sábado, 21 de abril de 2012

DESCUBRIMIENTO DE XAVIER ABRIL







Buscándome yo mismo no sé hasta qué punto soy, y dónde comienza en mí xavier abril.
                                                Carlos Oquendo de Amat





    Cuando se conoció el catálogo Joyce, donde el mismo escritor seleccionó los mejores libros que había leído, entre los poquísimos escritos en español estaban las obras de Cervantes, Góngora y… Descubrimiento del alba  de Xavier Abril (Lima, l905 –  Montevideo, 1990), notable poeta peruano con quien últimamente se está siendo injusto: hay, incluso, algunas antologías de poesía peruana y latinoamericana que se atreven a ignorarlo olímpicamente, porque, entre otras cosas, sus libros habían dejado de reeditarse, porque el mismo poeta, afincado durante años en Montevideo, se había alejado del "mundanal ruido" y de la comidilla interesada en asuntos insustanciales.




     Abril pertenece a la hornada de grandes poetas peruanos como César Moro, Carlos Oquendo de Amat, Martín Adán, Enrique Peña Barrenechea (otro gran olvidado, recordemos su Cinema de los sentidos puros) y Emilio Adolfo Westphalen, que allá por las décadas del 20 y 30 consolidaron la modernidad en nuestra poesía.  Aunque, claro, ya Eguren, Vallejo e Hidalgo, unos años antes, habían iniciado tal empeño.




     En 1926, Xavier Abril viajó a Europa, su permanencia en el viejo continente le permitió hacer amistad con poetas, pintores e intelectuales como Federico García Lorca, Rafael Alberti, Maruja Mallo, Paul Eluard, Jean Cocteau, Louis Aragon, Salvador Dalí, André Breton (quien, a la salida de una Exposición de Poemas y Dibujos de Xavier Abril y Juan Devéscovi en París, dijera a Eluard: "Yo pienso que (Xavier Abril) nos trae ese misterio de Jauja en sus poemas"): Xavier Abril fue, entonces, testigo y partícipe de la fiebre vanguardista de entreguerras, fue el primer poeta peruano en entrar en contacto directo con los superrealistas franceses (después llegaría César Moro, el único poeta superrealista latinoamericano).







   Él es de los primeros poetas (si es que no el primero) que trae a estas tierras americanas los aires superrealistas (el terror al espacio, la locura, el sueño, etc.). Asiduo colaborador de revistas de vanguardia como Amauta, Poliedro, Jarana, incluso publicó en alguna revista superrealista con el apoyo y admiración de André Breton; sin embargo, su primer libro,  Hollywood (1), recién se publicó en 1931. Esta obra emparentada con La casa de cartón es un conjunto de relatos desenfadados, poemas en prosa y greguerías escritos entre 1923 a 1926 donde se manifiesta la exploración de las posibilidades y nuevas técnicas que la narrativa y la poesía vanguardistas ofrecían (el simultaneísmo, la fragmentación, el dinamismo cinematográfico, el humor, etc.):







Mi poesía se ha inspirado en la calle. Como ya lo he dicho en City Block, llevo una calle en el alma. Estuve  en varios colegios; pero ya no me acuerdo de casi nada. Las biografías verdaderamente modernas no tienen colegio, sino calle. Lo único que aprendí bien fueron los palotes…

Yo he traído a la poesía sudamericana el surmenage, la taquicardia (1926), el temblor, el pathos, el “terror al espacio” (1927). Después de mis primeros ensayos y experimentos literarios (1923-25), hice un viaje a Europa. Asistí al debate del “Surrealisme”; pero a mi vuelta al Perú (1928) me ganó la revolución, el marxismo, en la prédica de Mariátegui. Y mi vida y mis esperanzas son el proletariado…




     Su siguiente libro debió salir en l932, pero problemas insalvables sólo hicieron posible que en 1935 saliera a la luz  Difícil trabajo (2), antología de poemas con influencia superrealista escritos entre 1926 a 1930. En este magnífico libro están presentes la irracionalidad, la alucinación, el onirismo gobernado por un discurso hermético, de ritmo sostenido, pausado, musical, características propias de la poesía de Abril (y que por lo mismo lo alejan de la escritura automática, del superrealismo ortodoxo).









