Es extraña nuestra canción.
Luis Hernández
Ahora, más que nunca, lo tengo claro: mejor que leer es releer. Uno de
los grandes placeres que la vida ofrece. Precisamente, por estos días, ando embarcado
en la relectura de algunos libros de poetas chilenos. Por ejemplo, Requiem, un magnífico libro del poeta
(poco leído en el Perú, por cierto) Humberto Díaz Casanueva; el perturbador Lobos y ovejas de Manuel Silva Acevedo;
también una selección de la poesía de Oscar Hahn titulado La muerte es una buena maestra, editado en el Perú, el año 2000 bajo el
sello Ediciones El Santo Oficio.
En este último libro fue donde hallé en la página 97 un breve poema cuyo título inmediatamente captó mi atención. Si bien había leído el texto hacía un buen tiempo atrás, lo había olvidado, el encontrarlo fue casi descubrirlo nuevamente como la primera vez cuando el libro llegó a mis manos, así que cargado de curiosidad inicié inmediatamente el abordaje. Todos los que me conocen (o casi todos) saben de mi admiración por la música de The Beatles, bueno, pues, el poema del que hablo está dedicado a John Lennon, el líder asesinado de los fab four. Este es el poema.
En este último libro fue donde hallé en la página 97 un breve poema cuyo título inmediatamente captó mi atención. Si bien había leído el texto hacía un buen tiempo atrás, lo había olvidado, el encontrarlo fue casi descubrirlo nuevamente como la primera vez cuando el libro llegó a mis manos, así que cargado de curiosidad inicié inmediatamente el abordaje. Todos los que me conocen (o casi todos) saben de mi admiración por la música de The Beatles, bueno, pues, el poema del que hablo está dedicado a John Lennon, el líder asesinado de los fab four. Este es el poema.
JOHN LENNON (1940-1980)
La vida comienza a los cuarenta
dijo John Lennon encendiendo las velas
en el comedor del edificio Dakota
La otra vida comienza ahora mismo
dijo la muerte apretando el gatillo
en la puerta del edificio Dakota
Porque después de esta muerte no hay otra
dijo la voz apagando las velas
y al que le venga el luto que se lo ponga
Extraña coincidencia, me ha ocurrido varias veces ya: leo algún texto y casi
inmediatamente me percato que el contenido de lo que acabo de leer coincide con alguna fecha particular.
Por ejemplo, al leer el poema anterior hace unos días, casi inmediatamente me
percaté que era 9 de octubre, fecha del nacimiento de John Lennon: este año hubiera
cumplido 75 años si estuviera vivo (aunque todos sabemos bien que él no está muerto).
Entonces me hago la pregunta: ¿Coincidencia? Sin entrar ya a esas profundidades, recordé repentinamente una aciaga
fecha del año 1980, más precisamente la mañana del 9 de diciembre, mis ojos
se clavaron en un titular de letras azules y grandes: “Mataron a beatle John Lennon”,
aún lo recuerdo, era la primera plana del diario Expreso. Han pasado treintaicinco años y la enorme tristeza que me
embargó aquel día (y días posteriores) no la he podido olvidar: era el beatle que más admiraba.
Unos
días (o semanas, no lo tengo claro) después del asesinato, el diario La
República publicó un poema de Enrique Sánchez Hernani. En el texto, una voz juvenil habla con sus
padres sobre la fatal noticia. Cuando lo leí, quedé sorprendido por cómo
Sánchez Hernani había logrado con palabras cotidianas y muy sencillas (ese
"Oye papi Oye mami", por ejemplo) un magnífico poema que expresaba la
desazón de los jóvenes, en el caso mío, de un joven de entonces que no pertenecía a la
misma generación de los sesenta, ante la muerte del ídolo (“Llamen a George / llamen a Paul y
Ringo / la música me duele”, son versos que desde entonces siempre los recuerdo).
