domingo, 29 de junio de 2014

FÚTBOL Y POESÍA: SEGUNDO TIEMPO

                                                                            



                                                                           En el fútbol todo es clara poesía…
                                                                                Juan Parra del Riego





   “¿Qué haremos cuando no haya mundial de fútbol?”, leí hace muy poco en un estado en Facebook. En realidad es una exageración con humor, uno se va adaptando a los ritmos que la vida nos impone (con mundial o sin él), sin embargo esas palabras reflejan (poco o mucho) el estado en que se encuentra mucha gente en el mundo; es decir, muchos programan sus vidas de acuerdo al grandioso espectáculo que ocurre cada cuatro años.




    He sido testigo (y a veces partícipe) de cómo algunos acomodan sus actividades tomando en cuenta a los horarios de los partidos; otros piden vacaciones para que coincida con el mundial (la idea es disfrutarlo a plenitud); algunos salen de sus labores y toman hasta taxi con el fin de llegar a tiempo para ver los encuentros, en fin se ve de todo cuando de fútbol se trata: para muchos el fútbol es motivación de vida, para otros es la vida misma.




   Aún recuerdo la emoción con que esperaba los partidos de barrio: sean en pista o en un terral, en un patio o en una cancha, en la playa o donde fuere, no importaba, con tal de estar allí, de participar y ayudar al equipo, a los once que estaban más hermanados que los hermanos mismos, estar allí, sí, en la búsqueda de lo único que importaba: el triunfo, bien sea atajando un gol cantado del equipo rival o bien haciendo el gol del triunfo en el último minuto; es decir, ser héroe.




   Cuando se es niño, no hay mayor héroe que un jugador de fútbol ni catedral más sagrada que un estadio. Los colores de la camiseta de un equipo te dicen cosas más sustanciosas que una biblioteca entera. Es el fútbol, es la pelota que te permite extrañas caligrafías en el rectángulo de una cancha: lo que en los estudios no se puede (a veces por desgano), el fútbol te lo permite y, entonces, digamos que justificas tu existencia.




    Héroe, sí, pero héroe de fútbol, esos que sobreviven y disfrutan del triunfo, de la alegría y la sonrisa de los demás, no Miguel Grau (con todo el respeto que su gesta se merece) sino César Cueto, príncipe del fútbol, hacedor y descifrador de misteriosos jeroglíficos en la cancha, arquitecto de inverosímiles jugadas y goles que el olvido no se ha de llevar…




   En este segundo tiempo de fútbol y poesía, aquí va once textos más (¿el segundo equipo?)  para este match gobernado por la palabra, como dijera hace ya unos noventa años atrás el maese Juan Parra del Riego, poeta peruano y uruguayo de corazón: “En el fútbol todo es clara poesía; / luz de sol, viento viril y panorama / que le pone a uno en la risa azul del día / todo fresco el corazón como una rama”. 