PAISAJE EN EL SUEÑO

De tu sueño al mío no hay sino olvido. En amorosos mares nos olvidamos. Tú animas el alba al moverme los brazos. Yo sigo el curso del día y de la noche. Y en la noche comprendo tu caballera. Tu cabellera hace nacer los astros y los jardines.

Tu  cabellera es el reino vegetal.

 La Luna nace de tu cabellera.

Yo veo los ríos sutiles fotografiados en tu cabellera.

Tu pureza me asusta como un incendio en África.






     Pero su gran libro, allí donde está presente el poeta maduro que con sabiduría utiliza los aportes vanguardistas (llámese onirismo) y los engarza con elementos propios de la poesía tradicional española es  Descubrimiento del alba (3), del año 1937. Libro singular y sabio, contenido, ejemplo mayor de economía  verbal que no se abandona al discurso irracional del libro anterior.




PAISAJE DE MUJER

Tú vives lenta y suave en tono de nube antigua.
Tu país se eleva a la altura del canto elemental
de las aves y de las florecillas silvestres.

No te ignoran los regatos perdidos
ni las huellas ocultas en el invierno.

El temblor de un tallo responde en tu despertar.

Tu cabellera es la flora del paraíso.






     La obra de Abril es de carácter precursor y novedoso, provocador y renovador, adelantadamente vanguardista. Poesía impregnada de sueño, algunas veces tierna, pero siempre precisa, trabajada, rigurosa, sin concesiones al facilismo y al puro juego formal. Abril logra lo que pocos: intensidad, altura y equilibrio de lo que se dice y del cómo se dice, perfectamente burilados. Celebramos que estos tres grandes libros, junto a otros  posteriores (4) e inéditos, hayan sido publicados hace unos seis años en el Perú bajo el título de Poesía soñada (5), empresa que se justifica por la importancia y calidad de la obra y que permitirá  a las nuevas generaciones descubrir a este brillante poeta peruano y ubicarlo en el sitial que se merece.  








NATURALEZA

No alcanzaré a ser puro mientras no crezca yerba de mis pies. Hasta no saber oscuramente, que en mí fluye el agua, crece el fuego, trashuman animales.


INTIMIDAD

Estás en mí tan lenta que pareces agua continua. Te veo caer en mis últimos sueños, en blancos espacios de soledad. A la distancia mínima del deseo y de la belleza.

Oigo la música de tu cuerpo en la yema de mis dedos.


POEMA DEL SUEÑO DORMIDO

El hombre desvelado es más fino que la brisa nacida en la frente de las mujeres dormidas. Y si pronuncia palabra es más silencioso que la llegada del alba.

La soledad de los árboles es menos penetrante que el desvelo. El insomnio está lleno de ratones y dientes y pestañas. Verdadera fauna nerviosa de la que se sale sólo por milagro.


ELOGIO DE LA LOCURA

La locura es mi constante existencia. Vivo de mi locura. La locura es mi clima. Por todas partes yo voy a la locura.

Un caballo blanco es mi locura. La carpa de un circo a donde no llega el tiempo, es mi locura. La trompa del elefante, además de un niño con miedo cerca del elefante, es mi locura. La butaca vacía de un teatro es mi locura. Y una playa con huesos de náufragos.

Soy una manera de la locura. La libertad de la locura. El fondo, si queréis, de la locura.

Sé que me aproximo a la vida perfecta de la locura.


POEMA SURREALISTE

Hay otro lejano, verde, cielo País, que no tiene nombre; pero en el que pienso siempre, en el día, en la media noche; cuando duermo, cuando no duermo y te siento que duermes en ese País que tiene el color de tus manos cuando ellas están salidas y blancas de tu sueño.

