sábado, 21 de junio de 2014

FÚTBOL Y POESÍA: PRIMER TIEMPO

      




                                                     La pelota es otro jugador. (No lo saben los “sportmans”).
                                                                                                                        Xavier Abril




   Desde pequeño siempre llamó mi atención ese rectángulo verde donde veintidós individuos dibujaban líneas increíbles.
   Desde pequeño siempre llamó mi atención ese rectángulo blanco donde un individuo dibujaba líneas igualmente increíbles.
   Los años han pasado, el niño es ahora un hombre, que fiel a sus afectos, aún se sorprende y maravilla con los trazos en esos dos rectángulos: el de la cancha y el de la hoja de papel, fútbol y poesía, pelota y pluma, extrañamente hermanados, allí donde todo hace suponer los más claros y definitivos antagonismos.
   Pero, ¿qué puede tener en común el griterío enfervorizado y los movimientos bruscos de un espectador de fútbol con la actitud silenciosa, casi inmóvil, reposada de un devoto lector de Eguren? ¿Habrá algún punto en común entre un joven atleta dispuesto a los más inverosímiles saltos y piruetas con el de un, casi siempre, tímido poeta dispuesto a atrapar la palabra con la pluma en la mano?
   Sin embargo, entre ellos hay algo en común: la pasión. Porque ¿qué puede explicar que alguien, por ejemplo, sea hincha de un equipo negado a los triunfos? ¿Qué sino la pasión? ¿Qué puede explicar que alguien escriba o lea poesía cuando sabe en sus fueros internos que esta actividad no podrá solucionar jamás (seamos sinceros) sus necesidades materiales? ¿Qué sino la pasión?
   La pasión, ese fuego intenso que nos lleva al grito liberador o al más cerrado silencio…

   Corría el año de 1990 o 1991 (no lo tengo claro) cuando escribí las líneas anteriores. Me había propuesto, entonces, recopilar poemas cuyo tema era el fútbol. Durante un buen tiempo estuve en esos afanes, buscando y rebuscando en libros, revistas, periódicos aquellos poemas con esa temática, sin embargo el asunto se enfrió y todos esos papeles, archivados en un fólder, se refundieron en alguna de esas cajas donde suelo guardar un sinfín de materiales.




      Hace unos días, buscaba algunos recortes periodísticos sobre otro asunto, de pronto, entre la papelería, me topé con el mencionado fólder añoso (pasta de cartulina amarilla, fáster oxidado, hojas otoñales), el azar intervenía providencialmente justo cuando el mundial de Brasil está en marcha y la pasión por el fútbol crece en nuestros corazones, a pesar de que la selección de mi país no participa (triste sino el de nuestro fútbol).




   Revisar tamaña reliquia fue como abrir una pequeña puerta al pasado, estornudos aparte, ante mis ojos desfilaron las imágenes de un veintiañero ocupado en asuntos que eran (y son) su pasión: la poesía y el fútbol (los otros son la música y el cine). Entre las muchas hojas amarillentas, tipeadas la mayoría en máquina de escribir y fotocopias otras, estaba la hoja donde escribí a mano el texto que, supongo, iba a servir como una especie de prólogo para el libro que tenía pensado proponer a alguna editorial interesada. 





   Muchos años después me atrevo a rescatarlo, así, con todas sus imperfecciones más que virtudes, sin concluir, aunque quizá, lo mejor de todo sea los once poemas (mismo equipo de fútbol) que incluyo en esta entrada, once poemas escritos por diversos poetas del mundo entero, todos ellos con algo en común: el fútbol, pasión que no principia ni fenece, como decía el gran Martín Adán.



  

