Creo que el cine
ejerce cierto poder hipnótico en el espectador.
Luis Buñuel
Se acercan ya los bimestrales y el siempre
esperado invierno se aleja. Mis queridos tutoriados de 5to deben ver una
película que a mí me sabe a gloria. Hablo de M, el vampiro de Düsseldorf, película en blanco y negro filmada en
1931 por el director austriaco Fritz Lang. Guardo la esperanza de escuchar,
después de que la vean, buenos y entusiasmados comentarios, como ha sucedido
con otros filmes que han visionado como parte de las exigencias del curso de Lengua
y Literatura.
Mencioné el invierno y tiene una
explicación. Tengo para mí que nada hay como ver una buena película (si no se
puede en el cine) encerrado en casa, bien abrigado y premunido de una taza con
café recién pasado para derrotar, en tanto dura el film, al frío. Las bajas
temperaturas, crean para mí, una atmósfera ideal para abandonarme al placer de
las imágenes. Lo he comprobado innumerables veces, de ahí mi aseveración. Está
demás decir que junto a mí (o yo junto a ella) debe estar Rita, imprescindible.
Justamente una de las últimas películas que
volví a ver por estos días fríos fue este primer film sonoro de Lang.
Nuevamente quedé conmovido por la historia cruel de ese asesino en serie
interpretado por Peter Lorre quien silba amenazadoramente una melodía de Edvard
Grieg. Entonces surgió una pregunta, ¿podrían ver esta película mis alumnos?
"Claro que sí", me respondí inmediatamente. Es más, debo suponer que ya varios la
deben haber visto (internet lo facilita) y espero paciente sus opiniones. Lo mismo espero que suceda,
en el último bimestre, con películas como La
noche del cazador de Laughton;
Alemania, año cero y Stromboli de
Rossellini.
En la labor educativa, como todos sabemos,
el aprendizaje es mutuo, el intercambio es enriquecedor. Los jóvenes con su
energía y entusiasmos te contagian, te dan otro ritmo. Y si no se quiere quedar
rezagado o aparecer cual resto arqueológico destinado a algún museo, uno debe
ir con los tiempos, conocer los gustos de los más jóvenes, experimentarlos. El
comentario viene a raíz de lo siguiente. Preparaba clases sobre el Romanticismo
y en la búsqueda de materiales, me topé con unas hojas bond recicladas (más de
doscientas hojas que yo titule Bagatelas)
donde hace más de quince años pegué múltiples recortes periodísticos de
diversos diarios. De pronto, entre los muchos recortes, apareció ante mis ojos un
texto pequeño de un antiguo diario, me refiero al Ojo. El pequeño recorte (que supe conservar desde mi época escolar)
informaba sobre unas coincidencias históricas entre Napoleón y Hitler,
coincidencias que me asombraron y (¿por qué no?) me siguen asombrando. He aquí
el texto.
COINCIDENCIAS
HISTÓRICAS
Napoleón nació en 1760 y Hitler en 1889,
existiendo una diferencia de 129 años. Napoleón tomó el poder en 1804, Hitler
en 1933, existiendo al igual 129 años de diferencia. Napoleón entró en Viena en
1809, Hitler lo hizo en 1938 y nuevamente coincidieron en 129 años de
diferencia. Napoleón atacó a Rusia en 1812, Hitler atacó a la URSS en 1941,
increíblemente coinciden nuevamente en 129 años. Napoleón perdió la guerra en
1816, Hitler perdió la guerra en 1945: 129 años de diferencia. Ambos tomaron el
poder a los 44 años, atacaron Rusia cuando tenían 52 años y perdieron la guerra
cuando contaban con 56 años. Extraño, ¿no?
Por cosas del destino, el empleo de este
material quedó postergado. Pero desarrollé la clase sobre el Romanticismo y
hablé, entre muchas cosas, sobre la preferencia que sintieron los románticos por
la noche. Leímos, entonces, en voz alta el famoso Nocturno de Manuel Acuña, poeta mexicano. Luego comenté sobre unas
piezas breves para piano de Chopin,
precisamente titulados nocturnos. Ese mismo día en la noche, colgué en la
página de Facebook de la promoción, el link con una selección de nocturnos del
músico polaco. Casi inmediatamente, una alumna comentó que por coincidencia
acababa de ver un film de Roman Polanski llamado El pianista, donde el protagonista (Szpillman) ejecutaba piezas
para piano de Chopin. Impulsado por el comentario de Naomi, visioné por tercera
vez esta película. A cambio (si cabe la expresión) yo le recomendé que
visionara La amada inmortal, un
largometraje sobre el músico alemán Ludwig Van Beethoven. Es así, en el proceso
de aprendizaje el intercambio es mutuo, bien porque llega a ti algo nuevo o
porque te impulsa a visionar, como en este caso, una película ya vista hace
algunos años.
