domingo, 28 de junio de 2020

CANTO DE SIRENA






                                                                         ...divisas sirenas de mar llamándote
                                                                                              Arturo Corcuera





   La sirena es un ser fabuloso a quien hoy imaginamos con un cuerpo mitad mujer y mitad pez. Sin embargo, no siempre fue así, mejor dicho, no siempre fue imaginada de esa manera. Los griegos las tenían como grandes pájaros con cabeza de mujer y que habitaban en una isla del Mediterráneo desde donde atraían con un canto embrujador a los marinos.







   Las versiones mitológicas (recuerden que una característica de este tipo de narraciones es su inestabilidad textual) no se ponen de acuerdo en cuanto a su número, algunas señalan que eran dos, tres o cuatro. Tampoco se ponen de acuerdo con respecto a sus nombres, pero la mayoría de las versiones que se conservan sobre ellas, las suelen llamar como Ligia, Leucosia y Parténope. Con respecto a sus padres, tampoco hay acuerdo, unas versiones dicen que fueron hijas de Aqueloo (hijo de Océano y de Tetis) y Etérope o con alguna de estas dos musas: Melpómene (musa del canto y de la tragedia) o con Terpsícore (musa de la danza y de la poesía lírica).






   Pero, ¿siempre fueron así?; es decir, ¿siempre fueron sirenas? No. Un mito cuenta que antes fueron de apariencia antropomorfa, jóvenes, bellas, ninfas compañeras de Perséfone (Proserpina). Tuvieron la desdicha de estar en el momento en que la hija de Deméter (Ceres) fue raptada por Hades (Plutón). Como en el momento del rapto estuvieron distraídas, no vieron nada. Deméter, desesperada por no encontrar a su amada hija, las castigó transformándolas en sirenas; o sea, en grandes aves con cabeza de mujer. Aunque otra versión asegura que fueron ellas las que pidieron a los dioses ser convertidas en aves para poder volar y desde el aire buscar a Perséfone por tierra y por mar.






   Dicen que su canto enloquecía a los marinos, quienes dirigían sus naves hacia la fatal isla (ubicada frente a las costas de la actual Italia). Los barcos se hundían, perforados por los agudos arrecifes y los marinos eran devorados por las sirenas: nadie que escuchara el canto de las sirenas podía contar después sobre esta experiencia, su canto era mortal. Dicen, los que algo saben sobre ellas, que una de ellas cantaba mientras las otras dos ejecutaban la lira y la flauta. En esto tampoco se ponen de acuerdo, pues otros dicen que las tres cantaban. Sea lo que fuere, eran encantadoras de hombres.






   Pero a pesar del peligro de su canto, hubo por ahí algunos que escaparon de su hechizo. Uno de ellos fue Orfeo. Él formaba parte de esa fabulosa expedición en el barco Argo, hablamos de los Argonautas, una pléyade de héroes entre los que se encontraban Jasón, Heracles, Cástor, Pólux, Peleo…, casi nada. Cuando la mítica nave pasó cerca a la isla, las sirenas hicieron escuchar su canto, entonces Orfeo tocó su lira y cantó de tal manera que opacó a las sirenas. El canto de Orfeo salvó a la tripulación del Argo, impidió la locura: la nave de los Argonautas pasó incólume pues su destino era otro.






   Otro personaje que se salvó del mortal canto fue Odiseo (Ulises), fue uno de los pocos que pudo escuchar el mortal canto y contar después tamaña experiencia, pero dejemos que sea el inmortal Homero quien lo cuente:











   Circe le dice a Ulises: "Tendréis que pasar cerca de las sirenas que encantan a cuantos hombres se les acercan. ¡Loco será quién se detenga a escuchar sus cánticos pues nunca festejaran su mujer y sus hijos su regreso al hogar!. Las sirenas les encantarán con sus frescas voces. Pasa sin detenerte después de taponar con blanda cera las orejas de tus compañeros, ¡qué ni uno solo las oiga!. Tu solo podrás oírlas si quieres , pero con los pies y las manos atados y en pie sobre la carlinga , hazte amarrar al mástil para saborear el placer de oír su canción".
   Mientras hablaba, declarando estas cosas a mis compañeros, la nave bien construida llegó muy presto a la isla de las Sirenas, pues la empujaba favorable viento. Desde aquel instante echóse el viento, reinó sosegada calma y algún numen adormeció las olas. Levantáronse mis compañeros, amainaron las velas y pusiéronlas en la cóncava nave; y, habiéndose sentado nuevamente en los bancos, emblanquecían el agua, agitándola con los remos de pulimentado abeto. Tomé al instante un gran pan de cera y lo partí con el agudo bronce en pedacitos, que me puse luego a apretar con mis robustas manos. Pronto se calentó la cera, porque hubo de ceder a la gran fuerza y a los rayos del soberano Sol Hiperiónida, y fui tapando con ella los oídos de todos los compañeros. Atáronme éstos en la nave, de pies y manos, derecho y arrimado a la parte inferior del mástil; ligaron las sogas al mismo; y, sentándose en los bancos, tornaron a herir con los remos el espumoso mar. Hicimos andar la nave muy rápidamente, y, al hallarnos tan cerca de la orilla que allá hubiesen llegado nuestras voces, no se les encubrió a las Sirenas que la ligera embarcación navegaba a poca distancia y empezaron un sonoro canto:
   ¡Ea, célebre Ulises, gloria insigne de los aqueos! Acércate y detén la nave para que oigas nuestra voz. Nadie ha pasado en su negro bajel sin que oyera la suave voz que fluye de nuestra boca; sino que se van todos después de recrearse con ella y de aprender mucho; pues sabemos cuantas fatigas padecieron en la vasta Troya argivos y teucros, por la voluntad de los dioses, y conocemos también todo cuanto ocurre en la fértil tierra.
   Esto dijeron con su hermosa voz. Sintióse mi corazón con ganas de oirlas, y moví las cejas, mandando a los compañeros que me desatasen; pero todos se inclinaron y se pusieron a remar. Y, levantándose al punto Perimedes y Euríloco, atáronme con nuevos lazos, que me sujetaban más reciamente. Cuando dejamos atrás las Sirenas y ni su voz ni su canto se oían ya, quitáronse mis fieles compañeros la cera con que tapara sus oídos y me soltaron las ligaduras. (Canto XII, traducción de Luis Segalá y Estalella)











   ¿Cuándo es que aparecieron las sirenas como las imaginamos nosotros? Se supone que el cambio en la apariencia de estos seres ocurrió en la Edad Media y en el Renacimiento. Mutaron hasta cobrar la imagen de seres fantásticos cuyos cuerpos son mitad mujer, mitad pez, habitantes de las profundidades acuáticas (mares, ríos, lagos). La religión católica tuvo que ver mucho en su cambio y en su simbología: seres parcialmente antropomorfos, poseedoras de conocimientos que ofrecen con gran capacidad de seducción. Estas características las emparentan con el demonio: ofrecen conocimientos (como la serpiente bíblica), con engaños seducen y te llevan a las profundidades (si Cristo es pescador de hombres, ellas también lo son, solo que adonde te llevan son a las profundidades infernales). Así llegaron con la Conquista estas “nuevas” sirenas a las tierras americanas. Y tuvieron acogida.












   Aquí en el Perú, abundan desde siempre relatos populares sobre estos seres. Una historia muy común de algunos lugares de los andes peruanos es aquella que cuenta como ciertos músicos suelen dejar sus instrumentos musicales junto a ríos, manantiales, caídas de agua, lagunas, puquios, para que pasen toda la noche a la intemperie. Al día siguiente, los dueños van a recoger sus instrumentos con la seguridad de encontrarlos afinados de manera increíble, y ello ocurre, debido a que las sirenas emergen de noche y se hacen cargo de los instrumentos que suenan mejor que nunca. 










   También se cuenta sobre el peligro al que se exponen los varones que se atreven a acercarse solos a esos lugares, las sirenas aparecen, los hechizan (seducen) y se los llevan a su mundo para ya nunca más saber nada de ellos. He conocido pueblos de la Sierra donde algunos de sus habitantes cuentan historias fantásticas de pobladores desaparecidos inexplicablemente, incluso dan nombres y datos concretos: de ahí que no se arriesguen a transitar por esos lugares. Estos relatos hacen recordar un poco a lo que sucede en Los ojos verdes, una famosa leyenda de Bécquer, donde un espíritu maligno de bellos ojos (no una sirena) habita una fuente de agua ubicada en una zona del bosque prohibida por su peligro. Sin embargo, Fernando de Argénsola, atrevido y valiente, por perseguir a un venado, traspone los límites y llega a la fuente donde es seducido por este ser encantador que simboliza la muerte.








