sábado, 23 de octubre de 2010

PROFESORAS NUEVAS

                                                                    Maestra fiscal. Veintiocho años. Salud cabal.
                                                                                                             Martín Adán


   Estaba en segundo de secundaria. Ese año llegaron nuevos profesores, entre ellos algunas profesoras que cuando fueron presentadas en una formación, el colegio fue un mar de silbidos de aprobación. Eran profesoras jóvenes, lo recuerdo. Entre ellas se encontraban, si mi memoria no me es infiel: la profesora Ramírez que nos enseñó Lenguaje en lugar de "Condorito" Hidalgo, la profesora ¿Ramos? (de quien recuerdo sus minifaldas y sus zuecos, hace ya algunos años fallecida) que nos enseñó Geografía en lugar del "Chato" Alva, la profesora Ortiz (inolvidables sus pañolones en la cabeza, su suecos de madera o corcho, sus pantalones campanudos con correas delgadísimas), que nos enseñó Historia en lugar de Loyola.
   Con respecto a estas profes nuevas, recuerdo que en el recreo, cada que subían en grupito esa pequeña escalera de madera que unía los dos niveles del segundo piso (esa escalerita daba, por ejemplo, a lo que un tiempo fue el salón donde se guardaban los instrumentos de la banda), varios alumnos corrían enloquecidos para ubicarse debajo de esas escaleras y ganarse con las piernas o los calzones de las profes. Y vaya que se hizo costumbre. Las queridas profesoras ni cuenta se daban. Pero ocurrió que un día, Vásquez (Jefe de Normas) y Moncayo (el auxiliar, todavía no estaba el señor Menor, conocido como“Cebiche”) se dieron cuenta de la disputa por ver calzones o piernas (y es que se armaban tamañas trifulcas por ver quién ocupaba el mejor lugar y entonces se empujaban, gritaban, pisaban, todo un laberinto) y sin hacer aspavientos, pero eso sí rapidísimos como gamos, sorprendieron por la espalda a los galifardos que babeantes se “reventaban” los ojos ante el espectáculo, fue una cosa de risa ver como la emprendieron a palazos (¡pac, pac, pac…!) contra los que estaban apostados allí, que al recibir los golpes contundentes salían despavoridos en busca de resguardo. Tal fue la masacre que ahora que lo recuerdo se me viene a la mente la escena esa donde Gandalf, en el “Señor de los anillos”, arremete impetuosamente con su corcel blanco a los ogros, orcos y demás. Igualito. Claro, no hubo muertos, pero sí varios contusos que pagaron con creces (con palazos, mejor dicho) tamaña osadía.


Esquina donde se ubica la escalera de madera.

