martes, 31 de diciembre de 2019

DOS SILENCIOS





                                                                      Tu bondad pintó el canto de los pájaros
                                                                       y el mar venía lleno en tus palabras
                                                                                     Carlos Oquendo de Amat






   A pocas horas de que se acabe el año. Un año que me deja, sobre todo, una gran tristeza, la partida de mi amado padre, a los 90 años, el mismo día del cumpleaños de mi madre. Doloroso trance por el que pasamos e intentamos superar. El dolor es enorme, sin fondo. Mi madre, mis hermanos luchamos a diario como él quisiera, como varias veces me lo pidió: "Cuando no esté, sigan luchando y estén siempre unidos". ¿Es que podríamos hacer otra cosa?






   Si una cosa quiero recordar y agradecerle es que a él le debo el amor por la lectura (no solo yo, también mi hermana). Aquellas ya lejanas noches (no todas, por cierto), cuando niños, luego de la cena, mi padre se lanzaba a contar apasionantes “momentos estelares” de la historia universal, pasajes bíblicos o simplemente anécdotas de su vida teñidas algunas de cierta leyenda: el hombre primitivo, los egipcios, los griegos, Adán y Eva, el diluvio universal…, en fin, historias que desfilaron y nos transportaban a través de su palabra y de nuestra imaginación a crear la escenografía y a darle rostros a los personajes: avivó nuestra imaginación y nos hicieron sentir “hambre” de más aventuras, entonces fuimos tras ellas, iniciamos nuestra propia aventura: surgieron así en nuestras vidas los periódicos, los chistes (que así se les llamaba a los cómics, a los tebeos, a las historietas) y los libros. Y así ha sido desde entonces: no hemos parado de leer, de comprar libros, una pasión que nació de ese simple y cotidiano hecho de contar historias.







   Contar historias. Tarea hermosa que heredé de mi padre. Me explico. Allá por la década de los ochenta (con mayor precisión a fines de esa década e inicios de los noventa), tiempos verdaderamente difíciles, los más terribles de nuestra historia, época de gran violencia (coches bomba, desaparecidos) y de apagones. En la oscuridad de esas noches sin energía eléctrica y a la luz de una vela, contaba a mi hermano menor historias fantásticas o al bajar a la playa los fines de semana, inventaba cuentos diversos que él disfrutaba mucho. Fueron los primeros pasos en mi labor de contador de historias. Tuvo sus frutos, mi hermano Paco, una vez aprendió a leer, me empezó a pedir libros, el primero de ellos: Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas. 







   Cuando empecé mi labor de profesor, descubrí que el contar historias podía servir como un recurso de motivación y así captar la atención de mis alumnos. Cosa complicada para los profesores: lograr que muchos jóvenes te escuchen. Y funcionó. Contaba historias y se quedaban callados y en sus ojos veía que estaban embarcados en completar la construcción de la historia: crear las escenografías, darle rostros a cada uno de los personajes. Desde entonces, cada que entro a un salón, los alumnos piden en coro, exigen la historia del día. Son años de contar y el hacerlo, ahora, se me ha tornado labor cada vez más complicada: hallar nuevas historias, esas que se puedan contar, porque hay algunas que no son apropiadas, se hace tarea difícil. Pero continuamos, los alumnos no me lo perdonarían si dejara de hacerlo. Con mis alumnos intento hacer lo que mi padre logró en mí: convertirme en un impenitente lector.







   Me parece que en alguna oportunidad ya lo he contado. Corría el año 2012, entré a un salón, nunca lo voy a olvidar, primero de secundaria, me llamó la atención ver en la pared un papel pegado y entre los muchos escritos, uno que me sorprendió gratamente, no lo voy a negar: era la primera vez que me llamaban contador de historias, pusieron: "Orlando cuenta historias". Me agradó. Ese papel luego lo despegué y me lo llevé y hasta el día de hoy lo conservo como uno de mis más preciados trofeos. Fue la primera vez que me calificaron como contador de historias, después han llegado a mis manos otros papeles con escritos donde me llaman de esa manera que a mí me agrada tanto. Bello galardón.



















   Otra anécdota inolvidable. Recuerdo que era el año 2014. Estaba en plena faena de contar una historia, cuando de pronto deslizaron por la puerta del salón un papel donde me hacían un pedido: querían que alzara más mi voz porque en el salón vecino también querían escuchar la historia. Debo decir que a ese otro salón no les enseñaba yo, por lo menos no en ese año. ¿Quién fue el autor del pedido? Quedó en el anonimato, pero el papel hasta hoy lo conservo. Son experiencias gratas que tuvieron su punto de inicio en esas ya lejanas noches cuando mi padre nos contaba a mi hermana y a mí esas entrañables historias. Ah, padre amado.









   Quiero para terminar esta breve y última entrada del año 2019, incluir un texto que hace unos días escribí rápidamente, pero también muy conmovido. Lo titulé Dos silencios (como esta entrada), he aquí esas líneas:



   Viendo a la distancia, creo que el gran compañero de mi infancia fue mi padre. Adonde iba, ahí estaba yo. Bien porque quería o bien obligado. Largas caminatas por calles y por descampados. Entonces muchos sectores aledaños a Barranco y que pertenecían a Surco no estaban urbanizados: chacras, granjas, ladrilleras, largos terrales se volvieron paisaje de mi niñez. Por esos lares transitábamos, había que buscar la manera de continuar en la lucha, la vida jamás fue fácil, menos para los que recién empezaban como mis padres, lejos de los afectos, lejos de la tierra de origen.
   A veces salíamos de esas largas caminatas, lo tengo todo tan claro, con los zapatos, la ropa y los cabellos completamente blancos, lo que se dice "el polvo del camino" y no hablo metafóricamente. Eran tiempos difíciles y los recuerdo ahora con tanta nostalgia, con tanto afecto: los dos éramos muy silenciosos, más él. Yo hablaba un poco más, se podría decir, digamos, preguntaba y cuando no, mi imaginación me conducía a un cerrado silencio y construía realidades para enfrentar el aburrimiento de una larga caminata rodeado muchas veces por gruesos muros de adobe y un sol que nos caía con impiedad.
   Lo pienso y podría afirmar que mi padre hablaba poco porque era más práctico, yo en mi silencio siempre he sido de más rodeos, siempre "adornaba" más las cosas, me resistía a que todo fuera de colores definidos, me gustaban más los matices, veía las cosas de otra manera, no mejor ni peor, era mi mecanismo de defensa, mi astucia para sobrevivir.
   Esa forma de ser de ambos nos permitió congeniar, por eso nos llevábamos bien en esos caminos, largos trechos en absoluto silencio, pero también motivaba fricciones, reproches que entonces no entendía y hoy, ya cuando él no está, interpreto: era su forma "práctica" de protegerme, de ponerme alerta para que la vida no me golpeara; es decir, me cuidaba, me protegía a su manera. Podía mi padre ser silencioso, pero me amaba, eso nunca lo dudé. Tantas oportunidades me dio. Tenía una acentuada capacidad intuitiva para hacer las cosas, producto no de libros sino de la experiencia, como esa de contarme historias ingenuas que supongo las "armaba" en el camino, porque a veces se le ocurría hablar y... hablaba. Escucharlo en esos momentos era para mí, un religioso asistente dominical del cine, como ver películas donde me extraviaba complacido bajo su cálida voz que dibujaba territorios inesperados, bienvenidos. Precisamente esas historias escuchadas con deleite, con pasión, provocaron mi acercamiento a los libros, a la lectura. Supongo que mi padre no lo premeditó, fue su llana y pura intuición conduciéndome a esos campos donde los horizontes te ofrecen colores inesperados.
   Cuánto tengo que agradecerle a mi padre que partió hace poco, un vacío desde entonces llevo conmigo. Es cierto, ya no escucho su voz, es un silencio diferente el que me acompaña, pero en los espacios que ahora recorro él no está ausente, no podría estarlo…




                                           
                                                      A la memoria de Isaac Granda Dueñas, mi amado padre.



