domingo, 30 de octubre de 2016

ALGUNOS RELATOS ORALES SOBRE LAS MANCHAS DE LA LUNA






                                                                       Hoy la luna está de compras
                                                                           Carlos Oquendo de Amat








   Hace unos días relaté a mis alumnos una leyenda purépecha, el relato anónimo es, como podrán deducir, de Michoacán y hasta el día de hoy se sigue contando. La historia trata sobre el amor que en tiempos remotos hubo entre el Sol y la Luna. Dice la leyenda que ambos se amaban, pero que los celos de esta resquebrajaron la relación, todo a raíz de que vio a su amado conversando amenamente con Venus. La Luna no entendía razones, así que ambos se insultaron hasta que la Luna se fue encima del Sol, pero como este era más fuerte, golpeó en el rostro a la Luna, como consecuencia de los golpes la Luna quedó con moretones en el rostro, por eso, dicen los purépechas, es que la Luna tiene hasta el día de hoy manchas. Con la separación de la pareja vino la división del tiempo en día y noche y cuando se reconcilian lo hacen brevemente, es así que se suceden los eclipses…






   Las manchas de la luna. Parece que el tema ha sido desde siempre un tema atractivo para el hombre. En su afán de querer explicar el origen de esas manchas, y al no contar con la ciencia y la tecnología de estos días, el hombre apeló a su creatividad, a su imaginación para explicar el origen de estas. 






   Las diversas culturas del mundo han creado muchas historias que forman parte de ese cuerpo conocido como narrativa oral. En una entrada anterior hablé ya sobre este asunto y consigné dos relatos anónimos, uno peruano y otro mexicano. Hoy quiero agregar algunos más. Por ejemplo, en Colombia hay una etnia indígena llamada barasana, ellos cuentan desde tiempos remotos esta leyenda:



LAS MANCHAS DE LA LUNA

   Luna enamoraba a su hermana y cada noche iba a dormir con ella. La hermana creía que era otro hombre y se preguntaba quién sería. Una noche se mojó las manos en tinta negra y cuando vino el hombre le dio una palmada en la cara para pintarlo y poderlo descubrir al día siguiente. En el día conoció que era su propio hermano. Por eso Luna tiene muchas manchas negras pintadas.





   Es curioso, aquí en el Perú, específicamente en la selva, se cuenta entre los aguarunas una historia muy parecida a la anterior que fue recogida por Manuel García y Aurelio Chumap:



ORIGEN DE LAS MANCHAS DE LA LUNA



   Antiguamente Nántu (luna) vivía en la misma casa de su ubán (hermana). Nántu tenía su mujer pero la ubán aún estaba soltera. Nántu dormía con su mujer. La ubán dormía sóla en otra cama. Los demás familiares dormían en otras camas. Todos en la misma casa. Por la noche Nántu se levantaba y se iba a la cama de su ubán. Ella le aceptaba pero no sabía quién era y, aunque intentaba agarrarlo fuertemente para descubrirle cuando amaneciera, Nántu siempre lograba escapar y volver a su cama antes de que se viese nada. Una noche, Nántu volvió a la cama de su ubán; aunque dormía, notó que alguien intentaba forzarla. La mujer quiso agarrar al hombre pero, nuevamente, Nántu consiguió escapar. Por la mañana la mujer avisó a su dúkuh (madre):

   - Alguien viene a mi cama cuando estoy dormida, pero nunca logro ver quién es.

   La madre le dijo: Coge un fruto de suwa (huito) y, raspándolo bien, lo dejó preparado cerca de su cama. Aquella noche Nántu volvió a la cama de su ubán. Cuando le sintió, agarró suwa y le pintó la cara. Nántu volvió rápidamente a su cama. Cuando amaneció todos vieron a cara de Nántu pintada de negro.

   -¡Seguro qué eres tú él que viene a mi cama! – le dijo la Ubán.

   Todos los familiares dijeron a Nántu:

   -¿Por qué te acuestas con tu ubán? ¿No te da vergüenza acostarte con ella?

   Nántu avergonzado por haber sido descubierto, se fue a buscar a su mujer que había ido a la chacra.

   -Mujer, hazme chapo de zapallo para tomar.

   -¿Acaso ves bastante zapallo maduro para hacer chapo? – le contestó la mujer.

   Nántu regresó triste a la casa. Vio a su hijita y le dijo: “Hija, me voy al cielo; ven conmigo. Haciendo un nije (*) subió al cielo con su hija avergonzado por haberse acostado con su hermana.

   Nántu todavía tiene la cara manchada de negro desde que su ubán se la pintó con súwa. La mujer de Nántu se llamaba Auju.






   En España, específicamente en las Islas Canarias, se cuenta esta versión bastante resumida:


   El Sol se enamoró de la Luna y al verse despechado por ella le arrojó ceniza para manchar su cara.





