Que has muerto es verdad...
Luis Hernández
Es un día feriado, muy temprano me levanté y
me fui a la mesa con un libro que hace unos días me regalara el poeta Omar
Aramayo: Catálogo de las naves /
Antología Personal (1978-2012), del peruano Eduardo Chirinos. Abrí el libro
de casi 350 páginas al azar y empecé a leer un poema titulado Un círculo lleno de flores. Un poema
dedicado a John Lennon, el asesinado líder de la banda The Beatles, que dice
así:
Un día como hoy mataron a John Lennon.
Fue hace veintisiete años. Extraño número,
impar y terminado en siete. No es redondo, no
invita a celebrar aniversarios. A los veintisiete
estaba en el esplendor de su carrera (era la
morsa) y se daba el lujo de cantar algunas calles
que ahora nos pertenecen a todos. Juré visitar
algún día esas calles. Pero el destino, que no
sabe de juramentos, me llevó primero al Central
Park. Allí lo recuerda un círculo (siempre lleno
de flores) y en él una palabra: IMAGINE.
Comencé por el final. Siempre comencé por
el final. Escuché a los Beatles cuando se habían
disuelto, y por cobrarme diez años los vengo
escuchando casi treinta. Lo demás es historia.
George sobrevivió a las puñaladas de un loco
y dijo adiós. A Paul se le murió Linda y sobrevivió
a un divorcio. Ringo ha perdido algo de pelo,
no esa sonrisa bonachona de quien finge no
tomarse en serio. Hace veintisiete años mataron
a John Lennon. Yo tenía veinte, mi hermano
diecinueve. Los dos nos encerramos a escuchar
sus canciones y lloramos en silencio. Nunca
habíamos llorado juntos. Tal vez ni se acuerde.
Cuando lo vea voy a preguntarle.
Fue hace veintisiete años. Extraño número,
impar y terminado en siete. No es redondo, no
invita a celebrar aniversarios. A los veintisiete
estaba en el esplendor de su carrera (era la
morsa) y se daba el lujo de cantar algunas calles
que ahora nos pertenecen a todos. Juré visitar
algún día esas calles. Pero el destino, que no
sabe de juramentos, me llevó primero al Central
Park. Allí lo recuerda un círculo (siempre lleno
de flores) y en él una palabra: IMAGINE.
Comencé por el final. Siempre comencé por
el final. Escuché a los Beatles cuando se habían
disuelto, y por cobrarme diez años los vengo
escuchando casi treinta. Lo demás es historia.
George sobrevivió a las puñaladas de un loco
y dijo adiós. A Paul se le murió Linda y sobrevivió
a un divorcio. Ringo ha perdido algo de pelo,
no esa sonrisa bonachona de quien finge no
tomarse en serio. Hace veintisiete años mataron
a John Lennon. Yo tenía veinte, mi hermano
diecinueve. Los dos nos encerramos a escuchar
sus canciones y lloramos en silencio. Nunca
habíamos llorado juntos. Tal vez ni se acuerde.
Cuando lo vea voy a preguntarle.
Me gustó mucho eso de: “Comencé
por el final. Siempre comencé por / el final. Escuché a los
Beatles cuando se habían / disuelto,
y por cobrarme diez años los vengo /
escuchando casi treinta. Lo demás es historia”. Unas
horas después me puse a ver televisión y un noticiario me hizo recordar que el
día de hoy, 8 de diciembre, se cumplía un año más de la caída del avión donde pereció el
equipo completo de Alianza Lima allá por 1987 y, sorprendido, que en esta misma fecha, hace ya
treinta y cuatro años ocurrió el asesinato del músico inglés. ¿Coincidencia? No
sabría decirlo. Solo sé que el azar me llevó al poema de Chirinos, texto que
por lo demás nunca había leído.
8 de diciembre de 1980, seis de la mañana,
acompaño a mi padre por la avenida principal de Barranco, en el trayecto
pasamos por donde antes se entregaban los diarios a los canillitas (así se llaman en el Perú a los expendedores de diarios). De pronto, entre
la multitud, veo un paquete de periódicos en el suelo y una noticia que me dejó
sorprendido, consternado, incrédulo, anonadado, toda una confusión de sentimientos (como
el título de la novela de Stefan Zweig): el diario Expreso anunciaba en primera
plana con sus letras azules sobre el asesinato de John Lennon. La noticia golpeó
duramente mi corazón de adolescente de dieciséis años.
Si bien yo no era de la época de The Beatles (pues apenas si era un adolescente),
hacía unos años, muy niño, los había descubierto, y como dice el poema de Eduardo Chirinos:
“Escuché a los Beatles cuando se habían / disuelto, y por cobrarme diez
años los vengo / escuchando
casi treinta”. En realidad, ubicado ya en la actualidad, los vengo
escuchando cuarenta y cinco años. Los descubrí a inicios de los setenta (en un 45 rpm de una tía), pero
empecé a escucharlos casi religiosamente, canción por canción, disco por disco,
completamente perplejo por la perfección, el equilibrio, la arquitectura de su
música desde 1978. De tanto escucharlos, se me habían vuelto familiares, casi
de mi entorno, de ahí la razón del por qué la noticia del asesinato de Lennon
me golpeó y creo que fue la primera experiencia cercana que tuve de la presencia
acechante de la muerte. Hasta entonces a esta la veía como una posibilidad
lejana, apartada de mis predios. Estaba equivocado.