   Continuará…




                                              Morada de Barranco, 31 de diciembre de 2019.






domingo, 31 de marzo de 2019

EL PICAFLOR EN TRES HISTORIAS







                                                                         Lleva el colibrí en su pico
                                                                         del jazmín para la rosa,
                                                                         ramilletes de rocío.
                                                                                      Arturo Corcuera





   Una avecilla que siempre captó mi atención fue el colibrí, conocido en el Perú como picaflor, en quechua se le llama Kenti, bella palabra que hoy muchas mujeres llevan como nombre. Tengo entendido que en otros países el colibrí es conocido como pájaro-mosca, chuparrosas, zumbadores, quinde…, en fin, la lista es larga. Pero no solo el pequeño tamaño me ha impresionado de este animalito originario de América (los más pequeños miden cinco centímetros y medio, los más grandes pueden llegar a los veinticinco centímetros), también me deja muy sorprendido la rapidez con que agita sus pequeñas alas, dicen algunos que puede oscilar entre cincuenta a noventa veces por segundo, impresionante.







   Pienso en otras aves y sus vuelos los relaciono con el de los aviones, pienso en los picaflores y los relaciono a los helicópteros. Y es que el vuelo de los picaflores tiene algunas características que otras aves no poseen, por ejemplo, en pleno vuelo pueden quedar estáticos e incluso se permiten retroceder, un hermoso espectáculo que la naturaleza nos regala a través de estos pajarillos de plumas iridiscentes.







   Inicié esta entrada con el tema del picaflor porque hace unos días hallé un par de imágenes que corresponden a la cultura Nazca, una vieja cultura que se desarrolló en zonas áridas del Ica entre los siglos I a VII después de Cristo. Las imágenes corresponden a un huaco, o sea, una vasija de barro policromado donde se ven a varios colibríes succionando el néctar de una flor y el de un gigantesco geoglifo que representa a un colibrí en esa suerte de mapa estelar conocido popularmente como las Líneas de Nazca (por cierto, esta imagen gigantesca solo se le puede ver desde los aires). 











   En mi labor de profesor, como ya lo he dicho en varias oportunidades, siempre empleo los primeros minutos en contar historias (mitos, leyendas, fábulas, cuentos) a manera de motivación. Los alumnos encantados. Contar historias me ha deparado sorpresas agradables, alegrías casi insuperables. Cómo olvidar la vez aquella en que un grupo de alumnas de mi colegio Carmelitas me bautizaron como “Orlando cuenta historias”, no solo me bautizaron sino que lo escribieron con plumón en un papelote y lo pegaron en una pared de su salón. Han pasado ya siete años de aquello y su recuerdo todavía me conmueve. O en otra oportunidad cuando, en el mismo colegio, un alumno (nunca supe quién) deslizó un papel con un mensaje en el salón en que estaba contando una historia, lo que me pedía el alumno, a cuyo salón yo ya no enseñaba, era contar la historia con voz más alta para que desde su salón pudiera escucharme. Impagable.








   ¿A qué vienen estos comentarios? Escribí en los primeros párrafos sobre los picaflores, luego, sin mediar explicación, he contado sobre mi gusto de contar historias antes de cada clase. ¿Cuál es la relación de los picaflores y el hecho de contar historias? Aparentemente ninguna, sin embargo, a lo que quiero llegar es a la emoción que he visto en los rostros de varios de mis alumnos cuando por estos días les he contado varias historias, entre ellas historias de picaflores. Quiero compartir en esta bitácora algunas de esas breves leyendas y cuentos. La primera es de origen maya, la segunda es guaraní, ambas anónimas. La tercera es del Perú y su autor es Arnaldo Quispe. He aquí los relatos.









EL COLIBRÍ



   Los mayas más sabios cuentan que los dioses crearon todas las cosas en la Tierra y al hacerlo, a cada animal, a cada árbol y a cada piedra le encargaron un trabajo. Pero cuando ya habían terminado, notaron que no había nadie encargado de llevar sus deseos y pensamientos de un lugar a otro.
   Como ya no tenían barro ni maíz para hacer otro animal, tomaron una piedra de jade y con ella tallaron una flecha muy pequeña. Cuando estuvo lista, soplaron sobre ella y la pequeña flecha salió volando. Ya no era más una simple flecha, ahora tenía vida, los dioses habían creado al x ts’unu’um, es decir, el colibrí.
   Sus plumas eran tan frágiles y tan ligeras, que el colibrí podía acercarse a las flores más delicadas sin mover un solo pétalo, sus plumas brillaban bajo el sol como gotas de lluvia y reflejaban todos los colores.
   Entonces los hombres trataron de atrapar a esa hermosa ave para adornarse con sus plumas. Los Dioses al verlo, se enojaron y dijeron: “Si alguien osa atrapar algún colibrí, será castigado”. Por eso es que nadie ha visto alguna vez a un colibrí en una jaula, ni tampoco en la mano de un hombre.
   Los dioses también le destinaron un trabajo: el colibrí tendría que llevar de aquí para allá los pensamientos de los hombres. De esta forma, dice la leyenda, que si ves un colibrí es que alguien te manda buenos deseos y amor.









EL CUENTO DEL COLIBRÍ



   Cuentan los guaraníes que un día hubo un enorme incendio en la selva. Todos los animales huían despavoridos, pues era un fuego terrible. De pronto, el jaguar vio pasar sobre su cabeza al colibrí… en dirección contraria, es decir, hacia el fuego. Le extrañó sobremanera, pero no quiso detenerse. Al instante, lo vio pasar de nuevo, esta vez en su misma dirección. Pudo observar este ir y venir repetidas veces, hasta que decidió preguntar al pajarillo, pues le parecía un comportamiento harto estrafalario:

- ¿Qué haces colibrí?, le preguntó.

- Voy al lago -respondió el ave- tomo agua con el pico y la echo en el fuego para apagar el incendio.

El jaguar se sonrió.

- ¿Estás loco?- le dijo-. ¿Crees que vas a conseguir apagarlo tú solo con tu pequeño pico?

- Bueno- respondió, el colibrí- yo hago mi parte…

Y tras decir esto, se marchó por más agua al lago.