El texto es el que sigue a continuación:
DESPEDIDA A JOHN LENNON EN RITMO BEAT
Oye papi Oye mami
mataron a John Lennon
vengan a ver esto
le abrieron el pecho con un abrelatas
Smith Wesson
tenía un gramófono en el corazón
les juro que lo he visto
quedó regado en el piso como un reloj
descompuesto
no lo creo
es cierto viejo
los pushers entraron en huelga
subí a un bus y nadie fumaba yerba
estaban todos tranquilos
oyendo Strawberry Fields Forever
por el tocacintas
dicen que la sangre le detonó en las venas
vino el Sargento Pepper y tomó nota de los
hechos
saldrá en los periódicos
llamen a George
llamen a Paul y Ringo
la música me duele
Como
lo dije hace algún tiempo atrás: Bello poema del poeta peruano, hermoso texto que
confirmaba lo que alguna vez escribiera Octavio Paz en la Advertencia a la primera edición de su libro Las peras del olmo: “Todos o casi todos, nos enamoramos; solo
Garcilaso convierte su amor en églogas y sonetos. (…) El artista trasmuta su
fatalidad (personal o histórica) en un acto libre. Esta operación se llama
creación; y su fruto: cuadro, poema, tragedia”. Efectivamente, Enrique Sánchez
Hernani había dado en el clavo, sus veintiún versos expresaban todos esos
sentimientos que el común de los mortales no lo podía expresar con palabras,
pero ahí estaba el poema de Sánchez, y lo tomé como si fuera mío, como si esas
palabras fueran mis palabras, como si el sentimiento que originó el poema fuera
el mío, y lo era.
La
música. La poesía. Dos caminos del arte que no necesariamente transitan senderos
diversos: Euterpe y Erato de la mano en una suerte de convivencia que ha
fertilizado ambos territorios. Pienso en los lieder (por ejemplo: Der Erlkönig, breve canción romántica
cuya letra es un poema de Goethe) o en algunos poemarios donde la música es el
motor (o uno de los motores) que mueve o impulsa a los poemas de libros como Travesía de Extramares de Martín Adán, poemario
cuyo subtítulo lo dice casi todo: (Sonetos
a Chopin) o en Vinilo, 42 poemas del
rock'n roll cuyo autor es el ya mencionado Enrique Sánchez Hernani o Vox Horrisona de Luis Hernández, por
mencionar tres libros de poetas peruanos.
He
mencionado Vox Horrisona. En las
páginas 72 y 73 de la Obra Poética
Completa de Luis Hernández (Punto y Trama, Lima, 1983) se encuentra un
poema dedicado ya no a Lennon, sino a un contemporáneo y amigo suyo: Brian Jones,
fundador de los míticos Rolling Stones,
cuya muerte es uno de los grandes misterios del rock. La muerte de Brian inauguró “oficialmente” ese tétrico Club de
los 27, cuyos integrantes son músicos que fallecieron a esa edad, repasemos la
lista: Jimi Hendrix, Janis Joplin, Jim Morrison, Kurt Cobain, Amy Winehouse,
Robert Johnson, entre los más conocidos.
La
muerte del rubio Brian Jones ocurrió la noche entre el 2 y 3 de julio del año
1969. El cuerpo de Brian fue hallado flotando en su piscina. ¿Suicidio?
¿Asesinato? ¿Accidente? No se sabe a ciencia cierta hasta el día de hoy, a
pesar de que el caso se ha reabierto en el año 2009 y de que el principal
sospechoso, Frank Thorogood, en su lecho de agonía, acabó confesando que él
había matado a Brian. El poema de Luis Hernández es el siguiente.
A UN SUICIDA EN UNA PISCINA
No mueras más
Oye una sinfonía para banda
Volverás a amarte cuando escuches
Diez trombones
Con su añil claridad
Entre la noche
No mueras
Entreteje con su añil claridad
Por lo que Dios más ame
Sal de las aguas
Sécate
Contémplate en el espejo
En el cual te ahogabas
Quédate en el tercer planeta
Tan sólo conocido
Por tener unos seres bellísimos
Que emiten sonidos con el cuello
Esa unión entre el cuerpo
Y los ensueños
Y con máquinas ingenuas
Que se llevan a los labios
O acarician con las manos
Arte purísimo
Llamado música
No mueras más
Con su añil claridad
Lima, 8 de agosto de 1971
Brian, Sein und Zeit
Bello poema en el que Hernández quiere
regresar de la oscuridad y de la muerte al indefenso y solitario, a pesar de
todo, Brian Jones. ¿Qué lo salvará al joven Brian, según el poeta? Ese “arte
purísimo / llamado música”, con ella, le asegura al músico atormentado que, “volverás
a amarte cuando escuches / diez trombones / con su añil claridad”. Llamada y
propuesta vana, porque, como sabemos, en estos asuntos de la Parca, cuando esta viene, viene y punto. Creo que Vallejo lo dice mejor en un poema suyo por todos conocido: “Tanto
amor y no poder nada contra la muerte”. O el mismo Luis Hernández: "El Amor que nada lo puede sino amar...".
