miércoles, 15 de octubre de 2014

RESEÑAS, DEDICATORIAS Y OTROS ASUNTOS AFINES





                                                       La dedicatoria se suprime a petición de parte.
                                                                   Juan José Arreola, Palindroma




   Disfruto de unos días de vacaciones que me sirven para ponerme al día en mis lecturas, para ver todo lo relacionado con la edición de mi próximo poemario que saldrá en una semana y media, una edición muy bella y pulcra, minimalista (como los antiguos libros). Por fin veré este libro en mis manos, será como la llegada de un nuevo hijo, luego de una larga, largísima espera. Por cierto, Donde mi calle acaba está dedicado a Rita, my love, mi musa. Comentaré que justo hace un par de días llegó a mi correo la portada del libro: sencillamente encantado, contento (el collage es mío).








   Michael Ende es un escritor alemán a cuyo nombre inmediatamente se le relacionan dos títulos, en sus más de veinticinco obras publicadas, me refiero a Momo (1973) y La historia interminable (1979). Ambas obras pertenecen a lo que podría denominarse el género fantástico y están dirigidas a un público juvenil (aunque en realidad son obras para cualquiera que desee abandonarse a la lectura). El día de hoy, hojeaba un librito suyo, menos conocido que los anteriormente mencionados, pero muy bueno: El secreto de Lena (1971). No voy a comentar sobre la historia que se cuenta, quiero referirme al texto que se encuentra en las solapas del libro, es una reseña simpática, cargada de humor y con mucha espontaneidad, lo cito:


   Le gusta la pintura: Goya, Brueghel, Klee, El Bosco, y los surrealistas, como su padre, Edgar Ende, como De Chirico, como Magritte. Ama el Japón y las tortugas. Le preocupan los que se sienten prisioneros del tiempo –y del reloj-, el exceso de racionalismo, la necesidad imperiosa de consumir. Fuma en pipa, se considera un perezoso empedernido, cree fervientemente en la fantasía y afirma que ningún libro –ni siquiera los realistas- refleja la realidad, porque todos dan la visión subjetiva del autor, son frutos espléndidos de su imaginación. Admira a Shakespeare, Goldoni, Dostoievski, Stevenson, Kafka, Borges, Tolkien… Cuando se pone a escribir, solo le interesa contar una historia. Trabaja como un pintor: a partir de una idea, de la que surgen las demás, hasta llegar a la obra final, un espejo donde se reflejará el lector. Para él, escribir es toda una aventura. Su nombre es Michael Ende.















   Fantástico, en pocas líneas toda, o casi toda, la personalidad del autor alemán fallecido en 1995. Luego de la lectura de esta fresca reseña, recordé algunos textos curiosos (llámense reseñas, dedicatorias, advertencias…) de ciertos libros de autores peruanos. El primero que se me viene al recuerdo es uno de José Santos Chocano, El Cantor de América, quien en su libro Alma América, de 1906, colocó esta advertencia: 




Téngase por no escritos cuantos libros de poesía aparecieron antes con mi nombre.



De un plumazo se deshacía de los ocho libros ya publicados… aunque después no tendría inconveniente alguno para escoger algunos de esos poemas desestimados y ya corregidos volverlos a publicar en su siguiente libro que tituló con arrogancia: Fiat Lux (1908).










   Como no se trata de citar de manera exhaustiva, supongo que olvidaré algunos casos, pero uno que se viene a la memoria es Carlos Oquendo de Amat, autor de un solo libro: el mítico 5 Metros de Poemas (1927). Como se sabe, este libro vanguardista expresa de manera sutil e irónica una gran crítica al sistema capitalista desde el mismo título (esa necesidad imperiosa de consumir, como decía Ende). Si analizamos el sugestivo título del poemario, caeremos en la cuenta que Oquendo alude con humor a que la misma poesía podría venderse por metros como cualquier otro artículo mensurable.  En este maravilloso “libro objeto”, cuya dimensión aproximada a los cinco metros aludiría también a la cinta de proyección de una película, se encuentra esta dedicatoria delicada, amorosa, tierna:



Estos poemas inseguros como mi
                                        primer hablar dedico a mi madre




y luego en la siguiente ¿página? (recuérdese que el cuerpo del libro es una cinta plegada) encontramos esta recomendación fresca y juguetona:



abra el libro como quien pela una fruta (respeto la ortografía)



 Grande, Oquendo, como dicen los futboleros.













   Un compañero generacional, gran amigo de Oquendo, Xavier Abril, publicó en 1931 un libro con prosas poéticas titulado Hollywood (todavía falta estudiar los vasos comunicantes entre La Casa de Cartón y el libro de Abril), este libro vanguardista, impregnado con las influencias del cine, tiene en la portada un grabado de la gran pintora surrealista Maruja Mallo (nada menos que colaboradora de Dalí y Buñuel en Un perro andaluz). El libro tiene bajo el título de ACLARACIÓN Y ESPERANZA el siguiente texto que en algo hace recordar la advertencia de Chocano:


Doy por no escrito este libro. Mejor
dicho: acaba de morir.
En cierto modo, el público es
su autor responsable.











