lunes, 31 de julio de 2017

HÉRCULES Y LOS SIGNOS ZODIACALES





                                                                    Hasta hacerse lejana como un astro.
                                                                                             Luis Hernández





   Cuando los alumnos me piden que cuente una historia, casi siempre me piden una de terror. Antes solía contarlas, pero ahora último ya no lo hago a raíz de que hace un año, más o menos, una alumna, muy asustada por cierto, me pidió que no contara más ese tipo de historias porque durante una semana no había podido dormir tranquila. Ante semejante pedido opté por no contarlas, a pesar de los reclamos.






   Lo que más bien he estado contando y ha tenido mucha acogida son las historias sobre el origen de los signos zodiacales. Cuando anuncio que voy a contar sobre uno de los signos, literalmente me ametrallan con sus pedidos, si por ellos fuera contaría el origen de cada uno de los signos en un solo día, pero como comprenderán, o cuento una historia, y si es corta, hasta dos pueden ser: debemos y tenemos que avanzar con la programación. No hay otra.





   Una de las historias que más gustó entre los alumnos (y en especial a mí que no siendo de ese signo, gusto mucho de contarla) es el del signo Leo. Su historia tiene que ver con uno de los héroes mitológicos que más admiro desde niño (nunca olvidaré la cantidad de películas, péplums, que he visto con  Hércules (Heracles) de personaje central). El origen del signo Leo, según la mitología grecorromana, es como sigue:







      Euristeo, rey enemigo de Hércules, le encargó matar al león (en realidad, lo que Euristeo quería era que Hércules muriera en el intento). El león era hijo de los horripilantes Tifón (el último titán: gigantesco, alado, con el cuerpo cubierto de plumas y serpientes, echaba fuego por los ojos y la boca…) y de Equidna (monstruo que tenía apariencia de bella mujer de la cabeza a la cintura, y de la cintura para abajo con forma de serpiente). El león era invulnerable, ningún arma podía hacerle siquiera un rasguño, asolaba los campos devorando a las personas y al ganado de manera insaciable.
   Este animal tenía como morada una cueva con dos entradas; Hércules taponó una de ellas y entró por la otra para sorprender a la fiera. Al comprobar el león que no tenía escapatoria, retrocedió al ver a Hércules que avanzaba contra él, luego tomó impulso y se arrojó sobre el héroe. Hércules, entonces, no tuvo otra que cogerlo del pescuezo y lo apretó hasta ahogarlo. Luego de matarlo, desolló al felino y tomó para sí mismo la piel como capa (para protegerse por atrás) y la cabeza del león como casco. Pero, ¿no que el león era invulnerable? ¿Cómo es que Hércules desolló al animal? Hércules desolló al león empleando las propias garras del animal.
   Tiempo después, Zeus transformó al león en una constelación para honrar a su hijo. Desde entonces existe en el firmamento la constelación del león o, más conocido, como Leo, el quinto signo zodiacal.






   Comentaba líneas arriba, que es Hércules uno de mis personajes favoritos de la mitología grecorromana (no Teseo o Perseo, no Aquiles o Jasón…). Quizá el otro héroe que admiro tanto como a Hércules sea Odiseo (Ulises): uno la fuerza, el otro la astucia. Pero pienso en Odiseo y caigo en la cuenta de que no hay historia de algún signo zodiacal donde intervenga Odiseo (eso no quiere decir que por eso lo admire menos), en cambio Hércules no solo interviene en el origen de Leo, también participa del origen de otros dos signos más: Cáncer y Sagitario.






   Como sabemos, Hércules era hijo de Alcmena y de un engaño: el de Zeus a Hera, su esposa. Esta diosa odió desde siempre a Hércules y nunca perdió ocasión de hacerle la vida imposible al héroe, por ejemplo, demoró el nacimiento de este en favor de Euristeo, provocó una locura que llevó a Hércules a matar a sus hijos,… Esto último fue determinante en la vida del hijo de Zeus. Cuando Hércules recuperó la cordura, atormentado y arrepentido por lo que había hecho con sus hijos, buscó purificarse y lo pudo hacer luego de doce años de servicio al rey Euristeo.