   En otra región de España se cuenta esta otra historia de porqué la Luna tiene manchas, la versión es del narrador José Tudela López:



EL HOMBRE AL QUE SE LO TRAGÓ LA LUNA



   Eran los tiempos de María Sarmiento cuando ocurrió este cuento; fue ayer, pero también podía ser hoy.
   En una noche de invierno fría, muy fría, volvía el leñador Juan Alpargata con su carga de leña a las espaldas. Era Juan Alpargata un hombre ya anciano y más pobre que su propio nombre.
   Agotado por el largo día de trabajo y vencido por el frío, se sentó a descansar, reposando su haz de leña en una tapia. En el cielo brillaba la luna llena iluminando los caminos, campos y cabezos de su tierra.
   El cansado y viejo leñador se quedó mirando fijamente a la luna y en voz alta expresó un deseo:
   -¡Luna, baja y trágame!
   La luna observó con detenimiento a Juan Alpargata y apiadándose de él, bajó y se lo llevó con ella.
   Y desde entonces, siempre que luce la luna llena se ve en ella unas manchas oscuras que no son otra cosa sino que la leña esturreada que portaba el tío Juan Alpargata.
   Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.






    Un caso similar al anterior sucede en Alemania, en este país se cuenta una versión resumida del anterior relato (¿inestabilidad textual?), veamos:


   Es un leñador que ofendió al cielo por cortar leña en domingo siendo condenado a permanecer en la Luna.






   Pero no solo en España y en Alemania se cuenta la historia de un leñador y la Luna, también en Ecuador, este es el relato:



   Un anciano diariamente tenía que cargar con leña para su casa y para venderla y tener dinero con que comer, una noche, cansado y con frío se sentó a descansar dejando el fardo de leña a un lado, mirando a la luna le dijo que viniera y se lo llevara, la luna apiadándose del anciano lo recogió. Las manchas es la leña del fardo que llevaba y que se esparcieron por la luna.






   Ahora nos vamos hasta un país extraño a nosotros: Bulgaria, los búlgaros cuentan desde hace mucho la siguiente historia:



   El sol y la luna vieron a dos gitanos haciendo el amor. El hermano y la hermana se sintieron muy avergonzados y bajaron la vista. La luna se sonrojó y sobre su semblante quedaron fijados los contornos de los cuerpos del hombre y la mujer, que también hoy se pueden ver en días de luna llena.






   Volvemos a nuestro continente, y en la Tierra de lagos y volcanes, o sea, Nicaragua, se cuenta esta historia:



   Un día un ladrón se enteró que en la Luna habían jardines con los más hermosos tesoros, construyó una gran escalera y una noche de luna llena la apoyó contra ella, subió tan rápido como pudo, sin darse cuenta que con eso lo único que consiguió es que al llegar al último peldaño hiciera que la escalera cayera a la tierra. Ciertamente la Luna estaba llena de extraordinarios objetos que fue recogiendo, hasta que descubrió que no podría volver a su planeta, y allí espera, deseando que alguien, algún día, construya una escalera y le saque de allí.





   Ya para concluir, justo hace unos días, revisaba  algunos libros de mi biblioteca cuando encontré Baladas Peruanas de Manuel González Prada, en la página 42 de ese libro se consigna el siguiente texto poético-narrativo, aunque inconcluso, que hace recordar una leyenda que incluí en una anterior entrada: el amor del zorro por la Luna, he aquí el poema en mención:



LAS MANCHAS DE LA LUNA



A la bella y blanca Luna
Ama la pérfida Zorra;
La persigue tanto y tanto
Que es la sombra de su sombra.

Tras su Amada, hacia el ocaso,
Va en carrera presurosa,
Mas detienen su camino
Anchos muros de altas olas.

Tras su Amada, hacia el oriente,
Va...................................
Y la mansión de la Luna
Con plantas ágiles toca.

La blanca Luna se eleva,
La plena Luna remonta,
Y, a cogerla entre sus brazos,
Salta la pérfida Zorra.

Fue la Luna inmaculada,
Inmaculada y hermosa,
Mas quedo manchada y triste
Con los besos de la Zorra.







   Continuará…







                                                   Morada de Barranco, 30 de octubre de 2016.






sábado, 29 de octubre de 2016

DÍPTICO PARA BARRANCO





                                                  Malecón, el último de Barranco yendo a chorrillos…
                                                                                            Martín Adán




I.


   “A los diez minutos de este sitio (Miraflores), se atraviesa el Barranco, pequeña aldea situada entre abundante follaje, grandes árboles y mucha agua. Al dejar este oasis hasta Chorrillos, no hay sino áridas tierras...". (Flora Tristan)






   “Vengo a Barranco a lavar mi espíritu en la diafanidad del cielo y a perfumarlo luego con el perfume de los campos. Aquí, en esta encantadora y paradisíaca villa, ennoblecida con los versos de tantos poetas y la música de tantos prosadores, aquí donde resuena aunque lejana la lira multicolor de Eguren, yo he sentido rejuvenecer mi alma: he vuelto a ser infantil". (Abraham Valdelomar)






   "Cada vez que atravesamos las calles de esta risueña población (Barranco) nos vienen a la memoria los versos de Salvador Díaz Mirón: 'La flor en que se posan los insectos / es rica de matiz y de perfume'. Siendo el Barranco la flor de los balnearios limeños no podían dejar de acudir a él sacerdotes, monjas, beatos y beatas...". (Manuel González Prada)






