sábado, 25 de diciembre de 2010

UNA PARTICULAR PROFESORA DE INGLÉS

                                                         He estado cerca de sus ojos.
                                                                             Enrique Peña Barrenechea

   Una tradición que se ha ido perdiendo es el de hacer dibujos en las camisa cuando se está terminando la etapa escolar.  Me refiero a la tradición de hacer dibujos primorosos, obras artísticas, auténticas joyas del arte, sinfonías de color y de trazos espectaculares: las camisas se transformaban en lienzos donde la imaginación, el buen gusto desplegaba sus alas. Hoy sólo observamos remedos: camisas que albergan algún dibujo hecho al vuelo, sin mayor exigencia, casi-casi como para cumplir con el deber de dejar cualquier garabato en la camisa del compañero como recuerdo.

Mi camisa de promoción: se observa el motivo central y a la derecha el dibujito de la "Rochabús"

                A la izquierda y debajo del motivo central, la caricatura de "Salchipapas" y a la derecha, un poco del de la "Rochabús".

   Entonces yo tenía una cierta fama, inmerecida por cierto, como dibujante. Recuerdo que dibujé en casi todas las camisas el motivo central en la espalda: retratos, escudos, caricaturas... y otros pequeños dibujos. ¿A quién no dibujé, por esos años, en su camisa?
   Justamente sobre un dibujo que hice en las camisas de casi todos mis ex compañeros de promoción hay una pequeña historia que quiero contar. A raíz de la huelga magisterial del 79, llegaron al colegio algunos profesores nuevos. Recuerdo que uno de esos profesores era un profesor apellidado Cuzco, bajito, cabello ensortijado, enseñaba Ciencias Narurales: "Salchipapas", ése era su sobrenombre, se hizo cargo del magnífico laboratorio, ante la ausencia del profesor Vásquez que se había ido a la huelga. Este laboratorio, que unos años antes se había inaugurado con bombos y platillos, pues la embajada de Alemania había donado todos los implementos para su funcionamiento, al poco tiempo sufrió las consecuencias del descuido de este profesor: algunos granujas la desmantelaron pues se llevaron todo lo que pudieron: los tubos de ensayo, las pipetas, los morteros, hasta los microscopios fueron pasto del saqueo. 
   En ese entonces, “Salchipapas” paraba en el laboratorio siempre acompañado de su brazo derecho, un alumno de 5to “C”, apellidado Tueros, Jaime Tueros. Recuerdo muy bien que en un recreo, a ambos los hicimos salir despavoridos del laboratorio, me parece que con “Kike” Torres o Luis Bustillos o tal vez con otro, no lo tengo claro, arrojamos un cohetón por una de las ventanas del laboratorio y el estallido retumbó como bomba atómica. La travesura no tuvo consecuencias, salvo el susto de ambos personajes y nuestras risas celebrando el hecho.
   Pero no quiero distraerme recordando más hechos de este tipo, porque de quien quiero hablar es solamente de una profesora, una que llegó como consecuencia de la huelga magisterial de ese año, me refiero a la profesora de Inglés. Carlos Antonio Cuba Aguilar, el popular CACA, la debe recordar, y muy bien. Esta profesora era una mujer gorda, alta, de mirada fuerte, voz dominante, movimientos y maneras contundentes. Recuerdo que hasta el más pintado le temblaba, era realmente una mole a quien llamábamos con el apelativo de “Rochabús”. Su nombre lo he olvidado.
   Pero si algo nos llamó definitivamente la atención sobre su apariencia, aparte de su tamaño y gordura, era su atuendo: se vestía siempre de negro y llevaba zuecos (que parecían dos ataúdes) del mismo color y que tenía un carácter más jodido que el de un sargento. Era una mujer de temer, de esas que se dicen "machas" y parecía que andaba siempre con la mierda revuelta. Renegaba de todo, refunfuñaba por todo, su agrio carácter la hacía impensable que se abandonara alguna vez a una sonrisa, menos a la risa o la carcajada: aún recuerdo cuando se enojaba, te miraba con una fijación tremenda, su miraba parecía tener temperatura porque fácil-fácil