LOA DEL FOOT-BALL

¡La pelota ríe y canta!
¡La pelota zumba y vuela!
Y es el polvo esa serpiente de algodón que se levanta
tras el ágil jugador que de un salto se revela.
¡La pelota ríe y canta!
¡La pelota zumba y vuela!
Y es la tarde que va abriendo su sombrilla de colores
sobre el campo donde están los jugadores
entre el marco de la fiesta popular:
treinta mil caras que ríen y también fugas de trajes
que en el viento son mensajes
que no sé adónde se quieren, tan nerviosos, escapar.
Más, de pronto, suena el pito
que prepara la partida;
todos callan, se oye un grito
y es, al fin, la acometida
en que salta la pelota
que se va como bailando de pie en pie
por los aires una jota
de acrobática alegría que uno casi apenas ve.
¡Jugador de blanca y roja camiseta
que, de pronto, arrebatado
zig-zaguea jubiloso la gran Z
de un ataque  combinado;
junto al otro que, al cruzársele, en un paso de emoción,
cae el suelo y, trémulo, ¡ay!
se levanta otra vez como de una eléctrica impulsión.                                                      Pero suena el breve pito de un offside
y de nueva va rodando la pelota
que ya traza un arco - iris momentáneo sobre el cielo
o, epiléptica, rebota
por los pies que hacen con ella como encajes por el suelo. ...
Más ahora azul y blanco otro adversario
se la lleva, se la lleva, se la lleva.
Se emociona allá el golquiper solitario,
pero surge el back que, al salto que lo eleva,
un instante es sobre el sol una escultura
mientras ya, como un cohete volador,
la pelota que se queda como un astro por la altura,
otra vez cae en el suelo con un ruido de tambor;
más de nuevo se levanta
con su eléctrico vaivén
(pero allí alguien se ha caído... ¿es el muslo? es la garganta?
corre el médico… se agrupan… ¡Si no es nada! ¡Ya está  bien!)
y a un aplauso que, de pronto, hierve en toda la tribuna
cual si fuera un taponazo de botella, de champán
la pelota va a decirle, no sé qué cosa a la luna
que al volver llega riéndose con su pen, pin, pen, pan, pan....
Y ya loca, loca, loca
de su alada ligereza
tiembla, silba, fuga y choca
de ese tórax a esa espalda, de esa espalda a esa cabeza;
hasta que, ávida en la luz, nerviosamente,
y de un grupo que es un drama de oro y tierra bajo el sol
y es un ¡goal!
En el fútbol todo es clara poesía;
luz de sol, viento viril y panorama
que le pone a uno en la risa azul del día
todo fresco el corazón como una rama.
¡Epopeya fraternal del Movimiento!
Es la vida con su múltiple aletazo creador:
drama, música, paisaje, sol violento,
Geometría que se mueve en la pelota por el viento
y Pintura que en suelo multiplica su color.
¡Fiesta mágica del Músculo!
Es la América que hoy dice ¡Anunciación!
con su gran trompeta de oro ante el crepúsculo
de esa Europa roja y negra de la cruz y del cañón.                                                                           Y guardadme ahora un secreto que os revelo
yo no sé si por encargo de Rubén o de Perrault:
que la luna es la pelota de  fútbol que está en el cielo
para ese otro futbolista de colores,                                                                            que en las tardes es el sol.

                                    Juan Parra del Riego (Perú)







FÚTBOL


Son veintidós muchachos, las rodillas
al aire. Olor a magulladas hierbas.

El público, con ojos asombrados,
el fuerte gozne articular observa:
la poderosa valva de la rótula,
los tendones, tirantes como cuerdas.

Van y vienen los trajes de colores,
ahora da uno una patada épica,
algo vuela hacia el sol, y no se sabe
si es la pelota o si es la misma tierra.

                    Baldomero Fernández Moreno (Argentina)






MI CORAZÓN EN MÉXICO


Mi corazón no juega ni conoce
las artes de jugar.

Late alejado del balón
del estadio que enloquece
al forofo, esclavo de su club.

Vive conmigo, y en mí, mis cuidados.

Hoy, sin embargo, despierto, y he aquí que me extraño:
¿Qué es de mi corazón? Está en México,
voló certero y ni me consultó,
se acomodó, discreto, en un rinconcito
cualquiera, entre banderas tremolantes,
micrófonos, charangas, ovaciones,
y de repente, sin que yo mismo sepa
cómo quedó así, se exacerba,
se vuelve corazón de aficionado,
tuerce, retuerce, se destuerce todo,
grita: ¡Brasil! con furia y con amor.

                       Carlos Drummond de Andrade (Brasil)





LA CAÍDA DEL IMPERIO BRITÁNICO


Cayeron los imperios, los reyes y los príncipes.
Cayeron las repúblicas, dictaduras y dioses.
Cayeron boxeadores y jefes de la mafa.
Cayeron los amantes de juventud hermosa.
Cayeron los hipócritas. La noche llega a todo.
Caerán tarde o temprano las catedrales nórdicas.


Todo caerá no hay duda. Si cayó -recordadlo,
recordad esa tarde que el estadio de Wembley
tembló cuando los húngaros su sexto gol marcaron-
la hasta entonces invicta selección de Inglaterra.

                                               José Bonilla (España)






EL MUNDO COMO UN BALÓN


Dime, poeta:
Si el mundo es como un balón
redondo por la ilusión
de llegar pronto a su meta:
¡Vale la pena jugar!

