domingo, 14 de agosto de 2011

UN PARTICULAR DÍA DE INVIERNO




                                                                                              Ya ha principiado el invierno en Barranco.
                                                                                                                                       Martín Adán


   Es temprano y hace frío. 5:00 a. m., Rita y Kathia duermen plácidamente. Todo el mundo duerme, creo. Mientras una fina garúa cae y humedece las calles, estoy sentado a la mesa, junto a la compañía entrañable de mi biblioteca, me extravío en algunos recuerdos: el silencio es buen terreno para las evocaciones. Y junto a los recuerdos de pronto un deseo,  volver a visionar junto a Rita, en el transcurso de los días, ciertas películas que me han impactado y han dejado huella en mí como en ella, películas que, aquí tomo prestada esta idea de un reconocido blogger, “juegan a cara descubierta, con las cartas boca arriba, sin trampas ni cartón”, por ahora menciono tres:

1. “Centauros del desierto” (conocida también como “Más corazón que odio”), un western de viejo cuño de John Ford, film donde todo se conjuga para hacer de él una joya impagable, una película que se atreve a bucear por espacios insondables de la psicología humana.

2. “La noche del cazador”, ese film bisiesto producto de la mente enfebrecida de Charles Laughton, fuego, puro fuego en cada imagen de esa historia de persecución y  sobrevivencia,  como son muchas historias de la infancia.

3. “El cielo sobre Berlín” (otros la llaman “En alas del deseo”), película donde la imagen de un  anciano que, como un viejo y agotado Odiseo, recorre zonas de su heredad y recuerda con resignación lugares que ya no existen sino en su memoria que pronto ha de partir.

   Al referirme a esta última película y la imagen del anciano perdido en la reconstrucción de su pasado, recuerdo a Barranco, mi morada, que poco a poco va desapareciendo a manos de malos y permisivos alcaldes y las constructoras avorazadas. Barranco, balneario pequeño y con perfil arquitectónico definido: casitas, ranchos y palacetes de adobe, quincha, yeso y madera, materiales livianos para una zona de peligro sísmico; pequeño territorio junto al mar donde he vivido toda mi vida y que lamentablemente se ve invadido por enormes y monstruosas edificaciones que me llevan a esta afirmación: Barranco se está perdiendo irremediablemente y pareciera que nadie hace nada para evitarlo (¡ah, esta fugacidad que nos acecha!).
   Sin embargo, viene a  mi memoria la lucha indesmayable de mi amigo Javier Alvarado (y otros barranquinos más) que cual incansable Quijote se enfrenta a todo y todos para que ello no suceda, es decir, que Barranco se convierta solo en un cada vez más lejano recuerdo de nuestros años de infancia y juventud (como lo es ahora Miraflores), sobre todo por incuria y por intereses que lesionan al balneario y a la mayoría de sus habitantes. Pero no es suficiente, lamentablemente, esa defensa pertinaz, el “enemigo” es poderoso y se vale muchas veces de todos los recursos, incluso los no permitidos.
   En esas disquisiciones me encuentro y me percato que ya debo salir a la que desde ahora, por prescripción médica, debe ser mi ejercicio diario: una caminata de por lo menos media hora. Premunido del MP3 de mi hija, de la cámara fotográfica y bien abrigado, pues continúa la garúa, salgo al mundo, al pequeño mundo de las calles de Barranco…
            

                                                                   ºººººº

    Una vez en la calle, inicié la caminata escuchando las canciones de un álbum que considero vital en el derrotero del rock, me refiero a ese disco bisagra (entre su primera etapa y la posterior más experimental y madura) que es Rubber Soul de The Beatles. Desfilaron ante mis oídos los primeros temas como Drive my car y Norwegian wood, tema este último que es uno de mis preferidos no solo de este disco sino del universo de la música popular (se dice que es una de las primeras canciones del rock donde se utiliza el sitar, instrumento de cuerdas de origen indio). Escuché el tema y de pronto ante mí la imagen de tres típicas casas barranquinas se me imponen, saqué la cámara y he aquí los resultados:










   Tres típicos ranchos, sobrevivientes de viejas épocas que van poco a poco desapareciendo hasta convertirse en lunares, excepciones donde antes era común ver una seguidilla de estas hermosas casas. Continúo con mi caminata: los lentes empañados, poca gente en las calles, casi nadie, en realidad, como decía al comenzar, todos duermen o casi todos. Este disco definitivamente es espectacular (recordemos que fue el detonante de la creatividad de ese genio inconprendido de los Beach Boys, Brian Wilson, quien embriagado del fuego creador pergeñó Pet Sounds, ese disco perfecto al que The Beatles responderían con Revolver y luego El Sargento Pimienta, casi nada). Disfruto de algunos temas más cuyos nombres no menciono, pero se me hace inevitable mencionar a dos canciones de Lennon: Nowhere man y Girl y uno de McCartney, me refiero a  I'm looking through you (de grata recordación pues inmediatamente se me viene la imagen de Mafalda de Quino cantando y bailando esta canción pues ella, como muchos, es fanática de los Fab Four).
   Debo reconocer que soy poco afecto a transitar por la urbe con audífonos, pero esta primera experiencia es gratificante en tanto las hermosas casas ofrecen su fachada al entusiasmo de mi cámara:















   Y así se va pasando la media hora, entre el frío que arrecia y una garúa que vuelve peligrosa las calles. El disco va terminando, el esperado In my life, aparente para esta caminata, dibuja su hermosa melodía y profundamente conmovido veo que Barranco no solo es un distrito de bellas casas, en Barranco también hay zonas marginales (conste que con esta afirmación no descubro América), casas abandonadas y en decadencia a merced de los grafitos, construcciones modernas que rompen la estructura tradicional de su arquitectura, y como se habrá percatado el lector, en varias fotos se ve la presencia de una baranda amarilla, que como una suerte de Muro de Berlín (nuevamente Berlín) parte en dos al balneario, es la ruta del Metropolitano (nadie niega el valioso servicio que presta) que ha trastocado la unidad de Barranco. Por allí se ve incluso una vereda con dos postes que impiden el paso limpio del transeúnte: locuras irresponsables de la modernidad, imprevisiones o falta de autoridad para hacer respetar los derechos del común mortal que habita o circula por estos lares.












   Ya casi para terminar mi primera caminata matutina, irrumpe una canción ajena al disco Rubber Soul, me refiero a Day in the life (alguna vez le preguntaron a Lennon si esa canción no era una pequeña The Waste Land, este respondió diciendo: "¿Qué es eso?", el periodista le dice: "Tú sabes, el poema de Eliot", y Lennon replicó con ironía haciéndose el desentendido: "Esas son cosas intelectuales que no comprendo"). Pero bueno, esa ya es otra historia, mi caminata terminó e ingreso al calor de mi casa donde me esperan (supongo) Rita y Kathia para desayunar.


   Continuará...


                                                   Morada de Barranco, 14 de agosto de 2011.



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