Tú eres una cosa larga, nervuda, roja, movilísima,
que lleva una Kodak al costado…
Martín Adán
En estos días estoy
leyendo y releyendo algunos libros de poetas chilenos, Arte de morir y La muerte es
una buena maestra del poeta Óscar Hahn, por ejemplo. Me topo en ambos
libros con un poema breve e inquietante cuyo título es Fotografía, el poema tiene un epígrafe del poeta superrealista
chileno Braulio Arenas (epígrafe que en la selección del segundo libro
mencionado ya no aparece), este es el poema:
FOTOGRAFÍA
alguien
desarrollaba
el
negativo de su existencia.
Braulio Arenas
En la pieza contigua,
alguien revela el negativo de tu
muerte.
El ácido penetra por el ojo de la
cerradura.
De la pieza contigua, alguien entra en
tu pieza.
Ya no estás en el lecho:
desde la foto húmeda miras tu cuerpo
inmóvil.
Alguien cierra la puerta.
Alguien revela el negativo de tu muerte… Alguien revela el negativo de tu muerte… Se queda uno pensando en el verso, en
todo el poema. La fotografía siempre
me atrajo, el misterio de las imágenes congeladas, esa suerte de sustracción de
un instante al tiempo siempre me ha inquietado, de ahí que cada que me cruzo
con alguna foto que llama mi atención inmediatamente entra a formar parte de un
pequeño archivo virtual de fotos que me han conmovido y han motivado alguna
reflexión, alguna preocupación.
Una de esas fotos (daguerrotipo, en
realidad) es aquella que es considerada como la foto más antigua. En un
artículo de Helena Celdrán, ella expresa lo siguiente sobre esta primera foto:
“Tras su exposición en Sydenham (Inglaterra) en 1898, la foto más antigua se
perdió hasta 1952, cuando Helmut Gernsheim, en un trabajo de años de
investigación, la encontró dentro de un baúl en un almacén de Londres. El
descubrimiento y posterior estudio permitió al coleccionista datar la foto 13
años antes de lo que se pensaba (de 1839 a 1826) y fijó así una nueva fecha
para el nacimiento de la fotografía”. Esta es pues la primera foto y es de
1826, cinco años después de la independencia del Perú, dos años después de las
decisivas batallas de Junín y de Ayacucho.
Otra foto que conservo, más que por su belleza por la curiosidad que implica, es aquella que está considerada como la primera foto a color, es una toma de 1860 (aunque algunas
fuentes dicen que es de 1861), obra del escocés James Clerk Maxwell, dicha foto, que en realidad fueron tres fotografías sucesivas, fue posible ya que la misma imagen fue tomada con tres filtros diferentes:
azul, rojo y verde. Esta es la fotografía.
Si se trata de comentar sobre algunas fotos, entre ellas se encuentran unas imágenes que me
impactaron porque reformaron la imagen que conservaba de un personaje, de un poeta que es un mito, una leyenda: son cuatro fotos de Arthur Rimbaud, el siempre joven adolescente Rimbaud, esas imágenes muestran ya no al
muchachito de ojos azules, cara redonda, saco y corbatín de lazo por todos conocido, sino el de un personaje con
atuendos ligeros y en medio de paisajes extraños (probablemente Etiopía), ya no la París de la segunda
mitad del siglo XIX ni la compañía de Pauvre Lelian.
Una de esas fotos que me conmovió mucho fue la del poeta
Robert Desnos poco tiempo antes de su muerte terrible en el campo de
concentración de Terezin en 1945, la fotografía es dolorosa, muestra al poeta en condiciones
infrahumanas, de abandono absoluto y de inhumanidad propia de la escoria nazi con el débil y el
desprotegido.
Hablar de fotografía es un asunto amplio. Aquí
en el Perú hubo un poeta llamado José María Eguren, entrañable personaje de
nuestras letras, que creó, no solo un universo particular poblado de personajes y paisajes que se difuminan, sino también de una pequeña cámara fotográfica para lo que empleó un carrete de hilo
y con ella tomó fotos que él mismo revelaba, las fotos eran pequeñas, generalmente
redondas, no mayores al tamaño de una uña. Tuve oportunidad de ver ese álbum fotográfico en la Biblioteca Nacional, una curiosidad de este poeta mago
que también fue pintor.
Un buen tema a desarrollar es el de la
fotografía y los poetas peruanos, los poetas peruanos de la vanguardia,
especifico. En una entrada que publiqué en esta bitácora, allá por mayo de
2013, me refería al hecho de las
poquísimas fotos de poetas peruanos: Enrique Peña Barrenechea, el gran poeta de
Cinema de los sentidos puros, alguna
vez escribió refiriéndose a Oquendo de Amat: “Me es imposible ubicar la calle
donde vivía, lejos del centro de la antigua Lima. En cambio tengo nítidos los
detalles de mi primer encuentro con él en una casa espaciosa y vetusta cuyo
propietario alquilaba una pequeña habitación al fondo de un segundo patio. Para
llegar a ella había que atravesar muchas otras, bastante amplias, unas en
penumbra otras a oscuras, superpobladas todas de inquilinos de distintas edades
que dormían un sueño de piedra. Xavier Abril, guía hipersensible y precoz me
conducía como de la mano por ese, para mí azoramiento juvenil, dédalo kafkiano.