Silencio del ultramar,
luna llena…
mar serena;
viejo amigo
en secreto te lo digo,
¡que lo que vale la pena
es ganar!

                     José María Pemán (España)





              EL GUARDAMETA


                 Por velar el arco
                 del verde campo del fútbol,
                 por aquel del universo
                 sumo ser animado,
como los aires, la piedra o las aguas semejante,
e inerte, fijo, sin vida, tres palos colocados
en los linderos del orbe por donde se entra o se sale
ya mañana, tarde, noche, de estación en estación,
                 tú desdeñas fríamente,
                 sin pensar jamás dos veces,
                 el peso del centroforward
                 que el cielo te reservaba
por ser hijo primogénito de la familia terrestre
y elaborado en el seno de los gérmenes supremos,
con óptimo patrocinio y el mayor de los primores,
tal si fueras destinado a vivir eternamente.
                 Y te olvidas por completo
                 de ti mismo y de tus deudos,
                 que están vivos y no son
                 este arco que tú vigilas,
que nunca ríe y no habla y no se mueve un centímetro,
para siempre indiferente a tus mil preocupaciones
en torno al balón ferroso de los mal aviesos hados,
en tanto ayunan contigo tus deudos en las tribunas,
                 mirándote todos mustios
                 como velas noche a noche
                 tu arco más inanimado
                 que la piedra, el agua o el aire.

                                          Carlos Germán Belli (Perú)




FÚTBOL


Entre la multitud que se agita como un bosque encantado,
libres del deber, por el gusto del pasto, en la delicia de ver rodar,
de sentir cómo nace del pie la precisión que en la vida
normal le arrebató la mano,
estamos reunidos hoy en este campo donde no crece
ni la cebada ni el trigo;
somos el coro que lamenta y que festeja,
el suspiro que acompaña al balón cuando pasa de largo
y el grito entre las redes.

Nació la pelota con una piedra o con la vejiga hinchada
de una presa abatida.

No la inventó un anciano, una mujer, ni un niño;
la inventó la tribu en la celebración, en el descanso,
en el claro del bosque.

Contra el hacer, contra la dictadura de la mano,
yo canto al pie emancipado por el balón y el césped,
al pie que se despierta de su servil letargo,
a la pierna artesana que vestida de gala va de fiesta,
al corazón del pie, a su cabeza, a su vuelo aliado
de Mercurio,
a su naturaleza liberada del tubérculo;
a cada hueso de los pies, a sus diez dedos
que atrapan habilidades hace milenios olvidadas
en las ramas de los árboles.

Yo canto a los pies que fatigados de trabajar las sierras
llegaron al llano e inventaron el fútbol.

                                        Antonio Deltoro (México)





YO VI JUGAR A JESÚS TREPIANA



Yo vi jugar a Jesús Trepiana con mis propios ojos
y eso que todo lo que ven los ojos es ilusión.

Pero yo lo vi jugar con estos ojos verdes
en el estadio Santa Laura pegadito a mi novia.

Que era un asiento vacío
el vacío es forma la forma es vacío.

Rememoro que esa tarde el Santa Laura tenía un aura
a gran coliseo deportivo,
más que el Nacional el 62,
más que el Sausalito en primavera,
más que en otoño el San Eugenio.

Repito, yo vi jugar al fabuloso Jesús Trepiana
guardavallas de Unión Española,
por desgracia eterno reserva de Francisco Nitsche
que también era extraordinario.

Insustituible en el arco una especie de senador designado
de la portería roja
qué chance le quedaba al pobre Jesús Trepiana.

Francisco Nitsche tenía una hija se llamaba
Ana María Nitsche,
de quien me enamoré a primera vista durante algunas horas.

Cuando yo jugaba en las inferiores de Ferrobádminton
ocurrió que fui a recoger una pelota a la pista de ceniza
y vi su preciosa cara tras la reja de contención

Son amores fugaces que ni la fugacidad del tiempo esfuma
pero vamos a lo nuestro que es lo más importante
yo vi jugar a Jesús Trepiana con mis propios ojos,
ustedes no.

