Todos somos soñadores; ninguno sabe quién es.
Louise Glück
No voy a escribir mucho en esta oportunidad. Quiero solo expresar la agradable sorpresa (y ahora admiración) que fue descubrir la poesía de Louise Glück, la reciente ganadora del Premio Nobel de Literatura. Reconozco mi absoluta ignorancia con respecto a su obra hasta que sucedió lo del premio. Desde entonces, cargado de curiosidad y afanes por adentrarme en su obra, empecé a buscar poemas suyos, información bibliográfica, biográfica, fotos, en fin, todo aquello que me hiciera conocerla más.
Y la encontré, hay mucha información sobre ella y sobre su poesía. Louise Glück, como es obvio, no es una poeta que recién se inicia, tiene una sólida obra poética expresada en los once o doce (no lo tengo claro) libros de poemas, parte de su obra está traducida al castellano, incluso hay algunos peruanos que se abocaron a esa labor (pienso en Eduardo Chirinos Arrieta, Miluska Benavides o Eduardo Urdanivia). El reciente premio me ha hecho descubrir a una (nunca tan pertinente la expresión) gran poeta. Algo que agradezco.
Debo decir que su poesía me entusiasma, cada texto suyo es un deslumbramiento en el que me rindo ante su palabra de aparente sencillez. Entre otras cosas me sorprendo cuando nos habla de su mundo cotidiano, interno, privado, ventilado en palabras que nos conducen hacia algo mayor que nos atañe a todos, por eso siento que en su poesía me reconozco. Alguna vez ella escribió: "Cuando lees algo que merece recordarse, liberas una voz humana: devuelves al mundo un espíritu compañero. Yo leo poemas para escuchar esa voz. Escribo para hablar a aquellos a quienes he escuchado”.
Fue Octavio Paz quien alguna vez escribió: “Todos, o casi todos, nos enamoramos; solo Garcilaso convierte su amor en églogas y sonetos. (…) El artista trasmuta su fatalidad (personal o histórica) en un acto libre. Esta operación se llama creación; y su fruto: cuadro, poema… Toda creación transforma las circunstancias personales o sociales en obras insólitas. El hombre es el olmo que da siempre peras increíbles”. Es lo que sucede con la poesía de Louise Glück.
Quiero, para terminar, mostrar una breve selección de trece de sus poemas para conocer algo más (o mucho más) a esta brillante poeta.
CONFESIÓN
Decir que no tengo miedo
No sería verdad.
Temo a la enfermedad y a la humillación.
Como cualquiera, tengo mis sueños.
Pero he aprendido a ocultarlos,
A protegerme
Del éxito: Toda felicidad
Atrae la ira de las Parcas
Son hermanas y son salvajes
Al final, no tienen
Emociones sino envidia.
(Traducción de Eduardo Urdanivia)
ENCRUCIJADA
Cuerpo mío; ahora que sé que no viajaremos juntos mucho tiempo más
empiezo a sentir una ternura nueva hacia ti, cruda y casi desconocida,
como aquello que recuerdo del amor cuando era joven
amor que era con frecuencia tonto en sus objetivos
pero nunca en sus opciones ni en su intensidad.
Exigiendo en demasía por adelantado, cosas que no podían prometerse.
Mi alma ha sido tan temerosa, tan violenta:
Perdona su brutalidad.
Como si fuera esa alma, mi mano te recorre con cautela,
sin querer ofenderte
pero ansiosa, finalmente, de alcanzar expresión como sustancia
no extrañaré la tierra
sino a ti.
(Traducción de Eduardo Urdanivia)
NIEVE DE PRIMAVERA
Mira el cielo nocturno:
en mí poseo dos personas, dos clases de poder.
Estoy aquí contigo, en la ventana,
observando tu reacción. Ayer
la luna se alzó sobre la tierra mojada del jardín.
Hoy la tierra brilla igual que la luna,
como materia muerta, encostrada de luz.
Ahora puedes ya cerrar los ojos.
