Vas con tus claras ondas discurriendo...
Garcilaso de la Vega
El 23
de abril de 1616 falleció el escritor español Miguel de Cervantes Saavedra,
hace casi cuatrocientos años. En su homenaje y por su obra cumbre, “El
ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha”, es que celebramos el día del
idioma, de nuestro idioma. Se dice de él que es el mayor escritor de la literatura
de habla castellana, de allí lo de llamarlo hiperbólicamente y con justicia como
el “Príncipe de los Ingenios”, pero también se le llama “Manco de Lepanto”,
porque Cervantes, como has de saber, fue no solo escritor, también fue soldado
y como tal peleó contra los turcos y de un arcabuzazo le quedó la mano
izquierda inutilizada, por lo tanto no fue en realidad manco, pero quedó el
sobrenombre con el que se le conoce y se le conocerá siempre.
En
cuanto a su obra, se dice de ella que es la más excelsa novela escrita en
cualquier idioma de este cada vez más complicado tercer planeta, que es una de
las obras más importantes de la literatura universal, par de la “Iliada” y la
“Odisea”, de la “Divina Comedia”, de “Fausto”, en fin, se dicen tantas cosas de
este libro, y a veces quienes más dicen son los que no la han leído o la han
leído mal, pero muy mal. Por ejemplo, hay una frasecita que circula por el
mundo y que todo el mundo jura que se encuentra en esta novela, me refiero a
aquella que dice: “Ladran, Sancho, señal de que avanzamos”. Pues bien,
aclaremos las cosas, esa frase no está en ninguna página de esta novela, no
está. Alguna vez me di el tiempo de buscarla y jamás la encontré. Inventos de
algunos y que muchos repetimos para darnos nuestros aires. Suele ocurrir, es
más común de lo que piensas.
Hace
unos días, como te habrás enterado, falleció Gabriel García Márquez. Las redes
sociales se vieron inundadas por un sinfín de mensajes donde se expresaba la
tristeza, la desolación en la que quedaban sus vidas ante la partida del
escritor colombiano. Tantos mensajes leí que la suspicacia me invadió y me
pregunté: “¿Será verdad tanto dolor por la muerte de García Márquez? Puede ser,
me dije, puede ser". Pero inmediatamente se me apareció la siguiente pregunta:
“Toda, pero toda esta gente ¿habrá leído por lo menos un libro del escritor de
Aracataca?”. Voy a ser sincero, allí ya tuve mis serias dudas. Y no es, como me
comentó una vieja amiga, que yo sea un “hombre de poca fe”, pero pasa y es muy
común que así suceda (como la frase atribuida a Cervantes) que la gente repite
o escribe cosas para darse su tono, su aire de suficiencia, es decir, muchos tenemos
un gusto por quedarnos en la pura cáscara, transitar muy orondos solo por la
epidermis, con las excepciones del caso.
¿A
dónde quiero llegar con este aparente sancochado?, porque he hablado de
Cervantes y luego mencioné la muerte de García Márquez. Sencillo, lo que hace
tres párrafos intento decir es que volvamos los ojos a la lectura, que tengamos
experiencia directa con los libros, que no hay homenaje mejor para un escritor
y para nuestro idioma que el leerlo y el de emplear nuestra lengua con
propiedad y esto último lo podemos aprender, entre otras cosas, frecuentando las
grandes obras que constituyen nuestra herencia idiomática. No cometamos el
error de andar por el mundo repitiendo lo que muchos, atribuyendo frases que
jamás fueron escritas, por lo menos no en los libros que citamos, o aparentando
un conocimiento que en realidad no manejamos, mejor dicho, no lo tenemos.
Leamos
a García Márquez (“Gabo” como dicen los confianzudos), las obras del colombiano
son un buen inicio para adentrarnos en ese mundo fantástico y mágico de la
literatura, pero también leamos “Pedro Páramo” y “El llano en llamas” de Juan
Rulfo, las novelas de Juan Carlos Onetti y de Roberto Arlt, los cuentos de Jorge
Luis Borges y de Juan José Arreola, los ensayos de Alfonso Reyes y de José
Carlos Mariátegui, los libros de Augusto Monterroso y de José María Arguedas, recuerda, no todo es Gabriel García Márquez, no todo es
“Cien años de soledad”.
En
poesía ocurre algo semejante como con la novelística hispanoamericana, no todo
es César Vallejo (“Vallejos” como dicen ciertas candidatas a ser Miss Perú) o
no todo es Pablo Neruda y sus “20 poemas de amor y una canción desesperada”, el abanico
es amplio, más amplio de lo que crees, y con esto no les quitamos su grandeza a
ambos, allí están las obras de Martín Adán y Carlos Martínez Rivas, de Jorge
Eduardo Eielson y de Jaime Sabines, de Carlos Germán Belli y de Enrique Lihn,
de César Moro y de Xavier Villaurrutia, de Xavier Abril y de Blanca Varela, de
Carlos Oquendo de Amat y José Emilio Pacheco, por mencionar a algunos.
Pero
leamos, es el mejor homenaje, lo repito, que podemos hacerle a los escritores y al viejo
castellano, nuestro viejo castellano que ya anda por el milenio, leamos, ese es
el reto, el atrevimiento que te espera, que nos espera.
Henry
David Thoreau, escritor y filósofo estadounidense del siglo XIX, nos aconsejaba
ya desde entonces: “Lee primero los buenos libros, no sea que después no tengas
tiempo de hacerlo”. Es así, el tiempo es corto y hay muchísimo que aprender,
mejor dicho, que leer.
Continuará…
Morada
de Barranco, 27 de abril de 2014.
Tiene razón profe la gente es muy posera, como se dice hoy en día. Por eso yo no escribí nada de García Márquez, porque, tengo que ser sincero y reconocer que jamás lo leí. Una vez un profe de mi carrera nos comentó en clase que el primer libro que leyó lo hizo a los 23 años (si no me equivoco) y se convirtió en un muy buen periodista. Entonces supe que tenía que leer más, muchísimo más...
ResponderEliminarBuen y entretenido post, ahora sé que la gran frase del Quijote, nunca fue. Saludos profe.
Gracias, Miguel, por tu visita y por dejar tus líneas. Espero que ya hayas empezado a leer a García Márquez (y a muchos más). Un abrazo y sé que pronto serás un gran periodista.
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