sábado, 29 de julio de 2017

LEYENDAS DE MÉXICO Y EL PERÚ





                                                                 ¿Adónde vamos? ¿Adónde vamos?...
                                                                           De poema anónimo azteca


                                             Oro que arde tan solo entre la noche del corazón…
                                                       Poema anónimo inca a Tijsi Viracocha





   Hace ya varios meses que publiqué una entrada donde comentaba algunas de las semejanzas que hay entre el Perú y México. Por ejemplo: tanto el Perú como México son dos de los puntos del origen de la cultura en el mundo (los otros puntos son: Mesopotamia, Egipto, China e India), ambos sufrieron un proceso doloroso y sangriento llamado Conquista (los incas en el Perú y los aztecas en México), ambos territorios albergaron a los dos más poderosos virreinatos de América: la Nueva España (o sea México) y la Nueva Castilla (o sea el Perú), en 1551 se crearon la Universidad de México y la de Lima (aunque esta última es más antigua por unos cuatros meses), los dos países se independizaron en 1821, en ambos países hay montañas con forma de mujer dormida: en México es el Iztaccihuatl y en el Perú La bella durmiente, en ambos países existe una Ciudad Blanca: Mérida en México y Arequipa en el Perú, ambos países poseen una cocina fabulosa y tienen preferencia por la comida picante… En fin, podríamos seguir mencionando las semejanzas, pero de eso no se trata.









   Lo que sí quiero comentar es algo que siempre despertó mi curiosidad: cómo es que ambos pueblos prehispánicos (incas y aztecas) explicaron sus orígenes. Sabemos que todos los pueblos del mundo poseen relatos que se pierden en el tiempo y que llegan a nosotros como voces abriéndose camino a través del tiempo. En nuestra condición de seres racionales, el hombre, desde siempre ha intentado encontrar respuestas a los grandes misterios que lo rodean: de dónde vienen, por ejemplo, y cómo es que llegaron al lugar donde se asentaron. Todos o casi todos los pueblos tienen sus historias fantásticas que cuentan sus orígenes (pienso en Eneas y los romanos).









   Tanto México como el Perú poseen leyendas que explican muchas cosas (esta es otra semejanza: ambos pueblos poseen, probablemente, las narrativas orales más ricas del continente), entre ese cuerpo de leyendas y mitos se encuentran aquellos relatos que explican de dónde salieron y cómo es que llegaron los aztecas al lugar que llamarían Tenochtitlán y cómo los incas llegaron a lo que sería el Cusco, ombligo del mundo.












   En el caso de los aztecas, hay una leyenda con la que me topé hace unos días en una página de internet y que, luego de su lectura, motivó que escriba esta entrada. La leyenda que comento no era en realidad un descubrimiento, ya la había leído o escuchado antes, pero leerla después de tiempo, escuchar esas voces del pasado fue grato y me permitió percibir detalles que antes no. He aquí la leyenda  como la encontré hace unos días:








LEYENDA DE LA FUNDACIÓN DE TENOCHTITLÁN


La Ciudad de México, un lugar lleno de misticismo y de leyendas que permean la historia de esta urbe desde sus orígenes. Un ejemplo claro de esto es la fundación de Tenochtitlán, sucedida el 18 de julio de 1325 según códice de Mendoza.
Habitantes de un lugar llamado Aztlán, lo futuros mexicas fueron ordenados por su dios guía, Huitzilopochtli, para que abandonaran esas tierras y comenzaran un peregrinar hasta encontrar la señal que él les había prometido: un águila sobre un nopal devorando una serpiente. Esa imagen sería el indicador de que habían llegado el sitio en donde debían fundar una nueva ciudad y un nuevo imperio que estaría por encima de los demás.
Obedecieron a su dios-guía, caminaron durante semanas, meses, incluso años. Se convirtieron en un pueblo errante; hasta que un día, al llegar a los límites del lago de Texcoco (región dominada por el señorío de Azcapotzalco), vieron sorprendidos la señal que tanto esperaban justo en un islote en medio del lago, aquella águila majestuosa tenía en su pico a una serpiente y estaba parada sobre un nopal, tal como Huitzilopochtli les había indicado. Ahí, en medio del lago, fundaron su ciudad que llamaron Tenochtitlán y construyeron sus pirámides y la adornaron con hermosos jardines.






   Como se puede observar, esta leyenda de la fundación de Tenochtitlán cuenta el origen de esa ciudad que es el corazón de México, pero también nos cuenta el origen de uno de sus símbolos: el escudo nacional; es decir, el águila con una serpiente sobre un nopal.  








   En el caso del Perú, desde muy pequeños nos cuentan bien en casa o en el colegio, no una sino hasta dos leyendas sobre el origen de los incas y de la ciudad del Cusco. La primera de ellas es un relato donde los dos protagonistas son los hijos del sol y salen del lago Titicaca (curioso, en el caso de los aztecas, estos llegan a un lago; en el caso de los incas, estos parten de un lago), esta es la leyenda:








LA LEYENDA DE MANCO CÁPAC Y MAMA OCLLO


Inti, el dios Sol,  viendo  el  estado  penoso  de los hombres,  creó  una pareja: Manco  Cápac y Mama Ocllo. Les entregó  un  cetro  de oro y  les ordenó  construir un  gran  imperio. Ellos enseñarían a los hombres las reglas de la vida civilizada y a venerar su dios creador, el Sol. Pero antes, Manco Cápac y Mama Ocllo debían fundar una capital. Inti les confía un bastón de oro diciéndoles esto:
- Desde el gran  lago, adonde llegarán, marchen  hacia el norte. Cada vez que se detengan  para comer o  dormir, planten este bastón de oro en el suelo. Allí donde se hunda sin  el menor  esfuerzo, ustedes construirán  el Cusco  y dirigirán el Imperio del sol.
La mañana siguiente, Manco Cápac y Mama Ocllo aparecieron entre las aguas del lago  Titicaca. La riqueza de sus vestimentas y  el  brillo  de sus joyas hicieron  pronto comprender a los hombres que ellos eran dioses. Temerosos, los hombres los siguieron a escondidas.
Manco Cápac y Mama Ocllo se pusieron en marcha hacia el norte. Los días pasaron sin que el bastón de oro se hundiera en el suelo. Una  mañana,  al llegar  a un  bello  valle  en el  cerro  Huanacauri, el bastón  de  oro  se  hundió dulcemente  en el suelo. Manco  Cápac y Mama Ocllo  se establecieron  allí. Era ahí que había que construir el Cusco, el "ombligo" del mundo, la capital del Imperio del Sol.  Ambos ayudaron a mejorar el lugar; Manco Cápac enseñó a los hombres a trabajar la tierra y a construir canales. A las mujeres, Mama Ocllo  les enseñó  a coser, cocinar y  hacer telares.







   La otra leyenda es la de cuatro hermanos que con sus respectivas parejas salen de una montaña por órdenes, no del sol sino del dios Wiracocha, un dios inmaterial, creador de todo lo existente (muy semejante al Dios Padre de los cristianos), el dios más importante hasta que llegó Pachacútec y transformó el mundo andino. Esta es la leyenda:








LA LEYENDA DE LOS HERMANOS AYAR



Cuenta la leyenda que en la gran montaña Pacaritambo (al noroeste   de Cusco), tras un gran diluvio, el dios Wiracocha hizo salir a los hermanos Ayar. En la montaña llamada Tampu Tocco, partieron los cuatro hermanos con sus respectivas esposas, Ayar Manco y Mama Ocllo, Ayar Cachi y Mama Cora, Ayar Uchu y Mama Rahua y finalmente Ayar Auca y Mama Huaco.
Los hermanos Ayar al contemplar  el  estado  de  las tierras  y  la  pobreza  de la gente, emprendieron un viaje en búsqueda de un lugar más fértil. Partieron junto a miembros de diez Ayllus (organización  inca  que agrupaba diez familias),  hacia el sudeste. El primer problema surgió  cuando  Ayar Cachi  (un  hombre fuerte) tuvo  un  altercado  con  sus demás hermanos.
Ellos quisieron matarlo, y Ayar Cachi les ordenó volver a las cavernas de Pacarina (se llama así, en quechua, al  lugar de los  orígenes) a buscar semillas y agua. Ayar Cachi penetró en la caverna de Capac Tocco (ventana principal de la montaña "Tampu Tocco") y el doméstico que lo acompañaba cerró con una gran piedra la puerta de entrada, y él no pudo jamás salir.
Los demás siguieron su camino y llegaron al monte Huanacauri donde encontraron un ídolo de piedra, al que le temieron y respetaron. Pero Ayar Uchu saltó sobre la espalda de la  estatua de piedra, y  quedó  instantáneamente petrificado,  sendo  parte ahora  de  la escultura. Aconsejó  a sus hermanos  de seguir el  viaje y  les pidió  que se celebre en su  memoria  la ceremonia del Huarachico, o "iniciación de los jóvenes”.
En el transcurso del viaje, Ayar Auca vio que le crecieron alas y voló hacia el valle. Cuando llegó a una roca de Acamama, también quedó  convertido  en piedra.  El  único  hermano  restante  Ayar  Manco, llegó  a  Cusco  donde encontró buenas tierras, y se hundió su bastón de oro con facilidad pero no pudo retirarlo sin esfuerzos. Entusiasmados por el entorno decidieron quedarse. Ayar Manco fundó una ciudad con  el nombre de su Dios Wiracocha  y  en el nombre del Sol, esta ciudad  se llamó  Cusco (ombligo en quechua) y se convirtió en la capital del Tahuantinsuyo, el comienzo de Imperio Inca.







   Como lo expresé líneas arriba, es curioso cómo los aztecas luego de un largo peregrinaje llegan hasta el lago de Texcoco para fundar su capital. En el caso de los incas es a la inversa, si nos apoyamos en la primera leyenda, la pareja fundadora sale del lago Titicaca, luego de un largo peregrinaje llegan hasta el cerro Huanacaure, lugar donde se hunde la barreta de oro y en las inmediaciones fundan el Cusco. ¿Algún especialista habrá percibido este detalle? No tengo mayor información.











   Esto me hace recordar que hace unos siete años, más o menos, tenía planeado con una escritora mexicana crear una breve novela cada uno: ella contaría la experiencia de cómo un joven inca llega hasta Tenochtitlán. Yo contaría la experiencia de cómo un joven azteca llega al Cusco. Nos pareció fascinante la idea, pero... lástima, quedó en nada y hoy solo es un recuerdo. Aquí sale una pregunta: ambos pueblos, ¿habrán sabido uno del otro? ¿Habrán tenido algún tipo de relación? ¿Qué hubiera pasado si los ejércitos incas (o viceversa) hubieran llegado a México? No tengo respuestas.











  Continuará…







                                           Morada de Barranco, 29 de julio de 2017.






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