A veces no sé si está en el mar, bajo el mar, junto a mi sueño, ese País. Lo siento en el Rosal de Acero. Y siempre en mi alucinación, en mi esqueleto de miedo, en el mar, en mi sueño.


ESTÉTICA

(Realidad, incierta realidad o sueño.
Mujer siempre dormida en el poema.
Gacela despierta en suave paisaje de nube,
ausente de césped y horizonte.
POESÍA ES A CONDICIÓN DE OLVIDO).


 ELEGÍA A LA MUJER INVENTADA

                                     (Sin formas la conocéis:
                                     es la yedra obstinada,
                                     la reja y el amor,
                                     apenas lágrima de otro tiempo).

Una mujer o su sombra de yedra
llena esta soledad de lámparas vacías.

En la memoria del corazón
está marchita una flor,
un nombre de mujer.

Los ojos de la ausencia
están llenos de lluvia, de paisajes helados y sin árboles.

¿Quién conoce el nombre de esa mujer
que olvida su cabellera en los ríos del alba?
¡Qué difícil es distinguir entre la noche
y una mujer ahogada hace tiempo en un estanque!

El desmayo de una flor no se compara
al silencio de sus párpados cerrados.


RETORNO A LO PERDIDO

                                                              “en la su villa de Ocaña
                                                              vino la muerte a llamar”.
                                                                                   Manrique

Esta vez que vuelvo de viaje no hallo a mi madre muerta. Sólo la casa vacía, hundida del lado de su ausencia. En las
paredes agrietadas de desconsuelo,  trepan  la yedra  y  el  tiempo.

He visto a mi padre en el toque del alba oyendo la voz de mi madre.

Mas ella me falta como puede  faltarme el corazón,  la boca, las manos o el despertar.








   Continuará…                                


                                      Morada de Barranco, 21 de abril de 2012.  


____________________
(1) Hollywood. Madrid. Ediciones Ulises. Colección Valores Actuales. 1931. 201 pp.
     Portada de Maruja Mallo.
(2) Difícil trabajo. Antología (1926-1930). Prólogo de Emilio Adolfo Westphalen. Madrid.
     Editorial Plutarco. 1935. 143 pp.
(3) Descubrimiento del alba. Lima Ediciones Front.  1937. 47 pp.
(4) La rosa escrita. Montevideo. Editorial MZ. 1987. 85 pp.
     Declaración en nuestros días. Ediciones Front. 1988. 58 pp.
(5) Poesía soñada. Lima. Centro de Producción Fondo Editorial Universidad Nacional 
     Mayor de San Marcos.Julio de 2006. 354 pp.

                                              

viernes, 6 de abril de 2012

CINE DOBLADO Y OTROS ASUNTOS







                                    “Dificultad que se vence a fuerza de perforarse el hueso íntimo”.
                                                                                                           Xavier Abril



   La maldita costumbre de doblar las películas. Hace unas semanas desistí en acompañar a Rita y a Kathia al cine para ver la última película de Martin Scorsese, La invención de Hugo. La razón para algunos tal vez no tenga importancia, pero para mí sí (y creo que para cualquiera que ame el cine): la película estaba doblada al castellano para facilitar la comprensión a los niños, dizque (y yo agregaría que también para los ociosos).



   
   Tengo para mí que una película debe ser visionada en el idioma original, no hacerlo la mutila y la  distorsiona, y desde mi perspectiva se torna en una falta de respeto para el público. Antes de negarme a ir al cine para ver Hugo, revisé minuciosamente la cartelera, tenía la esperanza de hallar un cine, uno solo, donde proyectaran la película con subtítulos. Decepción absoluta. Todas ofrecían la película doblada como si este anuncio fuera la gran ganga de la temporada. Como lo dije antes, decidí no ir. Era mi protesta ante esa mala costumbre, que por estos tiempos impera, de querer facilitar todo, como si cualquier esfuerzo (hasta el más mínimo) fuera dañino, como si enfrentar el reto de lo difícil fuera asunto del pasado, una costumbre reñida con los nuevos tiempos. Pamplinas.



