martes, 30 de mayo de 2017

ESTO DE CONTAR HISTORIAS EN LAS AULAS






                                                         PORQUE MIS OJOS ERAN NIÑOS
                                                                       Carlos Oquendo de Amat






   Muchas veces lo he comentado, un recurso que empleo para iniciar una clase es el de contar una historia; es decir, un cuento, una leyenda, un mito, una tradición, una fábula, en fin, relatos que me permitan captar el interés de los alumnos para luego deslizar el tema del día. Motivación le llaman. Como se llame, lo he constatado, salvo excepciones (que confirman la regla): a los escolares les gusta escuchar historias, relatos que les lleve a crear en sus cabezas los escenarios, los rostros de los personajes, en otras palabras, echar a volar su imaginación.






   Me ha sucedido que cuando he concluido alguna de esas historias he terminado en medio de aplausos. No deja de conmoverme. La primera vez que eso ocurrió, no lo podía creer: quedé conmovido, perplejo, jamás pensé que tuviera tanta acogida el contar historias. Y es que, en verdad hablando, a los jóvenes no solo les gusta, les encanta, están hambrientos de aventuras y siempre están dispuestos a escuchar no una historia sino todas las que uno pueda contar, pero como todo exceso es malo, solo cuento uno, para mantener la expectativa.






   Algo que me emociona sobremanera es ingresar a un salón y de pronto ver sus miradas pícaras que son el anuncio de que van a empezar a golpear las carpetas mientras sus voces repiten a coro: “¡His-to-ria, his-to-ria, his-to-ria…!”. No tengo otra, debo contar, es ya de ley, como alguna vez me dijo un alumno: “Es ya tradición, profe”. Escuchar comentarios como esos me llevan a esbozar una sonrisa y me doy por bien pagado, ¿qué más puedo pedir?






   Por estos días he venido contando muchos mitos grecorromanos, son de los que más acogida tienen, aunque por ahí recibo muchos pedidos sobre un tema en especial: “Profe, cuente uno de terror”. Y lo he hecho, a pesar de que después alguna alumna me solicitara con rostro angustiado: “Profesor, ya no cuente esas historias de terror, no he podido dormir tranquila toda la semana” o “he estado durmiendo junto con mi mamá, me daba miedo dormir sola”.





                                            

   Hace unos días, un alumno se me acercó y me hizo un pedido: “Profesor, ¿puede contar Psicosis?". Se refería a la película, lo cual me alegró, en tiempos en que muchos jóvenes no sienten la necesidad de ver, por ejemplo, las películas de Hitchcock, Buñuel o Ford. "No hay problema", le respondí, así que no tuve otra que buscar los materiales que me permitieran contarla y aprovechar, de paso, para abrirles la curiosidad y que se atrevieran a verla, cosa mucho mejor que el escucharme contar la terrible historia de Norman Bates, no hay punto de comparación, eso lo tengo claro.






   Lo decía, por estos últimos tiempos he venido contando mitos grecorromanos. Por ejemplo, el día de hoy he contado un par de mitos breves relacionados a los nacimientos extraños de dos dioses, me refiero a Atenea (Minerva) y a Dionisos (Baco). Claro está, conté las historias y aproveché para reflexionar con los muchachos el asunto de la fidelidad y su contraparte, la infidelidad. Todo esto a raíz de la “vida inquieta” de Zeus (Júpiter) quien no tenía límites para "adornar" todas las veces que quería a la temible y vengativa Hera (Juno), su esposa.






   Creo que no estaría demás poner en este espacio ambas historias, así que acá van ambos mitos y confirmen sino son sorprendentes, además de extraños.



LA DIOSA QUE NACIÓ DE UNA CABEZA



  Urano (dios celeste) y Gea (diosa terrestre) le revelaron a su nieto Zeus que Metis, diosa de la prudencia, traería al mundo una niña y un niño, hijos de Zeus, y que este último le quitaría el poder. Como Zeus no quería perderlo, decidió hacer lo que Saturno, su padre, había hecho con sus hermanos: se tragó a Metis que estaba a punto de dar a luz.
  Tiempo después, Zeus empezó a sufrir de terribles dolores de cabeza. Como nadie daba con el origen del dolor ni podían hacer pasar los terribles dolores, el padre de los dioses le pidió a Hefestos que le partiese la cabeza de un hachazo y ante la atónita mirada de los demás dioses, lo hizo e inmediatamente saltó Atenea de la cabeza de su padre, profiriendo un feroz grito de guerra y completamente armada.
  Atenea, al no nacer de vientre de mujer sino de la cabeza de su padre,  aparece desvinculada de lo femenino. Es la protectora de los héroes (Aquiles, Odiseo, Heracles, etc.), pero se distancia de la brutalidad belicosa de Ares, dios de la guerra. Atenea es siempre la inteligencia y la táctica en el combate frente al irracional impulso de matanza y destrucción de Ares.







EL DIOS QUE NACIÓ DOS VECES



  Traicionando una vez más a Hera (Juno), su esposa, Zeus amó a Semele, joven y bella princesa, quedando esta embarazada.
   Al descubrir la traición de su esposo, Hera buscó vengarse de la princesa y tomó la forma de una anciana y le sembró la duda a Semele: “¿Qué tal si el padre de tu hijo no es Zeus? Pídele que se muestre tal y como es para confirmarlo”.  La joven cayó en el engaño y le pidió a Zeus que se mostrara tal y como era, en su verdadero aspecto. Así lo hizo Júpiter sin sospechar nada y, en cuanto apareció en toda su gloria, el palacio donde estaban se incendió y Semele murió entre las llamas, completamente calcinada.
   La joven princesa llevaba en su vientre un hijo de Zeus. Ayudado por Hefestos, el dios extrajo de entre las cenizas de la infeliz Semele al niño (primer nacimiento), y abriendo su propio muslo colocó al niño, que faltaba formarse, dentro de él. Llegado el momento, el pequeño rasgo la carne paterna y surgió a la vida (segundo nacimiento). Su nombre fue Dionisos (Baco), el dios del vino.






   Ya a punto de acostarme, termino esta entrada bastante tranquilo porque estoy preparado para contar el día de mañana otra historia, para variar, un mito grecorromano: La historia de Prometeo y de Quirón. No tengo otra, lo reitero, porque como alguna vez me dijo un alumno, muy serio, por lo demás: “Usted no puede dejar de contar una historia en cada clase, si lo hace rompería la tradición”. Y la verdad, no estoy dispuesto a romper, por lo menos, esa tradición. Buenas noches.









   Continuará…






                                          Morada de Barranco, 30 de mayo de 2017.




   

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