El suertero que grita “La de a mil”…
César Vallejo
No
soy hombre de supersticiones, aunque me gusta repetir una frase que en algún
momento debo haberla leído o escuchado no recuerdo dónde o a quién, la pienso
siempre como mía: “No soy supersticioso porque eso trae mala suerte”. Tiene su
gracia, hay que reconocerlo, y cuando lo he dicho he visto casi siempre una
sonrisa o un esbozo de sonrisa.
Debo
decir que desde niño escuché a los mayores soltarme cual consejo: “Nunca pases
debajo de una escalera, eso trae mala suerte”. No soy supersticioso, lo dije,
pero sí precavido, así que si en mi camino se interpone una escalera, evito
pasar por debajo. Más que superstición se me ha vuelto un hábito que cumplo
religiosamente.
Conversando con algunas personas sobre esta superstición, caí en la
cuenta que las escaleras no solo significan mala suerte, también lo contrario.
Me explico. Dicen que caerse de la escalera es de buena suerte, siempre en
cuando te caigas subiendo. Si te caes bajando, eso sí es de mala suerte. Hay
algunos que te precisan más: si te caes al subir una escalera es anuncio de
boda, si te caes al bajarla, es anuncio de sepelio, aquí habría que comentar
que podría ser el de uno mismo,
dependiendo de cuán aparatosa sea la caída.
Alguna
vez escuché que si a media escalera te acuerdas que olvidaste algo, es
recomendable subir todas las gradas y después bajarlas completitas para alejar
la mala suerte. Una vieja amiga me dijo un día cuando hablábamos sobre
escaleras: “Es de buen augurio soñar que estás subiendo escaleras y lo
contrario si sueñas que estás bajando y es preferible, sueños a un lado, subir
o bajar una escalera que posea un número impar de escalones”. Esta última
exigencia ya linda con lo irracional, imagínense no querer subir o bajar una
escalera porque tiene un número par de gradas o escalones.
El mundo está lleno de supersticiones, algunas bastantes exageradas como exageradas son ciertas soluciones para alejar la mala suerte. Si pasaste debajo de una escalera, hay solución para espantar el mal agüero: se debe tener los dedos cruzados hasta ver pasar a un perro. “Hasta ver pasar a un perro”, esto ya es superrealista. Una vez escuché decir a una anciana profesora ya fallecida hace mucho: “Para no tener mala suerte por haber pasado debajo de una escalera, hay que escupirse en un zapato y caminar sin voltear hasta que la saliva esté bien seca”. Salivazos, entonces.
Los
espejos rotos son motivo de otra superstición. Un espejo roto es aviso de siete
años de mala suerte, quebrar el maleficio es sencillo: a espejo roto, espejo
nuevo. No hay otra que comprar uno que reemplace al anunciante del mal agüero. Otras personas dicen que para evitar la maldición del espejo roto hay que echar un vaso con agua sobre los fragmentos del espejo o recoger inmediatamente los pedazos del espejo roto y echarlos a la basura, en ambos casos se recomienda echar un vaso con agua por una ventana, para así expulsar la mala energía de casa.
¿Quién no ha oído la mala suerte que trae ver a un gato negro? Por estos
lares te dicen que es malo ver a uno de ellos. Solo eso. En otros lugares hasta
te precisan la dirección del cruce del gato: es de mal agüero, dicen, si el
felino de marras pasa frente a ti de derecha a izquierda. Tengo entendido que
en Europa está bien acendrada la creencia de que si un gato negro se te acerca te
traerá la buena suerte, pero si este se aleja de ti, la suerte se va con él
(¿cómo hacer, entonces, para que el minino que se te acercó no se vaya de ti?).
Dicen, los que algo saben sobre estos asuntos, que se cruce o se aleje de ti,
si el gato negro tuviera una mancha blanca donde sea, se rompe el maleficio.
Es
el turno de la sal. Es de mala suerte dejarla caer, el infortunado derramará
irremediablemente tantas lágrimas como granos de sal cayeron al suelo.