Ustedes estaban en otra esperando algo
algo intrascendente o la llegada del mesías,
yo ya había encontrado al auténtico mesías
en la persona de Jesús Trepiana

Tengo el recuerdo fresquito era el 5 de Junio de 1967,
meses después del Mundial de Inglaterra,
lo vi jugar ataviado de blanco nieve
bajo los tres palos del arco norte
que daba a la avenida Independencia.

Soy la persona más afortunada del mundo,
ustedes no vieron jugar a Jesús Trepiana.

En qué andaban
trepando posiciones corriendo la carrera de las ratas.

Jamás me cansaré de reiterarlo,
yo vi jugar a Jesús Trepiana con estos ojos de lince.

Yo puedo morir en paz.

El resto es literatura.

                     Erick Pohlhammer (Chile)





¡OH, HUNGRÍA!


Cima del fútbol de los 50,
la del 3-6 en Wembley y el 7-1 en Budapest.

Fueron unos escasos minutos en el No-Do
y la palabra sobre papel de las reseñas periodísticas
lo que nos hizo fabular mitos
-Bocsis, Hidegkuti, Puskas, Kocsis...
en aquel majestuoso equipo.

Aprendimos de su desgracia que
nunca se debe jugar con diez y una estrella lesionada
y que a una final no se va simplemente a recoger el trofeo
-hay que bajarse del autobús para ganarla-.

Que frente hay otro equipo,
cuidadito si es alemán o uruguayo.

Luego los desperdigaron
acontecimientos extrafutbolíslicos
-una rebelión nacional-,
algunos llegaron a Madrid y Barcelona.

Y nunca más Hungría.

                             Francisco J. Uriz (España)






ESTADIO NOCTURNO


Lento surgió el fútbol desde el cielo.
Entonces pudo verse, que la tribuna estaba llena.
Solitario el poeta, se colocó en la portería,
pero el árbitro silbó: Fuera de lugar.

                            Günter Grass (Alemania)





TRISTEMENTE MAGO*


De la raíz de la noche
surgió con paso seguro,
desequilibrando al tiempo
con la finta del talento.

Fiesta que nace en los pies,
balada del único hombre que trasciende geografías
con el sol de la nostalgia.
Artista entre multitudes,
regalando hermosas tardes
junto con flores nuevas en la garganta del viento.

Van Goh de los amarillos,
entre la luz y la sombra siempre ganas el partido
en el estadio de la vida.

Regresa de los mares, singular conquistador,
con tu generosa estrella en lo alto de los sueños,
para todos los que tienen una patria de dolor.

                                     Pedro Valle (El Salvador)

* Dedicado al jugador Jorge “Mágico” González.








   Continuará…





                                                       Morada de Barranco, 29 de junio de 2014.





sábado, 21 de junio de 2014

FÚTBOL Y POESÍA: PRIMER TIEMPO

      




                                                     La pelota es otro jugador. (No lo saben los “sportmans”).
                                                                                                                        Xavier Abril




   Desde pequeño siempre llamó mi atención ese rectángulo verde donde veintidós individuos dibujaban líneas increíbles.
   Desde pequeño siempre llamó mi atención ese rectángulo blanco donde un individuo dibujaba líneas igualmente increíbles.
   Los años han pasado, el niño es ahora un hombre, que fiel a sus afectos, aún se sorprende y maravilla con los trazos en esos dos rectángulos: el de la cancha y el de la hoja de papel, fútbol y poesía, pelota y pluma, extrañamente hermanados, allí donde todo hace suponer los más claros y definitivos antagonismos.
   Pero, ¿qué puede tener en común el griterío enfervorizado y los movimientos bruscos de un espectador de fútbol con la actitud silenciosa, casi inmóvil, reposada de un devoto lector de Eguren? ¿Habrá algún punto en común entre un joven atleta dispuesto a los más inverosímiles saltos y piruetas con el de un, casi siempre, tímido poeta dispuesto a atrapar la palabra con la pluma en la mano?
   Sin embargo, entre ellos hay algo en común: la pasión. Porque ¿qué puede explicar que alguien, por ejemplo, sea hincha de un equipo negado a los triunfos? ¿Qué sino la pasión? ¿Qué puede explicar que alguien escriba o lea poesía cuando sabe en sus fueros internos que esta actividad no podrá solucionar jamás (seamos sinceros) sus necesidades materiales? ¿Qué sino la pasión?
   La pasión, ese fuego intenso que nos lleva al grito liberador o al más cerrado silencio…