Hace unos días, lo recuerdo, tres o cuatro,
no más, mi hija me preguntó a boca de jarro: “Papá, ¿tú lloraste cuando se
murió John Lennon”. Mi respuesta fue sincera: “Sí, hija, lloré todo el día”.
Apenas lo dije, inmediatamente vino a mi memoria la tarde aquella (ya casi
noche) del 9 de diciembre de 1980, en que mi madre había recibido la visita de
una hermana suya, recuerdo que cuando mi madre me vio que no paraba de llorar, mientras escuchaba algunas
canciones de The Beatles, se me acercó y me dijo algo que detuvo mis lágrimas: “No
llores ya, guarda lágrimas para cuando me muera”. Me paralizó y un miedo más
grande me invadió y dejé de llorar, aunque la tristeza no me abandonó.
Un tiempo después, y cuando la tristeza
todavía no me había abandonado, salió publicado en el diario La República un poema de Enrique Sánchez
Hernani. En él, una voz juvenil habla con sus padres sobre la fatal noticia. Cuando lo leí, quedé sorprendido por cómo Sánchez Hernani había logrado con palabras cotidianas (ese "Oye papi Oye mami", por ejemplo) un magnífico poema que expresaba la desazón de los jóvenes ante la muerte del ídolo. El texto es el siguiente:
DESPEDIDA A JOHN LENNON EN RITMO BEAT
Oye papi Oye mami
mataron a John Lennon
vengan a ver esto
le abrieron el pecho con un abrelatas
Smith Wesson
tenía un gramófono en el corazón
les juro que lo he visto
quedó regado en el piso como un reloj descompuesto
no lo creo
es cierto viejo
los pushers entraron en huelga
subí a un bus y nadie fumaba yerba
estaban todos tranquilos
oyendo Strawberry Fields Forever
por el tocacintas
dicen que la sangre le detonó en las venas
vino el Sargento Pepper y tomó nota de los hechos
saldrá en los periódicos
llamen a George
llamen a Paul y Ringo
la música me duele
Bello poema de Sánchez Hernani que confirmaba lo que alguna vez escribiera Octavio
Paz en la Advertencia a la primera
edición de su libro Las peras del
olmo: “Todos o casi todos, nos enamoramos; solo Garcilaso convierte su amor
en églogas y sonetos. (…) El artista trasmuta su fatalidad (personal o
histórica) en un acto libre. Esta operación se llama creación; y su fruto:
cuadro, poema, tragedia”. Efectivamente, el poeta peruano había dado en el clavo, sus
veintiún versos expresaban todos esos sentimientos que el común de los mortales
no lo podía expresar con palabras, pero ahí estaba el poema de Enrique, y lo
tomé como si fuera mío, como si esas palabras fueran mis palabras, como si el
sentimiento que originó el poema fuera el mío, y lo era.
Treinta y cuatro años después, mirando todo
a la distancia, ya con la partida de George Harrison ("George sobrevivió a las puñaladas de un loco / y dijo adiós.") y con Paul y Ringo
ancianos (pero activos en la música), debo decir que la música de The Beatles me sigue
acompañando, que nunca dejaré de escucharlos, que aunque no pertenezco generacionalmente a la
década prodigiosa de los sesenta, estoy muy identificado con los Fab Four, con su
espíritu creativo e innovador, con esa mirada esperanzadora de que las cosas pueden cambiar..., en fin, que ahorita mismo estoy escuchando, mientras
escribo, el Abbey Road, ese maravilloso disco de despedida donde los cuatro (olvidando las rencillas que habían vuelto insoportable su convivencia) alcanzaron esas
cumbres adonde muy pocos llegan.
JOHN LENNON
Hay cosas que a algunos
nunca les sucede.
Un hermano mayor, por
ejemplo,
y necesitarlo y saber que
el padre gritará
y eso será definitivo,
demasiado grande
para entenderlo.
Cántale a tu hermano
mayor. Él sabe
algo que tú nunca sabrás.
Es sencillo.
Hay cosas demasiado
grandes.
Él también necesita un
hermano mayor.
Luis La Hoz
Continuará…
Morada de Barranco, 08 de
diciembre de 2014.
Buena profe, me gustó también el texto de "Despedida a John Lennon".
ResponderEliminarGracias, Miguel, por leerme y por comentar. Ese poema de Sánchez Hernani, como te habrás dado cuenta al leer la entrada, a mí también me gusta mucho. Un abrazo.
ResponderEliminarQué bello post!
ResponderEliminarGracias, Raquel. Bellos tus poemas. Un abrazo a la distancia, desde mi morada en Barranco.
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