miércoles, 28 de diciembre de 2016

¿LISTAS DE FIN DE AÑO? I






                                                                               …en los recuerdos claros de su tarde.
                                                                                                       José María Eguren







   El año está por terminar. La navidad ya pasó y dejó sus huellas: la alegría de estar unas horas en casa de mis padres con toda la familia: papás, hermanos, nueras, nietas, mascotas y algunos regalos, entre ellos, libros que ya empezaron a ser devorados. La cosecha no estuvo nada mal: los Cuentos Completos de Chéjov que resultaron incompletos, pues me acabo de enterar que ha salido el cuarto tomo; una novela breve (que estoy a punto de terminar): Una puerta que nunca encontré del hasta ahora para mí desconocido Thomas Wolfe y Los Beatles, una crónica fotográfica acompañada de un video. Nada mal como se puede ver.






   Por estas fechas se suelen hacer recuentos de los mejores libros, las mejores películas, las mejores obras teatrales, en fin, listas y más listas. No tengo la pretensión de elaborar una señalando los mejores libros o películas del año que termina, lo mío va a ser algo más personal, más íntimo: nombrar aquellos libros y películas que más me gustaron este año, sin importar el año de edición o de estreno. 







   Ahora que hablo de listas, recuerdo que en mi adolescencia elaboraba listas anuales de lecturas: apuntaba los títulos de las obras y sus autores que había leído en el año respectivo, a veces me suelo topar con algunas de esas hojitas y me invade una nostalgia y compruebo sorprendido que entonces leía más y mi espectro de lectura era muy amplio: novelas monumentales (Guerra y paz, La Cartuja de Parma, Los miserables, Las ilusiones perdidas, Los hermanos Karamazov…), memorias, biografías, diarios, novelas breves, poemas épicos, cantares de gesta, cuentos, poesía lírica, ensayos (por ejemplo, los de Alfonso Reyes), libros de historia, de cocina, de arte (pintura, escultura, arquitectura), guías turísticas y otros libros más, como se ve, un abanico amplio.







   Hoy mis intereses se han reducido, leo sobre todo novelas breves (me he apasionado por ellas), ensayos, cuentos y ante todo, poesía, mucha poesía, ese es ahora mi universo de lecturas. Por ahí me doy algunas escapadas y leo o releo alguna obra extensa, como puede ser, por ejemplo, El mundo de ayer de Stefan Zweig, libro de memorias rico en anécdotas y cargado de mucho dolor, recomendable para saber algo más sobre esa Europa de antes de la Primera Guerra Mundial y de entre guerras; es decir, una Europa ya desaparecida. Imprescindible.







  Pensaba en estos días cuáles fueron los libros y las películas que más me gustaron, mi opinión será la de un ávido lector y amante del cine, no aspiro, como lo dije líneas arriba, a elaborar listas pretenciosas. Cavilando algo, me atrevo, entonces, a expresar mi libre y humilde opinión sobre mi gusto por ciertos libros o películas que leí (o releí) y visioné (o volví a ver) en este 2016 que le queda ya pocos días.








   Entonces, empiezo haciéndome esta primera pregunta: ¿Qué libros de poesía peruana me han gustado en este año que ha sido duro con los escritores peruanos? Para empezar, debo reconocer que sobre todo he releído, algunos poemarios editados este año llegaron a mis manos, otros no los pude conseguir por múltiples factores. Algunos de los poemarios que más me gustaron son los siguientes: Objetos de distracción de Magdalena Chocano, La silla en el mar de Rossella Di Paolo y En un mundo de abdicaciones de Victoria Guerrero. 







   Un caso particular, este año conseguí cuatro libros de Magdalena Chocano, todos ellos poemarios: Estratagema en claroscuro, Contra el ensimismamiento, Otro desenlace, así como Poems Read in London (edición bilingüe), son libros que confirman a Magdalena Chocano como una gran poeta, una poeta por descubrir. Lo reconozco, me falta leer Procesos autónomos de Manuel Fernández, Capital / Contracapital de Enrique Mendoza, Pintura roja de Willy Gómez Migliaro, Torschlusspanik de Rosa Granda. En el camino sucederá.







   Sin embargo, debo mencionar que hay un poemario que fue reeditado este año, al cumplirse el centenario de su publicación, me refiero a La canción de las figuras (editado por Perro de Ambiente Editor) del enigmático y tímido José María Eguren, libro que releí y disfruté sobremanera. Como bien sabemos, la obra de Eguren inicia la poesía moderna del Perú, es, digamos, el pie de inicio de esa tradición poética sostenida y que se ubica entre las tres o cuatro tradiciones latinoamericanas más importantes (pienso en Chile, Nicaragua, Argentina y México).