EL PICO DEL COLIBRÍ



   Cuando  el gran Wiracocha creó el mundo le encargó a su hija Pachamama que diera a cada reino de animales sus respectivos dones y atributos. Las aves de este modo recibieron el arte de volar y cantar.
   El último de los pájaros que estaba esperando pacientemente su turno, era tan pequeñito que casi pasó desapercibido ante la diosa Pachamama. Sin embargo a pesar de su cansancio, ella se acercó y le dijo: “No me he olvidado de ti colibrí, serás eso sí muy pequeñito en el reino de las aves, pero serás el más veloz de todos y para alimentarte cazarás insectos gracias a la gran agilidad que vas a desarrollar”. Es más le prometió que por ser el más modesto y haber esperado hasta el último le otorgaría una virtud que colibrí podría elegir más adelante.
   Muy pronto colibrí descubrió que su vuelo era supersónico y que dicho y hecho no había insecto que pudiera escapar ante su tenaz caza, pero luego se daría cuenta que para comer debía no solo capturar insectos sino que ello implicaba quitar la vida a otros seres indefensos. Pasaron los tiempos y en cada ciclo colibrí no se mostraba muy animado al capturar los pacíficos insectos, al final eso le produjo culpa y hasta desaliento.
   El juego era lo único que lo alegraba y cuando jugaba con sus amigos solía preguntarse por ese perfume dulce que merodeaba en el gran bosque verde. No pasó mucho tiempo y colibrí descubrió que el olor provenía de las flores de todos los colores, era algo que capturaba todos sus sentidos y con la curiosidad entre las alas decidió probar alimentarse del néctar de las flores.
   Para su mala suerte su pico era pequeño y le era imposible alcanzar el dulce néctar de las flores. Intentó una y otra vez estirando su pico y lengua, pero cada intento era siempre inútil. Un día probó a meter su cabeza, pero ello lo hacía vulnerable ante otros cazadores y del mismo modo casi siempre destruía las flores. Al final pensó: “Seguro que este delicioso alimento está reservado solo para los insectos y será por ello que debo alimentarme de ellos”.
   Intentó tantas veces pudo, casi indesmayable en su cometido pero siempre sin lograr extraer su ansiada recompensa. La flor al ver a colibrí agotado por su frenesí, le dijo su secreto: “Si quieres mi néctar, debes tener un pico más largo, de este modo comerás en abundancia de todas las flores”. Ello pareció no perturbar a colibrí que continuó con sus intentos.
   Cada tarde colibrí regresaba a su morada muy apenado por tener un pico corto y por no lograr extraer el dulce manjar de las flores. Fue por ello que una de las flores de la montaña sagrada intercedió con Pachamama haciéndole presente el don que quedaba pendiente para colibrí. Este pajarito por su nobleza hasta había olvidado la promesa de Pachamama. Y es por este motivo que una noche mientras colibrí dormía, que la diosa Pachamama convirtió su pico corto en un pico tan largo y perfecto para tolerar sus vuelos y alcanzar finalmente el sagrado néctar de la madre tierra.
   Colibrí de este modo alcanzó el néctar de las flores, en adelante su dieta no incluiría insectos. Y es otra historia que el bosque conserva desde el inicio de los tiempos.








   Continuará…



                                        Morada de Barranco, 31 de marzo de 2019.






miércoles, 27 de febrero de 2019

TARDES DE CINE II





                                                         La alegría de lo perdido hallado…
                                                                Enrique Peña Barrenechea






   Las vacaciones se terminan, unos días más y empiezan las clases escolares. Un nuevo año en el que, como de costumbre, veré algunas caras conocidas y, supongo, que otras nuevas que se incorporarán a los dos colegios donde laboro (y no me refiero solo a alumnos, también profesores). Mientras tanto, el calor continúa con intensidad que nos asombra (se ha llegado hasta los 33°C, algo inusual), los huaycos empezaron a asolar distintas regiones del Perú, incluso en zonas muy cercanas a la capital (Chaclacayo, Chosica): inundaciones, pueblos aislados, carreteras interrumpidas, destrozadas. Consecuencias del calentamiento global.







   Comentaba en la entrada anterior que este año había empezado con buen pie. El 3 de enero llegó a mis manos una nueva edición de 5 metros de poemas de Carlos Oquendo de Amat. Y para seguir en la misma senda, semanas después, el 6 de febrero, estuve de visita por la casa de mi querido amigo y magnífico poeta Omar Aramayo. Fue una tarde de una larga y amena conversación donde desfilaron temas relacionados con la vida y obra de Oquendo, de Gamaliel Churata, de José María Eguren, de una novela histórica Los Túpac Amaru 1572 – 1825 de la que él es autor, de cine, en fin.





   Ya para retirarme de la casa de Omar, tuvo la gentileza de obsequiarme tres libros. El primero de ellos es una obra monumental sobre el gran pintor puneño Víctor Humareda: Humareda, así se titula este bello libro que el autor publicó en diciembre de 2016. Lo voy leyendo de a pocos, a cuentagotas, disfrutando, paladeando palabra a palabra en mañanas silenciosas. Las bellas reproducciones de las pinturas capturan mi atención y alimentan la ya de por sí enorme admiración que siento por este pintor peruano. A Omar no solo le agradezco el libro, también la afectuosa dedicatoria.











   Como decía hace un rato, para seguir en la senda con la que empezó este año, Omar me obsequió dos ediciones de 5 metros de poemas que no poseo y engrosan mi colección de este libro mítico: son ahora quince ediciones, incluyendo una norteamericana bilingüe. Ambos ejemplares se editaron en Puno. El más reciente es una edición auspiciada por la Dirección Regional de Educación de Puno y es de junio del año pasado. El otro es una edición curiosa del Centro de Estudios Latinoamericanos Arturo Peralta, promovida por el mismo Omar Aramayo. Digo que es curiosa por su tamaño: es la más pequeña edición que poseo (8 cm x 8 cm) y creo que la más pequeña de todas las ediciones que se han publicado. Debo comentar que Omar, oquendiano de vieja data, me mostró dos ediciones del poemario de Oquendo que no poseo, una de Arteidea y la otra, Arequipeña (Aquelarre Ediciones). Supongo que algún día llegarán a mis manos ambas ediciones, por lo pronto estoy indagando dónde conseguirlas.











   Como en vacaciones anteriores, Rita y yo hemos venido visionando diariamente una película. Por las tardes (4:00 o 4:30) y a pesar del calor que nos abochorna, nos acomodamos y nos abandonamos a una serie de largometrajes (no todos clásicos, por cierto) que vemos por primera vez o que volvemos a ver por segunda o tercera vez (es el caso de Ser o no ser o Blue Jasmine, por mencionar dos) que motivan conversaciones apasionadas y apasionantes. Han desfilado ante nuestros ávidos ojos diversos géneros como westerns, melodramas, comedias, suspenso, terror… Entre las películas que hemos visto, algunas han contado con la actuación del recientemente fallecido Bruno Ganz, digamos, un pequeño homenaje, por nuestra parte, al poseedor del Anillo de Iffland. Creemos que es la forma como él quisiera ser recordado.







   Luego de ver estos largometrajes, al rato y ya de ley, cuelgo en las redes sociales un pequeño comentario sobre el film que acabo de visionar y lo acompaño con un fotograma. Como lo decía anteriormente, no quiero que se pierdan esos apuntes rápidos, textos mínimos sin ninguna pretensión que no sea expresar mi profundo amor por el cine, una de mis pasiones. Los recojo y aquí los presento.