En este afán porque los jóvenes vean buen
cine, uno es testigo de ciertos momentos que se tornan inolvidables, como aquellos
en que mis alumnos intercambiaban sus puntos de vista y aclaraban sus dudas
cuando hablaban (así, voz en cuello) sobre El gabinete del Dr. Caligari de Robert Wiene, Los
Olvidados de Luis Buñuel o sobre Los
cuatrocientos golpes de Francois Truffaut o comentaban con una alegría
conmovedora Tiempos Modernos de
Charles Chaplin. Yo sonreía complacido de que estos jóvenes ya no hablaran, si
se trataba de cine, solo de Rápidos y
furiosos no sé cuántos y otras películas de esa misma laya. Pequeños
triunfos no del profesor sino de estos adolescentes que se atreven a transitar
por otros predios.
Debo decir que si alguien tiene éxito, y
rotundo, con los jóvenes, con los niños (en realidad con el público de cualquier
edad) ese es Charles Chaplin. Aún resuenan en mis oídos los comentarios entusiasmados
sobre películas como El Pibe, Luces de la
ciudad, La quimera del oro y Tiempos Modernos. Mariana Elguera, una alumnita de 5to me dijo
un día: “Profesor, las películas de Chaplin son muy graciosas y hasta hacen
llorar, ahora quiero ver El Circo”. “Magnífico,
hazlo”, decía en mis fueros internos. Otra alumna, Meylin Márquez, me abordó y me soltó su
comentario: “Profe, vi la película de
Chaplin con mis hermanitos (se refería a Tiempos
Modernos) y les ha gustado, no parábamos de reírnos”, para concluir con lo
siguiente: “Desde entonces estamos buscando para ver sus largometrajes y sus
cortos por internet”. Una cosa curiosa, nadie se ha quejado de que estas
películas sean mudas. Ni el más mínimo comentario o queja al respecto, solo las
disfrutaron. Bueno, se echó la semilla, ahora solo resta esperar.
Quiero
terminar esta entrada transcribiendo un texto que encontré entre los muchos
recortes de mis Bagatelas, es una
anécdota deliciosa del gran Charlot, quien parece que en su vida cotidiana era
dueño también de un muy buen humor. Este
es el texto y ya nos vemos en octubre.
Charles Chaplin estaba escuchando una
conferencia sobre cine. Una mosca empezó a zumbar alrededor de su cabeza de
manera totalmente inoportuna. Chaplin, educadamente quería alejar a la mosca,
pero esta no hacía caso. Agotados los esfuerzos dóciles, Chaplin pidió un
matamoscas. El conferencista continuaba con su plática, sin saber lo que le
ocurría a Chaplin. Este dejó de seguir la conferencia y más bien se dedicó a
inventar tácticas para matar a la mosca. Increíble pero cuando estaba listo
para liquidarla, esta levantaba vuelo. Fue tanta la impertinencia de la mosca
que Chaplin se vio obligado a levantarse de su asiento y seguirla, porque la
mosca se había salido de la sala de conferencia. Un amigo que seguía los
devaneos de Chaplin, vio que el famoso bufo se acercó cautamente a la mosca,
levantó el arma mortífera y cuando estuvo a punto de lanzarle el golpe final a
su enemiga, se arrepintió. El amigo le preguntó luego a Chaplin: “¿Y por qué no
la mataste?”. Chaplin, sin ninguna mueca de mohín de hombres, le contestó: “Porque
no era la misma mosca”.
Continuará…
Morada de Barranco, 28 de setiembre de 2013.
Profesor , Así es ! Las dos películas me encantaron , gracias por la sugerencia y por nombrarme en su publicación !!
ResponderEliminarDe nada, Naomi. Pero es la verdad, me impulsaste a ver nuevamente El pianista y lo disfruté mucho, a pesar de ser una historia muy triste. Un abrazo.
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