sábado, 28 de septiembre de 2013

MIS ALUMNOS Y ALGUNAS PELÍCULAS





                                                         Creo que el cine ejerce cierto poder hipnótico en el espectador.
                                                                                                                Luis Buñuel

 

 


   Se acercan ya los bimestrales y el siempre esperado invierno se aleja. Mis queridos tutoriados de 5to deben ver una película que a mí me sabe a gloria. Hablo de M, el vampiro de Düsseldorf, película en blanco y negro filmada en 1931 por el director austriaco Fritz Lang. Guardo la esperanza de escuchar, después de que la vean, buenos y entusiasmados comentarios, como ha sucedido con otros filmes que han visionado como parte de las exigencias del curso de Lengua y Literatura.



 
   Mencioné el invierno y tiene una explicación. Tengo para mí que nada hay como ver una buena película (si no se puede en el cine) encerrado en casa, bien abrigado y premunido de una taza con café recién pasado para derrotar, en tanto dura el film, al frío. Las bajas temperaturas, crean para mí, una atmósfera ideal para abandonarme al placer de las imágenes. Lo he comprobado innumerables veces, de ahí mi aseveración. Está demás decir que junto a mí (o yo junto a ella) debe estar Rita, imprescindible.



 
   Justamente una de las últimas películas que volví a ver por estos días fríos fue este primer film sonoro de Lang. Nuevamente quedé conmovido por la historia cruel de ese asesino en serie interpretado por Peter Lorre quien silba amenazadoramente una melodía de Edvard Grieg. Entonces surgió una pregunta, ¿podrían ver esta película mis alumnos? "Claro que sí", me respondí inmediatamente. Es más, debo suponer que ya varios la deben haber visto (internet lo facilita) y espero paciente sus opiniones. Lo mismo espero que suceda, en el último bimestre, con películas como La noche del cazador de Laughton; Alemania, año cero y Stromboli de Rossellini.


 

   En la labor educativa, como todos sabemos, el aprendizaje es mutuo, el intercambio es enriquecedor. Los jóvenes con su energía y entusiasmos te contagian, te dan otro ritmo. Y si no se quiere quedar rezagado o aparecer cual resto arqueológico destinado a algún museo, uno debe ir con los tiempos, conocer los gustos de los más jóvenes, experimentarlos. El comentario viene a raíz de lo siguiente. Preparaba clases sobre el Romanticismo y en la búsqueda de materiales, me topé con unas hojas bond recicladas (más de doscientas hojas que yo titule Bagatelas) donde hace más de quince años pegué múltiples recortes periodísticos de diversos diarios. De pronto, entre los muchos recortes, apareció ante mis ojos un texto pequeño de un antiguo diario, me refiero al Ojo. El pequeño recorte (que supe conservar desde mi época escolar) informaba sobre unas coincidencias históricas entre Napoleón y Hitler, coincidencias que me asombraron y (¿por qué no?) me siguen asombrando. He aquí el texto.


COINCIDENCIAS HISTÓRICAS

   Napoleón nació en 1760 y Hitler en 1889, existiendo una diferencia de 129 años. Napoleón tomó el poder en 1804, Hitler en 1933, existiendo al igual 129 años de diferencia. Napoleón entró en Viena en 1809, Hitler lo hizo en 1938 y nuevamente coincidieron en 129 años de diferencia. Napoleón atacó a Rusia en 1812, Hitler atacó a la URSS en 1941, increíblemente coinciden nuevamente en 129 años. Napoleón perdió la guerra en 1816, Hitler perdió la guerra en 1945: 129 años de diferencia. Ambos tomaron el poder a los 44 años, atacaron Rusia cuando tenían 52 años y perdieron la guerra cuando contaban con 56 años. Extraño, ¿no?



   Por cosas del destino, el empleo de este material quedó postergado. Pero desarrollé la clase sobre el Romanticismo y hablé, entre muchas cosas, sobre la preferencia que sintieron los románticos por la noche. Leímos, entonces, en voz alta el famoso Nocturno de Manuel Acuña, poeta mexicano. Luego comenté sobre unas piezas breves para piano de Chopin, precisamente titulados nocturnos. Ese mismo día en la noche, colgué en la página de Facebook de la promoción, el link con una selección de nocturnos del músico polaco. Casi inmediatamente, una alumna comentó que por coincidencia acababa de ver un film de Roman Polanski llamado El pianista, donde el protagonista (Szpillman) ejecutaba piezas para piano de Chopin. Impulsado por el comentario de Naomi, visioné por tercera vez esta película. A cambio (si cabe la expresión) yo le recomendé que visionara La amada inmortal, un largometraje sobre el músico alemán Ludwig Van Beethoven. Es así, en el proceso de aprendizaje el intercambio es mutuo, bien porque llega a ti algo nuevo o porque te impulsa a visionar, como en este caso, una película ya vista hace algunos años.