29 de enero

Antes de que David Lean filmara grandes superproducciones (como Doctor Zhivago, Lawrence de Arabia o El puente sobre el río Kwai) estrenó en 1945 una película inolvidable: Breve encuentro. Por azares del destino, el médico Álec Harvey (Trevor Howard) y Laura Jesson (Celia Johnson) se conocen en una estación de tren e inician una relación que podría ser el preludio de una imposible historia de amor: ambos están casados. Sin embargo, descubren y sienten que acaban de encontrar el amor de sus vidas, el camino hacia una real felicidad, aunque todo haga suponer que tal vez sea ya muy tarde. Un film intenso que es prueba de cómo con pocos medios (si pensamos en las superproducciones ya mencionadas) se puede hacer una bella película. Otro de los méritos de esta cinta es que no cae en la cursilería y en el empalago, lo que definitivamente la hubiera malogrado. Incuestionablemente una pequeña joya cinematográfica.






30 de enero

Dulce y Melancólico, film de 1999, quizá no sea la mejor película de Woody Allen, pero es entretenidísima. Emmet Ray (un genial Sean Penn) es un eximio guitarrista de jazz de los años 30, como dice él: "El segundo mejor guitarrista del mundo", después de su ídolo Django Reinhartd. Es curioso, pero Emmet es vulgar, dipsómano, proxeneta, con un gusto especial en matar ratas a balazo limpio, muy dado al lujo y a caprichos costosos..., aunque como artista es genial y pisa territorios celestiales gracias a su guitarra y a sus manos maravillosas que cuida prolijamente. En su vida habrá dos mujeres: la tierna Hattie (Samantha Morton) que es muda y cuyo silencio complementa el espíritu egocéntrico y parlanchín de Emmet. La otra es Blanche (Uma Thurman, la misma de Kill Bill) con quien se casa. Una inteligente historia acompañada de deliciosas piezas de jazz en una película que realmente merece verse.






31 de enero

Otra cinta de Woody Allen: Melinda y Melinda (2004). Una película que desarrolla dos historias. En ambas la protagonista es Melinda (Radha Mitchell que está magnífica en su doble papel), quien llega de noche de manera sorpresiva a la casa de unos amigos cuando estos están en una cena con invitados. Pero la película en realidad inicia con un grupo de amigos que discuten en un restorán sobre la importancia y las diferencias entre la tragedia y la comedia. Dos de ellos empiezan a desarrollar una historia que otro de los asistentes contó, solo que uno lo hace desde un punto de vista trágico y el otro, desde la perspectiva de la comedia. Este film de contrastes resulta entretenido, con actuaciones convincentes, con diálogos ocurrentes, chispeantes, hasta desopilantes (muy propio de Woody Allen) que aseguran una hora y media de inteligente distracción, cosa que se agradece.






1 de febrero

El francés Christian Carion filmó en 2005 Noche de paz. Una película que se dirige, sin duda, a los sentimientos del espectador con imágenes emotivas donde un grupo de soldados decide fraternizar en la Nochebuena de 1914, en plena Primera Guerra Mundial. Lo que vemos en pantalla hace referencia a sucesos realmente ocurridos en diversos puntos en el frente de batalla. En este caso, tres oficiales (francés, escocés y alemán) junto a sus soldados hacen una tregua para compartir unos momentos de paz, enterrar a sus muertos e incluso jugar un partido de fútbol, aunque después la realidad dura y dolorosa continúe y se imponga. No es la gran película, pero su emotividad conquista así como su saludable crítica a quienes ocasionan estos conflictos donde los más humildes son los que siempre terminan como carne de cañón.






2 de febrero

Jim Sheridan filma en 1993 En el nombre del padre, película basada en hechos reales ocurridos en 1974. Gerry Conlon (Daniel Day-Lewis) es un joven irlandés sin oficio ni beneficio que es enviado por su padre a Londres para que enderece su vida. Pero su destino seguirá otro rumbo, pues él se encontrará en el sitio equivocado la noche en que hay un atentando en el bar de Guildford donde morirán cinco personas y habrán más de setenta heridos. Gerry es acusado del acto terrorista del IRA y con pruebas falsas condenado a treinta años de prisión. Junto con él van a la cárcel injustamente tres amigos, su padre, una tía y sus hijos... Años después, con el apoyo de la abogada Gareth Peirce (Emma Thompson) intenta probar su inocencia y, sobre todo, limpiar el nombre de su padre. Un film que nos muestra que las aparentes fragilidades son nada si tras ellas se esconde una real y verdadera fuerza de espíritu para luchar hasta que se imponga la verdad.





3 de febrero

Un clásico: Jezabel (1938) del director William Wyler (el mismo de Vacaciones en Roma, Los mejores años de nuestra vida, Ben-Hur...). La película se desarrolla en el Sur de Estados Unidos, tierra de hacendados y de tradiciones muy acendradas. Julie (Bette Davis) es una joven engreída, manipuladora, orgullosa, inteligente, inmadura (de ahí su relación con el personaje bíblico) que está enamorada de un banquero exitoso llamado Preston Dillard (un jovencísimo Henry Fonda), quien soporta sus caprichos pues ella no sabe medir consecuencias, confiada en que por amor él estará siempre dispuesto a perdonar. Pero todo tiene un límite, y este llega, a pesar de los deseos de una Julie arrepentida. En medio de una sociedad opulenta, afrancesada, que no tiene reparos en despreciar a los norteños que son vistos como ignorantes y salvajes, un peligro acecha y se presenta: la fiebre amarilla. Esta epidemia será la ocasión para que la siempre caprichosa Julie se pueda redimir, ¿lo logrará? Un film grandioso, realmente imprescindible.






4 de febrero

El cielo y tú es un film de 1940, dirigido por Anatole Litvak. Los hechos ocurren en Francia, en 1846. La tímida y reservada Henriette Deluzy (Bette Davis), joven institutriz, llega a casa de Theo (Charles Boyer) y su esposa Fanny Sebastiani (Bárbara O'Neil), los duques de Praslin, para hacerse cargo de los hijos de ambos. Pero Fanny posee un carácter particular: como madre es distante y fría con sus cuatro hijos, como mujer es extremadamente celosa y buscará la manera para que la joven institutriz abandone el trabajo, sobre todo, cuando presa de los celos, empieza a sospechar que su esposo se ha interesado en Henriette. La presencia de la joven trae alegría a la casa de los Praslin y también desatará los afanes de venganza de una mujer terriblemente insegura como Fanny. El punto de quiebre será un asesinato que torcerá los destinos de los protagonistas, quienes ven ahora su futuro complicado. Como se puede ver, estamos ante uno de esos magníficos melodramas que ayudaron a construir el prestigio del cine norteamericano. Una gran ambientación y magnífico vestuario para grandes actuaciones.






5 de febrero

Woody Allen estrenó en 2013 Blue Jasmine, film protagonizado por Cate Blanchett, quien hace el papel de Jeanette o Jasmine, una mujer elegante que pertenecía a las altas esferas de la sociedad neoyorkina, pero lo ha perdido todo a raíz de las estafas financieras de su esposo tramposo y mujeriego. De un plumazo Jasmine pierde no solo esposo, familia, fortuna, incluso la razón: es una mujer que ha visto cómo se ha desmoronado su mundo e intenta sobrevivir en un barrio pobre de San Francisco, que es el lugar donde ahora vive con Ginger (Sally Hawkins), su hermana de adopción, separada y con dos hijos. Una película sobre el mundo de las apariencias que enmascara los fracasos, sobre el choque de mundos distintos, contrapuestos, irreconciliables que de alguna manera son representados por ambas ciudades: New York es el pasado, la elegancia, la sofisticación y San Francisco, el presente, la vulgaridad, lo burdo. Ambas opuestas, pero unidas por el lazo del autoengaño que lastima más en medio de las ruinas. Una película bellamente desoladora y cuya visión es imprescindible.






