¡Tú enseñas a vivir y morir!
Martín Adán
Edipo
en Colona es una tragedia de Sófocles donde se cuenta que el desdichado
Edipo, ciego y anciano, muere solo, sin la compañía de ningún familiar, ante la
presencia de Teseo, generoso rey de Atenas, sus restos descansarán desde
entonces en territorio ateniense, allí estaría la explicación de la prosperidad
de Atenas por sobre las demás ciudades griegas: el oráculo había dicho al mismo
Edipo que ahí donde reposaran sus huesos, ese lugar recibiría la prosperidad y la
protección de los dioses.
Atenas, ciudad maravillosa de la antigüedad,
signada por la leyenda y por la verdad histórica, cuna de grandes hombres que
engrandecieron y dieron prestigio a la cuna de la cultura occidental. He aquí algunos
nombres: los políticos Pisístrato, Milcíades y Pericles,
el historiador Jenofonte, el poeta Píndaro, los dramaturgos Aristófanes, Eurípides
y Sófocles, los filósofos Platón, Aristóteles y Sócrates. Toda una pléyade de
luminarias que enriquecieron el mundo antiguo y cuya luz no se ha extinguido, a
pesar de los siglos transcurridos.
De ellos, en esta oportunidad, me interesa
el misterioso Sócrates, de quien poco se sabe. De él sabemos que era poco
atractivo, veamos: gordito, bajito, calvo, ojos saltones. Lo que sabemos de él
es gracias a sus discípulos, sobre todo por Platón, quien en sus diálogos nos
lo presenta extremadamente agudo. Sabemos también que gustaba del arte de la
conversación, que le gustaba dialogar con sus discípulos no en espacios
cerrados sino al aire libre y que el recurso que empleaba fue el de la mayéutica que consiste en el diálogo a
través del cual el alumno descubre la verdad por sí mismo.
Sócrates parece ser que gustaba de fingir
ignorancia (recordemos esa frase que se le atribuye: “Solo sé que nada sé”) y
de ser un gran tonto, con la finalidad de dejar en ridículo a través de
razonamientos al que más, y lo que es peor, ante los demás. Esta “ironía
socrática”, le hizo ganar antipatías y muchos enemigos que después se lo
cobraron con creces. Fue acusado de introducir nuevos dioses y de llevar por
malos caminos a la juventud. Como se puede ver, el hombre muy poco ha cambiado:
los que tienen el poder aplastan a quien pone en peligro sus intereses, para
ello se valen de la mentira y de la prepotencia. Nada nuevo en verdad.
Jostein Gaarder publicó hace unos veinte
años un libro que resulta un magnífico pie de inicio para el mundo de la
filosofía, hablo de la novela El mundo de
Sofía. En sus páginas encontramos pasajes que nos aclaran un poco más sobre
el enigmático Sócrates, Gaarder apela a las comparaciones para saber algo más
de este personaje, por ejemplo compara a Sócrates con Jesucristo y nos dice que
ambos se parecieron mucho a pesar de pertenecer a culturas y tiempos
diferentes. Apelaré a mi memoria. Tanto Sócrates como Cristo fueron sabios y maestros,
ambos prefirieron vivir en humildad y pobreza, jamás cobraron por sus
enseñanzas, nunca escribieron obra alguna, los dos murieron siendo consecuentes
con sus ideas: atrevidos y desafiantes con los poderosos, a quienes criticaban
y denunciaban, esta actitud decidió sus destinos, la muerte, la cual encararon
con valentía.
Tengo siempre en la memoria un par de
anécdotas atribuidas al gran Sócrates, dos historias que empleo como motivación
en el desarrollo del curso de Filosofía y que los alumnos oyen y celebran. La
primera le he puesto el título de Las
500 dracmas y la segunda, La prueba de los tres filtros. Quiero en
esta oportunidad trasladar este par de anécdotas al espacio de esta bitácora para
que las disfruten y, por qué no, motivar alguna reflexión. Aquí va la primera.
Cuenta la anécdota que Sócrates iba con sus
discípulos caminando cuando de pronto un hombre se les atraviesa, era uno de
los más ricos comerciantes atenienses. Se dirige a Sócrates y le dice
entusiasmado: “¡Maestro, lo vengo buscando hace días!”. El sabio le responde:
“¿En qué te puedo servir, buen hombre?”. “Necesito que te encargues de la
educación de mi hijo y quiero saber cuánto me ha de costar tus servicios”, agitado
le respondió el rico comerciante. Sócrates que nunca había cobrado por sus
enseñanzas, para ponerlo a prueba le dice: “La educación de tu hijo te costará
500 dracmas”. El comerciante lo mira sorprendido y le dice al viejo filósofo:
“¿500 dracmas?, pero eso es mucho, con 500 dracmas puedo comprar un burro para
transportar mis mercaderías”. Sócrates lo mira y con suma tranquilidad le
responde: “Entonces ve y compra ese burro, llévalo a tu casa, así tendrás dos
burros”.
La segunda anécdota cuenta que Sócrates y
sus discípulos iban conversando amenamente por una plaza de la antigua Atenas,
cuando de pronto un hombre extraño se les acerca y le dice al sabio ateniense:
“¡Maestro, maestro, tengo algo que contarte, es sobre un amigo tuyo y recién me
acabo de enterar!”. “¿Un amigo mío, dices?”, le respondió el viejo maestro. “En
efecto y sé que te va a interesar”. Sócrates lo miró con desconfianza y le dice:
“Antes que me digas algo sobre ese amigo mío, vamos a ver si eso que me vas a contar
pasa por la prueba de los tres filtros”. Sorprendido el hombre mira a Sócrates
y escucha que este le dice: “Veamos si pasa por la primera prueba que es el de
la verdad, ¿estás completamente seguro que lo que me quieres decir es cierto?”.
El hombre mira a Sócrates y nervioso le dice: “Creo que no, pero se…”. “O sea,
no sabes si es cierto o no, bien, entonces lo que me quieres decir no ha pasado
el primer filtro. Pero quizás pase la segunda prueba que es el de la bondad: ¿Eso
que me quieres contar sobre ese amigo mío es algo bueno?”. “No, definitivamente
no”, respondió por segunda vez el lenguaraz. “Entonces eso que me quieres
contar no ha pasado por el segundo filtro, tal vez pase la tercera prueba que
es el de la utilidad: ¿Lo que me quieres contar me va a ser útil? “No creo”,
respondió el hombre. Sócrates entonces miró al deslenguado y con absoluta
seguridad le dijo: “Si lo que quieres contarme no es cierto, tampoco es bueno
ni es útil, no quiero escucharlo”. Entonces el extraño hombre se retiró
avergonzado. Grande, Sócrates.
Continuará…
Morada de Barranco, 23 de abril de 2016.
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