 
   En este afán porque los jóvenes vean buen cine, uno es testigo de ciertos momentos que se tornan inolvidables, como aquellos en que mis alumnos intercambiaban sus puntos de vista y aclaraban sus dudas cuando hablaban (así, voz en cuello) sobre El gabinete del Dr. Caligari de Robert Wiene, Los Olvidados de Luis Buñuel o sobre Los cuatrocientos golpes de Francois Truffaut o comentaban con una alegría conmovedora Tiempos Modernos de Charles Chaplin. Yo sonreía complacido de que estos jóvenes ya no hablaran, si se trataba de cine, solo de Rápidos y furiosos no sé cuántos y otras películas de esa misma laya. Pequeños triunfos no del profesor sino de estos adolescentes que se atreven a transitar por otros predios.




 
   Debo decir que si alguien tiene éxito, y rotundo, con los jóvenes, con los niños (en realidad con el público de cualquier edad) ese es Charles Chaplin. Aún resuenan en mis oídos los comentarios entusiasmados sobre películas como El Pibe, Luces de la ciudad, La quimera del oro y Tiempos Modernos. Mariana Elguera, una alumnita de 5to me dijo un día: “Profesor, las películas de Chaplin son muy graciosas y hasta hacen llorar, ahora quiero ver El Circo”. “Magnífico, hazlo”, decía en mis fueros internos. Otra alumna, Meylin Márquez, me abordó y me soltó su comentario: “Profe, vi la película de Chaplin con mis hermanitos (se refería a Tiempos Modernos) y les ha gustado, no parábamos de reírnos”, para concluir con lo siguiente: “Desde entonces estamos buscando para ver sus largometrajes y sus cortos por internet”. Una cosa curiosa, nadie se ha quejado de que estas películas sean mudas. Ni el más mínimo comentario o queja al respecto, solo las disfrutaron. Bueno, se echó la semilla, ahora solo resta esperar.


 

      Quiero terminar esta entrada transcribiendo un texto que encontré entre los muchos recortes de mis Bagatelas, es una anécdota deliciosa del gran Charlot, quien parece que en su vida cotidiana era dueño también de un muy buen humor.  Este es el texto y ya nos vemos en octubre.

   Charles Chaplin estaba escuchando una conferencia sobre cine. Una mosca empezó a zumbar alrededor de su cabeza de manera totalmente inoportuna. Chaplin, educadamente quería alejar a la mosca, pero esta no hacía caso. Agotados los esfuerzos dóciles, Chaplin pidió un matamoscas. El conferencista continuaba con su plática, sin saber lo que le ocurría a Chaplin. Este dejó de seguir la conferencia y más bien se dedicó a inventar tácticas para matar a la mosca. Increíble pero cuando estaba listo para liquidarla, esta levantaba vuelo. Fue tanta la impertinencia de la mosca que Chaplin se vio obligado a levantarse de su asiento y seguirla, porque la mosca se había salido de la sala de conferencia. Un amigo que seguía los devaneos de Chaplin, vio que el famoso bufo se acercó cautamente a la mosca, levantó el arma mortífera y cuando estuvo a punto de lanzarle el golpe final a su enemiga, se arrepintió. El amigo le preguntó luego a Chaplin: “¿Y por qué no la mataste?”. Chaplin, sin ninguna mueca de mohín de hombres, le contestó: “Porque no era la misma mosca”.

 




   Continuará…  

 

 

                                               Morada de Barranco, 28 de setiembre de 2013.




 

domingo, 15 de septiembre de 2013

ALGUNOS ESTADOS DEL FACEBOOK






                                                                               Hemos hallado una calle escondida…
                                                                                                                                             Martín Adán

 



   Por estos días he venido pensando sobre qué escribir en el blog. Hacerlo se torna preocupante a veces, más cuando uno se ha propuesto colgar dos entradas por mes: los temas escasean y, ocurre en oportunidades, las ganas fallan. Pero está ahí el reto y solo resta cumplir y evitar después auto reproches.
 
