Todo lo recibido está en los ojos.
Alberto Hidalgo
I.
Van transcurriendo los últimos días de
diciembre, se acaba el año 2024. Por estos días he venido dándole vueltas sobre
qué podía escribir. Una sensación de ausencia de temas me invadía y dejaba
correr un nuevo día con la esperanza de que al siguiente una luz me iluminaría
y como por arte de magia aparecerían las palabras con una fluidez inusitada. No
ha sido así. Casi forzando la situación me he sentado frente a la computadora
para escribir, escribir lo que en el momento salga, lo que en el instante de
hacerlo se imponga, una suerte de escritura automática racionalizada, si cabe
la expresión.
II.
En estos días, los últimos del año
escolar, he recibido unas cartitas de agradecimiento de algunos alumnos.
Complacido y emocionado las he leído. En una de ellas encontré estas líneas:
“En mi crecimiento como adolescente, con ciertas dificultades que atentaron
contra mi salud, lo que me salvó fue leer, salir de mi dolor para pasar a una
que no existía, era como caer en un mundo que no era el que yo vivía, tengo que
admitir que es impresionante cómo las palabras y una historia pueden agarrarnos
por horas y no darnos cuenta, bueno, solo los lectores entenderán ese
sentimiento magnífico que nos produce la lectura”. Obviamente no revelaré el
nombre del autor de estas líneas, eso queda conmigo. Pero quiero comentar la
precisión de sus palabras para reflejar el poder de la lectura, esa capacidad que
tiene, como dice ella con sus propias palabras, de transportarnos hacia otros
mundos. La lectura nos permite vivir otras vidas, aquellas que la realidad real
no nos permite: mágicamente nos transformamos en uno de los mosqueteros o somos
Robinson Crusoe o Jean Valjean. Pero la lectura, así como hace trabajar nuestra
imaginación, también nos informa a la vez que va enriqueciendo nuestro
vocabulario y nos hace asimilar los recursos lingüísticos que los escritores
emplean; es decir, la lectura es un magnífico medio que posibilita el
desarrollo de nuestra capacidad comunicativa, nos proporciona herramientas para
comunicarnos con propiedad, fluidez y precisión. En la medida que ello ocurra,
nos sentiremos más seguros y podremos interrelacionar de mejor manera con
nuestro entorno.
III.
Como
de costumbre, la Navidad la pasamos en casa de mi madre. Allí nos reunimos toda
la familia. Es tradición familiar hacernos obsequios entre todos. Los regalos
más esperados para mí son los libros. Supongo que la primera entrada de enero
de 2025 se titulará “Las lecturas que me esperan” o algo parecido. Comento que
los libros que llegaron a mí esta Navidad son: Claus y Lucas de la
húngara Agota Kristof, Los recuerdos del porvenir de la mexicana Elena
Garro, El maestro y Margarita del ruso Mijaíl Bulgakov, Las aventuras
de Pinocho del italiano Carlo Collodi, Encrucijadas del
norteamericano Jonathan Franzen, El loro de Flaubert del inglés Julián
Barnes, Cuentos de la era del jazz del norteamericano Francis Scott
Fitzgerald, Gargantúa y Pantagruel del francés Francois Rabelais, Los
cuadernos de don Rigoberto del peruano Mario Vargas Llosa, Almendra
de la surcoreana Won-pyung Sohn. Como puede verse, son obras (algunas de ellas,
clásicos) que poseen prestigio, nombradía. Solo me resta decir que me esperan
días gratos de lectura, lo bueno es que coinciden con mis vacaciones.
IV.
En unos pocos días empezará el nuevo
año, solo quiero transcribir, para expresar mis buenos deseos, una frase en
latín que les quedará como una suerte de tarea (me refiero a su traducción) a
cada uno de ustedes: “Di tibi dent annos, a te nam cetera sumes”.
Continuará...
Morada de
Barranco, 28 de diciembre de 2024
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