   
   En el colmo de la desfachatez de los que quieren decidir por uno, debo mencionar que en mi búsqueda de un cine donde proyectaran Hugo como tiene que ser, solo encontré por allí una sala de cine que ofrecía la película en su versión original, pero en una zona bastante alejada y en un horario en el que yo ya estoy en el sobre porque al día siguiente hay que trabajar: pareciera que los que quieren decidir por ti se hubieran empeñado en hacer de las personas que no aceptan sus descabelladas ideas en una suerte de marcianos a los cuales se les señala lugar y hora para que confluyan sin ser vistos.



   
   ¿Qué es lo que pasa, me pregunto, por la cabeza de los distribuidores y de los dueños de los cines? ¿Qué es lo que está ocurriendo, en realidad, con casi todo? Nada escapa ahora de esta absurda filosofía del facilismo, de esa suerte de cucharita mágica que han creado para hacer de todo algo simple y tonto. ¿Cuál es el concepto que tienen estos señores, si es que lo tienen, de nosotros? Creo que la respuesta a todas estas interrogantes sin mucho cavilar es obvia: el puro interés por el dinero, el tener cada vez más sus arcas repletas con el vil metal (Poderoso caballero /  es don Dinero, dice una Letrilla de Quevedo del siglo XVII) sin importarles para nada idiotizar a la gente. No es novedad esta actitud, pero hoy es más descarada.



   
   En estos momentos yo recuerdo los cada vez más lejanos tiempos de mi infancia, cuando con mis padres o solo iba al cine. No importaba qué película iba a ser proyectada, a veces ni sabía qué iban a pasar, simplemente salía de casa emocionado y con una disposición cuasi religiosa y debo decir que cuando no sabía leer, miraba arrobado las películas, abandonado a las puras imágenes, sin entender nada porque mis pocas letras o mis tropiezos en el ritmo de la lectura no me permitían descifrar los subtítulos, así que solo me quedaba imaginar de qué hablaban los personajes, inventaba yo mis propias historias, las películas se tornaban a través de mi imaginación en otras. Pero jamás una protesta, nunca un “no entiendo”, siempre a la aventura, porque ver una película entonces era más que nunca una curiosa y bella aventura.



   
   Y así desfilaron ante mis ojos, por aquellos años, varios péplum (o películas de romanos), varias películas de guerra, varios western (o películas de vaqueros) donde la imagen de un señor alto y de caminar muy particular con pistola al cinto llamaría mi atención porque nunca moría, años después me enteraría que era John Wayne, ese conquistador del oeste que fue conquistado por una peruana en la vida real. Pero el cine no acababa con la función, la historia continuaba porque en el trayecto de regreso me veía como uno de los personajes del film, entonces dale con la espada, dale con la pistola, dale con el casco: el cine se prolongaba durante días pues me hacía vivir vidas y situaciones imaginarias que me alimentaban. Pero siempre a lo difícil, a lo desconocido así no supiese leer y escribir.



   
   Pero lo que hoy pasa con el cine también ocurre con otras cosas, por ejemplo, cierto sector del mal llamado periodismo, de la televisión basura, de la literatura…Y nadie reclama o nadie protesta. Un marasmo y conformismo nos rodea y nos invade. En ciertos medios escritos, en ciertos programas de televisión se ha enquistado la inmundicia, lo adjetivo, la anécdota vulgar, la difamación disfrazada de libertad de expresión, la mugre que no tiene, que no debe ventilarse porque a nadie debería interesarle, pero astutamente han condicionado a la gente a sentir la necesidad falsa de consumir lo puramente frívolo y descartable, lo fácil, lo perecible, lo que de antemano tiene ya fecha de caducidad.