 
   ¿Sobre qué escribir? Los temas van y vienen, algunos van quedando descartados para siguientes oportunidades. Por ejemplo, una entrada futura será sobre películas cuyos protagonistas  son niños y adolescentes. Para escribir esa entrada, justamente, por estos días, he venido  visionando algunas de las más destacadas: Los olvidados de Luis Buñuel; Los 400 golpes de Francois Truffaut; Alemania, año cero de Roberto Rossellini; Cero en conducta de Jean Vigo; La infancia de Iván de Andrei Tarkovski; Mouchette de Robert Bresson; Juegos prohibidos de René Clément. Todavía están pendientes La noche del cazador de Charles Laughton; El espíritu de la colmena de Víctor Erice; Adiós, muchachos de Loui Mallé; Paisaje en la niebla de Theo Angelopoulos y El lustrabotas de Vittorio de Sica. Esta última para mí es una incógnita, las otras las he visionado muchas veces: son películas a las que retorno porque me conmueven y me inquietan.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
   De pronto, haciéndose espacio, viene a la memoria un comentario reciente de mi amigo Luis Vaca, afincado en USA, quien a través del Facebook me envió estas líneas: “Hey, ‘promo’,  mejor dedíquese a publicar anécdotas en su blog que como contador de chistes está como herrero con cuchillo de palo y recontra, pero recontra súper plop”. No cabía sino reír de la ocurrencia de mi viejo amigo.
 
 
 
   ¿Pero a qué vino ese comentario de Luis? Pues que por estos días fui colocando como estados de mi Facebook algunas ocurrencias escolares en los colegios donde trabajo. No son chistes, mal haría en considerarlos como tales, son situaciones breves, instantáneas matizadas con juegos de palabras, nada más. Hubo algunos que lo celebraron y otros, como Luis, que me aconsejaban abandonar todo intento en el humorismo. Entonces me dije, ¿por qué no?, ¿por qué no utilizar estos estados (y otros) como motivo de esta entrada? Y aquí están sueltos en plaza:


Me ocurrió ahora en la mañana, una alumna me pregunta por su nota del examen:
-¡Profesor, profesor!, ¿cuánto tengo?
-No sé, supongo que catorce o quince... años.


Una alumnita me busca y me pregunta antes del examen:
-Profesor, profesor, ¿qué va a venir en el examen?
-Supongo que... preguntas.


Esta es otra, también me ocurrió ahora en la mañana, un alumno me preguntó por su nota del examen:
-¡Profesor!, ¿cómo he salido?
-No sé, supongo que... por la puerta.


En la hora de recreo, un alumno me pide que le preste para comprar algo:
-¡Profesor!, ¿tiene cincuenta?
-No, todavía no, solo tengo 49.

 
Un alumnito me persigue para preguntarme por el título de una película que debe ver:
-¡Profesor, profesor!, ¿cómo dijo que se llamaba?
-¿Quién?, ¿yo?... Orlando.
 

Hay que acostumbrarse a levantarse temprano. Yo, por ejemplo, me levanto todos los días a las tres. Entonces un alumno me dice:
-¡Profesor!, ¿a las tres?
-Sí, a las tres. Una vez que abro los ojos me digo: "Es hora de levantarse: a la una, a las dos y a las tres"... y me levanto.

 

   No quiero hacer más comentarios, ahí los dejo a la consideración de quien tenga a bien leerlos.
 
   Amante del cine como soy, un día publiqué estas líneas que titulé elegantemente Me jode.



 Me jode (sí, me jode) que relacionen al cine con el pop corn.
 Me jode (y mucho) que la gente vaya más a tragar que a ver la película.
 Me jode (no saben cuánto) tener que soportar a la gente que hace ruidos (no tengo onomatopeyas) cuando está comiendo su comida chatarra en medio de la proyección.

 Me jode (una enormidad) aquella gente que en plena función va contando la película porque la ha visto antes.
 Me jode (superlativamente) aquellos que tienen su celular prendido y responden llamadas o se ponen a manipularlo porque quizás no les gusta la película.
 Me jode (hasta la estratósfera) que piensen que cine es sinónimo solamente de películas de acción; es decir: asesinatos, explosiones, sangre (mucha sangre) y persecuciones automovilísticas.
 Me jode (tanto, pero tanto) la espantosa cartelera cinematográfica del Perú, es una vergüenza, casi todas son películas que siguen un esquema que se repite y repite interminablemente y que haya gente que pague por ver estos bodrios.
 Me jode (y soy suave al decirlo) que a la mayoría les guste las películas y no el cine (obviamente no me refiero al local).
 Me jode, así de sencillo.