Cosas de la vida y de muerte, Hernández acabaría, seis años después de escribir ese poema dedicado al músico inglés, arrollado por un tren en Argentina, país al que había llegado para seguir un tratamiento para sus males. Ocurrida su muerte ese aciago 3 de octubre de 1977, afloraron estas preguntas que hasta el día de hoy se mantienen sin respuesta: ¿Suicidio? ¿Asesinato? ¿Accidente? La muerte de "Lucho" (como lo llamaron quienes lo conocieron) es uno de los grandes misterios de la poesía peruana.
Cosas de la vida y de muerte, Hernández acabaría, seis años después de escribir ese poema dedicado al músico inglés, arrollado por un tren en Argentina, país al que había llegado para seguir un tratamiento para sus males. Ocurrida su muerte ese aciago 3 de octubre de 1977, afloraron estas preguntas que hasta el día de hoy se mantienen sin respuesta: ¿Suicidio? ¿Asesinato? ¿Accidente? La muerte de "Lucho" (como lo llamaron quienes lo conocieron) es uno de los grandes misterios de la poesía peruana.
Dicen que dos días después de la muerte de Brian Jones, los Rolling
Stones tenían un concierto gratuito en el Hyde Park, lo cancelaron e hicieron un homenaje al compañero muerto (a
quien, por cierto, hacía poco habían separado del grupo), de paso hicieron la presentación oficial de quien iba a reemplazar a Brian, el eximio guitarrista Mick Taylor. Para la ocasión, Mick
Jagger leyó, ante una multitud expectante, unos fragmentos del hermoso poema de
Shelley titulado Adonais. He aquí un par de estrofas de ese intenso poema en traducción de Vicente Gaos.
I
Murió Adonais y por su muerte lloro.
Llorad por Adonais, aunque las lágrimas
no deshagan la escarcha que les cubre.
Y tú, su hora fatal, la que, entre todas,
fuiste elegida para nuestro daño,
despierta a tus oscuras compañeras,
muéstrales tu tristeza y di: conmigo
murió Adonais, y en tanto que el futuro
a olvidar al pasado no se atreva,
perdurarán su fama y su destino
como una luz y un eco eternamente.
III
Llora por Adonais puesto que ha muerto.
Oh madre melancólica, despierta,
despierta y vela y llora todavía.
Apaga cerca de su ardiente lecho
tus encendidas lágrimas y deja
que tu clamante corazón, lo mismo
que el suyo, guarde un impasible sueño.
El cayó ya en el hueco a donde todo
cuanto hermoso y noble descendiera.
No sueñes, ay, que el amoroso abismo
te lo devuelva al aire de la vida.
Su muda voz la devoró la muerte,
que ahora se ríe al vernos sin consuelo.
Es
curioso, pero Shelley escribió el poema en homenaje a Keats, poeta romántico
inglés que falleciera a los veinticuatro años. Un año después moriría ahogado
(¿ahogado?) el poeta Shelley con apenas veintinueve años. Dicen que su cuerpo fue
incinerado por su gran amigo, compañero de múltiples peripecias, el poeta Byron
quien al poco tiempo (apenas dos años después) también moriría sin conocer la
vejez. Murieron jóvenes, como John Lennon, como Brian Jones, como Luis Hernández, quien menciona a los tres románticos ingleses con su ya
clásica ironía en un texto de Una
impecable soledad: “El nadador era Byron, sabido es, y su padre lo había
bautizado como Shelley pues admiraba a Keats”.
La poesía y la muerte. Buen asunto, apasionante, diría yo. Pero ese es ya otro tema. Lo que quería decir, dicho está, "no me juzguen con mucha severidad". Hasta la próxima.
Continuará…
Morada de Barranco, 13 de octubre de 2015.
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