sábado, 27 de julio de 2024

NOVELAS DE APRENDIZAJE



                                                                      Un niño echa el agua de su mirada

                                                                               Carlos Oquendo de Amat



   Llegaron por estos días algunos libros a casa. Son días muy fríos, húmedos, grises los de este invierno. Sin embargo, al abrigo de la lectura de esos libros me lleno de una luz y alegría muy especiales, no me queda más que agradecer. Lo tengo claro, la lectura es una de las grandes aventuras del hombre, un acto de resistencia que nos abre puertas hacia otras realidades que nos complementa y nos hace más llevadera nuestra realidad limitada.





   Escribió alguien que la lectura es una suerte de anzuelo que nos permite atrapar la esperanza, una senda o puente que nos permite involucrar en nuestra vida los sueños, llenar de nuevos horizontes la realidad en que vivimos, es un espacio de encuentros con otras voces, incluso con nuestra propia voz. Es curioso, leo palabras de otros y me leo a mí mismo, me conozco y me reconozco.





   Lamentablemente somos un país de lectores mínimos (como lo decía Jorge Edwards, si mal no recuerdo); es decir, personas que solo leen titulares, precios de productos y una que otra indicación. Es una realidad, una triste realidad. Somos un país de gente viviendo de espalda a los libros (con las excepciones del caso que confirman la regla): me quedo sorprendido ver en la televisión a personas que muestran dentro de sus casas su colección de zapatillas, de gorros, de polos, camisetas o casacas, nunca libros, menos de bibliotecas. El libro es una ausencia en muchísimas casas. No hay la cultura del libro.





   Sin embargo, como lo decía, hay excepciones que dan para la esperanza. A veces se me acercan y me consultan qué libros les recomendaría (novelas, cuentos, poemarios), o también me piden listas de libros con cierta temática: de terror, históricas, biográficas, ciencia ficción... Mis sugerencias las elaboro con entusiasmo y con la mejor disposición, más si quienes preguntan son alumnos (la lucha para acercarlos a la lectura es continua).





   Ahora, si de sugerencias o recomendaciones se trata, ¿por qué no empezar leyendo “novelas de aprendizaje” o bildungsroman?, me pregunto. No estaría mal. Pero empecemos definiendo qué entendemos por este tipo de novela. En una página de internet hallé esta definición de bildungsroman: "Es el término en alemán que hace referencia a las novelas que hablan del paso de la infancia a la madurez, también conocidas como novelas de aprendizaje. Su característica común es la evolución del personaje, la construcción de su personalidad y la idea del protagonista como alguien que tiene que superar obstáculos y afrontar riesgos". En otra página hallé esta otra definición: “Una novela bildungsroman, en esencia, es una historia sobre el proceso de maduración de un personaje, especialmente desde la infancia; de hecho, a menudo se la llama novela sobre la mayoría de edad. Estas novelas suelen tratar de los años de formación de un personaje principal o de un joven protagonista, o de su crecimiento y educación espiritual”.






   Convencionalmente se acepta que la primera novela de este tipo es Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister (1796) del alemán Wolfgang Goethe. Después de ella se han producido muchas obras de este tipo, podemos mencionar a Bajo las ruedas (1906) del alemán Hermann Hesse, Las tribulaciones del estudiante Törless (1906) del austriaco Robert Musil, Retrato del artista adolescente (1916) del irlandés James Joyce, Los niños terribles (1929) del francés Jean Cocteau, El diablo en el cuerpo (1923) del también francés Raymond Radiguet, Matar un ruiseñor (1960) de la norteamericana Harper Lee, El guardián entre el centeno (1951) del norteamericano J. D. Salinger, Las batallas en el desierto (1981) del mexicano José Emilio Pacheco, La vida de las mujeres (1971) de la canadiense Alice Munro, Ifigenia (que algunos llaman “una novela de aprendizaje trunca”) de la venezolana Teresa de la Parra, en fin, la lista es amplia.





   Aquí en el Perú hay varias novelas que están dentro de esa categoría. Si nos ponemos estrictos, siete son las novelas de aprendizaje o de formación más representativas de la narrativa peruana (no son las únicas): Los ríos profundos (1958) de José María Arguedas, Crónica de San Gabriel (1960) de Julio Ramón Ribeyro, La ciudad y los perros (1963) de Mario Vargas Llosa, Un mundo para Julius (1970) de Alfredo Bryce Echenique, Los aprendices (1975) de Carlos Eduardo Zavaleta, País de Jauja (1993) de Edgardo Rivera Martínez y Ximena de dos caminos (1994) de Laura Riesco. A la pequeña lista podríamos agregar La casa de cartón, del genial Martín Adán, libro publicado en 1928, esta obra nos muestra un conjunto de estampas que aparecen como deshilvanadas y abordan pasajes de la vida del joven narrador en Barranco: La casa de cartón es en realidad un híbrido que está a caballo entre poesía y narrativa (tiene de novela, de poema en prosa, de diario...), pero el espíritu de bildungsroman está muy presente en este bello librito de lenguaje maduro y deslumbrante escrito por un Martín Adán cuando apenas tenía dieciséis años.





Nota: Ya para terminar este apunte de sugerencias, comento que hay un puñado de cuentos de escritores peruanos cuyos protagonistas son niños o adolescentes, pienso en Los ojos de Judas de Abraham Valdelomar, El vencedor de César Vallejo, El trompo de José Diez Canseco, Calixto Garmendia de Ciro Alegría, Warma Kuyay de José María Arguedas, El niño de junto al cielo de Enrique Congrains Martin, Los gallinazos sin plumas de Julio Ramón Ribeyro o cualquiera de los cuentos de Los inocentes de Oswaldo Reynoso, por mencionar algunos títulos.





   Continuará…



                                           Morada de Barranco, 27 de julio de 2024



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