   Debo decir que tuve a muchísimos de acuerdo conmigo, gente que asiste al cine y que tiene que sufrir a ese puñado de extraviados que no respetan el rito de estar en una sala de proyección, que parecieran desconocer lo sagrado de participar en grupo en un casi absoluto silencio frente a la magia de las imágenes en el ecran.
 
 
 
 
   Hace menos de un mes me atreví a colgar estas líneas apresuradas donde expresaba algunas de  las cosas que no me gustan. Algunos rieron celebrando la ocurrencia de mi texto, otros me dijeron que faltaba el respeto a quienes si gustan de mis disgustos, otro grupo me dijo: “Amargado, renegón”. Pero quizá quien se llevó el trofeo al comentario definitivamente desagradable fue uno que me dijo: “Mujer”. “Pareces mujer”, fueron sus palabras supuestamente ofensivas. Me molestó el machismo asquerosamente concentrado en estas dos palabras, erradas totalmente. Pruebas al canto: yo vivo con dos mujeres (mi esposa y mi hija) que son una muestra palpable de sensibilidad, inteligencia, buen gusto; tengo una madre y una hermana de las que me siento muy orgulloso; alumnas y amigas con las que puedo establecer conversaciones inteligentes y llenas de humor. Así que hice lo que se imponía hacer: desagregué inmediatamente al fulanito desagradable. He aquí el texto de marras:

 

NO ME GUSTAN

No me gustan Ricardo Arjona, Aerosmith, Bon Jovi, Gianmarco, Cristiano Ronaldo, Botero, la salsa, Paulo Coelho, Pedro Suárez Vértiz, Gisella Valcárcel, el programa Yo soy (o Ya fui, ja), Magaly Medina, la desorganización del fútbol peruano, la arrogancia de los halcones chilenos, Thalía, Sin Bandera (o con bandera), los libros de autoayuda, Alejandro Sanz, que te saquen a bailar cuando no quieres bailar, viajar parado, escupir al suelo, Chayanne, Iron Maiden, la bulla, las telenovelas mexicanas de Televisa, las telenovelas venezolanas, Aventura (o Desventura), el flaco ese cuyo nombre ni me acuerdo y que fue esposo de Jennifer López, la falsa fama de los Rolling Stones como los chicos malos, el verano limeño, la vulgaridad, la lumpenería, la gripe, las mañas de algunos editores o dueños de editoriales, Fujimori, Keiko y su banda, el Apra, la publicidad machista y racista, Luis Miguel con sus aires de divo, cuando te dan gato por liebre, cuando orinan a los árboles, los que hablan a todo volumen por sus celulares, el sonido de los celulares en todo lugar y en toda ocasión, la gente que anda con audífonos, los políticos corruptos, los que se aprovechan del poder que tienen, los que se presentan con piel de cordero, Adamo (¿así se escribe?), las películas dobladas, que me suban la tarifa de internet, el hijo de Julio Iglesias, Hitler, Francisco Franco, el opus dei (así, con minúsculas), Mónica Delta, Aldo Mariátegui, Schutz, Iván Cruz, los doblajes españoles, los traidores, el Real Madrid, Mourinho, en general la televisión peruana, los libros caros, la gente que no lee, los toneros, los drogos, los cigarreros, los grafitos en los monumentos, las paredes y esquinas con olor a pichi, las uñas sucias, los zapatos sin lustrar, los gritones o gritonas, las fiestas a todo volumen a mitad de semana, un jean con raya en cada pierna, las calles con caca de perro, las azoteas con pichi de gato, las ratas, las cucarachas, los cocodrilos, los tiburones, la comida sin gusto, la comida chatarra, Laura Bozzo, El valor de la verdad, los cocineros sin talento, los arrogantes, Juan Luis Cipriani, José María Escribá, yo mismo cuando estoy ansioso... Pero amo muchas cosas, muchísimas cosas, pero ese no es el punto.


   Otras veces me embarco en afanes ortográficos que son bienvenidos, celebrados, aplaudidos… sin embargo, sus comentarios están plagados de errores. En fin.