   Lo cierto es que con la llegada de los españoles a este territorio milenario, también llegaron con ellos sus historias de sirenas y se incorporaron y mezclaron con historias que desde épocas inmemoriales se contaban por estas tierras, como por ejemplo la historia de Tunupa, un ente civilizador muy anterior al Tahuantinsuyo. A veces suele aparecer en los relatos orales como mensajero de Viracocha, a veces también aparece como su hijo e incluso asumiendo la identidad del dios creador. Algunos lo tienen como dios de los volcanes y del fuego, o dios del rayo y de las lluvias que fertilizan a la Pachamama (la tierra). Como enviado del dios Viracocha, dicen, civilizó a cada pueblo al que llegó. En ese su largo peregrinaje, llegó hasta el altiplano, hasta el lago Titicaca, donde se enfrentó con otra divinidad: Copacabana, dios del lago y de sus aguas. Habitaban el lago, dicen, dos hermanas con apariencia de sirena (serena), nos referimos a Umantuu y a Quesintuu, con las cuales pecó (concepto ya cristiano) al haber tenido relaciones sexuales. Este relato milenario debió influir enormemente en los artistas indígenas y mestizos del Virreinato del Perú, pues es notoria la presencia de estos seres en diversas manifestaciones artísticas (escultura, pintura) de esa época. Umantuu y Quesintuu habrían sido, entonces, la inspiración para estos artistas, pues en las muchas representaciones de sirenas suelen aparecer en parejas, como las dos hermanas míticas.








   Si nos limitamos a las sirenas en el arte virreinal del Perú, podemos mencionar a algunas de esas parejas de sirenas (¿Umantuu y Quesintuu?) que aparecen en varios templos. El primero a mencionar es la portada lateral del templo de la Compañía de Arequipa, allí aparecen dos sirenas bajo el caballo galopante de Santiago Apóstol (Fotos de W. M. C. y de urbaneando).











   En la misma Arequipa, pero ya no en la ciudad, sino en el valle del Colca, nos encontramos específicamente con la portada lateral de la iglesia de la Inmaculada Concepción de Yanque, allí aparecen dos sirenas, cada una sobre una columna (Foto en Southstar Travel).








   En la torre de la iglesia de Santa María Magdalena de Ayacucho destacan las ocho sirenas (dos sirenas por cada lado) que sirven como tenantes bajo la imposta del arco (Foto de Juan Pablo El Sous).








   Templo de Santa Clara del Cusco, en uno de sus retablos barrocos adornados con espejos, el dedicado a la Virgen de la Natividad, allí, a ambos lados de esta imagen, encontramos a un par de sirenas tocando vihuelas (Foto Barroco Peruano).







   En la Catedral Santo Tomás de Chumbivilcas (Cusco) hay dos sirenas, en la tercera hilera de la cantería, una a cada lado de la portada principal que destaca como ejemplo del barroco planiforme (Foto en Flickr).







   Dos sirenas, ambas con una venera dorada en la cabeza (las conchas marinas evidencian la relación con el agua y también el bautismo de Cristo) se encuentran en el templo cusqueño de San Juan Bautista de Huaro (Foto en Deskgram).







   En la impresionante portada principal de la Catedral de Puno, muestra suprema del barroco planiforme, destacan dos sirenas que llevan entre sus manos instrumentos de cuerda, específicamente charangos (Fotos de Juan Pablo El Sous).











   Dos sirenas, ubicadas a ambos lados de la ventana, adornan la portada barroca del templo puneño de San Antonio de Azángaro (Foto de santonyquilca).







   El escudo de la Virgen, sostenido por dos sirenas tenantes, destacan sobre la puerta, en la portada barroca del templo de San Jerónimo de Asillo en Puno (Fotos de Barroco Peruano).












   En ambos lados del primer cuerpo de la portada lateral del templo de San Pablo (Puno) hay dos sirenas con alto tocado de plumas, ambas parecen abrazar los adornos ondulantes cercanos de esta portada barroca (Fotos de Archivo Digital del Arte Peruano y de Barroco Peruano).















   Un monograma mariano es sostenida por dos sirenas tenantes en la portada principal de una de las más bellas iglesias del altiplano: Santiago Apóstol de Lampa, Puno (Fotos de Juan Pablo El Sous).











   En el templo de San Miguel de Pomata, Puno, habían entre una profusión de adornos, ojalá todavía se conserven, sirenas en el bajo coro de la iglesia, quienes llevan enormes tocados de plumas y tañen charangos (Fotos de Alberto Barreto Arce).











   En la imagen, se puede ver con dificultad, sobre la ventana profusamente decorada del presbiterio de la iglesia puneña de Santiago Apóstol de Pomata una de las dos sirenas (la otra está ubicada al otro lado) tocando una vihuela (Foto de Juan Pablo El Sous).







   En Trujillo, en el frontis barroco del templo de Huamán, hay sobre su puerta principal un par de sirenas de cabellera blonda y larga tocando instrumentos de cuerdas, ya no charangos, tal vez vihuelas o guitarras (Fotos en Mapio.net y en turismoi.pe).