6 de febrero

 La sombra de una duda (1943) es una de las grandes películas de Alfred Hitchcock. Un tío misterioso, pero esperado, querido, llega a casa de su hermana mayor en el pueblo de Santa Rosa de California. La llegada del tío Charlie (Joseph Cotten) supondrá romper la rutina de una familia típica norteamericana sumida en el tedio y esto llena de alegría, sobre todo, a su sobrina mayor que lo idolatra y cuyo nombre es igual al del tío: Charlie (la bella Teresa Wright). Sin embargo algo hay que inquieta al espectador y la inteligente sobrina (que es muy observadora) descubrirá que el tío guarda un secreto y que tiene conductas bastante extrañas, sospechosas. Entonces, un par de hombres aparecen en escena y le confirman a la bella Charlie que persiguen a un hombre (en realidad a dos) por algunos crímenes cometidos, y uno de los sospechosos es el tío. A medida que el film avanza, el suspenso y la intriga crecen. El final inesperado corona una historia redonda. Estamos ante un perfecto thriller psicológico, especialidad del gran Hitchcock. La fotografía es de lo mejor, filmada en un impecable blanco y negro que ayuda con sus luces y sombras a hacer más emocionante esta cinta. Un entrañable film que inquieta, perturba.






7 de febrero

John Sthal estrenó en 1945 un film muy particular: Que el cielo la juzgue. Ellen Berent (Gene Tierney, la mujer más bella del cine) y el escritor Richard Harlan (Cornel Wilde) se conocen en un tren y a poco surge el amor y se casan. El destino en común de ambos es ideal, una buena posición económica, él es un escritor exitoso; ella, una mujer entregada y amante de su esposo... Todoparece encaminado a una vida feliz, sin embargo, en la convivencia, Ellen va mostrando el lado oscuro de su personalidad: es posesiva, hipócrita, celosa al extremo, no quiere a nadie que se interponga entre ella y su esposo, en realidad es una mujer perturbada que va construyendo fríamente la desgracia de quienes la rodean y, también, su propia destrucción. Líneas arriba escribí que era una cinta muy particular: Sthal logra una buena combinación del melodrama con el cine "noir", y no se ve artificioso, todo está finamente calibrado. Un largometraje que cuenta con algunas de las escenas más sobrecogedoras de la historia del cine, filmado en colores donde destacan los hermosos parajes y, sobre todo, la hermosa Gene Tierney que está en el esplendor de su belleza.






8 de febrero

Anthony Mann filmó en los años 50 un puñado de pequeñas joyas del western, entre ellas: Horizontes lejanos (1952). Glyn Mclyntock (James Stewart) es un pistolero de un pasado oscuro y sangriento. Dispuesto a enderezar su vida, acompaña a un grupo de colonos para dedicarse a la ganadería y a las labores del campo. En el camino se reencuentra con un viejo compinche, Emerson Cole (Arthur Kennedy), quien continúa en sus correrías. Como las provisiones para los colonos no llegan y se acerca el crudo invierno, Mclyntock, Cole y Jeremy deciden ir a Portland para traer los alimentos. En el camino sucederán una serie de aventuras que pondrán en peligro a la pequeña caravana: escape por el río, ataques sorpresivos, traiciones... Por cierto, Glyn y Cole están enamorados de la bella Laura (Julie Addams), pero no hay disputas ni peleas, los silencios del primero lo dicen todo y en algún momento ella deberá elegir entre uno aparentemente sereno y decidido a redimirse y el otro de un pasado que no le remuerde y parece disfrutar de la violencia. En el afán por sobrevivir, ambos son rivales, pero tienen un punto en común: mantienen una tensa lucha, no solo con un medio hostil, sino consigo mismo. Bella y entretenida película.






9 de febrero

Basada en una novela de Ernest Hemingway y con guion de William Faulkner (ambos ganadores del Nobel de Literatura), el gran Howard Hawks filmó Tener y no tener (1944). En ella actuó por primera vez para el cine Lauren Bacall y logró hacer una brillante pareja con Humphrey Bogart (con el que un año después se casaría). La película se sitúa en una colonia francesa, la isla de Martinica, en plena Segunda Guerra Mundial. Harry Morgan (Bogart) es dueño de un barco que alquila para pescar, es un tipo egoísta que parece no interesarle nada. Marie (Bacall) es una joven desfachatada, casi una "femme fatale" que logra, con coquetería y sensualidad, conquistar al solitario Harry. De a pocos, este irá mostrando un gran corazón que parecía no tener, pues, ya conquistado por el amor, dará muestras de amistad por Eddi (Walter Brennan) y ayudará a la resistencia francesa para desterrar al gobierno colaboracionista y a los nazis de la isla. Pasados los años, el film no ha perdido su encanto y la frescura de sus diálogos (sobre todo el de los protagonistas), se mantiene firme, actual. Filmada en blanco y negro, como muchas de las grandes películas del cine "noir": esta es una de esas grandes películas, una joya imperdible.






10 de febrero

Woody Allen estrenó en 1986 una de sus mejores películas: Hanah y sus hermanas. La historia se centra en la vida complicada de tres hermanas neoyorquinas: Hanah (Mia Farrow), Lee (Barbara Hershey), Holly (Dianne Wiest). La primera vive un segundo compromiso (su primer esposo fue Woody Allen, un tipo hipocondriaco) y su matrimonio no pasa por el mejor momento, es más, el esposo (Michael Caine) anda interesado en una de sus cuñadas. La segunda convive con un pintor mucho mayor que ella, pero el hastío la consume y quiere separarse. La tercera aspira al mundo artístico, intenta ser actriz, cantante, dramaturga ..., pero la sensación de fracaso le agobia porque incluso en el amor las cosas no le van bien. Una película con visos dramáticos y de comedia donde los personajes permanentemente se cuestionan sobre la vida, el amor, la muerte, la infidelidad, el sexo, el desempleo, la religión..., temas complejos y serios que son tratados con fino humor. La banda sonora es de primera (jazz, blues, música barroca y hasta punk). Al magnífico elenco se le agregan Maurenn O'Sullivan (la legendaria Jane del Tarzán de los años 30) y Carrie Fisher (la princesa Leia). Definitivamente, una de las cimas del gran Woody Allen.





11 de febrero

El gran director William Wyler estrenó en 1942 el film La señora Miniver. La película cuenta la historia de una familia acomodada que vive en un pueblo a las afueras de Londres: Kay Miniver (Greer Garson), su esposo Clem (Walter Pidgeon) y sus tres hijos: Vin, Judy y Toby. El film inicia mostrándonos la vida despreocupada de los esposos que gastan su dinero de manera irresponsable, a Vin criticando las desigualdades sociales y económicas de la sociedad británica, a los hermanos menores en sus juegos... Pero la aparente tranquilidad de esta familia (y la de sus vecinos) se rompe cuando Inglaterra entra en guerra contra la Alemania nazi: Clem participará del rescate de Dunkerque, Kay enfrentará a un peligro grande en su casa, Vin, el hijo mayor, entrará a la fuerza aérea y si bien se casa con la joven y bella Carol Bendon, interpretada por Teresa Wright, algo sucederá... En tanto el pueblo participa de una u otra manera en la guerra, los ataques aéreos alemanes arrecian y provocan gran destrucción. Una película conmovedora en donde la intensidad de muchas de las escenas quizá se pueda explicar en el hecho de que el largometraje fue realizado en plena confrontación bélica: los rostros de angustia, de miedo y dolor no nos dejan indiferentes. Cine clásico y de gran altura.