Terrible. Hay incluso un refrán que por ahí circula y que dice: “Si se te cae
el vino es buen sino, pero si se te cae la sal, es mala señal”. Dicen que quien
pisara la sal derramada tendrá muchos disgustos y si quien la pisó es alguien
que se va a casar, no lo hará. Los ancianos que tanto saben de esto, dicen que
si le quieres malograr la felicidad a los recién casados no hay como echarle
sal en el lecho nupcial y adiós matrimonio. Conjurar el mal agüero de la sal
derramada es sencillo, basta con echar por sobre el hombro izquierdo una pizca
de sal. Pero no siempre la sal es señal de mala suerte, se dice que si en casa
hay siempre sal nunca faltará el dinero.
Jamás se debe abrir un paraguas dentro de casa, hacerlo significa llamar
a la mala suerte, dicen. Tampoco hay que hacer girar al paraguas abierto porque
la buena suerte se irá de nosotros a la velocidad del viento del mismo modo que
colocar uno de estos objetos sobre la cama o sobre la mesa. Si un paraguas se
nos cayera, cuidado, es aviso de que sufriremos alguna decepción amorosa o
quizá algún negocio fracase, pero para que ni uno ni otro se cumplan, debemos hacer
que otra persona levante el paraguas. Alguna vez leí que si dejáramos
involuntariamente un paraguas en algún lugar extraño, ese sería el aviso de que
el destino una grata sorpresa nos depara.
La
relación de supersticiones es larga y no habría cuando acabar. Concluyo con las
tijeras. Nunca se deben obsequiar tijeras, tampoco pasarlas con la punta
dirigida a quien las pidió, trae mala suerte. Si estas se cayeran al suelo
puede indicar mucho la posición en que queden. Se dice que si la punta si
dirigiera alguien, este sufrirá algún mal o si no está casado nunca se casará y
si está casado sufrirá una infidelidad. No siempre las tijeras son de mal
augurio, yo recuerdo que mi mamá alguna vez me dijo que había que colocarlas
debajo de la almohada o el colchón de la cama de un bebe no bautizado: "Es para
protegerlo de los duendes, me dijo, la única condición es que estén abiertas en cruz".
Quedan en el tintero el color amarillo, los cuchillos, las escobas, el
tocar madera, el martes 13, las agujas, la herradura, el trébol de cuatro
hojas, en fin, ya lo comentaré en próximas entradas. En lo que respecta a mí, he de decir sobre estos dos últimos que
alguna vez, siendo niño (quizá con doce o trece años), me encontré una
herradura herrumbrosa en un terral de Barranco. Lo llevé a casa y lo tuve por
algunos rincones olvidado hasta que años después me enteré que era de buena
suerte tener uno, pero este tenía que ser no comprada sino encontrada. Suerte
la mía. Desde muy antiguo la herradura es señal de buena suerte y se la coloca
detrás de la puerta como protección y con las terminaciones hacia arriba para
que su carga de suerte no se vacíe. He aquí la herradura que me acompaña (nos
acompaña, diré mejor) en casa.
Con
respecto al trébol de cuatro hojas, ya en anterior oportunidad había yo contado
algo que a continuación transcribo: “Una vez me aconteció algo extraño,
extrañísimo con la compra de un libro. Estaba caminando por el jirón Lampa
cuando en una acera, un ambulante ofrecía a precios regalados una ruma de
libros, me llamó la atención que muchos de esos libros estuvieran empastados en
cuero y con letras doradas en los lomos, algunos en buen estado, otros picados,
pero todos ellos pertenecieron a una misma biblioteca (según el sello el dueño
fue un tal Manuel Cubillus). Cogí de entre ellos un libro pequeño empastado en
cuero y en regular condición: “Últimas confidencias” por Alfonso de Lamartine,
publicado en Madrid en el año 1866, como se puede ver en la foto. Un libro
contemporáneo del Combate del 2 de Mayo con sus hojas en buen estado.
