domingo, 19 de diciembre de 2010

LA NEGRA HISTORIA DEL NEGRO MENDOZA

                                                         Hay nombres que no me sé de memoria.
                                                                                      Xavier Abril
  
   En Primero de secundaria tuve por compañero a un moreno apellidado, si mal no recuerdo, Mendoza. El negro era grandazo, una mole, parecía tener más edad que cualquiera de nosotros y probablemente había repetido el año. Se había convertido casi en deporte oficial el fregarlo con sobrenombres, lo molestaban poniéndole chapas de todo tipo (caníbal, chupete de brea, mono, etc.), y todo se lo decían asolapadamente y con una vocecita aguda y cachacienta, pero lo que más lo enardecía era que le dijeran canillita, no porque lo avergonzara, porque su familia y él vendían periódicos, sino porque se lo decían con desprecio y con esa vocecita aguda que como punta de alfiler jode, entonces el negro, grandazo como era se iba como un bólido sobre cualquiera. Pobre de aquel que cayera en sus manos. Uno de los que más lo fastidiaba era un chato rubio, apellidado Tori a quien también jodían y pegaban los demás "como a entenado" porque era cargoso, una verdadera ladilla. Curiosamente ambos sólo estudiaron ese año con nosotros, porque como les iba mal en todo debieron repetir y los cambiaron de colegio al siguiente año.
   Justamente se me viene a la memoria la vez aquella en que alguien del salón le dijo algo al negro. Éste descubrió al cargoso y lo empujo contra la pared, nervioso como estaba Mendoza, no lo pateó ni le tiró puñetes, se sacó la correa y a correazo limpio iba a escarmentar al fastidioso (cuyo nombre he olvidado), levantó el brazo derecho con la correa a punto de caer sobre su víctima cuando "oportunamente" apareció Tori atrás del negro y le baja el pantalón dejando a vista y paciencia del "amable público" al negro en calzoncillos. Tanta fue la risa que hasta el mismo negro, luego de subirse el pantalón, reventó en una carcajada que disipó su cólera.
   Recuerdo que si hubo un profesor que lo tuvo en la mira a Mendoza porque era flojo, ése fue Hidalgo, “Condorito” Hidalgo, que ese año nos enseñaba Lenguaje. No le aguantaba una al pobre negro que a pesar del tamaño era bastante ingenuo. Con respecto a Hidalgo puedo decir que era un tipo flaco, piernas combadas, pelo negrísimo y lacio, ojos que hacían recordar a los de los perros based hound (los famosos hush puppies), su nariz prominente y ganchuda (de ahí su mote), piel cetrina y algo arrugado, calculo que para esa época ya tenía sus buenos años. También recuerdo a Hidalgo con sus pantalones sin correa y acampanados, camisas setenteras (apretadas, coloridas, de cuellos grandes), parecía un hippie de bastante edad: un hippie viejo que no se resignaba al paso de los años y a como dé lugar se aferraba a una juventud que en él ya había pasado. Hidalgo, como Loyola (el profesor de Historia), era un tipo bastante cachaciento, irónico, jodido. Creo que como muchos, él miraba a los alumnos no como sus pupilos, sino casi-casi como sus enemigos, por no se sabe qué siempre estaba a la defensiva, y antes de cualquier cosa sacaba a relucir su ironía filuda como chaira. Recuerdo que iba al colegio en una carcocha que hacía más bulla que cincuenta locomotoras juntas. Este carrito, del que se notaba que estaba orgulloso, siempre lo dejaba estacionado en la puerta del colegio. Incluso se había vuelto referencia sobre la asistencia o inasistencia del profesor, cuando alguien quería saber si Hidalgo había ido al colegio se asomaba para ver si el carro estaba estacionado o no.
   Hasta que un día sucedió algo que alteraría la aparente tranquilidad de "Condorito" cuando se aprestaba para irse a su casa... Estaba yo cerca a la puerta, no sé por qué razón cuando vi a Hidalgo regresar alterado al colegio, aún me parece verlo: estaba furioso, miraba para todos lados como tratando de encontrar algo, como quien estuviera descifrando la escritura oculta de los incas en las paredes y zócalos, con sus pequeños ojos parecía escarbar hasta el más pequeño rincón. Recuerdo que habló con algunos profesores, luego salía, al rato entraba al colegio, nervioso, sudoroso, al borde de la epilepsia, estaba hecho un pichín.
  ¿Qué había sucedido? Que cuando iba a subir a su carro vio que le habían sacado el aire a las cuatro llantas de su "esplendoroso" auto. Y claro, averiguar el o los culpables era más difícil que ver una pequeña hormiga negra parada en una piedra negra en medio de la noche más oscura. Pero todos o algunos  sabíamos que el culpable había sido el negro Mendoza (creo que en complicidad con Macedo, que como el gringo Tori y el negro Mendoza sólo estudió ese año con nosotros), en venganza por los malos tratos a los que Hidalgo lo tenía sometido (recuerdo la cara de felicidad de Hidalgo cuando le ponía una nota desaprobatoria y cuando el pobre negro cumplía con la tarea, Hidalgo desconocía su esfuerzo y decía injustamente que se había copiado). Supongo que aguantar tantas humillaciones lo llevó a Mendoza a hacer lo que hizo. Pero ¿cómo lo hizo?, ese es un secreto que supongo el negro se llevará a la tumba, porque el portero o su esposa (la "Tía", como le decíamos) siempre estaban alertas.
   Sin embargo, Hidalgo sospechaba, intuía al culpable, y lo dijo en el salón, unos días después con una indirecta que más directa no pudo ser. Recuerdo la cara del negro, asustado, nervioso y  con  los ojos grandes,  tan  grandes  que parecían salir de sus órbitas (un poco más y le salía boquera en la comisura de los ojos), no dijo nada, el silencio fue su respuesta, pero se sintió descubierto. No pasó a mayores en ese momento, pero Hidalgo se la debió de jurar y como era de esperar, el negro que era bastante “vagoneta” (y que muy de vez en cuando hacía las tareas) desaprobó en ese curso a fin de año, y en los otros también. Qué será de su vida, nunca más lo volví a ver.

Continuará...

                                          Morada de Barranco, 19 de diciembre de 2010.

2 comentarios:

  1. Hola Promo: La caña de Condorito era un Escarabajo verde que lo cuidaba como oro. Slds. Raúl "Lito".

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  2. "Lito", recordaste algo que yo había olvidado, pensé que era anaranjado, pero me parece que el carro anaranjado era del "Loco" Gallegos, si mal no recuerdo. Tiempos aquellos en el querido colegio que mucho no ha cambiado. Un abrazo y estamos comunicándonos.

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