He escuchado tus llantos, también
los llantos anteriores a los tuyos,
y he sido sensible a sus demandas.
Te mostré lo que querías:
no la convicción sino el sometimiento
a la autoridad, que descansa en la violencia.
(Traducción
de Eduardo Chirinos Arrieta)
LAMIUM
Así se vive cuando tienes un corazón helado.
Como yo: entre sombras, arrastrándose sobre la roca fría,
bajo las copas inmensas de los arces.
El sol apenas me alcanza.
A veces, al comenzar la primavera, lo veo elevarse a lo lejos.
Luego crecen las hojas sobre él, hasta cubrirlo todo.
Siento su brillo entre las hojas, vacilante,
como quien golpea un vaso con una cuchara de metal.
No todos necesitan de la luz
en igual medida. Algunos
creamos nuestra propia luz: una hoja plateada
como un sendero que nadie puede recorrer, un lago de plata
poco profundo bajo la oscuridad de los arces.
Pero esto ya lo sabes.
Tú y aquellos que piensan
que viven por la verdad, y en consecuencia,
aman todo lo que es frío.
(Traducción de Eduardo Chirinos Arrieta)
MAITINES
Perdóname
si digo que te amo: a los poderosos
se les engaña siempre, los
débiles
son siempre manejados por el miedo. No puedo amar
lo
que no puedo concebir, y tú no revelas
virtualmente nada:
¿acaso te asemejas al espino,
siempre la misma cosa en el mismo
lugar,
o a la dedalera inconsistente, que brota primero
como
espiga rosada en la ladera, junto a las margaritas,
y al año
siguiente es púrpura en el rosedal? Ya ves
lo inútil que es
este silencio que promueve en nosotros la creencia
en que tú
puedes ser todas las cosas, la dedalera y el espino, la
vulnerable
rosa, la terca margarita; nada nos queda sino
pensar
que no podrías existir. ¿Es eso lo que quieres
que
pensemos? , ¿lo que explica el silencio esta mañana,
los
grillos cuyas alas no se frotan, los gatos
que en el patio no
pelean?
(Traducción
de Eduardo Chirinos Arrieta)
EL TRIUNFO DE AQUILES
En
la historia de Patroclo
nadie sobrevive, ni siquiera
Aquiles
quien era casi un dios.
Patroclo se parecía a él:
usaban
la misma armadura.
Siempre
en estas amistades
uno sirve al otro, uno es menos que el
otro:
la jerarquía
es siempre aparente, aunque las
leyendas
no pueden ser confiables;
la fuente es quien
sobrevive,
quien ha sido abandonado.
¿Qué
importarían los barcos griegos en llamas
comparados con esta
pérdida?
En
su tienda, Aquiles
se lamentaba con todo su ser
y los
dioses observaban
que
era ya un hombre muerto, víctima
de la parte que más
amaba,
una parte mortal.
(Traducción de Miluska Benavides)
MÚSICA CELESTIAL
Tengo
una amiga que aún cree en el cielo.
No es tonta, incluso con
todo lo que sabe, literalmente habla con Dios.
Piensa que
alguien escucha en el cielo.
En la tierra es inusualmente
competente,
valiente también, dispuesta a enfrentar la
adversidad.
Encontramos
en el suelo una oruga en agonía: las hambrientas hormigas trepaban
sobre ella.
Me conmueve siempre el desastre, siempre dispuesta a
resistirme a la vitalidad,
aunque también con timidez, lista
para cerrar los ojos;
mientras mi amiga podía esperar y dejar
que los eventos pasaran
según la naturaleza. Para mi consuelo,
ella intervino
quitando algunas hormigas encima del animal
caído, y la puso
al lado del camino.
Mi
amiga dice que yo cierro mis ojos a Dios, que solo eso explica
mi
aversión a la realidad. Dice que soy como un niño que entierra su
cabeza en la almohada
para no ver, el niño que se dice a sí
mismo
que la luz produce tristeza.
