sábado, 15 de febrero de 2014

¡AH, LAS ANÉCDOTAS!





                                                                                       Es el tiempo
                                                                                       que escribe lo eterno.
                                                                                             Enrique Peña Barrenechea



   Las anécdotas, ¿a quién no le ha ocurrido un hecho anecdótico?, ¿quién no ha escuchado o leído anécdotas? Son de la vida diaria. Como bien sabemos, una anécdota es una breve narración sobre un hecho curioso, algunas veces hasta gracioso. Trato de rememorar alguna en mis veinte años de trabajo con adolescentes y al recuerdo se viene esta: Desarrollaba una clase del Realismo en el Perú y de cómo la Guerra con Chile había influenciado en los escritores realistas peruanos. Intercambiaba ideas con los alumnos sobre las batallas y los combates, hasta que llegamos al Combate de Angamos, los alumnos defendían acaloradamente su posición, muchas de ellas teñidas de chauvinismo. De pronto, una alumna, en medio de la discusión, con la picardía en el rostro, se levantó y dijo: “Tranquilos, no se peleen por quién perdió o ganó, lo importante es participar”. Suficiente, todo el salón al unísono (incluido yo) rompimos en una risa interminable. Es de todos los días, como lo decía.





   Corría la década del noventa, recuerdo que una tarde salimos Willy Gómez Migliaro, Pablo Landeo y yo por las calles de Barranco para conversar y darle forma a uno de los números de Tocapus, la revista que coeditábamos. Mientras caminábamos acercándonos a Surco,  empezamos a contar anécdotas de todo tipo, de pronto Willy suelta una de antología. Voy a tratar de referirla como la recuerdo: Willy desarrollaba una clase sobre escritores y poetas peruanos contemporáneos, cada vez que mencionaba a uno de ellos, parece que Willy decía: “Es mi amigo”, “es mi amiga”. Tantas veces lo dijo, que uno de sus alumnos se para y a boca de jarro le suelta la ironía: “Usted es amigo de todos, ¿no?”. Willy a la velocidad del rayo le responde: “No, por ejemplo, tú no eres mi amigo”. Reímos los tres a mandíbula batiente.




   En una entrada anterior comenté que tengo una serie de hojas bond recicladas donde hace años solía pegar recortes periodísticos: cuentos breves, fábulas, curiosidades, anécdotas. Entre las muchas anécdotas de mis Bagatelas (así titulé a esas más de doscientas hojas), siempre tengo presente esta del gran escritor y cineasta francés Jean Cocteau, autor de la novela Los niños terribles:


   Cierta vez, alguien le formuló esta singular pregunta a Jean Cocteau: “Señor Cocteau, si su casa estuviese incendiándose y usted solo pudiera llevarse una cosa, ¿cuál sería esta?”.
   Monsieur Jean, ante tal interrogante “pirológico” meditó unos segundos y contestó: “En ese caso me llevaría el fuego”.





   Impagable. Otra anécdota es esta de dos colosos de la música y de la poesía: Richard Wagner y Charles Baudelaire:


   Wagner recibió un día a Baudelaire en su residencia con un elegante “robe de chambre” color amarillo. Se puso al piano y ejecutó una obra de la preferencia del poeta. Al terminar, después de una pausa, Wagner se puso una “robe de chambre” de color verde y ejecutó una nueva obra. La tercera pieza la interpretó también después de un breve descanso, luciendo otra “robe de chambre” color rosa.
   Conmovido, Baudelaire le dijo efusivamente al finalizar el exquisito recital de piano: “En la ejecución de los diferentes trozos musicales sin duda las ropas de variados colores expresan, simbólicamente, diversos caracteres”.
   Wagner lo miró sorprendido y le contestó: “Me he cambiado de ropa porque cuando ejecuto al piano transpiró mucho”.