   Corría el año de 1990 o 1991 (no lo tengo claro) cuando escribí las líneas anteriores. Me había propuesto, entonces, recopilar poemas cuyo tema era el fútbol. Durante un buen tiempo estuve en esos afanes, buscando y rebuscando en libros, revistas, periódicos aquellos poemas con esa temática, sin embargo el asunto se enfrió y todos esos papeles, archivados en un fólder, se refundieron en alguna de esas cajas donde suelo guardar un sinfín de materiales.




      Hace unos días, buscaba algunos recortes periodísticos sobre otro asunto, de pronto, entre la papelería, me topé con el mencionado fólder añoso (pasta de cartulina amarilla, fáster oxidado, hojas otoñales), el azar intervenía providencialmente justo cuando el mundial de Brasil está en marcha y la pasión por el fútbol crece en nuestros corazones, a pesar de que la selección de mi país no participa (triste sino el de nuestro fútbol).




   Revisar tamaña reliquia fue como abrir una pequeña puerta al pasado, estornudos aparte, ante mis ojos desfilaron las imágenes de un veintiañero ocupado en asuntos que eran (y son) su pasión: la poesía y el fútbol (los otros son la música y el cine). Entre las muchas hojas amarillentas, tipeadas la mayoría en máquina de escribir y fotocopias otras, estaba la hoja donde escribí a mano el texto que, supongo, iba a servir como una especie de prólogo para el libro que tenía pensado proponer a alguna editorial interesada. 





   Muchos años después me atrevo a rescatarlo, así, con todas sus imperfecciones más que virtudes, sin concluir, aunque quizá, lo mejor de todo sea los once poemas (mismo equipo de fútbol) que incluyo en esta entrada, once poemas escritos por diversos poetas del mundo entero, todos ellos con algo en común: el fútbol, pasión que no principia ni fenece, como decía el gran Martín Adán.



  

POLIRRITMO DINÁMICO A GRADÍN JUGADOR DE FOOT BALL


Palpitante y jubiloso
como el grito que se lanza de repente a un aviador
todo así claro y nervioso,
yo te canto, ¡oh jugador maravilloso!
que hoy has puesto el pecho mío como un trémulo tambor.
Ágil
fino,
alado,
eléctrico,
repentino,
delicado,
fulminante,
yo te vi en la tarde olímpica jugar.
Mi alma estaba oscura y torpe de un secreto sollozante,
pero cuando rasgó el pito emocionante
y te vi correr... saltar...
Y fue el ¡hurra! y la explosión de camisetas
tras el loco volatín de la pelota,
y las oes y las zetas,
del primer fugaz encaje
de la aguja de colores de tu cuerpo en el paisaje,
otro nuevo corazón de proa ardiente,
cada vez menos despacio
se me puso a dar mil vueltas en el pecho de repente.
Y te vi Gradín,
bronce vivo de la múltiple actitud,
zigzagueante espadachín
del goalkeaper cazador
de ese pájaro violento
que le silba la pelota por el viento
y se va, regresa, y cruza con su eléctrico temblor
¡Flecha, víbora, campana, banderola!
¡Gradín, bala azul y verde! ¡Gradín, globo que se va!
Billarista de esa súbita y vibrante carambola
que se rompe en las cabezas y se enfila más allá...
y discóbolo volante,
pasas uno...
dos...
tres... cuatro...
siete jugadores...
La pelota hierve en ruido seco y sordo de metralla,
se revuelca una epilepsia de colores
y ya estás frente a la valla
con el pecho... el alma... el pie...
y es el tiro que en la tarde azul estalla
como un cálido balazo que se lleva la pelota hasta la red.
¡Palomares! ¡Palomares!
de los cálidos aplausos populares...
¡Gradín, trompo, émbolo, música, bisturí, tirabuzón!
(¡Yo vi tres mujeres de esas con caderas como altares
palpitar estremecidas de emoción!)
¡Gradín! róbale al relámpago de tu cuerpo incandescente
que hoy me ha roto en mil cometas de una loca elevación,
otra azul velocidad para mi frente
y otra mecha de colores que me vuele el corazón.
Tú que cuando vas llevando la pelota
nadie cree que así juegas;
todos creen que patinas,
y en tu baile vas haciendo líneas griegas
que te siguen dando vueltas con sus vagas serpentinas.
¡Pez acróbata que al ímpetu del ataque más violento
se escabulle, arquea, flota,
no lo ve nadie un momento,
pero como un submarino sale allá con la pelota...!
Y es entonces cuando suena la tribuna como el mar:
todos grítanle: ¡Gradín!, ¡Gradín!, ¡Gradín!
Y en el ronco oleaje negro que se quiere desbordar,
saltan pechos, vuelan brazos y hasta el fin
todos se hacen los coheteros
de una salva luminosa de sombreros
que se van hasta la luna a gritarle allá: ¡Gradín!, ¡Gradín!, ¡Gradín!