Mi amiga es como la
madre. Paciente, exhortando a
que me despierte adulto como ella,
una persona osada.
En
mis sueños, mi amiga me reprocha. Estamos yendo
por el mismo
camino, aunque ahora es invierno;
me está diciendo que cuando
uno ama al mundo escucha la música celestial:
mira arriba,
dice. Cuando miro arriba, no hay nada.
Solo nubes, nieve, un
blanco movimiento en los árboles
como novias saltando a gran
altura.
Entonces temo por ella; la veo
atrapada en una red
puesta intencionalmente sobre la tierra.
En
la realidad, nos sentamos al lado del camino, viendo el sol caer;
de
rato en rato un canto de pájaro atraviesa el silencio.
En este
momento ambas tratamos de explicar el hecho de
que estamos en
paz con la muerte y la soledad.
Mi
amiga dibuja un círculo en la tierra; dentro, la oruga no se
mueve.
Siempre está tratando de hacer algo definitivo, hermoso,
una imagen
que exista separada de ella.
Nos quedamos muy
calladas. Es muy tranquilo sentarse aquí, sin hablar, la
composición
fija, el camino que se vuelve oscuro de repente, el
aire
que se enfría, aquí y allá las rocas brillan y
relumbran.
Esta es la quietud que ambas amamos.
El amor de
la forma es el amor de los finales.
(Traducción de Miluska Benavides)
PRIMER RECUERDO
Hace mucho me hirieron. Viví
para vengarme
de mi padre, no
por lo que fue
sino por lo que era yo:
desde el principio de los tiempos,
en la infancia, pensé
que el dolor significaba
que no era amada.
Significaba que yo amaba.
LA DECISIÓN DE ODISEO
El
gran hombre le da la espalda a la isla.
Su muerte no sucederá
ya en el paraíso
ni volverá a oír
los laudes del paraíso
entre los olivos,
junto a las charcas cristalinas bajo los
cipreses.
Da
comienzo ahora el tiempo en el que oye otra vez
ese latido que
es la narración
del mar, al alba cuando su atracción es más
fuerte.
Lo que nos trajo hasta aquí
nos sacará de aquí;
nuestra nave
se mece en el agua teñida del puerto.
Ahora
el hechizo ha concluido.
Devuélvele su vida,
mar que sólo
sabes avanzar.
MADRE E HIJO
Todos
somos soñadores; ninguno sabe quién es.
Alguna máquina
nos hizo; la máquina del mundo,
la familia que
restringe.
Después, de vuelta al mundo, pulidos por suaves
látigos.
Soñamos; no recordamos.
La máquina
de la familia: pelaje oscuro,
selvas del cuerpo de la madre.
La
máquina de la madre: blanca ciudad dentro de ella.
Y
antes de eso: tierra y aire.
Musgo entre las piedras, briznas de
hojas y de hierba.
Y antes, células en una gran
oscuridad.
Y antes de eso, el mundo tras un velo.
Para
esto naciste: para silenciarme.
Células de mi madre y de mi
padre, llegó el momento
de ser fundamentales, de ser la obra
maestra.
Yo improvisé, nunca recordé.
Ahora es tu
turno de entrar en acción;
tú eres el que pide saber:
¿Por
qué sufro? ¿Por qué soy ignorante?
Células en una gran
oscuridad.
Alguna máquina nos hizo;
es tu turno ahora de
exigirle, de volver a preguntarle:
¿para qué existo? ¿Para
qué existo?
(Traducción de Mirta Rosenberg)
LA CANCIÓN DE PENÉLOPE
Pequeña
alma, siempre desvestida,
haz esto que te ordeno, trepa
por
los estantes de las ramas del abeto;
aguarda en la copa, atenta,
como un
centinela o un vigía. Pronto llegará a casa;
te
corresponde a ti ser
generosa. Tampoco tú has sido del
todo
perfecta; con tu problemático cuerpo
has hecho cosas
de las que no deberías
hablar en los poemas. Así que
llámalo
a través del mar abierto, del mar resplandeciente
con tu
canción oscura, con tu avariciosa,
forzada canción:
apasionada,
como María Callas. ¿Quién
no te desearía?