¡Carajo! (perdón por el exabrupto), pero cuándo la gente va a entender que no se debe decir "engrampador" sino "engrapador", "peñizcar" sino "pellizcar", "quiñar el ojo" sino "guiñar el ojo", "empiñar" sino "empinar", "segundaria" sino "secundaria", "bivirí" sino "bividí", "dean" sino "den", "estean" sino "estén", "pasae" sino "pasaje", "nadies" o "nayes" sino "nadie", "oe" o "pe" sino "oye" o "pues", "haiga" sino "haya", "verdá" sino "verdad", "Cujco" sino "Cuzco", "dentrífico" sino "dentífrico", "metereológico" sino "meteorológico", "cuágulo" sino "coágulo", "escribistes, escuchastes, leístes..." sino "escribiste, escuchaste, leíste...", "diabetis" sino "diabetes", "aerio" sino "aéreo", "comisería" sino "comisaría", "por jemplo" sino "por ejemplo", "fulbo" sino "fútbol", "chinchón" sino "chichón", "columbio" sino "columpio", “cuete” sino “cohete”, “higénico” sino “higiénico” y más, muchos vulgarismos más. Basta de tanto descuido: el vocabulario es parte de la imagen y dice mucho de una persona, es increíble el descuido de la gente al hablar. Da vergüenza ajena escucharlos... Lo peor es que algunos son gente que se supone tiene un nivel y preparación, se supone. Una lástima.


   Dejando a un lado comentarios polémicos, me quiero referir como el Facebook, esa red social muchas veces satanizada, puede servir como motivador creativo. Me explico. La semana pasada, alguien colgó en su estado el link de un video de un cantante de blues, Robert Johnson, personaje teñido de leyenda de quien había leído buenos comentarios. Inmediatamente busqué sus canciones y quedé rendido ante el arte conmovedor de este músico norteamericano. Como parte de una clase de 5to de secundaria, hablé sobre las canciones de Johnson y en la noche de ese mismo día colgué en la página de Facebook de ese salón el video con todas las canciones de Johnson, acompañado de este texto:


Se los dije en la mañana, aquí el reto para el buen "cultivo". Si quieren escuchar muy buena música, este negro diablo la hizo. Robert Johnson solo vivió veintisiete años, dejó una veintena de canciones grabadas y la eternidad es suya: blues, esa música de negros del sur de Estados Unidos. No exagero, su música suena a pura actualidad: su voz, su guitarra, sus letras... sino que lo digan Eric Clapton, Keith Richards y Jimmy Hendrix que le hace compañía allá donde el Edén es solo música. Grande, pero con mayúsculas y sin hipérboles.
 
 

   Al rato, una alumnita, Naomi Teruya, cuelga un comentario: “Acabo de escucharlo y me di cuenta que ya lo había escuchado, ¡qué capo!”. Y en un comentario inmediato me contó que cuando ella había vivido en Japón, solía pasear en bicicleta por una calle larga llamada Honcho (cuya traducción es “Ciudad del libro”), que siempre había allí música a todo volumen y que era en esa calle donde había escuchado sin saberlo a Robert Johnson: “…cuando escuché la canción lo primero que me acordé fue de Japón porque siempre la escuchaba justamente en esa calle, (y allí) sentía como si estuviera en Francia y no en Japón, ¡cómo la música te puede cambiar de ambiente!”. Entonces, Naomi colgó junto con su comentario una foto de la calle Honcho tomada por ella. Suficiente. Tenía los elementos: una imagen, una calle que despertó mi curiosidad, una niña en bicicleta, la música invadiéndolo todo… Tenía que escribir un poema y Naomi (como lo ha prometido) la nueva entrada (que espero) de su blog, con sus recuerdos de esa calle inspiradora. Esta es la foto y el poema.
 
 

UNA CALLE / UNA NIÑA

 

 Una calle puede detener el día

 como quien estanca los ojos

 en el flanco de una colina

 

 El puente es el brazo

 e impide la partida del día

 hacia fugaces nieves perpetuas

 

 Una niña que si algo no ignora

 es aquel rock and roll

 que luego será madera

 

 El fluir de seis cuerdas

 donde la muerte

 bien puede tener rostro

 pero sus puños jamás alcanzarnos

 

 

   Continuará…

 

 

                                     Morada de Barranco, 15 de setiembre de 2013.