“¿No son necesarios los recuerdos?”.
César Moro
Esta entrada será breve. Las imágenes que acompañarán al texto
hablarán por sí solas. Estas líneas expresan una denuncia cargada de indignación:
la destrucción de Barranco (como de otros muchos lugares del Perú que está bajo
el dominio del descuido y la indiferencia) continúa y parece ser que nadie es
responsable de nada: quienes deben salvaguardar de la destrucción el patrimonio
se encuentran como atados de manos y así justifican su inacción; quien destruye, actúa aprovechando del
descuido de las autoridades pertinentes y “disimula” su reprochable actitud
bajo documentos muchas veces fraguados o interpretando la ley con una “libertad”
que es un atentado contra la memoria de nuestro país, que pareciera poco a poco
va desapareciendo por incuria nuestra.
Hace unos días, regresaba de una diligencia
y constaté con estupor que habían iniciado la destrucción de un emblemático
rancho barranquino ubicado en la avenida Lima. En la puerta se encontraban unos
tipos con apariencia de ser los dueños que conversaban alegremente, todo
parecía indicar que celebraban la decisión de desaparecer este bello ejemplo de arquitectura republicana y que, supongo, les significaría una jugosa
cantidad de dinero.
Es de suponer que la sombra de alguna constructora estaba detrás de todo, frotándose las manos veía ahí donde solo hay una casona un enorme y "práctico" condominio; es decir, el dinero moviendo voluntades a la espera de más dinero. La voracidad de estas constructoras (que no les interesa nada que no sea el vil metal) y la
ligereza de los herederos de estas antiguas propiedades están cambiando aceleradamente
el perfil arquitectónico de este distrito tradicional. Hay sectores que para mí,
viejo barranquino, se me hacen extraños, no los reconozco: desaparecen ranchos
republicanos de comienzos del siglo XX o casas erigidas en los cincuenta o
sesenta, todo es arrasado para en su lugar levantar condominios gigantescos, impersonales.
Nada se salva, ni los acantilados.
Es lamentable, pero con Barranco está
sucediendo lo que le ha pasado a Miraflores. Los edificios nos invaden y quitan
personalidad a este pequeño territorio junto al mar. Cada vez es más pequeño el
espacio tradicional, pareciera que solo quisieran conservar las zonas aledañas,
inmediatas al Puente de los Suspiros, todo lo demás debe desaparecer mientras “alegremente”
se llenan las arcas de las constructoras. Nadie para esto. Incluso las
autoridades callan y su silencio los hace cómplices.
Aún tengo en la memoria las palabras de un
ex alcalde, de ingrata recordación, quien en una actuación de un colegio donde
laboraba, micrófono en mano, se lamentaba por no poder cobrar más impuestos
(como lo hacía Miraflores) porque “Barranco tenía muchas casonas antiguas y
pocos locales comerciales”, así lo expresó con el mayor desparpajo el alcalde
de marras cuyo nombre no voy a mencionar porque lo que se merece es el olvido. Con las diferencias del caso, pero ese tipo de gente es la que ha gobernado desde siempre Barranco.
Regresando a la casona de la avenida Lima, una vez enterado del intento de destrucción
del ranchito, expresé mi protesta y publiqué unas líneas y unas fotos en las
redes sociales. La intervención de Javier Alvarado Layme, viejo amigo del
colegio, parece ser detuvo la destrucción gracias a sus contactos. Pero el
rancho está ahí, medio destruido ya que le quitaron parte de sus balaústres y
sus cenefas, destruyeron la escalera de madera de la entrada y parece ser,
dentro de la construcción ya habían iniciado su demolición.
Ha pasado algo más de un mes y la casona se mantiene en esa situación. ¿Quién se encargará de su restauración? ¿Es que alguien puede destruir lo que la ley prohíbe y no devolverlo a su estado anterior? ¿Le sucederá a esta casona lo que a otras? ¿El tiempo concluirá lo que unas manos culpables iniciaron? Pienso en ese rancho que está tapiado hace años en la plazuela de los bomberos, o esa casona de estilo morisco que tapiado se cae a pedazos en la avenida San Martín o en esos ranchos (uno de ellos fue colegio) en la calle 28 de Julio, por mencionar algunos ejemplos.
Ha pasado algo más de un mes y la casona se mantiene en esa situación. ¿Quién se encargará de su restauración? ¿Es que alguien puede destruir lo que la ley prohíbe y no devolverlo a su estado anterior? ¿Le sucederá a esta casona lo que a otras? ¿El tiempo concluirá lo que unas manos culpables iniciaron? Pienso en ese rancho que está tapiado hace años en la plazuela de los bomberos, o esa casona de estilo morisco que tapiado se cae a pedazos en la avenida San Martín o en esos ranchos (uno de ellos fue colegio) en la calle 28 de Julio, por mencionar algunos ejemplos.
Curiosamente, luego de mucho tiempo, me topé con un libro que
recoge las prosas de César Moro: Los
anteojos de azufre. En la página 100 (Arboricidio,
arquitectura y música) hallo estas líneas: “La destrucción sistemática de
edificios, de mansiones, de aspectos evocadores, de recuerdos, ¿o no son
necesarios los recuerdos?, inmediatamente reemplazados por los ‘volúmenes’ de
cemento de la arquitectura llamada ‘funcional’…”. Con dolor lo digo, cuán
actuales son las líneas, las palabras indignadas del gran poeta que vivió sus
últimos años en Barranco.
Ya para concluir, cito las últimas líneas del texto de Moro: “Desde estas columnas hago un llamado a todo ser humano de corazón bien puesto; a los artistas, a los poetas, para que, aunando sus esfuerzos provoquen una verdadera cruzada en defensa de los fueros del silencio, del respeto a la ciudad…”. Ojalá se oyeran las palabras del poeta.
Ya para concluir, cito las últimas líneas del texto de Moro: “Desde estas columnas hago un llamado a todo ser humano de corazón bien puesto; a los artistas, a los poetas, para que, aunando sus esfuerzos provoquen una verdadera cruzada en defensa de los fueros del silencio, del respeto a la ciudad…”. Ojalá se oyeran las palabras del poeta.
Continuará…
Morada de Barranco, 25 de setiembre
de 2016.
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