   
   Por estos días estoy embarcado en seguir las aventuras y peripecias de una mexicana en la serie llamada La reina del Sur. Hay que reconocer que la serie es entretenida y refleja, creo yo, muy bien ese submundo del narcotráfico. Sin embargo, me he enterado hace un par de semanas, a través de un reportaje, que Televisa había censurado y suprimido varias escenas de la serie porque las consideraba muy fuertes y ofensivas para su público. ¿Qué?, ¿cómo?, ¿los abanderados de la doble moral transformados en censores, en filtros de la moral y las buenas costumbres? Me pregunto, ¿con qué autoridad moral Televisa hace eso? ¿Acaso no es Televisa aquella gran transnacional que embrutece a diario a todo aquel que vea sus esperpénticos culebrones, telenovelas, telelloronas (o como se las quiera llamar)? ¿No son ellos los que día a día invaden los hogares con estúpidas historias de venganzas y de amores insufribles e insustanciales? Sí, pues, la televisión también subida al coche del descerebre: cuanto menos piense la gente, mejor: hay que seguir dándoles circo.



   
   En el mundo de los libros también ocurre algo semejante: ese oscuro interés por querer hacer digeribles las cosas, por evitarles toda lucha contra lo dificultoso. Hoy somos testigos como las grandes obras son sustituidas (incluso en los colegios) por libritos insustanciales, opúsculos que nada aportan sino el letal entretenimiento para quienes no quieren pensar ni realizar un mínimo esfuerzo mental. Así vemos boquiabiertos y casi espantados cómo las obras de Balzac, Stendhal, Dickens, Dostoievski, Tolstoi, Melville, Proust, Zweig, Mann son postergadas y reemplazadas por libros ligeros o supuestamente sesudos (como los de autoayuda: pensemos sino en el grafómano Paulo Coelho). Cuanto menos esfuerzo, mejor: ¡adiós Montaña Mágica y Los miserables! ¡Hasta siempre Ilusiones perdidas y En busca del tiempo perdido! Se está instalando la ley del menor esfuerzo allí donde debería haberlo. Tiempos los nuestros donde lo banal impera y se ha hecho norma y no excepción.



  
   Y, ¿qué pasa con la poesía? Un gran poeta peruano llamado Xavier Abril decía con respecto a ella: “La poesía no es un deporte. Debe plantear una dificultad para el lector. (…) La poesía debe ser lucha para el que la escribe y para quien la lee”. Pero hoy en día, ¿cuántos son los que leen poesía? Pocos, poquísimos, en realidad. Siempre fue así, pero hoy más que nunca. En una tierra de poetas (como lo es el Perú), la relación poetas y lectores siempre ha estado quebrada, hay una profunda brecha que los separa (salvo aquellos tiempos del Modernismo cuando Chocano hacía escuchar su voz y contaba con un público leal). En verdad hablando, los libros de poesía son los que menos se compran (o venden), de allí lo tirajes reducidos, de allí que el poeta se las pase las más de las veces regalando sus libros. La poesía, entonces, se ha vuelto un territorio muy poco transitado, una zona frecuentada por aquellos marcianos que, como los del cine, se ven aislados y son vistos como bichos raros. Lamentable.

POESÍA

La Poesía es una dificultad que se vence a fuerza de perforarse el hueso íntimo, de quemarse diariamente la sangre, incluso de perderse uno mismo más allá de toda intención y todo límite. No creo en las recetas preceptivas. La Poesía es un duelo a muerte que se realiza sin que nosotros podamos resistirnos, al contrario, nos gana y enajena. Ésta es su virtud. No hay zonas neutrales para la terrible experiencia que significa. Todo el ser le pertenece. En la medida que nos devora, salvamos en pura imagen lo perdido. Salimos ilesos de sus furias. No puede haber engaño: su temblor espásmase en la muerte.
                                                                                                    Xavier Abril   





 

   Continuará…


                                         Morada de Barranco, 06 de abril de 2012.