sábado, 21 de diciembre de 2013

CUATRO APUNTES NAVIDEÑOS

  



                                                                             
                                                                                   ¡Noche buena mágica!...
                                                                                        Juan Parra del Riego





1.
   Estamos a pocos días de la Navidad. Sé que hay a muchos que les disgusta esta fiesta, que la rechazan, la detestan. En mi familia grande ya es tradición celebrarla en casa de mis padres y no en el departamento que habito. La casa de mis padres es el punto de encuentro, allí compartimos espacios con un gigantesco nacimiento (belén o pesebre lo llaman en otros países) que armo sumergido en la más profunda paciencia y con un árbol colorido y simétricamente adornado por mi hermano Arturo.













   Bello espacio (no muy grande, por cierto) el de la casa de mis padres, lugar en el que viví experiencias determinantes de mi adolescencia, “la casa azul”, que así fue su color durante un tiempo, y era como la llamaban unos amigos, la pequeña casa con reja y con jardín a la entrada, la primera de un pasaje angosto pero seguro, la que aún mantiene el tronco añoso y terco de una parra que se aferra a los recuerdos para no caer, ahora que ya se le fueron para siempre los sarmientos, las hojas y los racimos de uva Italia.







   Es en esta casa que mis padres levantaron no sus paredes, porque estas ya estaban cuando nosotros llegamos, sino los diversos senderos para que sus cuatro hijos transitaran hacia otros espacios, como lo hice yo en su debido momento, pero cual diminuta Roma, algunos caminos me conducen siempre hacia ella, y cada que puedo (y quiero) regreso y estoy seguro que siempre “hallaré las luces encendidas” y el amor de mis entrañables padres y de mis hermanos.















2.
   Como lo dije, el nacimiento de la casa de mis padres lo armo yo, su dimensión y sus detalles fueron en su momento el paisaje donde se desplegaron la curiosidad de mi hermano menor “Paco” (hoy químico-farmacéutico y a punto de casarse) y después de mi hija Kathia. El tamaño del nacimiento responde a que el Niño de casa es un Manuelito de cierta proporción. ¿Manuelito? Aprovecho, entonces, este espacio y la cercanía de la fecha para contar la historia de los famosos niños Manuelitos. ¿Quiénes son ellos?, pues representan a Jesús niño, una de las piezas fundamentales del Misterio para armar los famosos nacimientos, belenes o pesebres aquí en el Perú.




   Los conocedores de estos asuntos sostienen que el nacimiento del Niño Manuelito se produjo aproximadamente en el siglo XVII. En el proceso de evangelización, los  sacerdotes españoles presentaban a los indígenas de este milenario territorio al niño Jesús con el nombre de Emmanuelle que significa "Dios está con nosotros". Pero a los indígenas se les hacía difícil llamarlo de tal manera y lo bautizaron como Manuelito, nombre con el que se le conoce hasta nuestros días.




   Los Manuelitos poseen algunas características que los han hecho particulares, por ejemplo, el armazón de su cuerpo es elaborado de maguey recubierto con una pasta especial preparada con arroz y yeso, el cabello se obtiene del Rutuchi, ceremonia que viene desde la época de los incas y que consiste en el primer corte de pelo de los niños andinos. Algo extremadamente curioso en ellos es que los dos dientecillos que asoman en su boquita entreabierta se hacen con el cañón de la pluma del cóndor, ave considerada una divinidad andina prehispánica muy importante (¿sincretismo religioso?). La viveza de sus ojos traviesos y juguetones se logra gracias a que son elaborados de cristal. Hay que agregar que en el paladar de estos bellos niños hay un espejito que semeja su salivita y el tono de su piel puede ser de color "aindiado", mestizo o blanco y para poder obtener el tono de piel humana muy natural, el artesano usa el acabado llamado "encarne", es de mencionar que sus mejillas, como las de los niños andinos, están siempre sonrosadas o "chaposas" y sus bracitos abiertos y ansiosos como dispuestos a ser cargados. Un dato curioso, se dice que los niños Manuelitos guardan dentro de sí alguna joya de oro, pues se asegura que ellos tienen el alma de oro. Una costumbre propia de los pueblos andinos es que si uno de estos niños se rompiera y fuera irrecuperable, no se arrojan a la basura sino que se les debe enterrar como si fuera un niño real recién fallecido.