POLIRRITMO DINÁMICO A GRADÍN JUGADOR DE FOOT BALL


Palpitante y jubiloso
como el grito que se lanza de repente a un aviador
todo así claro y nervioso,
yo te canto, ¡oh jugador maravilloso!
que hoy has puesto el pecho mío como un trémulo tambor.
Ágil
fino,
alado,
eléctrico,
repentino,
delicado,
fulminante,
yo te vi en la tarde olímpica jugar.
Mi alma estaba oscura y torpe de un secreto sollozante,
pero cuando rasgó el pito emocionante
y te vi correr... saltar...
Y fue el ¡hurra! y la explosión de camisetas
tras el loco volatín de la pelota,
y las oes y las zetas,
del primer fugaz encaje
de la aguja de colores de tu cuerpo en el paisaje,
otro nuevo corazón de proa ardiente,
cada vez menos despacio
se me puso a dar mil vueltas en el pecho de repente.
Y te vi Gradín,
bronce vivo de la múltiple actitud,
zigzagueante espadachín
del goalkeaper cazador
de ese pájaro violento
que le silba la pelota por el viento
y se va, regresa, y cruza con su eléctrico temblor
¡Flecha, víbora, campana, banderola!
¡Gradín, bala azul y verde! ¡Gradín, globo que se va!
Billarista de esa súbita y vibrante carambola
que se rompe en las cabezas y se enfila más allá...
y discóbolo volante,
pasas uno...
dos...
tres... cuatro...
siete jugadores...
La pelota hierve en ruido seco y sordo de metralla,
se revuelca una epilepsia de colores
y ya estás frente a la valla
con el pecho... el alma... el pie...
y es el tiro que en la tarde azul estalla
como un cálido balazo que se lleva la pelota hasta la red.
¡Palomares! ¡Palomares!
de los cálidos aplausos populares...
¡Gradín, trompo, émbolo, música, bisturí, tirabuzón!
(¡Yo vi tres mujeres de esas con caderas como altares
palpitar estremecidas de emoción!)
¡Gradín! róbale al relámpago de tu cuerpo incandescente
que hoy me ha roto en mil cometas de una loca elevación,
otra azul velocidad para mi frente
y otra mecha de colores que me vuele el corazón.
Tú que cuando vas llevando la pelota
nadie cree que así juegas;
todos creen que patinas,
y en tu baile vas haciendo líneas griegas
que te siguen dando vueltas con sus vagas serpentinas.
¡Pez acróbata que al ímpetu del ataque más violento
se escabulle, arquea, flota,
no lo ve nadie un momento,
pero como un submarino sale allá con la pelota...!
Y es entonces cuando suena la tribuna como el mar:
todos grítanle: ¡Gradín!, ¡Gradín!, ¡Gradín!
Y en el ronco oleaje negro que se quiere desbordar,
saltan pechos, vuelan brazos y hasta el fin
todos se hacen los coheteros
de una salva luminosa de sombreros
que se van hasta la luna a gritarle allá: ¡Gradín!, ¡Gradín!, ¡Gradín!

                                                                  Juan Parra del Riego (Perú)





ODA A PLATKO


Ni el mar,
que frente a ti saltaba sin poder defenderte.
Ni la lluvia. Ni el viento, que era el que más rugía.
Ni el mar, ni el viento, Platko,
rubio Platko de sangre,
guardameta en el polvo,
pararrayos.
No nadie, nadie, nadie.
Camisetas azules y blancas, sobre el aire.
Camisetas reales,
contrarias, contra ti, volando y arrastrándote.
Platko, Platko lejano,
rubio Platko tronchado,
tigre ardiente en la yerba de otro país.
¡Tú, llave, Platko, tu llave rota,
llave áurea caída ante el pórtico áureo!
No nadie, nadie, nadie,
nadie se olvida, Platko.
Volvió su espalda al cielo.
Camisetas azules y granas flamearon,
apagadas sin viento.
El mar, vueltos los ojos,
se tumbó y nada dijo.
Sangrando en los ojales,
sangrando por ti, Platko,
por ti, sangre de Hungría,
sin tu sangre, tu impulso, tu parada, tu salto
temieron las insignias.
No nadie, Platko, nadie,
nadie se olvida.
Fue la vuelta del mar.
Fueron diez rápidas banderas
incendiadas sin freno.
Fue la vuelta del viento.
La vuelta al corazón de la esperanza.
Fue tu vuelta.
Azul heróico y grana,
mando el aire en las venas.
Alas, alas celestes y blancas,
rotas alas, combatidas, sin plumas,
escalaron la yerba.
Y el aire tuvo piernas,
tronco, brazos, cabeza.
¡Y todo por ti, Platko,
rubio Platko de Hungría!
Y en tu honor, por tu vuelta,
porque volviste el pulso perdido a la pelea,
en el arco contrario al viento abrió una brecha.
Nadie, nadie se olvida.
El cielo, el mar, la lluvia lo recuerdan.
Las insignias.
Las doradas insignias, flores de los ojales,
cerradas, por ti abiertas.
No nadie, nadie, nadie,
nadie se olvida, Platko.
Ni el final: tu salida,
oso rubio de sangre,
desmayada bandera en hombros por el campo.
¡Oh, Platko, Platko, Platko
tú, tan lejos de Hungría!
¿Qué mar hubiera sido capaz de no llorarte?
Nadie, nadie se olvida,
no, nadie, nadie, nadie.