                                                                  Juan Parra del Riego (Perú)





ODA A PLATKO


Ni el mar,
que frente a ti saltaba sin poder defenderte.
Ni la lluvia. Ni el viento, que era el que más rugía.
Ni el mar, ni el viento, Platko,
rubio Platko de sangre,
guardameta en el polvo,
pararrayos.
No nadie, nadie, nadie.
Camisetas azules y blancas, sobre el aire.
Camisetas reales,
contrarias, contra ti, volando y arrastrándote.
Platko, Platko lejano,
rubio Platko tronchado,
tigre ardiente en la yerba de otro país.
¡Tú, llave, Platko, tu llave rota,
llave áurea caída ante el pórtico áureo!
No nadie, nadie, nadie,
nadie se olvida, Platko.
Volvió su espalda al cielo.
Camisetas azules y granas flamearon,
apagadas sin viento.
El mar, vueltos los ojos,
se tumbó y nada dijo.
Sangrando en los ojales,
sangrando por ti, Platko,
por ti, sangre de Hungría,
sin tu sangre, tu impulso, tu parada, tu salto
temieron las insignias.
No nadie, Platko, nadie,
nadie se olvida.
Fue la vuelta del mar.
Fueron diez rápidas banderas
incendiadas sin freno.
Fue la vuelta del viento.
La vuelta al corazón de la esperanza.
Fue tu vuelta.
Azul heróico y grana,
mando el aire en las venas.
Alas, alas celestes y blancas,
rotas alas, combatidas, sin plumas,
escalaron la yerba.
Y el aire tuvo piernas,
tronco, brazos, cabeza.
¡Y todo por ti, Platko,
rubio Platko de Hungría!
Y en tu honor, por tu vuelta,
porque volviste el pulso perdido a la pelea,
en el arco contrario al viento abrió una brecha.
Nadie, nadie se olvida.
El cielo, el mar, la lluvia lo recuerdan.
Las insignias.
Las doradas insignias, flores de los ojales,
cerradas, por ti abiertas.
No nadie, nadie, nadie,
nadie se olvida, Platko.
Ni el final: tu salida,
oso rubio de sangre,
desmayada bandera en hombros por el campo.
¡Oh, Platko, Platko, Platko
tú, tan lejos de Hungría!
¿Qué mar hubiera sido capaz de no llorarte?
Nadie, nadie se olvida,
no, nadie, nadie, nadie.

                                                         Rafael Alberti (España)





CONTRAODA DEL POETA DE LA REAL SOCIEDAD


Y recuerdo también nuestra triple derrota
en aquellos partidos frente al Barcelona
que si nos ganó, no fue gracias a Platko
sino por diez penaltis claros que nos robaron.
Camisolas azules y blancas volaban
al aire, felices, como pájaros libres,
asaltaban la meta defendida con furia
y nada pudo entonces toda la inteligencia
y el despliegue de los donostiarras
que luchaban entonces contra la rabia ciega
y el barro, y las patadas, y un árbitro comprado.
Todos lo recordamos y quizá más que tú,
mi querido Alberti, lo recuerdo yo,
porque estaba allí, porque vi lo que vi,
lo que tú has olvidado, pero nosotros siempre
recordamos: ganamos. En buena ley, ganamos
y hay algo que no cambian los falsos resultados.