   El niño de la foto es el Manuelito de mi casa, obsequio de mi madre a mi hija, es pequeño y mide aproximadamente unos veintiún centímetros, el de la casa de mi mamá (vestido completamente de celeste y con corona) es el doble de tamaño, de allí el gigantesco nacimiento que armo cada año en casa de mis padres, como se puede ver en las fotos anteriores, aunque no pueda apreciarse íntegramente. Un dato anecdótico, los Manuelitos de ambas casas, cada año, por tradición estrenan un traje nuevo, trajes elaborados por mi hermana Gloria con mucha paciencia y laboriosidad. Lo olvidaba, ambos niñitos son cusqueños y fueron comprados en una feria navideña muy famosa en el Cuzco, hablo del Santuranticuy.














3.
   Dos costumbres relacionadas con los nacimientos limeños son: los triguitos y los Orines del Niño (nombre poco atractivo). El primero se mantiene, el segundo es, se puede decir, algo casi-casi extinto. Según la tradición, el día de Santa Lucía, 13 de diciembre se sembraban los triguitos en pequeñas latitas pintadas de verde, por lo menos así siempre los vi desde muy niño, en la medida de las posibilidades y si el tiempo lo permite, en casa respetamos la tradición de sembrarlos en esa fecha, a los días se pueden ver ya las pequeñas espadas verdes buscando luz. Todo nacimiento que se respete debe estar acompañado de los triguitos, aunque hay quienes también siembran lentejas y otras semillas. En cuanto a los Orines del Niño es el nombre con el que se llamaba a las bebidas que los Betlemitas o padres Barbones, la primera orden religiosa creada en América (siglo XVII), en Guatemala para mayor precisión, servían a quienes iban a visitar su famoso nacimiento (otra costumbre que también se ha perdido: visitar los nacimientos tanto de templos como los de casa). Cuenta Ricardo Palma en alguna de sus sabrosas Tradiciones Peruanas que estas bebidas bien podían ser chicha de jora o chicha morada u “otras frescas horchatas”.
















4.
   Ya para concluir esta entrada, quiero presentar una pequeña selección de poemas navideños cuyos creadores son poetas peruanos. Solo eso, los textos se defienden solos. Que tengan una feliz Navidad. Hasta el próximo año.






LA NATIVIDAD

Esta es tu patria, hijo mío,  
un establo donde tu madre 
ya duerme  
de regreso a nuestra especie: 
hasta ahora 
ella era un animal mítico: el vientre 
avanzado 
y habitado  
por Ti, entonces voraz nonato,  
que le consumías hasta los huesos. 

Soy un hombre añoso, he visto  
todo. Sin embargo. 
me sobrecoge mirarte, mi recién nacido: 
a pesar de las madres  
todo niño está abandonado  
sobre la vastedad de una tierra callada. 

Tu madre, 
muchacha todavía sorprendida 
por Ti, no cantó  
una canción de cuna. Mirándote  
solo murmuró inacabablemente: 
es espantoso esperar de Él 
lo que esperan.
                        José Watanabe 





NAVIDAD DEL AUSENTE
Yo sé que allá, a esta hora, alguien
habrá desempolvado el pino pascual de la infancia
y encenderá las falsas estrellas de su copa.
Y sé que alguien bebe y oscila
al mortecino compás de un vals peruano
agitando el orden familiar de diciembre.
Estará servida la mesa y en torno a ella
las cabezas no se volverán para ver cómo llego
hasta el convite y tomo mi puesto de hijo mayor,
y canto, y me embriago, y rompo el silencio
con algo más ardiente que una tarjeta postal.
Les diré: «Feliz Navidad», como si les dijera:
«Retorno siempre», porque amo esa quietud
donde el tiempo sin prisa labra pausadamente
la dicha en el envés oculto de la penuria.
Yo sé que allá, a esta hora, alguien
como un ave a mi encuentro remonta las distancias
y me recibe alegre, alegre.
                              Sebastián Salazar Bondy