12 de febrero

Pickpocket (1959) es una película de Robert Bresson. El director francés logra con una economía de recursos un gran film amparado en gestos, miradas, movimientos, sonidos, silencios..., digamos, es una película que sin artificios y con sutileza va construyendo más que la historia misma, el carácter de cada personaje, sus profundos problemas de incomunicación. La película tiene porprotagonista a un joven solitario y apático llamado Michel (Martín LaSalle) quien se siente realizado al robar billeteras, carteras y relojes con habilidad que sorprende. Tiene una madre anciana a quien dice amar como a nadie, pero no quiere visitarla por un problema del pasado. Jeanne (Marika Green), una joven vecina, ve por ella y a la larga se convertirá (lo intuimos porque no se ve, ya lo dijimos, es un film de silencios, de omisiones) en la redención de Michel. Por decisión de Bresson, la película se filmó no con actores profesionales, lo que se deja ver en ciertas escenas, pero no como una limitación que va en desmedro del film, sino como una forma de poner de manifiesto los problemas de incomunicación que hay entre los personajes que en algo hacen recordar a los personajes conflictivos de Dostoievski. Es, en definitiva, una película de silencios que dice mucho. Una joya.





13 de febrero

Takeshi Kitano estrenó Hana-Bi (Flores de fuego) el año 1997. Nishi (interpretado por el mismo director) y Horibe (Ren Osugi) son un par de policías cuyos destinos de pronto se tuercen. El primero arrastra el dolor de haber perdido a su hija y por tener a su esposa con una enfermedad terminal, razón por la que pide un préstamo a la Yakuza, una organización criminal a la que combatió en el pasado. Nishi, ahora alejado de la policía, ha decidido en un acto de amor inconmensurable pasar los últimos momentos de su esposa junto con ella. Horibe, el mejor amigo de Nishi, es herido por un delincuente y queda confinado a una silla de ruedas, su esposa e hija lo abandonan, sumido en la depresión y la soledad intenta suicidarse, pero encuentra en la pintura el canal para desahogar su inmenso dolor... Con maestría, Kitano nos narra una historia muy violenta con pinceladas de humor y gestos de entrega desinteresados de dos personajes agresivos, pero capaces, a pesar del dolor inmenso que los gobierna, de hacer ofrendas a la vida: uno aferrándose a la pintura; el otro, entregado a su esposa como un último canto de amor y despedida... Una perturbadora, pero bella película, de esas que te hacen amar más al cine. Imperdible.






14 de febrero

Lo que queda del día (1993) es una película dirigida por James Ivory, basada en una novela de Kazuo Ishiguro, ganador del Premio Nobel de Literatura de 2017. Cuenta la historia de dos personajes que trabajan en una mansión inglesa, el señor Stevens (Anthony Hopkins) y la señorita Kenton (Emma Thompson), mayordomo y ama de llaves, respectivamente. Ambos sirven a un aristócrata y político inglés que busca por todos los medios, a raíz de su admiración por Alemania, conservar la paz de Inglaterra con ese país, antes de la Segunda Guerra Mundial. Pero la historia central gira en torno al amor callado, reprimido del señor Stevens por la señorita Kenton que está realmente enamorada de él. Pero el mayordomo nunca da el primer paso, aparentemente impasible y frío posterga sus propias vivencias por cumplir con las exigencias y responsabilidades de su trabajo: no acude a ver a su padre que está por morir, deja partir a la señorita Stevens, aunque después tendrá una segunda oportunidad. Una película de época que profundiza en la soledad y el vacío de aquellos que prefieren una vida sin exabruptos, formal, ordenada y sin sorpresas a una vida propia y el fuego que ella implica.






15 de febrero

Dunkerque es un largometraje de 2017, quizá el mejor de ese año, dirigido por Christopher Nolan. Basada en hechos reales, la película cuenta los intentos por escapar de unos 400 000 soldados británicos (y en menor proporción belgas y franceses) del cerco nazi, en la ciudad costera francesa de Dunkerque. La historia se desarrolla, al comienzo, en dos tiempos: el pasado, la del soldado Tommy que escapa de una emboscada alemana hasta llegar a la playa y el presente, la del señor Dawson, su hijo Peter y un amigo, George, civiles que junto con otros atraviesan con sus pequeños barcos el Canal de La Mancha para rescatar a los jóvenes soldados. En la aparente sencillez narrativa, el director aborda este hecho histórico, no solo intercalando escenas del pasado y presente, sino que nos la presenta también mediante acciones bélicas en tierra (los afanes por escapar, los intentos por no morir bajo los ataques de la Luftwaffe), mar (los buques rescatando a los soldados, los barcos civiles acudiendo al rescate) y aire (por ejemplo, la conmovedora historia del piloto Farier) que se complementan y crean una tensión narrativa que mantiene a la expectativa al espectador. Una película realmente emocionante, conmovedora sobre el llamado "milagro de Dunkerque".





16 de febrero

El director alemán Win Wenders dirigió en 1987 el film El cielo sobre Berlín (también conocida como Las alas del deseo). Damiel (Bruno Ganz) y Cassiel (Otto Sander) son dos ángeles que recorren la ciudad de Berlín (la ciudad dividida por el muro, la que todavía arrastra las secuelas de la Segunda Guerra Mundial), llenos de compasión escuchan los pensamientos de los berlineses, perono pueden intervenir en sus decisiones, solo reconfortarlos, consolarlos, pues son invisibles a los hombres, aunque pueden ser vistos por los niños... Uno de ellos, Damiel, quiere renunciar a su inmortalidad, experimentar lo que los hombres: reconocer colores (las escenas de los ángeles están rodadas en blanco y negro; las de los hombres, a todo color), saborear, alegrarse, sentir calor o frío, mancharse los dedos con el periódico, enamorarse. Es así que, profundamente enamorado de Marión (Solveig Dommartin), Damiel, entusiasmado por el consejo de Peter (Peter Falk), se decidirá a ser humano y buscar a la mujer que ama e intentar construir una historia de amor. La cinta es en realidad un canto de amor a la ciudad de Berlín, una ofrenda poética a ese sentimiento que domina a Damiel y lo vuelve pasto de sus llamas (por lo demás, verla hoy ha sido un homenaje al gran Bruno Ganz que hace unas horas acaba de fallecer). Una obra de arte imperecedera.






17 de febrero

Casablanca de Michael Curtiz es un film del año 1942 (en plena Segunda Guerra Mundial). Este largometraje cuenta una historia dramática que acontece en la ciudad marroquí de Casablanca, donde el norteamericano Richard Blaine (Humphrey Bogart) y su amada Ilsa Lund (Ingrid Bergman) se reencuentran, por azares del destino, luego de haber tenido una historia de amor complicada en la ciudad de París, en plena ocupación nazi. La historia romántica de Rick e Ilsa se ve nuevamente signada por la presencia de los nazis en Marruecos, colonia de Francia, y por los franceses colaboracionistas, como el impredecible capitán Louis Renault (Claude Rains), quienes persiguen en Casablanca (que es el punto de escapatoria hacia los Estados Unidos) a los involucrados en la resistencia, entre ellos Victor Laszlo (Paul Heinreid) esposo de Ilsa. En las manos del aparentemente egoísta e insensible Rick Blaine (quien tiene unos pases que asegurarían la libertad de cualquiera) se encuentra la suerte de los Renault. Un clásico que emociona y nos muestra a una pareja, Rick e Ilsa, en estado de gracia.