El libro me costó una
bicoca. Ya en el carro y de regreso a casa empecé a hojearlo y para mi sorpresa
encontré "escondido" entre sus hojas un trébol de cuatro hojas
(señal, dicen, de buena suerte), y unas páginas más adelante, una pequeña
hojita cuadrada con el mes, el día, la fecha, el tipo de luna y el santo: 14 de
enero, esa era la fecha de la hojita de ese viejo calendario. Lo extraño del
asunto es que esa fecha es la de mi cumpleaños. ¿Coincidencia? Tal vez. Decidí
tomar estos hallazgos como el anuncio de tiempos mejores. Quiero y lo
pienso así (todavía). Ahí donde encontré el trébol y la hojita del calendario,
ahí se quedaron. Y el librito está en mi biblioteca como una de mis joyas más
preciadas acompañándome ya más de veintiocho años”.
Hace unas semanas,
curiosamente encontré tirado en el suelo un dije de plata y me la puse en el
bolsillo de una casaca sin prestarle mayor atención. Justo ayer me detuve a
observarla con detenimiento y vi que tenía forma de corazón (¿una hoja de trébol?, ¿la hoja faltante de un trébol ilusorio?) y en bajo relieve
un pequeño trébol de cuatro hojas. “Suerte”, pensé y recordé el trébol de
cuatro hojas que encontré en el libro de Lamartine de 1866. Al instante me
dije: “¿Por qué no, por qué no escribir sobre las supersticiones?”, y así lo
hice.
Continuará…
Morada de Barranco, 11 de octubre de 2013.
Felicidades Profesor por su blog
ResponderEliminarGracias, Franco, por leerme. Un abrazo.
ResponderEliminarQue tal blog ♥ un fuerte abrazo orlanditoo mi profe como lo extraño.. seguiré pendiente de su blog. Grandes cosas que dice . Maestrooo :)
ResponderEliminarGracias Streya, tus palabras son un aliciente para continuar con esta bitácora que ya cumplió tres años. Un abrazo.
ResponderEliminarSuertudo o no, como sea o no, es una suerte el que nuestros caminos se cruzaran y que nos conozcamos, y que sigamos compartiendo de una u otra forma a lo largo de nuestras vidas, que seamos buenos amigos por años muchos,
ResponderEliminarAsí es, querido amigo, años de amistad que nos hermanan. Tantas experiencias vividas y compartidas, en fin, lo que nos correspondió vivir desde adolescentes y que hoy recordamos con nostalgia, pero con la alegría de haberlas vivido a plenitud. Un abrazo y espero verte pronto.
ResponderEliminarRecuerdo que en algún momento mientras conversábamos en el salón de clase usted dijo esa frase: "No soy supersticioso porque eso trae mala suerte", me hizo reír porque es muy agraciada como dice usted y desde ese día esa frase quedó en mi y cuando se da el momento la uso, claro que yo si se que fue usted quien sembró esa frase en mi. jaja :)
ResponderEliminarRespecto a la superstición de caerse al subir las escaleras (la cual no la sabía)...si eso da buena suerte entonces prefiero no tenerla porque es muy doloroso. jeje
Lo había olvidado, Dayanna, que lo había comentado con ustedes. Sí, pues, nuestro mundo está plagado de supersticiones, algunas ya son cosas de locos. Indudablemente que ese de las escaleras es como para no deseársela a nadie. Gracias por leerme y comentar. Un abrazo y que los nuevos días te sonrían.
ResponderEliminarSALUDOS SR. QUISIERA SOLICITARLE RESPECTO DEL PROPIETARIO DEL LIBRO, EL SR. MANUEL CUBILLUS, SU APELLIDO MATERNO SI LO CONSIGNA EN EL LIBRO, QUE UD. MENCIONA.
ResponderEliminarATT.
SEBATIAN A. CUBILLUS
Estimado Sebastian Cubillus, ante todo gracias por visitar mi blog. He revisado el libro y en una de las primeras páginas aparecen dos sellos, uno de agua y el otro con tinta y en ambos solo dice Manuel Cubillus.
ResponderEliminarAgradezco su respuesta señor, siempre me doy tiempo para averiguar sobre mis antepasados, tratando de descubrir algo más del Sr. Manuel Cubillus y Hurtado de Mendoza, tatarabuelo.
ResponderEliminarAtt. Sebastian A.Cubillus. (Huánuco).
Un abrazo, Sebastián. Gracias por visitar mi blog.
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