   Por estos días leo salpicado, mejor dicho, releo un libro que había olvidado y que hace muchos años, hablamos de la década del ochenta, compré en el Centro, épocas en que muchísimas calles de la vieja Lima eran un mercado persa: 1 550 Anécdotas Musicales, una recopilación de Rodolfo Barbacci. No he olvidado la mañana fría en que vi este libro extraño, fue en una esquina de la avenida Abancay con jirón Puno, literalmente estaba en el suelo junto con otros libros (entre el lote de libros destacaba Cantos de Francisco Bendezú, en la edición de La Rama Florida del año 1971, que hoy también está en mi biblioteca).  El anecdotario es, en realidad, un libro para leer de a pocos, su cantidad apabulla, cansa si alguien se atreviera a leerlo de golpe, a mí por lo menos me ocurre y lo estoy releyendo por ratos, que creo que es la mejor manera de disfrutarlo. 





   Este libro editado en Lima, allá por el año 1964 (tercera edición) complementa algunas de mis curiosidades, curiosidades musicales, quiero decir, alguien que no solo se contenta con oír sinfonías, conciertos, sonatas, suites, valses, nocturnos..., sino en querer saber algo más sobre sus compositores, así esta información esté más para la leyenda, como suele suceder con muchas de las anécdotas. 






   Soy, pues, un melómano y considero que vivir sin música es imposible, por lo menos yo no podría. Recuerdo que Friedrich Nietzsche decía: "Sin música la vida sería un error". Bueno, esa frase la tengo como bandera, yo escucho de todo (aunque debo reconocer que la salsa no la soporto): en música popular mis gustos se dirigen sobre todo al rock, y en este campo mi admiración mayor es por The Beatles, lo he dicho muchas veces. Si hablamos de lo que se llama música clásica o académica, amo la música de Mozart, Schubert, Beethoven, Bach, Chopin…, pero de entre todos ellos, admiro la música del gran Johannes Brahms y justamente de este libro he escogido cuatro anécdotas que dicen muy bien como eran algunos de los rasgos de la personalidad de este genial compositor alemán. Por ejemplo, ácido, muy ácido:


   Cierto día Brahms recibió la siguiente invitación: “Venga a almorzar con nosotros  el domingo. Mi esposa y mi hija le entretendrán con música de doce a una y después almorzaremos”. A lo cual Brahms contestó: “Muchas gracias por la invitación. Llegaré a la una en punto”.






   Arisco y reacio a todo contacto social:


   Brahms era enemigo de las convenciones y compromisos sociales; detestaba las reuniones del gran mundo y trataba de toda forma eludirlas. Cierta vez, una dama de la sociedad vienesa organizó una reunión social en la cual contaba presentar como invitado de honor al ilustre compositor y, para ser amable y deferente con él, le envío con anticipación la lista de las personas que pensaba invitar, rogándole que tachase el nombre de cualquiera de ellas que Brahms no desease ver en la fiesta. Cuando la dama recibió la lista de vuelta, solo había un nombre tachado: el del compositor.






   Exigente con los demás porque él era exigente y perfeccionista consigo mismo:


   Un compositor de Viena había estrenado una ópera que gustaba al público, pese a sus vulgaridades y pocos méritos musicales. Creyéndose un gran compositor, en una ocasión que fue presentado a Brahms, entonces el compositor más importante y considerado, le preguntó porque nunca había compuesto una ópera.
   La razón es muy simple –respondió Brahms-. Opino que para componer para el teatro, y gustar actualmente, es necesario poseer cierto grado de estupidez. Siento que no tengo aún la suficiente.






   Incluso usar del humor negro contra sí mismo:


   Cuando Brahms padecía del cáncer al hígado, que posteriormente lo llevó a la tumba, fue a ver a su médico, el que le ordenó una dieta estricta. Le prohibió absolutamente todos los platos de la cocina vienesa, que tanto le gustaban.
   -Pero es imposible – dijo Brahms- esta noche tengo una comida con Johann Strauss.
   -No vaya, y asunto concluido- respondió el médico.
   -¡Bah! –concluyó Brahms- yo iré, haré de cuenta de que no os he consultado hasta mañana.





   ¡Ah, las anécdotas!, nos hacen sonreír y hasta reír. Son pequeñas historias que llegan y nos iluminan con su gracia. Pero también nos informan a pesar de que muchas no respondan a un rigor y exigencia de la realidad real, como suelen decir algunos. Hasta la próxima entrada.








  
   Continuará…



                                                     Morada de Barranco, 15 de febrero de 2014.





   

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