                                                         Rafael Alberti (España)





CONTRAODA DEL POETA DE LA REAL SOCIEDAD


Y recuerdo también nuestra triple derrota
en aquellos partidos frente al Barcelona
que si nos ganó, no fue gracias a Platko
sino por diez penaltis claros que nos robaron.
Camisolas azules y blancas volaban
al aire, felices, como pájaros libres,
asaltaban la meta defendida con furia
y nada pudo entonces toda la inteligencia
y el despliegue de los donostiarras
que luchaban entonces contra la rabia ciega
y el barro, y las patadas, y un árbitro comprado.
Todos lo recordamos y quizá más que tú,
mi querido Alberti, lo recuerdo yo,
porque estaba allí, porque vi lo que vi,
lo que tú has olvidado, pero nosotros siempre
recordamos: ganamos. En buena ley, ganamos
y hay algo que no cambian los falsos resultados.

                                               Gabriel Celaya (España)





EL ÁNGEL DE LAS PIERNAS CHUECAS


A un pase de Didí, Garrincha avanza
con el cuero en los pies, el ojo atento,
driblea una vez, y dos, luego descansa
cual si midiera el riesgo del momento.

Tiene el presentimiento, va y se lanza
más rápido que el propio pensamiento,
driblea dos veces más, la bola danza
feliz entre sus pies, ¡los pies del viento!

En éxtasis, la multitud contrita,
en un acto de muerte se alza y grita
en unísono canto de esperanza.

Garrincha, el ángel, oye y dice: "¡Goooool!"
Es pura imagen: la G patea a la O
dentro del arco, la L es pura danza.

                            Vinicius de Moraes (Brasil)
                          (Versión de Orlando Granda)






ELEGÍA AL GUARDAMETA


                                A Lolo, sampedro joven en la portería del cielo de Orihuela.


Tu grillo, por tus labios promotores,
de plata compostura,
árbitro, domador de jugadores,
director de bravura,
¿no silbará la muerte por ventura?

En el alpiste verde de sosiego,
de tiza galonado,
para siempre quedó fuera del juego
sampedro, el apostado
en su puerta de cáñamo añudado.

Goles para enredar en sí, derrotas,
¿no la mundial moscarda?
que zumba por la punta de las botas,
ante su red aguarda
la portería aún, araña parda.

Entre las trabas que tendió la meta
de una esquina a otra esquina
por su sexo el balón, a su bragueta
asomado, se arruina,
su redondez airosamente orina.

Delación de las faltas, mensajeras
de colores, plurales,
amparador del aire en vivos cueros,
en tu campo, imparciales
agitaron de córner las señales.

Ante tu puerta se formó un tumulto
de breves pantalones
donde bailan los príapos su bulto
sin otros eslabones
que los de sus esclavas relaciones.

Combinada la brisa en su envoltura
bien, y mejor chutada,
la esfera terrenal de su figura
¡cómo! fue interceptada
por lo pez y fugaz de tu estirada.

Te sorprendió el fotógrafo el momento
más bello de tu historia
deportiva, tumbándote en el viento
para evitar victoria,
y un ventalle de palmas te aireó gloria.

Y te quedaste en la fotografía,
a un metro del alpiste,
con tu vida mejor en vilo, en vía
ya de tu muerte triste,
sin coger el balón que ya cogiste.

Fue un plongeón mortal. Con ¡cuánto! tino
y efecto, tu cabeza
dio al poste. Como un sexo femenino,
abrió la ligereza
del golpe una granada de tristeza.

Aplaudieron tu fin por tu jugada.
Tu gorra, sin visera,
de tu manida testa fue lanzada,
como oreja tercera,
al área que a tus pasos fue frontera.

Te arrancaron, cogido por la punta,
el cabello del guante,
si inofensiva garra, ya difunta,
zarpa que a lo elegante
corroboraba tu actitud rampante.

¡Ay fiera!, en tu jaulón medio de lino,
se eliminó tu vida.
Nunca más, eficaz como un camino,
harás una salida
interrumpiendo el baile apolonida.

Inflamado en amor por los balones,
sin mano que lo imante,
no implicarás su viento a tus riñones,
como un seno ambulante
escapado a los senos de tu amante.

Ya no pones obstáculos de mano
al ímpetu, a la bota
en los que el gol avanza. Pide en vano,
tu equipo en la derrota,
tus bien brincados saques de pelota.

A los penaltys que tan bien parabas
acechando tu acierto,
nadie más que la red le pone trabas,
porque nadie ha cubierto
el sitio, vivo, que has dejado, muerto.

