DE LA PACIENCIA
Un mandarín, a punto de asumir su primer puesto
oficial, recibió la visita de un gran amigo que iba a despedirse de él.
-Sobre todo, sé paciente –le recomendó su amigo- y
de esa manera no tendrás dificultades en tus funciones.
El mandarín dijo que no lo olvidaría.
Su amigo le repitió tres veces la misma
recomendación, y cada vez, el futuro magistrado le prometió seguir sus
consejos. Pero cuando por cuarta vez, le hizo la misma advertencia, estalló.
-¿Crees que soy un imbécil? ¡Ya van cuatro veces
que me repites lo mismo!
-Ya ves que no es fácil ser paciente: lo único que
he hecho ha sido repetir mi consejo dos veces más de lo conveniente y ya has
montado en cólera –suspiró el amigo.
Jiang Yingke (siglo XV)
EL ZORRO QUE SE APROVECHÓ DEL PODER DEL TIGRE
Andando de cacería, el tigre cazó un zorro.
-A mí no puedes comerme –dijo el zorro-. El
Emperador del Cielo me ha designado rey de todas las bestias. Si me comes
desobedecerás sus órdenes. Si no me crees, ven conmigo. Pronto verás cómo los
otros animales huyen en cuanto me ven.
El tigre accedió a acompañarle; y en cuanto los
otros animales los veían llegar, escapaban. El tigre creyó que temían al zorro,
y no se daba cuenta de que a quien temían era a él.
Anécdotas de los reinos Combatientes
Continuará…
Morada
de Barranco, 27 de abril de 2025