                                               Gabriel Celaya (España)





EL ÁNGEL DE LAS PIERNAS CHUECAS


A un pase de Didí, Garrincha avanza
con el cuero en los pies, el ojo atento,
driblea una vez, y dos, luego descansa
cual si midiera el riesgo del momento.

Tiene el presentimiento, va y se lanza
más rápido que el propio pensamiento,
driblea dos veces más, la bola danza
feliz entre sus pies, ¡los pies del viento!

En éxtasis, la multitud contrita,
en un acto de muerte se alza y grita
en unísono canto de esperanza.

Garrincha, el ángel, oye y dice: "¡Goooool!"
Es pura imagen: la G patea a la O
dentro del arco, la L es pura danza.

                            Vinicius de Moraes (Brasil)
                          (Versión de Orlando Granda)






ELEGÍA AL GUARDAMETA


                                A Lolo, sampedro joven en la portería del cielo de Orihuela.


Tu grillo, por tus labios promotores,
de plata compostura,
árbitro, domador de jugadores,
director de bravura,
¿no silbará la muerte por ventura?

En el alpiste verde de sosiego,
de tiza galonado,
para siempre quedó fuera del juego
sampedro, el apostado
en su puerta de cáñamo añudado.

Goles para enredar en sí, derrotas,
¿no la mundial moscarda?
que zumba por la punta de las botas,
ante su red aguarda
la portería aún, araña parda.

Entre las trabas que tendió la meta
de una esquina a otra esquina
por su sexo el balón, a su bragueta
asomado, se arruina,
su redondez airosamente orina.

Delación de las faltas, mensajeras
de colores, plurales,
amparador del aire en vivos cueros,
en tu campo, imparciales
agitaron de córner las señales.

Ante tu puerta se formó un tumulto
de breves pantalones
donde bailan los príapos su bulto
sin otros eslabones
que los de sus esclavas relaciones.

Combinada la brisa en su envoltura
bien, y mejor chutada,
la esfera terrenal de su figura
¡cómo! fue interceptada
por lo pez y fugaz de tu estirada.

Te sorprendió el fotógrafo el momento
más bello de tu historia
deportiva, tumbándote en el viento
para evitar victoria,
y un ventalle de palmas te aireó gloria.

Y te quedaste en la fotografía,
a un metro del alpiste,
con tu vida mejor en vilo, en vía
ya de tu muerte triste,
sin coger el balón que ya cogiste.

Fue un plongeón mortal. Con ¡cuánto! tino
y efecto, tu cabeza
dio al poste. Como un sexo femenino,
abrió la ligereza
del golpe una granada de tristeza.

Aplaudieron tu fin por tu jugada.
Tu gorra, sin visera,
de tu manida testa fue lanzada,
como oreja tercera,
al área que a tus pasos fue frontera.

Te arrancaron, cogido por la punta,
el cabello del guante,
si inofensiva garra, ya difunta,
zarpa que a lo elegante
corroboraba tu actitud rampante.

¡Ay fiera!, en tu jaulón medio de lino,
se eliminó tu vida.
Nunca más, eficaz como un camino,
harás una salida
interrumpiendo el baile apolonida.

Inflamado en amor por los balones,
sin mano que lo imante,
no implicarás su viento a tus riñones,
como un seno ambulante
escapado a los senos de tu amante.

Ya no pones obstáculos de mano
al ímpetu, a la bota
en los que el gol avanza. Pide en vano,
tu equipo en la derrota,
tus bien brincados saques de pelota.

A los penaltys que tan bien parabas
acechando tu acierto,
nadie más que la red le pone trabas,
porque nadie ha cubierto
el sitio, vivo, que has dejado, muerto.

El marcador, al número al contrario,
le acumula en la frente
su sangre negra. Y ve el extraordinario,
el sampedro suplente,
vacío que dejó tu estilo ausente.

                               Miguel Hernández (España)






LOS JUGADORES


Juegan, juegan.
Agachados, arrugados, decrépitos.