El marcador, al número al contrario,
le acumula en la frente
su sangre negra. Y ve el extraordinario,
el sampedro suplente,
vacío que dejó tu estilo ausente.

                               Miguel Hernández (España)






LOS JUGADORES


Juegan, juegan.
Agachados, arrugados, decrépitos.

Este hombre torvo
junto a los mares de su patria, más lejana que el sol,
cantó bellas canciones.

Canción de la belleza de la tierra,
canción de la belleza de la Amada,
canción, canción
que no precisa fin.

Este otro de la mano en la frente,
pálido como la última hoja de un árbol,
debe tener hijas rubias
de carne apretada,
granada,
rosada.

Juegan, juegan.

Los miro entre la vaga bruma del gas y el humo.
Y mirando estos hombres sé que la vida es triste.

                                               Pablo Neruda (Chile)





EL FÚTBOL BRASILEÑO EVOCADO
             DESDE EUROPA


El balón no es el enemigo
como el toro en una corrida;
y siendo solo un utensilio
casero y que se usa sin riesgo,
no es el utensilio impersonal
siempre manso, de gesto usual:
es un utensilio semivivo
de reacciones propias como animal,
y que, como animal, es necesario
(más que animal, como mujer)
usar con malicia y cuidado
dando a los pies astucias de mano.

                             Joao Cabral de Melo Neto (Brasil)
                                 (Versión de Orlando Granda)






EL BALÓN DE FÚTBOL


Tener un balón, Dios mío.
Qué planeta de fortuna.
Vamos a los Arenales:
cinco hectáreas de desierto,
cuadro y recuadro del puerto.
Qué olor la Tabacalera.
-Suelta ya el balón, Incera.
-No somos once. -No importa.
Si no hay eleven hay seven.
Qué elegante es el inglés:
decir sportman, team, back;
gritar goal, córner, penalty.
(Aún no se ha abierto el Royalty.)
-Marca tú la portería:
Textos y guardarropía.
-Somos siete contra siete.
Un portero y un defensa,
dos medios, tres delanteros;
eso se llama la uve.
Y a jugar. Vale la carga.
Pero no la zancadilla.
Yo miedo nunca lo tuve.
(Una brecha en la espinilla).

Ya se desinfla el balón.
Sopla tú fuerte la goma.
Ata ya el cuero marrón.
El de badana en colores
déjase a los menores
para botar con la mano.

-Mañana a la Magdalena
a jugar contra el "Piquio".
Y al "Plazuela", desafío.

Tener un balón, Dios mío.

                Gerardo Diego (España)



  

FÚTBOL


               A Vicente y a Lorenzo


juega con la tierra
como con una pelota

báilala
estréllala
reviéntala

no es sino eso la tierra

tú en el jardín
mi guardavalla mi espantapájaros
mi atila mi niño

la tierra entre tus pies
gira como nunca
prodigiosamente bella

                                Blanca Varela (Perú)





HOY TU TIEMPO ES REAL



                                             A Diego Armando Maradona


Hoy tu tiempo es real, nadie lo inventa
Y aunque otros olviden tus festejos
Las noches sin amos quedaron lejos
Y lejos el pesar que desalienta.

Tu edad de otras edades se alimenta
No importa lo que digan los espejos
Tus ojos todavía no están viejos
Y miran, sin mirar, más de la cuenta

Tu esperanza ya sabe su tamaño
Y por eso no habrá quien la destruya
Ya no te sentirás solo ni extraño.

Vida tuya tendrás y muerte tuya
Ha pasado otro año, y otro año
Les has ganado a tus sombras, aleluya.

                             Mario Benedetti (Uruguay)





TRES MOMENTOS


De carrera salís al centro del terreno,
a las tribunas saludáis primero.
Luego, lo que después
sucede -que os volvéis a la otra parte,
la que más negra hierve-, no se puede
decir, es algo que no tiene nombre.

El portero pasea arriba y abajo
como un centinela.
El peligro está lejos aún.
Pero si un torbellino lo acerca, oh, entonces,
una fiera joven se agazapa
y alerta espía.

Fiesta en el aire, en cada calle fiesta.
Si dura poco, ¡qué importa!
Ni una ofensa pasó nuestra puerta,
los gritos se cruzaban como rayos.
Y vuestra gloria, once muchachos,
como un río de amor adorna Trieste.
  
                                 Umberto Saba (Italia)
                    (traducción de Jesús López Pacheco)






   Continuará…



                                                        Morada de Barranco, 22 de junio de 2014.




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