Se trataba no de una casa de huéspedes sino de uno de esos refugios para la
noche que aparece en los relatos de los rusos. (…) Y esto sucedió ya avanzada
la noche, cuando Xavier me dijo: ‘Vamos a ver a Oquendo’. Poco después, tras
ese recorrido, nos encontrábamos ya al lado del lecho humilde en que
semivestido y descalzo dormía Oquendo. ¿Qué soñaría? Xavier le tomó un brazo y
le dijo: ‘Aquí estoy con Enrique Peña’. A su retorno súbito a la vigilia, se
incorporó ágil, abrió desmesuradamente los ojos y sin decir nada calzó en los
pies desnudos sus zapatos. No tenía sobretodo. Para afrontar la frígida noche
que nos aguardaba afuera, tomó, como sola defensa una bufanda. Ya los tres en
la calle, encaminamos nuestros pasos hacia un café del barrio que permanecía
abierto hasta el amanecer”. Tres de los más altos poetas peruanos deambulando
por la noche como fantasmas, como sonámbulos. Un deseo baladí me aborda. Una
cámara, me digo, una cámara para perennizar en una foto ese instante eterno del
encuentro de esas tres aves mayores de la poesía peruana y continental…
En efecto, una cámara para perennizar
algunos momentos claves de nuestros poetas. Siempre me llamó la atención el
perfil bajo de los poetas peruanos, ese afán por pasar desapercibidos. Siempre
fueron muy poco dados a la figuración y al protagonismo. Salvo excepciones,
como en todo, pienso en el ego desmesurado de poetas como José Santos Chocano,
Abraham Valdelomar o Alberto Hidalgo. Pero en líneas generales los poetas
peruanos han rehuido siempre a la figuración, a las cámaras y flashes. Incluso
sobre los tres mencionados, si hablamos de fotos, hay muy pocas y casi
podríamos decir que sus egos vivieron de espaldas a las cámaras fotográficas.
Hallar una foto inédita de algún poeta peruano, reconocerlos medio perdidos en alguna fotografía es casi fiesta nacional, como en este
caso en que creo haber reconocido (¿será realmente reconocimiento?), entre muchas personas, a un par de
poetas peruanos en una foto que indudablemente pertenece a los locos años veinte, en el apogeo del vanguardismo.
Sucede que, por estos días, estuve viendo algunas fotos
colgadas en la red. Fotos del Amauta José
Carlos Mariátegui, intrigado, pues algunos biógrafos han comentado y escrito sobre la
gran amistad que lo unió a Carlos Oquendo de Amat, el poeta de 5 metros de poemas, se dice que inclusive el
poeta puneño en ciertos momentos guiaba la silla de ruedas del gran pensador
peruano, a pedido del mismo Mariátegui, pero no hay una foto, una siquiera
donde estén juntos. Es extraño, si se toma en cuenta que el archivo fotográfico
de Mariátegui es amplio y el Amauta aparece con casi toda la intelectualidad de entonces en sendas fotografías. Revisé detenidamente muchas fotos para ver si por un golpe de suerte
ubicaba una donde Oquendo apareciera escondido, nada. Pero hallé una foto (un
descuido mío me hace no poder mencionar la fuente) que no está en el Archivo José
Carlos Mariátegui.
En la foto se ve al Amauta en su silla de ruedas rodeado de mucha gente, pero entre la
mucha gente distingo a dos personajes jóvenes cuyos nombres no aparecen en la
leyenda de la foto, me refiero a los poetas, entonces vanguardistas, Martín
Adán (autor de La casa de cartón) y Enrique Peña Barrenechea (autor de Cinema de los sentidos puros).
El primero de los mencionados (1), según mi
parecer, es el primero de la izquierda, medio comido por el borde de la foto, aparece
al lado derecho de Mariátegui, lleva terno oscuro y sostiene su sombrero con
los brazos cruzados; el segundo es el penúltimo de los que están en primer
plano, lleva el terno oscuro y sostiene con la mano izquierda su sombrero
también oscuro (2), para mayor precisión está delante de la única persona que
lleva su sombrero puesto. Para comprobar lo que afirmo, incluyo algunas fotos que
son de la misma época para constatar el parecido físico y que demostrarían que los dos personajes de la foto son los dos poetas mencionados.
Decía
Susan Sontag en un conocido ensayo sobre la fotografía: "La manera de
mirar moderna es ver fragmentos". Fragmentos=fotografías. Entre otras
cosas, en eso estoy por estos días, leyendo mucha poesía y embarcado en ese
mundo de instantes, sumergido en horizontes a través de fragmentos, de esos
"detalles" necesarios que "se parecen a la vida".
Continuará…
Morada de Barranco, 21 de junio de 2015.
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