EL HERMANO AUSENTE EN LA CENA PASCUAL 

La misma mesa antigua y holgada, de nogal,
y sobre ella la misma blancura del mantel
y los cuadros de caza de anónimo pincel
y la oscura alacena, todo, todo está igual…

Hay un sitio vacío en la mesa hacia el cual
mi madre tiende a veces su mirada de miel
y se musita el nombre del ausente; pero él
hoy no vendrá a sentarse en la mesa pascual.

La misma criada pone, sin dejarse sentir,
la suculenta vianda y el plácido manjar;
pero no hay la alegría ni el afán de reír

que animaran antaño la cena familiar;
y mi madre que acaso algo quiere decir,
ve el lugar del ausente y se pone a llorar…
 
                                               Abraham Valdelomar





NAVIDAD

Tus ojos
unen las manos
como las madonas
de Leonardo.
Los bosques de ocaso,
las frondas moradas
de un Renacimiento sombrío...
El rebaño del mar
bala a la gruta
del cielo, llena de ángeles.
Dios se encarna
en un niño que busca los juguetes
de tus manos.
Tus labios
dan el calor que niegan
la vaca y el asno.
Y en la penumbra,
tu cabellera mulle sus pajas
para Dios Niño.
                       Martín Adán





NIÑITO JESÚS

Niñito Jesús,
te doy un aviso,
y sea en secreto
y muy despacito:
mi mamá te está
cosiendo un vestido,
con orla dorada
de linón blanquísimo,
como para ti
niño lindo, lindo.
Y Clarita teje
blancos zapatitos
que son para ti
(ella me lo ha dicho).
Yo ¿qué te regalo?,
¿quieres un pollito?
        Luis Valle Goicochea



¡NOCHE BUENA MÁGICA!

¡Noche buena mágica! ¡Emoción! ¡Juguetes!
Calles populares vibrantes de amores,
largas estocadas de luz de los cohetes
que arriba son pájaros de alas de colores;
               mientras, jardinero
               de su árbol sonoro
               baja el campanero
por cada repique cien frutas de oro.
Pero yo al rotundo son de esas campanas
siento que despiértase el de otras lejanas
campanas dormidas en mi corazón;
               y, entonces, me veo
de la mano de alguien qjue era mi recreo
hace ya quince años, por otro paseo
que hacía fantástico la iluminación.
Era en Lima, la áurea ciudad colonial…
Te acuerdas, oh, madre, de la Nochebuena
                 tan sentimental?
                 Yo aún miro la cena,
los hilos de plata que el árbol llovía.
                 Dios era en la casa
el buen compañero de aquella alegría.
                 A las doce pasa-
El rey Baltazar- decía tu voz.
Los hermanos se iban con la azul quimera,
pero yo esa noche sabía quién era,
ese galopante Rey Mago de Dios.
Mas hoy estás lejos… tal vez subiendo una
cuesta que es cansancio, fatiga y tristeza,
blanca, blanca, blanca como si la luna
te hubiese besado sobre la cabeza.
Me cierro los ojos por verte mejor.
                 Y, entonces, quisiera,
                 es tanto el dolor,
irme hasta tu lado de una gran carrera…
                 No sé cómo estás…
Si eres la abuelita de plata del cuento
o la que madruga al repique vivaz
para oír con los pájaros misa de convento;
                 o, si todavía,
desde la ventana que miraba al puerto
                 como cierto día
sigues la humareda de algún barco incierto.
                 Fue injusta la vida
¿te acuerdas?, tuvimos que irnos a luchar
todos los hermanos de esa despedida:
unos por la  tierra y otros por el mar.
                Pero espera… espera…
No en vano yo he roto desde la trinchera
recosida a tiros de mi corazón
la pólvora loca de mi primavera.
(¡Mi canto es la flecha de un arco en tensión!)
                Por eso en la erguida
voluntad de mi alma sé que volveré;
y que entonces, madre, con toda mi vida
con toda mi sangre te defenderé.
               Venceré la muerte
               conquistaré el oro
y como en la clara tarde en que me fui,
               joven, puro, fuerte,
              por el mar sonoro
volveré cantando después hasta ti.
                                 Juan Parra del Riego