18 de febrero

Río sin retorno, un film de 1954 cuyo director fue Otto Preminger. Es un western donde brillan Robert Mitchun (en la película, Matt Calder) y la rubia platinada Marilyn Monroe (quien hace de Kay Weston), dos leyendas del cine. Matt, quien luego de cumplir una pena y de construir su cabaña en sus tierras que están a la vera de un río, va en busca de su pequeño hijo Mark (Tommy Rettig) que está en un campamento de buscadores de oro. Ahí conoce a quien de alguna manera cuidó a su hijo, la cantante y bailarina Kay, joven que mantiene una relación con un tahúr llamado Harry (Rory Calhoun). En el desarrollo de la película, los cuatro personajes vuelven a cruzar sus vidas, un encuentro nada agradable que motivará que Matt, Mark y Kay naveguen en una balsa por los rápidos del río, en tanto son perseguidos y atacados por los pieles rojas. Los tres embarcados en la búsqueda de otra oportunidad para empezar una nueva vida. Un film que nos permite ver y disfrutar de hermosos paisajes, de la belleza y el encanto de Marilyn, quien canta en la película unas tres canciones.





19 de febrero

En 1961 se estrenó La chica de la maleta, film dirigido por el italiano Valerio Zurlini. Una bella película en imágenes de un impecable blanco y negro que cuenta la historia de una joven de pueblo ingenua y hermosa, Aida (Claudia Cardinale), quien acompaña a su amante hasta la ciudad de Parma donde confirma que ha sido burlada. Sin embargo, conoce a otro joven llamado Lorenzo (Jacques Perrin), que resulta ser el hermano menor de quien la engañó. Lorenzo se enamora de Aida e intenta ayudarla en la medida de sus posibilidades, la trata con respeto y delicadeza (cosas extrañas en la vida de esta seductora muchacha), aunque la diferencia de edad y el pertenecer a diferentes escalas sociales se volverán vallas difíciles de vencer... Un largometraje con inolvidables escenas (por ejemplo: las de la playa, la de la estación del tren, las de la fiesta y la última escena) que hacen de esta película una de las mejores, sino la mejor, del cine italiano de esa época. Una espléndida Claudia Cardinale en el papel de su vida (y eso que tiene otras grandes películas) corona un film que se volverá realmente inolvidable. Joya del cine por redescubrir. Una curiosidad, Jacques Perrin, el joven Lorenzo, es el actor que encarnará años más tarde (1988) al Salvatore adulto en Cinema Paradiso.






20 de febrero

Lo que el viento se llevó se estrenó en 1939 y fue dirigida por Víctor Fleming (el mismo director de El mago de Oz). Un largometraje de casi cuatro horas que es un fresco de época: los años de la Guerra de Secesión y de la decadencia de un sistema abusivo como el esclavismo (aunque presentado en la película de manera edulcorada, engañosa). Scarlett O'Hara (Vivien Leigh) es una bella, engreída, mentirosa y egoísta hija de unos hacendados sureños dueños de Tara, una plantación de algodón en Georgia, al sur de los Estados Unidos. Ella está caprichosamente enamorada de Ashley Wilkes (Leslie Howard) futuro esposo de Melanie Hamilton (Olivia de Haviland, por cierto, la única sobreviviente con 102 años), prima de Scarlett. Un nuevo personaje surge, Rhett Butler (Clark Gable), tahúr, putañero, irresponsable, que termina enamorándose de Scarlett y esperará el momento aparente para casarse con ella en un matrimonio que estará signado por la infelicidad... Una película de matices melodramáticos, históricos, épicos, románticos que presenta la terrible caída de un mundo de opresión y esclavismo del sur de los Estados Unidos y la voluntad férrea de Scarlett (que es parte de ese mundo) por levantarse de cualquier forma (incluso empleando recursos vedados) en medio de las desgracias que le ha tocado vivir. Una bella cinta que muchos consideran como una de las mejores del cine norteamericano.





21 de febrero

Nosferatu: el vampiro es un film de 1979 dirigido por el alemán Werner Herzog. Esta película a todo color es una nueva versión del clásico del cine mudo Nosferatu, una sinfonía del horror (1922), de F. W. Murnau. Ambientada en la ciudad alemana de Wismar, Jonathan Harker (el recientemente fallecido Bruno Ganz) debe viajar a Transilvania (Rumania) por órdenes de su jefe Renfield (Roland Topor) para finiquitar un negocio inmobiliario con un misterioso conde. Jonathan deja en el pueblo a su esposa Lucy Harker (Isabelle Adjani) y en un viaje a caballo que dura cuatro semanas, llega al castillo (que según los gitanos es solo ruinas y si ve algo más es solo su imaginación) y se entrevista con un horrendo conde Drácula (Klaus Kinski): calvo, de piel muy pálida, ojeras siniestras, orejas puntiagudas y larguísimas uñas, que muy solícito lo atiende y muestra una inocultable fascinación por la sangre humana. Al ver el retrato de Lucy, el conde compra la propiedad colindante a la casa de Jonathan, encierra a este en el castillo y por barco viaja a Wismar. Harker escapa e intenta llegar primero que el conde a la ciudad para proteger a Lucy... Una largometraje que es un homenaje a una mítica cinta y al expresionismo alemán. A pesar de los años, ambas películas no dejan de estremecernos y asombrarnos.






22 de febrero

En 1939 se estrenó un film de Michael Curtiz (el mismo de Casablanca): La vida privada de Elizabeth y Essex. Un largometraje de corte histórico que desarrolla una de las historias de amor de la reina Elizabeth I de Inglaterra (Bette Davis) con Robert Devereux, conde de Essex (Errol Flynn). Devereux llega triunfante luego de vencer a los españoles en Cádiz, es recibido como héroe por todo Londres, pero la reina (que lo ama y es correspondida) lo maltrata y le increpa no haber capturado el tesoro mayor que fue hundido por los propios españoles. Acusado de actuar no por Inglaterra sino para acrecentar su nombre, Essex se retira y aísla en sus tierras. Vendrá luego una reconciliación, pero en el palacio, Essex tiene enemigos y la reina en el fondo tiene miedo de la simpatía de este con el pueblo... Magnífica fotografía y un cuidadoso vestuario y escenografía de una película que se deja ver con interés a pesar de los años. Como dato curioso para los cinéfilos, en la película actúan Olivia de Havilland (la Melanie Hamilton de Lo que el viento se llevó, la última sobreviviente de ese legendario film: tiene 102 años) y Vincent Price (que trabajó en Los 10 Mandamientos, Que el cielo la juzgue... y es el que prestó la voz y la carcajada final de la canción Trhiller de Michael Jackson).