   Franklin Sosa, uno de mis mejores amigos escolares,  me comentó hace poco que en nuestro último año de estudios, cuando él estaba en 5to “A”, después de la huelga magisterial, ocurrió un hecho gracioso. Parece que la silla destinada para los profesores estaba en mal estado, entonces varios alumnos de ese salón la arreglaron para que la profesora Ramírez se sentara y cuando lo hizo… la pobre profe se fue aparatosamente al suelo patas arriba. Franklin me dice que “fue la muerte”, que algunos (muy pocos) se asustaron y que la mayoría se mataba de la risa. Me imagino el rostro de la profesora que siempre fue propensa a sonrojarse. No estuve allí, pero lo que sí puedo contar es la vez aquélla en que a la misma profesora le ocurrió otro hecho bochornoso. Recuerdo que una tarde en nuestro salón de 2do “B”, ella había ido al colegio con una blusa marrón que le ofrecía dificultades: sucedió que la blusa se le desabrochaba a cada rato (uno que otro botón) y así estaba en ese afán mientras desarrollaba su clase, cuando de pronto hizo un movimiento brusco con ambos brazos y ¡zuácate!, toda la blusa se le desabotonó dejando al aire sus senos, nuestros ojos ansiosos inmediatamente atraídos por inesperado espectáculo no perdieron ni un detalle, pero, hay que aclarar que la profe menos mal estaba con sostén.  Para nosotros, alumnos de 2do esa fue tal vez (quizás esté exagerando) una de las primeras experiencias eróticas, en vivo y en directo, después vendrían aquellas tardes o noches en el Balta, en el Raymondi o en el popular y minúsculo cine caleta llamado con ironía “Metropulga” de Surco (hoy desaparecidos) cuando fieles parroquianos acudíamos a nuestras impostergables citas con Laura Antonelli, Edwige Fenech, Ornella Mutti, Gloria Guida, Silvia Kristel y todo ese harem que pobló nuestros sueños adolescentes más ocultos. Pero volviendo al asunto, es de imaginar lo que en ese momento tal hecho provocó entre nosotros. Ávidos siempre de que sucesos de ese calibre ocurrieran sólo en nuestra imaginación, jamás creímos, ni siquiera la mente más enfebrecida con pensamientos lúbricos, que pudiera ocurrir algo así. Pero sucedió. Aún conservo en la memoria los comentarios entre risa y risa de Javier Alvarado que había sido testigo directo y muy cercano, estoy seguro que hasta el día de hoy esta anécdota él no lo ha olvidado. Como tampoco yo ni nadie que estuviera presente en esa ocasión. Y claro, menos que nadie, la querida profesora Ramírez.
   Otro recuerdo que se me viene a la mente fue aquel que sucedió con la profe Ortiz y con Miguel Sánchez Cueto, compañero de carpeta. Miguel siempre fue un alumno bromista, nunca o casi nunca se metía en problemas, amante de la música (recuerdo que ese año se propuso enseñarme a tocar piano y me dejaba ejercicios para los dedos), viene a mi mente cuando recién lo conocí, el año anterior, tenía una disfonía terrible y costaba comunicarse con él. Pero aún así paraba contando chistes, esa era su característica mayor: ser bromista y cuando reía lo hacía hasta provocarse lagrimeos que daban la sensación de que estaba llorando porque le habían hecho algo. Una de sus bromas ese año fue que de puro payaso, sin ninguna intención sexual, cuando la profesora Ortiz hacía su clase, apenas ella giraba su rostro él aprovechaba y se hacía el que la miraba con deseo y se mordía el labio inferior, y nos reíamos como condenados de su atrevimiento. Pero apenas la profesora regresaba el rostro a su posición original, Miguel cambiaba camaleónicamente el rostro y ponía una cara de quien está a punto de ascender a los cielos. Yo me vacilaba, sin embargo en mí había un temor de que lo pescaran a Miguel y me metieran en el problema como cómplice. Pero los días fueron pasando y Miguel continuaba arriesgando (encima nosotros nos sentábamos en esas carpetas para cuatro en la segunda fila), y sucedió lo que tenía que suceder: un día la profe está haciendo su clase, paradita frente a nosotros con uno de sus clásicos pañolones en la cabeza, de pronto voltea el rostro hacia la derecha, y Miguel confiado en su suerte adelanta un tanto su rostro, aparenta mirarla con deseo, muerde con fuerza su labio inferior y… hete aquí que la profesora voltea inopinadamente hacia donde está él quedando así: “face to face”. Caramba,  la gracia se le fue como suspiro de enamorada. Yo sólo atine a cerrar los ojos, ajustar el asterisco y apretar mis dientes y mis manos que parecían crujir como cáscara de huevo pisoteado. Inolvidable cómo le cambió la cara a mi compañero de carpeta, en un santiamén se transformó. Recuerdo que apenas la profesora lo pescó ella montó en cólera, nunca la había visto así: desconcertada, indignada, amenazante. Recuerdo que Miguel se deshacía en disculpas que la profesora no aceptó y mandó llamar a su papá. No recuerdo si inmediatamente lo bajaron. Pero lo debieron escarmentar.  ¿Cuántos años tendríamos?, 13 ó 14. Cosas de chiquillos.

   Continuará...


                                                      Morada de Barranco, 23 de octubre de 2010.

5 comentarios:

  1. JAJAJAJAJA es demasiado gracioso. Jamás pense conocer ese lado travieso ññ JAJAJAJ me hace acordar a Joge (Negro).

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  2. Hola, Steph. ¿A qué te refieres que nunca pensaste conocer ese lado travieso?

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  3. Que lindo haber sido parte de estas narraciones y haber vivido estos dias tan bellos. Se nos escurrieron como agua entre nuestras manos. Si mil vidas tuvieran gustoso las viviria de nuevo en mi colegio recordado y con mis amigos añorados
    en mi Barranco evocador.
    Franklin Sosa Rosado

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  4. Yo recuerdo un balcón en la sala de la casa de tus papás, trabajo hecho por Cesar. Los sábados en la noche cuando nos íbamos al cine o en mancha nos íbamos al malecón premunidos de cigarros y algunas botellitas. Recuerdo cómo cubiertos por la noche y la bruma hablábamos de tantas cosas: sobre amores, sobre el futuro... y hermanados por esas experiencias y otras hoy las recordamos y añoramos los viejos tiempos que tantas huellas dejaron en nuestras vidas.

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  5. Asi es como vivimos esos dias, aquellas noches que nos escurriamos entre las tenues luces del malecon de la costa verde; a libar licor de los mas baratos y fumarnos unos cigarrillos; hablando te tantas cosas que teniamos dentro de nostros. Y de la esperanza que nos guradaba el futuro nuestros sueños y nuestra ilusiones. Ahora aqui estamos recordando lo vivido.....

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