   "De regreso, miro Barranco, con sus calles rectas pobladas de alamedas; con sus helechos arborescentes y sus pinos. Los chalets, de los más variados estilos, muestran jardines  de pulcra elegancia y los vestíbulos abiertos a las brisas vespertinas; las lujosas residencias del confort burgués.
La hora virgiliana, turquesa y verde enérgico. Y el mar de rica plata." (César Vallejo)






   "Cuando lo conocí habitaba desde hacía muchos años en el Barranco, apacible estación balnearia, a media hora de tranvía de la capital, en la Plaza de San Francisco, una casa de campo sencilla y cómoda, la típica residencia limeña de fin de siglo, cuando la gente aún creía que el hecho de vivir en el campo, es decir, fuera del centro de la capital no exigía del viandante costumbres de gitano ni una resistencia de habitante de la jungla feroz. Eguren recibía cada domingo a los intelectuales incipientes, que iban a ensayar sus casi implumes alas junto al prestigio del poeta antes de intentar, algunos, el vuelo que los llevaría lejos de la calma monótona del charco natal". (César Moro)






   "Un jardín -eucaliptos, de hoja línea; saúcos, de hoja lueñe; fresnos, de hoja lela-; ficus, de hoja de piel de la planta del pie; raros árboles, de hoja de humo o que no se ve y apenas se oye; algo más que una percepción; un giro de alma. Sobre todo, un día de Barranco es una tetera sobre una mesa: un fresco pintado en una entreventana; una paloma azulenca de la cual toda cabezada, todo paso, todo gesto conspira a esclarecer el pavón de la pluma. Aquí vivir es contener el aliento". (Martín Adán)









II.


   Los que hemos vivido siempre en Barranco, los que crecimos viendo este paisaje pequeño junto al mar, lamentamos que la desaparición de nuestro distrito continúe, sentimos tremendamente cuando destruyen una casona, un rancho, una humilde casa para levantar en su lugar “prácticos” edificios, cajones altos, gigantescos que no solo alteran el perfil arquitectónico de este distrito, sino que incluso impiden ver a la distancia lo que hasta hace poco se podía otear: algunas típicas ventanas teatinas cada vez más escasas, o las solitarias torres adornadas con balaustres y cenefas de ciertas casas, o los viejos árboles (ficus) que proporcionan su sombra generosa.











   El cemento se está imponiendo en el territorio del barro, la caña, el yeso y la madera, el impersonal cemento hace acto de presencia previa destrucción, y de manera egoísta cubre los espacios por donde podíamos ver al mar, personaje siempre presente en nuestras vidas. Esa antigua arquitectura de “ligeros naipes”, tan personal, tan propia de este pequeño territorio está desapareciendo. La zona monumental cada vez se reduce y nadie actúa, nadie hace nada, las normas y las leyes son letra muerta. ¿Hasta cuándo?












   Hace unas semanas denuncié la destrucción de un hermoso rancho ubicado en la avenida Lima, mis quejas y reclamos cayeron en saco roto: la destrucción ha continuado y con ella una sensación nos ha invadido y sentimos que Barranco es un territorio desprotegido, una suerte de jungla donde cualquiera puede hacer lo que le dé la gana. Increíble.











   Repito la pregunta: ¿Hasta cuándo seguiremos siendo testigos de la desaparición de nuestro distrito? Las irresponsables inmobiliarias logran pingües ganancias con la destrucción de nuestro patrimonio y de nuestra memoria, pero a Barranco no solo se le destruye sino que se está superpoblando y con este crecimiento demográfico crecen nuevos problemas. ¿Las autoridades? Bien, gracias.












   Mucho se habla de las potencialidades del turismo en el Perú, la “industria sin chimeneas” como se le suele llamar. El Perú bien podría obtener ingentes divisas por este concepto, su capacidad de atracción es enorme: somos un territorio milenario, tenemos una historia riquísima, poseemos hermosos paisajes, la variedad de flora y fauna hace de nuestro país un territorio único, en fin. Sin embargo, nos complacemos en destruir lo que bien puede atraer al turista. Lima, Patrimonio Cultural de la Humanidad, es un ejemplo de lo que digo. Me pregunto, ¿le podrá interesar a un turista extranjero venir a Barranco para ver solo edificios “modernos”? La respuesta la tiene cada uno de nosotros.












   Mientras tanto la indiferencia ante la destrucción de nuestro patrimonio urbano campea, llegará el día en que Barranco solo será un recuerdo, una herida, mejor dicho, como ha sucedido con Miraflores y todo lamento será en vano pues todo estará consumado, como le está ocurriendo a esta casona barranquina que ante la vista y paciencia de las autoridades la están demoliendo, prueba contundente de la incuria de nuestras autoridades y organismos pertinentes. He aquí las fotos de una destrucción denunciada.

































   






   Continuará…









                                       Morada de Barranco, 29 de octubre de 2016.