Levantando
la cabeza por encima del hombro vi la tierra…
Pablo Guevara
Los peruanos vivimos con
el temor constante de que ocurra un temblor o, lo que es peor, un terremoto. Por
estos días se habla mucho de que en cualquier momento ocurriría (lo que no es
novedad) un terremoto de grandísima magnitud, movimiento sísmico cuyo epicentro
sea Lima, cosa que no ocurre en nuestra capital desde el año 1974.
Hace cuarentaidós años ocurrió este sismo de
8 grados, fue un 3 de octubre, día feriado pues era aniversario del Gobierno
Revolucionario (es probable que si hubiera sido día laborable, el número de
víctimas hubiera sido mayor). El movimiento inició a las 9:21 a. m. y tuvo una
duración de un minuto y medio. Fue tremendamente destructor, Barranco, mi
morada, fue una de las zonas más afectadas. Aún recuerdo a muchas de sus calles
donde era imposible transitar pues las paredes de ambos frentes se habían
desmoronado hacia el centro de la calle. Por ahí todavía hay una que otra
huella de ese terremoto, por ejemplo, en la esquina de Unión con Bregante se
vino abajo la casa de un conocido sastre, hasta el día de hoy solo un cerco de
adobe circunda a ese terreno, nunca más se construyó una casa en esa esquina.
Por referencias sé que en 1746 ocurrió el
mayor sismo que ha soportado la capital del Perú. Su magnitud fue de 9 grados.
Quince a veinte mil fueron las víctimas fatales. El terremoto ocurrió un 28 de
octubre (nuevamente octubre), a las 10:30 p. m. Prácticamente toda Lima se vino
abajo. Media hora después ocurrió un maremoto que casi borró del mapa al puerto
del Callao, perecieron entre cuatro a cinco mil víctimas, solo sobrevivieron un
aproximado de doscientas personas.
Otro terremoto que algunos limeños todavía
recuerdan, gente muy anciana, es el ocurrido el 24 de mayo de 1940, a las 11:35
de la mañana. Su intensidad fue de 8,2 grados. Es el segundo peor terremoto
ocurrido en Lima y cuyo epicentro estuvo frente a la capital. Barranco quedó
muy afectado, pero el más afectado fue Chorrillos, más del 80% de sus casas se
vinieron abajo, este sismo prácticamente alteró el perfil arquitectónico de
este balneario que había logrado recuperarse del incendio de las huestes
chilenas allá por 1881. Luego del sismo, los muchos palacetes se vinieron abajo como naipes y en su
lugar, tiempo después, se levantaron estructuras modernas, sencillas, prácticas, nunca más Chorrillos
volvió a ser el balneario pintoresco que lo fue hasta 1940.
Debo recordar que en 1970 y en 2007
ocurrieron terremotos que afectaron de uno u otro modo a Lima, pero sus
epicentros estuvieron alejados de la capital, el de 1970 sucedió el 31 de mayo
a las 3:21 p. m. y tuvo su epicentro frente al puerto pesquero de Chimbote, en
Áncash, terremoto de 7,9 grados, el más destructivo ocurrido en el Perú, pues
estuvo acompañado de un aluvión que sepultó poblados como Yungay y Ranrahirca y
hubo 70 000 muertos aproximadamente. El de 2007 ocurrió el 15 de agosto a las
6:40 p. m. y su epicentro fue frente a Ica. Hubo aproximadamente unas 600
víctimas fatales. Este ha sido el último terremoto que experimentamos y que, curiosamente, no provocó grandes daños ni víctimas en Lima, pero sí un gran susto.
Si se tratara de elaborar una lista de
terremotos ocurridos en el Perú, la lista sería enorme, pero de eso no se
trata. Salvo el terremoto de 1746 y el 1940, todos los demás lo viví, muchas veces espantado y no era para menos. Quizá uno de los motivos de esta entrada ha sido hacer entrar en la conciencia que debemos estar preparados para un probable
terremoto de carácter catastrófico, que ha de ocurrir, que ocurrirá, lamentablemente, lo que no
sabemos es cuándo. Estar preparados, tomar las previsiones para evitar desgracias mayores, esa es
la idea. Y como dicen por aquí, con una pizca de ironía, si el terremoto nos
agarra, que nos agarre confesados.
Ya para terminar, debo contar que, a manera
de ingenua broma, suelo decir a mis alumnos, un poco para quitar el miedo a los sismos,
que si ocurriera un temblor o terremoto en plena clase, el primero que debe
salir es el profesor. Risas acompañan a la ocurrencia, aunque muy en el fondo, la preocupación no nos abandone. Otras veces cuento la pequeña historia de la Nota aquella que Salvador Díaz Mirón,
poeta mexicano, consignó en su libro Lascas,
luego de su poema Avernus, la nota
ocurrente, contada a mi manera provoca sorpresa y luego viene la risa a mandíbula batiente de los alumnos, a pesar de la
desgracia que ahí se cuenta. Estas son las líneas:
En un periódico, cuyo título no recuerdo,
leí, en la «sección de variedades», una prosa anónima, una relación
primorosamente lúgubre. Un hombre joven, hermoso, noble y rico, habitaba en
Italia un campestre palacete, en unión de su esposa, a quien adoraba, y de la
cual creía ser muy querido. La mujer era bellísima; pero pérfida como la onda.
Un terremoto sacudió la comarca, y echó abajo la opulenta mansión rústica. El
marido estaba ausente. A su vuelta, dio con las ruinas de su casa y de su
felicidad; y, haciendo enormes esfuerzos, sacó de los escombros dos cadáveres
desnudos y enlazados: el de la cónyuge y el de un amante desconocido. Y perdió
la razón.
Continuará…
Morada de Barranco,
28 de noviembre de 2016.
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