   Cada año, el héroe tenía que realizar un trabajo. Los trabajos, por lo demás, eran muy peligrosos, pero que Hércules, amparado en su descomunal fuerza, los pudo cumplir. Esos trabajos encargados (ordenados, en realidad) por el rey Euristeo es lo que hoy conocemos como los “Doce trabajos de Hércules”.  Uno de esos trabajos, el segundo, fue el de matar a la Hidra de Lerna.  Este era un monstruo con forma de serpiente y múltiples cabezas. Una de ellas, la principal, era inmortal; las otras cabezas regeneraban al ser cercenadas, añadido a ello tenía un aliento venenoso. El mito cuenta lo siguiente:






   Hércules y su sobrino Yolao fueron en búsqueda del monstruo. Para no morir envenenados con el aliento de la Hidra, Hércules y su sobrino se cubrieron la nariz y boca con una tela. Enseguida se enfrentó a la Hidra, con su espada fue cercenando las cabezas, pero vio estupefacto que las cabezas regeneraban, entonces pidió a su sobrino que prendiera fuego al bosque que estaba alrededor. Ahora, cada vez que Hércules cercenaba una cabeza, arrancaba un árbol prendido y con las llamas quemaba la herida impidiendo que vuelva a crecer una nueva cabeza.
   Hera, al observar cómo Hércules se imponía a la hidra, envió un enorme cangrejo para distraer al héroe, pero al verlo, Hércules de un pisotón mató al crustáceo. Muerta la Hidra, enterró la cabeza inmortal en un profundo hoyo, tapó con tierra y luego colocó una enorme piedra. Antes de retirarse, el héroe sumergió las puntas de sus flechas en la sangre venenosa del monstruo, desde entonces esas flechas provocaban al menor rasguño una muerte segura y muy dolorosa como habría de acontecerle al sabio Quirón y su agonía que no tenía cuándo acabar. 
   La diosa convirtió al cangrejo en un grupo de estrellas y las colocó en el firmamento, desde entonces existe la constelación del cangrejo o también conocida como la constelación de cáncer, el cuarto signo zodiacal. 






   Mencioné la agonía eterna del centauro Quirón, en efecto, Quirón era inmortal. Era inmortal y completamente diferente a los otros centauros que eran violentos: él era pacífico, de buen carácter, sabio, maestro de muchos personajes como Aquiles, Cástor, Pólux, Orfeo, Jasón, Teseo, Esculapio, Eneas… Todo un maese, como se puede ver. El mito de la agonía de Quirón cuenta la siguiente historia:







   En un enfrentamiento entre Hércules y los centauros, cuando el hijo de Zeus flechaba a estos, sin querer hirió con una de sus saetas envenenadas al sabio Quirón, quien había ido acompañando al héroe y observaba la lucha desde fuera.
   La herida no le provocaría la muerte al centauro pues este era inmortal, pero sí dolores insoportables por toda la eternidad; es decir, sufriría una agonía muy dolorosa e interminable. Muchos días después, Quirón se encontró con Prometeo, que era mortal, e hicieron la permuta: a cambio de la mortalidad del titán, Quirón le cedió a este su inmortalidad.
   Solo así el maestro pudo morir y dejar de sufrir los dolores espantosos que le había provocado el flechazo de Hércules.
   Para que nadie olvidara a este centauro sabio y pacífico, Zeus lo transformó en estrellas y las colocó en el firmamento, desde entonces existe la constelación del centauro, más conocida como la constelación de Sagitario, el noveno signo zodiacal.







   Aquí termina la entrada, supongo que en próximas oportunidades continuaré con los mitos que cuentan el origen de los otros signos. Es lo más probable. Esta es, como se dice, una "historia" que recién empieza.







   Continuará…






                                                Morada de Barranco, 31 de julio de 2017.





2 comentarios:

  1. Excelente entrada profesor, me gustan mucho las historias que cuenta.
    Si me permite me gustaría preguntar porque motivo la diosa Hera convirtió al cangrejo en un grupo de estrellas?.

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  2. Gracias, Dayanna. En realidad fue como una recompensa por su acción. Hay que recordar que fue Hera la que lo envió para distraer a Hércules en su lucha contra la Hidra. Un abrazo, Dayanna.

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