23 de febrero

El año 2006, Brian de Palma estrenó La Dalia Negra. Una película que cuenta sobre las investigaciones del misterioso y cruel asesinato de una muchacha cuyo apelativo era la Dalia Negra (bien porque solía vestir de negro o por el contraste de su frondosa cabellera nigérrima con su piel blanca o porque solía adornar su cabello precisamente con una dalia). Elizabeth Short, la Dalia Negra, en algún momento aspirante a actriz de Hollywood, tuvo una vida desordenada, su inestabilidad emocional la acercó al alcohol y la vida nocturna plagada de muchísimos amantes. La película cuenta cómo un par de detectives, Bucky Bleichert (Josh Hartnett) y su compañero Lee Blanchard (Aaron Eckhart), se encargan obsesivamente de las investigaciones sobre el asesinato de Elizabeth, cuyo cuerpo ha sido encontrado en un parque... Con un aire a cine negro, el largometraje va desarrollando una historia intrincada con algunas escenas que estremecen por su crudeza. Actúan también Scarlett Johansson (la Viuda Negra en Los vengadores) y de Hilary Swank (la boxeadora de Million Dollar Baby).






24 de febrero

Conversaciones con mi jardinero (2007) es una película dirigida por el francés Jean Becker. Un pintor ya maduro (Daniel Auteuil) regresa a su pueblo, a la casa abandonada de sus padres, al ver el enorme jardín descuidado que rodea la propiedad, solicita un jardinero. El candidato (Jean-Pierre Darroussin) se presenta y resulta ser un excompañero de colegio con quien se reencuentra milagrosamente después de muchos años. El corazón generoso y las experiencias sencillas del jardinero (y exferroviario, cuyo sobrenombre será "Hortelano") enseñan a "Pincel" (sobrenombre del pintor) una nueva forma de ver y afrontar la vida: más práctica, con mucho sentido común, hasta mucho más madura, en relación al pintor que está como perdido entre su crisis matrimonial, su amante, la hija que está a punto de casarse... En fin, seremos testigos de cómo se va tejiendo una bella amistad entre dos hombres maduros que alguna vez compartieron carpeta y que después de muchos años continuaron con la complicidad de las viejas travesuras escolares. Un film sincero, cálido, conmovedor, que nos hace reflexionar sobre el paso del tiempo, la muerte que está siempre acechante y el imperecedero valor de la amistad. Bella película.






25 de febrero

Oliver Hirschbiegel es un director alemán que estrenó en 2004 el polémico film La caída. Traudl Humps (Alexandra Maria Lara) es una joven muniquesa que es escogida por el Führer Adolfo Hitler (el gran Bruno Ganz), entre otras jóvenes, para ser su secretaria en el bunker subterráneo donde se encuentra refugiado junto con su entorno más cercano (Eva Braun, Joseph Goebbels, Magda Goebbels e hijos, entre otros), mientras en la superficie sucede la incruenta Batalla de Berlín. Traudl es testigo de excepción de los últimos momentos de Hitler y su pareja y de otros personajes de la cúpula Nazi (hay que recordar que en gran medida, la película se basa en las memorias de esta secretaria). El film despertó polémica porque hubo detractores que argüían que el film era pronazi pues presentaba al Führer humano y sensible (capaz de gestos tiernos con su esposa, con su perro, con su secretaria, con los niños, aunque después los mande al campo de batalla...), así como hubo alemanes que defendían la posición de la secretaría (como de otros alemanes) que se defendía aduciendo que cuando trabajó al lado de Hitler no sabía nada de las barbaridades de los nazis, que solo después de la guerra se enteraría... Una cosa es cierta, el largometraje es polémico, pero no se puede dudar de sus méritos artísticos, sobre todo la actuación de un grande como Bruno Ganz que acaba de fallecer.






26 de febrero.

Un grande de la cinematografía mundial, Ernst Lubitsch, estrenó en febrero de 1942 (en plena guerra) una joya definitiva del cine: Ser o no ser. Josef Tura (Jack Benny) y María (Carole Lombard), su esposa, pertenecen a una compañía teatral polaca que escenifican Hamlet y ensayan una parodia nazi titulada Gestapo, próxima a estrenar. Esta última nunca se escenificará porque Alemania invade Polonia, sin embargo, los personajes, el vestuario de esta obra prohibida servirán para enfrentar una situación difícil en la que se pondrá en juego la seguridad de la resistencia polaca al invasor alemán. La película nos muestra una serie de enredos que con inteligencia y un humor sutil, corrosivo, se van desarrollando y solucionando. Este bello largometraje es una comedia, pero no se piense que es algo ligero y superficial que busca la risa fácil del espectador, es una película donde el humor inteligente es empleado en los diálogos y situaciones para, a su manera, socavar una ideología, hablamos del humor y la sátira como armas para quitar autoridad a personajes e instituciones como Hitler y la Gestapo... ¿Curiosidades? Un jovencísimo Robert Stack (el de la serie de Los Intocables) intentando conquistar a Carole Lombard, actriz que no pudo gozar del éxito de esta cinta, ella murió trágicamente un mes antes del estreno. Ser o no ser, es de esas películas entrañables que te hacen amar más al cine.






27 de febrero

2001, Éric Rohmer, integrante de la Nouvelle Vague junto a Godard, Truffaut, Rivette, Chabrol, estrenó el film La dama y el duque. La película está basada en las memorias de una testigo de la Revolución Francesa: la aristócrata y monarquista británica Grace Elliott (Lucy Russell). Esta, que alguna vez fue amante de Jorge IV (rey de Inglaterra), mantiene una gran amistad con el Duque de Orleans (Jean-Claude Dreyfus), quien en el pasado fue también su amante. Son los difíciles años de la revolución y esta amistad crea sospechas sobre su posición dentro de una sociedad que ejecuta por traición a los aristócratas. Elliott es perseguida, encarcelada, juzgada y está a punto de morir en la guillotina, porque añadido a su amistad con el duque (que es enemigo político de Robespierre) se sospecha que sea espía, pues es inglesa... Uno de los muchos méritos de esta película es su condición de pionera en el usos de recursos digitales: emplea de manera acertada pinturas digitalizadas que sirven de ambientes (calles y paisajes) de un París sacudido por la violencia y la inseguridad: todos corren peligro, incluso los poderosos. Es una de las grandes películas de Rohmer que intenta una reconstrucción histórica, y lo logra magistralmente. Imprescindible.






28 de febrero


François Truffaut estrenó en 1980 uno de sus mejores películas: El último metro, un bello tributo al arte dramático. Los hechos se ubican en París, en la época de la ocupación Nazi, específicamente en un teatro que se encuentra a cargo de la actriz Marion Steiner (Catherine Deneuve) en lugar de su esposo, el director teatral Lucas Steiner (Heinz Bennent), que tuvo que huir de París porque su vida corría peligro por ser judío. Con un grupo de actores, entre los que se encuentra Bernard Granger (un jovencísimo Gérard Depardieu), Marion ensaya una futura obra a estrenar, pero las cosas se complicarán por las presiones que ejercen los colaboracionistas franceses, sobre todo las del periodista y antisemita consumado Daxiat (Jean-Louis Richard), que sospechan que Lucas en realidad no ha escapado de París y que en algún lugar de la ciudad se encuentra oculto... Una película en cuya historia ocurre un perfecto engranaje entre los hechos reales y la ficción de la obra teatral. El final sorpresivo es impactante y nos lleva a cuestionarnos: ¿Qué hemos estado viendo?, ¿qué es lo real y qué la ficción? Un bello homenaje al teatro desde el cine.









   Continuará…



                                              Morada de Barranco, 28 de febrero de 2019.