Te has volado como un poco de cielo a otro cielo…
Enrique Peña Barrenechea
You look like Clara Bow/ In this light, remarkable / All your life, did you know / You'd be picked like a rose?… Así empieza Clara Bow, una de las canciones del último álbum de de Taylor Swift titulado The Tortured Poets Department; o sea, El departamento de poetas torturados. Traduciendo este inicio, la letra dice: “Te pareces a Clara Bow, / bajo esta luz, destacable, / ¿sabías que toda tu vida / te recogerían como una rosa?”...
Foto: Paramount |
¿Clara Bow? A muchos quizás no les diga nada el nombre. ¿Quién era Clara Bow? No sería exagerado decir que lo fue todo o casi todo en los lejanos y locos años 20 del siglo pasado. Fue una actriz de Hollywood, una estrella de un firmamento donde solo parecía brillar ella, Clara Bow, una de esas milagrosas apariciones con las que sorprendía el cine mudo al mundo entero. Una actriz con ángel, como pocas (entre ellas, Marilyn). Una actriz y una flapper. ¿Flapper? ¿Qué es eso, con qué se come?, se preguntará alguno en estos años 20 del siglo XXI.
Trataremos de responder. Una flapper era una mujer segura de sí misma, independiente, coqueta, una mujer que con valentía y por convicción rechazaba las convenciones estrictas del pasado: adiós al corsé, esa prisión del cuerpo que tantas deformaciones causaba en los músculos y en la columna. Clara Bow llevaba con desenfado y alegría ropa suelta, mostraba sus bellos hombros, sus tersos brazos, sus piernas ligeras y torneadas, y para provocar, el cabello corto y sobre él, muchas veces, un sombrerito cloché, tan de moda por aquellos años. En el rostro, maquillaje, mucho maquillaje: los labios pintados con un rojo encendido en forma de corazón que escandalizaba, los ojos delineados con atrevimiento... Entre los dedos, casi como una prolongación de su mano, un cigarro humeante, desafiante y a veces una copa de champán como sinónimo de plena libertad. Agregando a todo ello el jazz: Clara Bow amaba el jazz y lo bailaba como nadie.
Como lo escribiera alguna vez el gran novelista norteamericano Francis Scott Fitzgerald, el mismo que escribió esa joya titulada El gran Gatsby, para intentar definir a la luminosa Clara Bow: “Es la quintaesencia de lo que el término flapper significa en definitiva: bonita, insolente, magníficamente segura de sí misma, con tanto mundo y tan ligera de ropa como es posible”.
Era evidente: Clara Bow había nacido para el cine (¿o acaso el cine se había inventado para ella?, no sería nada atrevido decirlo, afirmarlo). Clara era una joven cuya imagen irradiaba una energía natural en cada uno de sus movimientos, en cada uno de sus gestos y mohines, en esos sus bellos ojos grandes y expresivos, pero tan cargados de una tristeza o dolor que parece nunca pudo superar (varias veces intentó el suicidio).
Verla era comprobar el estado de gracia permanente en el que parecía vivir cada uno de sus personajes (su vida privada era atormentada), esa gracia del que carecían las otras estrellas del cine mudo. Clara Bow fue única, nunca más se repitió una presencia como la suya: su magnetismo era una marca con la que se nace, ese signo que la natura concede a pocos. Como se decía entonces, tenía “eso” (it, como se tituló su película más exitosa del año 1927) que atraía a varones y mujeres.
Su vida de niña y adolescente en los suburbios de Brooklin, en medio de una familia con serios problemas, lo que hoy llamamos disfuncional, le dejaron huellas para siempre. Cuando niña la llamaron tomboy, término usado para referirse a una chica que hace lo que los chicos. Tenía una explicación: ninguna niña quería jugar con ella debido a su ropa sucia y rota, no le quedó otra que jugar con niños. Tuvo una madre que pasó por crisis mentales e intentó asesinarla, un padre alcohólico de quien se dice la violó cuando adolescente, dos hermanos mayores que murieron a poco de nacidos, en fin, una larga lista de desgracias que marcan la vida de cualquiera. Tuvo consecuencias: tiempo después se le diagnosticó esquizofrenia.
Ya alejada del cine (1933), intentó una vida de familia (la que nunca tuvo): se casó, le llegaron dos hijos, pero esos fantasmas de su pasado nunca parece la abandonaron. Una vez declaro: “Solo hay una cosa que puedes hacer cuando eres muy joven y no eres filósofo, si la vida te ha asustado con su crueldad y te ha hecho desconfiar de sus más brillantes promesas. Debes hacer de la vida una especie de cortina alegre que arrojar sobre el abismo al que has mirado y donde yacen recuerdos espantosos”. Ella había logrado el éxito con veintitantos años de edad, pero este éxito ansiado por tantos, al final, la destruyó.
Un ataque al corazón se la llevó con sesenta años, pero no la alejó de la inmortalidad, ahí está la canción de Taylor Swift: nos recuerda la luz fulgurante de Clara Bow, pero nos hace tomar conciencia de cómo su historia se ha venido repitiendo: ahí donde se supone hay luces y aplausos, también hay oscuridades y finales tristes.
Continuará...
Morada de Barranco, 30 de abril de 2024
Clara tenía un ángel en el cine mudo, tan bella y expresiva con sus grandes ojos. Me entristece cada vez que leo todo lo que vivió. Como dice en la canción de Taylor: "Es un infierno en la tierra ser celestial".
ResponderEliminarTienes razón. Clara tenía una luz, era única. Sus películas lo demuestran: tenía un encanto especial. Pero su vida era un tormento. Gracias por tu comentario. Un abrazo.
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