¿A qué apetito
demoniaco no corresponderías? Pronto
regresará
de allí por donde transcurra su viaje,
bronceado por el tiempo
fuera de casa, reclamando
su pollo asado. Ah, tendrás que darle
la bienvenida,
tendrás que sacudir las ramas del árbol
para
captar su atención,
pero con cuidado, con cuidado, no sea
que
desfiguren su hermoso rostro
demasiadas agujas al caer.
(Traducción de Andrés Catalán)
ANTES DE LA TORMENTA
Habrá
lluvia mañana, pero esta noche el cielo está despejado,
brillan
las estrellas.
Aun así, se acerca la lluvia,
quizás
suficiente para ahogar las semillas.
Hay un viento que empuja a
las nubes desde el mar;
antes de verlas, sientes el
viento.
Mejor miras los campos ahora,
observa cómo se ven
antes de que se inunden.
Luna llena. Ayer, una oveja
escapó al bosque,
y no cualquier oveja: el carnero, el futuro
entero.
Si lo vemos de nuevo, veremos sus huesos.
La
hierba se estremece un poco; tal vez el viento pasa a través de
ella.
Y las nuevas hojas de los olivos tiemblan del mismo
modo.
Ratones en los campos. Donde cace el zorro,
habrá
sangre mañana en la hierba.
Pero la tormenta, la tormenta la
lavará.
En una ventana, hay un chico sentado.
Lo
mandaron a dormir, en su opinión, demasiado temprano. Así que se
sienta junto a la ventana;
ahora todo está
resuelto.
Donde estés es donde dormirás, donde despertarás la
mañana siguiente.
UN MITO SOBRE LA INOCENCIA
Un
verano sale al campo, como de costumbre,
se para un momento en
el estanque donde suele
mirarse para ver si detecta algún
cambio.
Ve a la misma persona, la túnica horrible
de su
condición de hija aún sobre sus hombros.
En el agua el
sol parece estar al lado.
Ella piensa: Otra vez mi tío que me
espía.
Todo en la naturaleza es, de algún modo, su
pariente.
Piensa: Nunca estoy sola
y hace del pensamiento
una plegaria.
La muerte viene así, como respuesta a una
plegaria.
Nadie puede ya entender lo hermoso que él
era.
Perséfone sí lo recuerda, y que él la abrazaba
allí,
delante de su tío.
Recuerda el reflejo del sol en
sus brazos desnudos.
Eso es lo último que recuerda
claramente.
Después el dios oscuro se la llevó.
Recuerda
también, de un modo menos claro,
la terrible intuición de que
ya jamás podría
vivir sin él.
(Traducción de Ruth Miguel Franco y Abraham Gragera)
NOSTOS*
Había un manzano en el patio --
esto habrá sido
hace cuarenta años -- detrás,
solo praderas. Montones
de crocus en el pasto mojado.
Yo me paraba junto a esa ventana:
fines de abril. Flores
de primavera en el patio vecino.
¿Cuántas veces el árbol floreció,
de verdad, para mi cumpleaños,
el día exacto, no antes,
ni después? Sustitución
de lo inmutable
por lo que cambia, por lo que evoluciona.
Sustitución de la imagen
por la tierra implacable. ¿Qué
es lo que sé de este lugar?
El papel de ese árbol confundido por
décadas con un bonsai, las voces
subiendo desde las canchas de tenis –
Los campos. Olor a pasto crecido, recién cortado.
Lo que se espera de un poeta lírico.
Miramos el mundo una sola vez, en la infancia.
El resto es memoria.
(Traducción de Claudia Toro)
______________
*Nostos:( Griego:νόστος) (pl. nostoi) Regreso al hogar.
Continuará…
Morada de Barranco, 29 de octubre de 2020.
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