PORQUE
MIS OJOS ERAN NIÑOS
Carlos Oquendo de Amat
Muchas veces lo he comentado, un recurso que
empleo para iniciar una clase es el de contar una historia; es decir, un
cuento, una leyenda, un mito, una tradición, una fábula, en fin, relatos que me
permitan captar el interés de los alumnos para luego deslizar el tema del día.
Motivación le llaman. Como se llame, lo he constatado, salvo excepciones (que
confirman la regla): a los escolares les gusta escuchar
historias, relatos que les lleve a crear en sus cabezas los escenarios, los
rostros de los personajes, en otras palabras, echar a volar su imaginación.
Me ha sucedido que cuando he concluido alguna de esas historias he terminado en medio de aplausos. No deja de conmoverme. La primera
vez que eso ocurrió, no lo podía creer: quedé conmovido, perplejo, jamás pensé que tuviera tanta acogida
el contar historias. Y es que, en verdad hablando, a los jóvenes no solo les
gusta, les encanta, están hambrientos de aventuras y siempre están dispuestos a escuchar no una historia sino todas las que uno pueda contar, pero como todo exceso es malo, solo cuento uno, para mantener la expectativa.
Algo que me emociona sobremanera es ingresar
a un salón y de pronto ver sus miradas pícaras que son el anuncio de que van a empezar a golpear las
carpetas mientras sus voces repiten a coro: “¡His-to-ria, his-to-ria,
his-to-ria…!”. No tengo otra, debo contar, es ya de ley, como alguna vez me
dijo un alumno: “Es ya tradición, profe”. Escuchar comentarios como esos me llevan
a esbozar una sonrisa y me doy por bien pagado, ¿qué más puedo pedir?
Por estos días he venido contando muchos
mitos grecorromanos, son de los que más acogida tienen, aunque por ahí recibo muchos
pedidos sobre un tema en especial: “Profe, cuente uno de terror”. Y lo he hecho, a pesar de
que después alguna alumna me solicitara con rostro angustiado: “Profesor, ya no
cuente esas historias de terror, no he podido dormir tranquila toda la semana”
o “he estado durmiendo junto con mi mamá, me daba miedo dormir sola”.
Hace unos
días, un alumno se me acercó y me hizo un pedido: “Profesor, ¿puede contar Psicosis?". Se refería a la película, lo cual me alegró, en tiempos en que muchos jóvenes no sienten la necesidad de ver, por ejemplo, las películas de Hitchcock, Buñuel o Ford. "No
hay problema", le respondí, así que no tuve otra que buscar los materiales que me
permitieran contarla y aprovechar, de paso, para abrirles la curiosidad y que se atrevieran a verla, cosa mucho mejor
que el escucharme contar la terrible historia de Norman Bates, no hay punto de comparación, eso lo tengo claro.
Lo decía, por estos últimos tiempos he
venido contando mitos grecorromanos. Por ejemplo, el día de hoy he contado un
par de mitos breves relacionados a los nacimientos extraños de dos dioses, me
refiero a Atenea (Minerva) y a Dionisos (Baco). Claro está, conté las historias
y aproveché para reflexionar con los muchachos el asunto de la fidelidad y su
contraparte, la infidelidad. Todo esto a raíz de la “vida inquieta” de Zeus
(Júpiter) quien no tenía límites para "adornar" todas las veces que quería a la
temible y vengativa Hera (Juno), su esposa.
Creo que no estaría demás poner en este
espacio ambas historias, así que acá van ambos mitos y confirmen sino son
sorprendentes, además de extraños.
LA
DIOSA QUE NACIÓ DE UNA CABEZA
Urano (dios celeste) y Gea (diosa terrestre)
le revelaron a su nieto Zeus que Metis, diosa de la prudencia, traería al mundo una
niña y un niño, hijos de Zeus, y que este último le quitaría el poder. Como
Zeus no quería perderlo, decidió hacer lo que Saturno, su padre, había hecho con
sus hermanos: se tragó a Metis que estaba a punto de dar a luz.
Tiempo después, Zeus empezó a sufrir de
terribles dolores de cabeza. Como nadie daba con el origen del dolor ni podían
hacer pasar los terribles dolores, el padre de los dioses le pidió a Hefestos que
le partiese la cabeza de un hachazo y ante la atónita mirada de los demás
dioses, lo hizo e inmediatamente saltó Atenea de la cabeza de su padre,
profiriendo un feroz grito de guerra y completamente armada.
Atenea, al no nacer de vientre de mujer sino
de la cabeza de su padre, aparece
desvinculada de lo femenino. Es la protectora de los héroes (Aquiles, Odiseo,
Heracles, etc.), pero se distancia de la brutalidad belicosa de Ares, dios de
la guerra. Atenea es siempre la inteligencia y la táctica en el combate frente
al irracional impulso de matanza y destrucción de Ares.
EL DIOS QUE NACIÓ DOS
VECES
Traicionando una vez más a Hera (Juno), su
esposa, Zeus amó a Semele, joven y bella princesa, quedando esta embarazada.
Al descubrir la traición de su esposo, Hera
buscó vengarse de la princesa y tomó la forma de una anciana y le sembró la
duda a Semele: “¿Qué tal si el padre de tu hijo no es Zeus? Pídele que se
muestre tal y como es para confirmarlo”. La joven cayó en el engaño y le pidió a Zeus
que se mostrara tal y como era, en su verdadero aspecto. Así lo hizo Júpiter
sin sospechar nada y, en cuanto apareció en toda su gloria, el palacio donde
estaban se incendió y Semele murió entre las llamas, completamente calcinada.
La joven princesa llevaba en su vientre un
hijo de Zeus. Ayudado por Hefestos, el dios extrajo de entre las cenizas de la
infeliz Semele al niño (primer nacimiento), y abriendo su propio muslo colocó
al niño, que faltaba formarse, dentro de él. Llegado el momento, el pequeño
rasgo la carne paterna y surgió a la vida (segundo nacimiento). Su nombre fue
Dionisos (Baco), el dios del vino.
Ya a punto de acostarme, termino esta
entrada bastante tranquilo porque estoy preparado para contar el día de mañana
otra historia, para variar, un mito grecorromano: La historia de Prometeo y de Quirón. No tengo otra, lo reitero, porque como
alguna vez me dijo un alumno, muy serio, por lo demás: “Usted no puede dejar de contar una historia en cada clase, si lo hace rompería la tradición”. Y la verdad, no estoy dispuesto a romper, por lo menos, esa tradición. Buenas noches.
Continuará…
Morada
de Barranco, 30 de mayo de 2017.
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