CUENTO DE NAVIDAD

¡Con qué vileza bulle la clara fantasía de los niños!
¡Oh, noches aladas del hogar!...
    La ventana está abierta; y hay una luna fría
Que sobre un gran silencio deshoja su azahar.
Una niña y un niño mueven sus locas manos
    En el álbum de estampas: la abuela, que los mira
Con unos ojos que hablan de los tiempos lejanos,
Les conversa con una palabra que suspira…
    El fonógrafo llena con una serenata
Melosa el gran sosiego de esta noche de plata;
Y, en el atormentado cilindro, una voz suena,
    Y al fin va poco a poco muriéndose de pena…
Los niños, luego, desde la ventana asomados,
Ven las calles, las torres y la luna de cera;
    Un gato a la carrera pasa por los tejados,
Cual si fuese un ovillo que se desenvolviera…

La abuela, con palabras que parecen lamentos,
Cuenta a sus nietecitos historias como cuentos:
    Ya es el audaz pirata que en la crujiente popa,
En pie, busca y vigila, con su hacha de abordaje,
El galeón que lleva de las indias a Europa,
    El codiciado y fácil oro del coloniaje:
A veces pone proa resuelta hacia algún puerto,
Donde una fortaleza sobre un peñón desierto
    Inútilmente hostiga la noche con sus luces;
Y hay relámpagos de hachas y truenos de arcabuces
Y hay explosión de retos y extorsión de querellas…

Ya es el avaro exangüe que, en un rincón callado
De su mísera alcoba, por la noche, ha cavado,
    Sin que nadie lo sepa, lugar para el tesoro
De talegos preñados con las onzas de oro:
Muere el viejo; y los meses se escapan; pero un día
    Su alma torna a tal sitio como a purgar sus penas,
Y, durante las noches, en la alcoba sombría
Hay un rumor de ergástula henchida de cadenas…

Los nietos, que en la anciana tiene fijos los ojos,
Piensa en el tormento de pesados cerrojos,
    En la llave que chilla dentro de la cerradura,
En la angustia saliente de largos pasadizos,
En el ruido de la puerta que hay en la noche oscura,
    En la vieja vecina que hace ensalmos y hechizos;
Y, con el alma llena de medrosas visiones,
Cuando al fin se retiran a dormir, ven los techos
    Por si entraron vampiros, husmean los rincones
Y, antes de arrodillarse y hacer sus oraciones,
Buscan a los ladrones debajo de los techos…

Sueñan… La niña que se encuentra el tesoro
De talegos preñados con las onzas de oro;
    Y el niño, que es pirata, que asalta y degüella,
Y que en un puerto un día se roba una doncella…
                                     José Santos Chocano



NOCHEBUENA

Al callar la orquesta, pasean veladas
sombras femeninas bajo los ramajes,
por cuya hojarasca se filtran heladas
quimeras de luna, pálidos celajes.

Hay labios que lloran arias olvidadas,
grandes lirios fingen los ebúrneos trajes.
Charlas y sonrisas en locas bandadas
perfuman de seda los rudos boscajes.

Espero que ría la luz de tu vuelta;
y en la epifanía de tu forma esbelta,
cantará la fiesta en oro mayor.

Balarán mis versos en tu predio entonces,
canturreando en todos sus místicos bronces
que ha nacido el niño-Jesús de tu amor.
                                      César Vallejo









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Todas las fotos (salvo la decimoprimera a la decimocuarta) son tomas de mi hermano Arturo.




   Continuará…




                                                         Morada de Barranco, 21 de diciembre de 2013.