   Damos un gran salto en el tiempo y nos ubicamos en la década del 70. Año 1974, Vladimir Herrera, poeta puneño afincado en el Cuzco, publica su libro Mate de Cedrón. En la contraportada del libro, junto a una foto del poeta en la plaza San Francisco de Lima, se encuentra un texto muy ocurrente a manera de reseña. Texto que, según me enteré hace muy poco, fue creado por el poeta chileno Jorge Teillier, grandísimo honor:



   Vladimir Herrera nació en Lampa en 1950 bajo el signo de Sagitario. Paseó por las universidades de Cuzco, San Marcos, La Católica y el Pedagógico de Santiago de Chile escuchando hablar de Derecho y Antropología. Su flor preferida es el Crisantemo, su número de suerte el 13, el libro que le recomienda leer a los poetas mayores: “La Condición Humana. “Haraui”, “El Comercio”, “Eros”, han publicado sus poemas. Espera que para 1990 este libro se haya agotado.


   Es curioso, pero hacia el año 92 o 93, en una feria de libro en Barranco, Willy Gómez Migliaro y yo encontramos dos ejemplares de Mate de Cedrón, los compramos para luego asistir a la presentación de un libro en la ya desaparecida librería El Portal de Barranco. Entonces todavía se podía encontrar ejemplares de ese libro plomo plata, hoy es casi imposible. Se cumplió el deseo del autor, aunque con una diferencia de años.










   Según contó Róger Santibáñez a una mancha de poetas del 90, Luis Alberto Castillo era llamado Geniecillo Dominical de la Poesía. Gracioso apelativo que celebramos con sonrisas una noche en la Plaza Municipal de Barranco, luego de que culminara una fecha del ciclo de recitales que con Willy y Pablo llamamos Jueves será... El poeta piurano publicó en 1977 su breve poemario titulado Melibea & otros poemas (donde justamente está ese bello poema Melibea negada por las palomas…). Aún me llama la atención las dimensiones del libro: 11,5 X 17 centímetros, de pasta amarilla. En la contraportada se encuentran estas líneas que en su momento celebré e hice mías:


   En el poema la única realidad es el lenguaje: la idea al servicio de la poesía y no la poesía al servicio de la idea.
   Escribo no en función de libros sino del poema como una totalidad independiente de otros textos. Pero no soy culpable si después pienso lo contrario: sucede que ahora lo más importante es escribir, escribir, escribir… todo lo demás es accesorio.
   Vivir es también accesorio.










   Comienzo de los 80, para mayor precisión: 1981. Carmen Ollé publica su primer libro: Noches de Adrenalina, libro que hasta el día de hoy consagra a Ollé como una de las grandes poetas de nuestra poesía. En la contratapa ella escribe estas líneas confesionales con las que muchas mujeres se identificaron:


   No escribo sino para extirpar algunas obsesiones, para hurgar en la desolación de la infancia y pulverizar o comprender el pasado. A través de la línea confesional  de Leiris y Bataille quiero llegar a mirarme y abolir complejos y vergüenzas, en la creencia permanente en el valor de las mujeres.





  






   Ese mismo año 81, un joven sanmarquino publica su primer libro, ganador de los Juegos Florales – San Marcos 1980. Hablo de José Antonio Mazzotti y de su libro Poemas no recogidos en libro. El libro tiene la particularidad de tener en la contratapa no una foto sino cuatro fotos del autor, curiosidad que no he vuelto a ver en otro libro. En la carátula del libro hay una recomendación entre paréntesis, recomendación que no sé por qué me recuerda un poco (salvando distancias y extensiones) a ese TABLERO DE DIRECCIÓN de Rayuela: “A su manera este libro es muchos libros…”, cito:



(léase este libro de todas las formas que el título sugiera)













   Hacia 1982, Pedro Escribano publicó su libro Manuscrito del viento, desde entonces, según sé, lo ha reeditado varias veces. Este breve libro tiene una dedicatoria contundente dirigida al padre que dice:


                                                       A mi padre,
 hermoso y rotundo como una patada.












   Mariela Dreyfus publicó su primer libro en 1984: Memorias de Electra. Es un poemario delgado, en realidad una plaquette, de apenas doce poemas donde indaga sobre su cuerpo, su sexualidad, temas muy en boga por esos años entre muchas poetas peruanas. El libro concluye con un par de líneas que me llevaron a pensar en una cierta jactancia juvenil del acto creativo, o tal vez solo fuera un dato informativo, en todo caso, solo la poeta lo sabe:


Estos poemas fueron escritos entre
los 20 y los 22 años, en la ciudad de Lima.











   Año 1991, una joven e irreverente Montserrat Álvarez publica su libro negro titulado Zona Dark. Bajo una foto en contrapicada, donde se ve a Montsserrat que echa el humo de un cigarrillo, hay un breve texto escrito de puño y letra como si fuera con tiza blanca sobre una pizarra negra que dice lo siguiente:


                                           En el año de 1991,
           fecha de tantas muertes y nacimientos,
         yo, la bien o mal llamada Montsserrat,
por todos conocida y deplorada,
                      decidí escribir, para las humanidades venideras,
                      unas líneas que no significan nada en absoluto.













   Debo suponer que deben haber más casos curiosos, solo he consignado los de autores peruanos, los que recordé y los que estaban a la mano. Mientras tanto, ya para concluir esta entrada, debo confesar que ya escribí mi reseña, la que saldrá en mi libro en unos días, no fue sencillo, luego de larga brega lo pude terminar y obviamente no diré qué escribí, esa será una pequeña sorpresa. Espero.







   Continuará…




                                            Morada de Barranco, 15 de octubre de 2014.




   

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