con ella te calcinaba, luego su piel blanquísima se tornaba roja por la ira mientras por su cuello aparecían en alto relieve sus hinchadas venas azules cual mangueras jardineras, inmediatamente abría su descomunal boca mostrando unos diente salvajes y emergiendo de una caverna oscura, una prolongación que se movía con una libertad que parecía querer latiguearte: era su lengua. El grito que soltaba era ensordecedor, el miedo que provocaba hacía que tu corazón quisiera salir despavorido para esconderse en alguna carpeta como un perrito asustado. Tal la descripción que puedo hacer, y creo que me quedo corto.
   Ella, si mal no recuerdo, vivía cerca a lo que hoy es Larcomar (en ese entonces ese lugar era conocido como el parque Salazar), en el edificio donde tenía su oficina Gastón Gamio, el notario de Augusto Ferrando.
   Algo que no olvido es que Javier Alvarado logró con ella algo que considerábamos una proeza: se hizo su amigo y... temeridad de temeridades, la visitaba, y según comentaba era una mujer agradable, con mucho humor, y extremadamente delicada en las formas, cosas que sólo él pudo ver porque nosotros siempre veíamos en ella a un gigantesco monstruo enviado al colegio para arrancar nuestras lenguas si no hablábamos bien el inglés. Supongo que esa simpatía entre ambos se reforzó porque Javier hablaba muy bien el inglés desde pequeño.
   Cuando ya nos jugábamos los descuentos en el colegio, mis compañeros me pedían que les dibujara en sus blancas camisas, aparte del motivo central, una caricatura que tuvo muchísimo éxito. Ese dibujito era el de la “Rochabús”, qué manera de hacerse famosa la sencilla caricatura, estaba en casi todas la camisas: sobre todo en las mangas, porque no era muy grande. Recuerdo cómo Cuba se cagaba de la risa con ese dibujo, tenía él (y tiene) una risa contagiosa que el sólo hecho de verlo y oírlo reír provocaba la risa de los que estaban junto a él. Hace algunos años, recordando los viejos tiempos de la escuela, me contó que en una oportunidad la “Rochabús” vio el dibujito en su camisa. Resulta que la gorda gigantesca se puso a revisar los cuadernos y cuando llamó a Carlos Cuba, éste que llevaba puesta su camisa con dibujos, se acerca a ella con su cuaderno. De pronto ella deja de mirar el cuaderno y observa la camisa, con detenimiento y curiosidad posó sus enormes ojos sobre los muchos dibujos que adornaban la camisa de Carlos,  sobre todo en uno de ellos, era el dibujo que la representaba. La profesora le preguntó a boca de jarro si esa caricatura era ella y Carlos le respondió con una vocecita temblorosa de querubín: "Sí". Cuando éste esperaba una reacción violenta, digamos, un manotazo en el esternón, un pisotón salvaje en la cabeza, un mordisco sanguinario en la yugular..., la “Rochabús”, cual ogro escandinavo, soltó una carcajada estridente. Le había gustado el dibujo con toda su irreverencia.

Continuará...

                                   Morada de Barranco, 25 de diciembre de 2010.

2 comentarios:

  1. Que buenos dibujos los que hiciste de verdad algo maravilloso; gracias en verdad por el que me toco a mi un gorila con gafas y un puro soltando anillos de humo aun lo recuerdo y Dios quiera que pueda encontrar esa camisa, (en la casa de mi madre) que siempre la cuide y la colgue en la pared de mi dormitorio con orgullo.
    Me case y despues de un tiempo emigre a USA. Pero la voy a encontrar la gloriosa camisa de mi promo 79 que con orgullo dire que ya no la podre usar. Por que esa talla solo cubriria un brazo....Ja.Ja.Ja.... Y si no la encuentro te comprometo a hacerme una con mitalla actual.

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  2. Tiempos aquellos en que éramos jóvenes (más jóvenes)e indocumentados. Como verás mi camisa se conserva tal y como estaba en los últimos días de colegio. Es una maravilla que se conservara intacta. No se han perdido los colores, ningún detalle. Claro, te dibujaré como en los viejos tiempos. Un abrazo.

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