Este hombre torvo
junto a los mares de su patria, más lejana que el sol,
cantó bellas canciones.

Canción de la belleza de la tierra,
canción de la belleza de la Amada,
canción, canción
que no precisa fin.

Este otro de la mano en la frente,
pálido como la última hoja de un árbol,
debe tener hijas rubias
de carne apretada,
granada,
rosada.

Juegan, juegan.

Los miro entre la vaga bruma del gas y el humo.
Y mirando estos hombres sé que la vida es triste.

                                               Pablo Neruda (Chile)





EL FÚTBOL BRASILEÑO EVOCADO
             DESDE EUROPA


El balón no es el enemigo
como el toro en una corrida;
y siendo solo un utensilio
casero y que se usa sin riesgo,
no es el utensilio impersonal
siempre manso, de gesto usual:
es un utensilio semivivo
de reacciones propias como animal,
y que, como animal, es necesario
(más que animal, como mujer)
usar con malicia y cuidado
dando a los pies astucias de mano.

                             Joao Cabral de Melo Neto (Brasil)
                                 (Versión de Orlando Granda)






EL BALÓN DE FÚTBOL


Tener un balón, Dios mío.
Qué planeta de fortuna.
Vamos a los Arenales:
cinco hectáreas de desierto,
cuadro y recuadro del puerto.
Qué olor la Tabacalera.
-Suelta ya el balón, Incera.
-No somos once. -No importa.
Si no hay eleven hay seven.
Qué elegante es el inglés:
decir sportman, team, back;
gritar goal, córner, penalty.
(Aún no se ha abierto el Royalty.)
-Marca tú la portería:
Textos y guardarropía.
-Somos siete contra siete.
Un portero y un defensa,
dos medios, tres delanteros;
eso se llama la uve.
Y a jugar. Vale la carga.
Pero no la zancadilla.
Yo miedo nunca lo tuve.
(Una brecha en la espinilla).

Ya se desinfla el balón.
Sopla tú fuerte la goma.
Ata ya el cuero marrón.
El de badana en colores
déjase a los menores
para botar con la mano.

-Mañana a la Magdalena
a jugar contra el "Piquio".
Y al "Plazuela", desafío.

Tener un balón, Dios mío.

                Gerardo Diego (España)



  

FÚTBOL


               A Vicente y a Lorenzo


juega con la tierra
como con una pelota

báilala
estréllala
reviéntala

no es sino eso la tierra

tú en el jardín
mi guardavalla mi espantapájaros
mi atila mi niño

la tierra entre tus pies
gira como nunca
prodigiosamente bella

                                Blanca Varela (Perú)





HOY TU TIEMPO ES REAL



                                             A Diego Armando Maradona


Hoy tu tiempo es real, nadie lo inventa
Y aunque otros olviden tus festejos
Las noches sin amos quedaron lejos
Y lejos el pesar que desalienta.

Tu edad de otras edades se alimenta
No importa lo que digan los espejos
Tus ojos todavía no están viejos
Y miran, sin mirar, más de la cuenta

Tu esperanza ya sabe su tamaño
Y por eso no habrá quien la destruya
Ya no te sentirás solo ni extraño.

Vida tuya tendrás y muerte tuya
Ha pasado otro año, y otro año
Les has ganado a tus sombras, aleluya.

                             Mario Benedetti (Uruguay)





TRES MOMENTOS


De carrera salís al centro del terreno,
a las tribunas saludáis primero.
Luego, lo que después
sucede -que os volvéis a la otra parte,
la que más negra hierve-, no se puede
decir, es algo que no tiene nombre.

El portero pasea arriba y abajo
como un centinela.
El peligro está lejos aún.
Pero si un torbellino lo acerca, oh, entonces,
una fiera joven se agazapa
y alerta espía.

Fiesta en el aire, en cada calle fiesta.
Si dura poco, ¡qué importa!
Ni una ofensa pasó nuestra puerta,
los gritos se cruzaban como rayos.
Y vuestra gloria, once muchachos,
como un río de amor adorna Trieste.
  
                                 Umberto Saba (Italia)
                    (traducción de Jesús López Pacheco)






   Continuará…



                                                        Morada de Barranco, 22 de junio de 2014.