   He mencionado varios ejemplos de sirenas esculpidas en templos virreinales, también hay ejemplos de sirenas buriladas, pintadas, dibujadas, como es el caso de este cuerno con imagen burilada de una sirena, obra de fines del Virreinato (Foto en Cantera de sonidos).







   Dos sirenas tenantes pintadas podemos hallar bajo la imposta del arco en el interior de la iglesia de la Inmaculada Concepción de Sayhua, Cusco (Foto en Cusco Noticias).







   En el templo de San Pedro Apóstol de Andahuaylillas, Cusco, ejemplo mayor del barroco andino, encontramos murales con sirenas que llevan tocados de plumas coloridas y sostienen cornucopias florales e incluso cadenas (Foto en elcomercio y en Pinterest).












   En los murales del templo de San Cristóbal de Rapaz (sierra de Lima), hallamos sirenas sosteniendo flores, aves e instrumento de cuerdas (Foto en la brújula del azar y en Ciber Viaxes).












   El cronista indígena Felipe Guamán Poma de Ayala dibujó en su largo manuscrito titulado Nueva corónica y buen gobierno, dirigido al rey de España, algunas sirenas como podemos ver en las siguientes imágenes (Fotos de El Mundo Mágico de Ursu y de richardparra.wordpress.com).











   Ya para concluir esta entrada sobre sirenas, apartándome de la presencia de estos seres en el arte virreinal del Perú, quiero mencionar un libro al que dediqué muchas horas de lectura enfebrecida cuando adolescente, me refiero al Manual de zoología fantástica de Jorge Luis Borges, quien escribió sobre ellas:







   A lo largo del tiempo, las Sirenas cambian de forma. Su primer historiador, el rapsoda del duodécimo libro de la Odisea, no nos dice cómo eran; para Ovidio, son aves de plumaje rojizo y cara de virgen; para Apolonio de Rodas, de medio cuerpo arriba son mujeres y, abajo, aves marinas; para el maestro Tirso de Molina (y para la heráldica), "la mitad mujeres, peces la mitad". No menos discutible es su género; el diccionario clásico de Lempriére entiende que son ninfas, el de Quicherat que son monstruos y el de Grimal que son demonios. Moran en una isla del poniente, cerca de la isla de Circe, pero el cadáver de una de ellas, Parténope, fue encontrado en Campania, y dio su nombre a la famosa ciudad que ahora lleva el de Nápoles, y el geógrafo Estrabón vio su tumba y presenció los juegos gimnásticos que periódicamente se celebraban para honrar su memoria.
   La Odisea refiere que las Sirenas atraían y perdían a los navegantes y que Ulises, para oír su canto y no perecer, tapó con cera los oídos de los remeros y ordenó que lo sujetaran al mástil. Para tentarlo, las Sirenas le ofrecieron el conocimiento de todas las cosas del mundo.
   "Nadie ha pasado por aquí en su negro bajel sin haber escuchado de nuestra boca la voz dulce como el panal, y haberse regocijado con ella y haber proseguido más sabio... Porque sabemos todas las cosas: cuantos afanes padecieron argivos y troyanos en la ancha Tróada por determinación de los dioses, y sabemos cuanto sucederá en la tierra fecunda" (Odisea, Xll).
   Una tradición recogida por el mitólogo Apolodoro, en su Biblioteca, narra que Orfeo, desde la nave de los argonautas, cantó con más dulzura que las Sirenas y que estas se precipitaron al mar y quedaron convertidas en rocas, porque su ley era morir cuando alguien no sintiera su hechizo. También la Esfinge se precipitó desde lo alto cuando adivinaron su enigma.
   En el siglo VI, una Sirena fue capturada y bautizada en el norte de Gales, y figuró como una santa en ciertos almanaques antiguos, bajo el nombre de Murgen. Otra, en 1403, pasó por una brecha en un dique, y habitó en Haarlem hasta el día de su muerte. Nadie la comprendía, pero le enseñaron a hilar y veneraba como por instinto la cruz. Un cronista del siglo XVI razonó que no era un pescado porque sabía hilar, y que no era una mujer porque podía vivir en el agua.
   El idioma inglés distingue la Sirena clásica (siren) de las que tienen cola de pez (mermaids). En la formación de esta última imagen habrían influido por analogía los Tritones, divinidades del cortejo de Poseidón.
   En el décimo libro de la República, ocho Sirenas presiden la revolución de los ocho cielos concéntricos.

   Sirena: supuesto animal marino, leemos en un diccionario brutal.












   Continuará…





                                                          Morada de Barranco, 28 de junio de 2020.







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