jueves, 27 de noviembre de 2025

CINE, NO SOLO PELÍCULAS

 


                                                              tú que llevas prendido un cine en la mejilla

                                                                              Carlos Oquendo de Amat

 

 

   Debo reconocer que para mí el cine es una religión como lo es la lectura, la música de The Beatles (y en ciertos casos lo es el fútbol). Muchos de mis primeros recuerdos están relacionados con el llamado séptimo arte. Mi infancia y adolescencia están marcadas más que por libros por películas: me veo niño sentado frente al ecran, con los ojos “perdidos” en la pantalla, sin saber leer todavía y obligado a crear con esas imágenes que ante mis ojos desfilaban mi propia historia, mi propia película, no había otra: la imaginación sobre la imaginación.





   Pasados los años, esa pasión por el cine no ha decaído, se ha acentuado. Una prueba de ello es que Rita y yo visionamos complacidos una película diaria. De lunes a sábado nos abandonamos a las imágenes de múltiples historias que nos transportan plácidamente a mundos paralelos que nos alejan momentáneamente de las preocupaciones cotidianas, como lo suele hacer, salvando las diferencias, la lectura (hablo de novelas, cuentos, por ejemplo); es decir, embarcados en nuestra imaginación abandonamos los avatares de la vida y nos permitimos vivir aquellas vidas que la realidad nos lo impediría: el cine como espacio o territorio de la libertad.






   Si algo disfrutamos en el cine es cuando frecuentamos los clásicos; o sea, aquellas películas a las que los años no hacen mella, esas que siempre nos dicen algo nuevo, aquello que no fue percibido en oportunidades anteriores. Esta es la razón de por qué en estos días ando con la idea de volver a visionar un puñado de películas, largometrajes que me marcaron y viven (vivirán) en mí hasta que deba abandonar el tercer planeta. De ese pequeño universo he seleccionado quince filmes (aunque también en el camino voy sugiriendo otras películas).






   El orden de las películas de esta lista responde a como fueron apareciendo en mi recuerdo. Esta es la relación:

1. Entre muchas de John Ford (pienso en Centauros del desierto, Las viñas de la ira o ¡Qué verde era mi valle!) una en particular: El hombre quieto, imagino ya a mis ojos extraviados entre los verdes de Innisfree y el rojo cabello de la bellísima y temperamental Maureen O’hara. Una película sobre el regreso a los orígenes para alejarse de un pasado inmediato que atormenta.

2. Tres películas de Jean-Luc Godard: Al final de la escapada, El desprecio y Pierre, le fou. Una en blanco y negro (¡ah, esa aparición de Jean Seberg con el cabello corto anunciando al “New York Herald Tribune” en “Champs Elysées”!), las otras en colores destellantes envolviendo las figuras de Brigitte Bardot y de una de las grandes musas de la “nouvelle vague”: Anna Karina, la de los bellos ojos almendrados.

3. El espíritu de la colmena de Víctor Erice, conmovedora película que resulta una maravillosa exploración, dentro de un pueblo desolado en la meseta castellana, de cómo el cine marca a una niña (Ana Torrent) a través de un personaje como el monstruo de Frankenstein en las duras épocas de la posguerra española. La soledad atormentada y contenida que gobierna las vidas de los personajes habla, en realidad, de espacios compartidos pero cargados de fracturas. Diez años después filmaría otra joya: El Sur.

4. Hay dos películas de Eric Rohmer a las que acudo siempre transido de emoción y me gusta visionarlas bajo dos condiciones: al amanecer y en invierno, ¿por qué?, no sabría decirlo con precisión, solo sé que así las disfruto mucho. Las películas a las que me refiero son El rayo verde y Cuento de invierno (por allí cerca, merodeando están Mi noche con Maud, La rodilla de Clara y Cuento de otoño). Estas dos películas (como todas las de Rohmer) siempre me han sorprendido porque son muestra palpable de cómo hacer un magnífico cine, inteligente y con economía de recursos.

5. La mirada de Ulises, bello título de una película de Theo Angelopoulos, las indagaciones y la larga marcha del protagonista, “A” (magnífico Harvey Keitel), por hallar los rollos de una película en un territorio (los Balcanes) dominado por la violencia y la muerte: el cine como metáfora de las eternas búsquedas del hombre habitante de las periferias.

6. En 1950, Luis Buñuel filma una película que muestra el otro rostro de México, no el de charros y canciones, sino el real, el de las grandes desigualdades, el de los adolescentes y niños sobreviviendo en medio de una urbe fragmentada, agresiva, violenta: Los olvidados arranca máscaras y nos muestra aquella faz terrible que la revolución mexicana no había solucionado. ¿Otras de Buñuel?: Él y Ensayo de un crimen.

7. Alfred Hitchcock filmó muchas películas, de todas ellas escojo una, Vértigo (podría agregar cuatro o cinco películas, pienso en La ventana indiscreta, Con la muerte en los talones, Psicosis, Los pájaros, Notorius o La sombra de una duda). Vértigo es una película que ofrece con precisión, el turbador mundo de un policía retirado y obsesivo: John Scottie Ferguson (James Stewart) en su relación con Madeleine (Kim Novak) y su posterior intento de reencarnar en una segunda muchacha al amor perdido. Intensa como pocas, Vértigo es la metáfora de la recuperación del amor de entre los muertos.

8. Krysztof Kieslowski, el gran director polaco, filmó un puñado de películas misteriosas, poéticas como Azul, Blanco, Rojo o El Decálogo, este último un proyecto de diez capítulos basado en los Diez Mandamientos (cada uno de aproximadamente una hora). Pero la película que quisiera ver es La doble vida de Verónica, filme donde la poesía visual de Kieslowski se despliega para contarnos la historia de dos muchachas (Irene Jacob en el doble papel de Weronika en Polonia y Veronique en París) que no solo guardan un físico idéntico sino gustos afines que las acercan a pesar de las distancias.

9. Las alas del deseo o también conocida como Cielo sobre Berlín, del alemán Wim Wenders, es una película donde un ángel rebelde renuncia a su inmortalidad por amor a una trapecista, pero la historia no solo es la de este ángel inconforme sino también aborda temas cuyo espectro es más amplio, los aspectos sociales y políticos sobre el destino trágico de una Alemania fragmentada, separada por un muro.

10. Probablemente el mejor western de todos los tiempos sea Río Bravo de Howard Hawks, este es un filme cuya historia sencilla indaga sobre el poder de la amistad y como esta se robustece para enfrentar el peligro constante: el asedio a la comisaría por parte de una gavilla de delincuentes que quiere liberar al hermano menor del jefe. A diferencia de las películas de John Ford, la historia de Río Bravo se desarrolla en escenarios mínimos (un pequeño pueblo de Texas, una calle, el hotel, la comisaría), suficientes para expresar a este gran western con plenitud.

11. La piel suave de Truffaut, es una de las películas que más he visto y cada vez me gusta más, su sencillez puede resultar engañosa, sin embargo, es de esas películas que expresa con madurez la ingobernabilidad del hombre por algunos anhelos y obsesiones. Jean Desailly y Francoise Dorléac en estado de gracia (sobre toda esta última: inolvidable su mirada cargada de tristeza) construyen con sus personajes (Pierre y Nicole) una historia de amor e infidelidad cuyo final terrible no deja nunca de asombrarnos.

12. Del cine negro escojo Perversidad de Fritz Lang, en esta película Joan Bennett se aprovecha de su belleza y del amor que ha despertado en un empleado honesto y destacado hasta hacerlo delinquir, ella es una de las "femme fatale" más despiadadas del "cine noir", ese cine de imágenes nocturnas en blanco y negro, con marcados contrastes de luz y sombra para crear una atmósfera opresiva, cargada de pesimismo y muchas suspicacias: una latente traición, el miedo paralizante, un amor trágico, una muerte sorpresiva. La fatalidad como destino. ¿Otras sugerencias?: La mujer del cuadro, Los sobornados, Laura, Retorno al pasado, entre otras.

13. Una película entrañable, quizás la mejor del director japonés Yasujiro Ozu: Cuentos de Tokio. La belleza indestructible, la profundidad y sabiduría de un film que nos hace reflexionar sobre el paso del tiempo y el deterioro que provoca en los cuerpos y en las relaciones. Con la cámara, colocada a unos 90 centímetros del suelo, la particular mirada de Ozu nos permite presenciar escenas de la vida diaria que nos involucran como si, a través de nuestros ojos, estuviéramos allí acompañando a esos personajes que nos conmueven (entrañables Sukichi y Tomi, los padres ancianos que son rechazados por sus hijos egoístas e insensibles).

14. Ernst Lubitsch estrenó en febrero de 1942 (en plena guerra) una joya definitiva del cine: Ser o no ser. La película nos muestra una serie de enredos que con inteligencia y un humor sutil, corrosivo, se van desarrollando y solucionando. Este bello largometraje es una comedia completamente alejada de aquellas ligeras y superficiales comedias que buscan la risa fácil del espectador, esta es una película donde el humor inteligente es empleado en los diálogos y situaciones para, a su manera, socavar una ideología, hablamos del humor y la sátira como armas para quitar autoridad a personajes e instituciones como Hitler y la Gestapo... ¿Curiosidades? Un jovencísimo Robert Stack (el de la serie de Los Intocables) intentando conquistar a Carole Lombard, actriz que no pudo gozar del éxito de esta cinta, ella murió trágicamente un mes antes del estreno. Ser o no ser, es de esas películas entrañables que te hacen amar más al cine.

15. Un clásico como ¡Qué bello es vivir! de Frank Capra se impone. Pocas películas como esta que me llevan a decir con absoluta seguridad que cada vez que la veo me gusta más, nos gusta más, la disfrutamos a plenitud: reímos con sus ocurrencias (la escena anterior a la muerte del padre del protagonista o la del baile de fin de año de 1927), nos conmovemos con las peripecias del entrañable George Bailey en su desesperación.

   Podría agregar algunas películas más a esta breve selección (películas sonoras, porque de las mudas, ese es otro cantar; o sea, otra lista), por ejemplo: Raíces profundas; Amarcord; Casablanca; Sed de mal; Viaje a Italia; El Gatopardo; Algo para recordar; Manhattan; La muchacha de la maleta; El doctor Zhivago; M, el vampiro de Düsseldorf; El séptimo sello, La noche del cazador y muchas más.

   Probablemente en otras ocasiones y bajo otras circunstancias los títulos seleccionados variarían y es que, como decía un personaje bastante conocido por estos lares, “las grandes películas nos hablan, pero no siempre las escuchamos con la misma actitud o interés”.





 

   Continuará…

 

 

                                      Morada de Barranco, 27 de noviembre de 2025

 


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