     La canción de las figuras es la confirmación de una poesía (recordemos que en 1911, Eguren había publicado su primer poemario titulado Simbólicas) que es una reacción a la poesía imperante entonces: sonora, contundente, declamativa, personificada en el grandilocuente José Santos Chocano. La poesía de Eguren va por otros rumbos, está alejada del objetivismo y la contundencia novomundista de Chocano, era (y es) una poesía que abordaba el mundo interior de un hombre sensible y poco práctico que apelaba a los símbolos para expresar esos paisajes íntimos. Quizá por eso su poesía no fue entendida ni por la crítica ni por los otros lectores quienes la ningunearon o simplemente la ignoraron olímpicamente: la poesía de Eguren requería de otro tipo de lector, y ese nuevo tipo de lector estaba entre los más jóvenes, por eso su poesía fue acogida por los intelectuales que entonces empezaban su camino (Valdelomar, Mariátegui, Vallejo, Oquendo de Amat, Martín Adán, Moro, Westphalen, Peña Barrenechea, Abril).






   Imagino la reacción de los lectores de esos años que no comprendieron los nuevos aires que traía la poesía de Eguren, enfrentarse a unos versos que en una simple lectura dejaban percibir una atmósfera brumosa (muy propia de Barranco, su morada) y de personajes impregnados de colores impensados como ese “plomizo, carminado / y con la barba verde…” que los tornaban en misteriosos y fantasmales como el “dios cansado” que tiene la desdicha de transitar “ignorado por la región atea” o el de un caballo “muerto en antigua batalla” que pareciera buscar o escapar de algo o alguien con sus “ojos vacíos”. Era inevitable, los críticos (pienso en Riva Agüero, en Ventura García Calderón, en Clemente Palma) y demás lectores de entonces: no estaban preparados para una poesía sugerente como la de Eguren: aquellos transitaban predios del siglo XIX. Pero la poesía de Eguren se impuso y es hoy por hoy una de las cimas del Parnaso peruano.






   Se me hace inevitable transcribir los dos poemas antes mencionados y uno más, no el archiconocido La niña de la lámpara azul que tanto gustaba a Jorge Luis Borges, sino Peregrín cazador de figuras, que resulta siendo el mismo poeta que “mira desde las ciegas alturas” en ese su afán de capturar esos paisajes y personajes misteriosos que su imaginación le dictaba.








EL DIOS CANSADO



Plomizo, carminado
y con la barba verde,
el ritmo pierde,
el dios cansado.

Y va con tristes ojos,
por los desiertos rojos,
de los beduinos
y peregrinos.

Sigue por las obscuras
y ciegas capitales
de negros males
y desventuras.

Reinante el día estuoso
camina sin reposo
tras los inventos
y pensamientos.

Continúa, ignorado
por la región atea;
y nada crea
el dios cansado.










EL CABALLO



Viene por las calles,
a la luna parva,
un caballo muerto
en antigua batalla.

Sus cascos sombríos…
trepida, resbala;
da un hosco relincho,
con sus voces lejanas.

En la plúmbea esquina
de la barricada,
con ojos vacíos
y con horror, se para.

Más tarde se escuchan
sus lentas pisadas,
por vías desiertas
y por ruinosas plazas.











PEREGRÍN CAZADOR DE FIGURAS



En el mirador de la fantasía,
al brillar del perfume
tembloroso de armonía;
en la noche que llamas consume;
cuando duerme el ánade implume,
los órficos insectos se abruman
y luciérnagas fuman;
cuando lucen los silfos galones, entorcho
y vuelan mariposas de corcho
o los rubios vampiros cecean,
o las firmes jorobas campean;
por la noche de los matices,
de ojos muertos y largas narices;
en el mirador distante,
por las llanuras;
Peregrín cazador de figuras
con ojos de diamante
mira desde las ciegas alturas.









   Por tal razón, si me preguntaran, a boca de jarro, ya no solo qué libro me gustó más, sino cuál es, a mi parecer, el mejor libro de poesía editado en el Perú este 2016 que ya termina, respondería con toda seguridad que es La canción de las figuras del siempre insondable José María Eguren, libro que he leído y disfrutado con la sensación de estar rodeado de la niebla espesa de Barranco (típica de invierno) y de sus fantasmales y etéreos personajes.






      ¿He leído a otros poetas? Pues sí, a muchos, pienso en la poesía de Fernando Pessoa, Paul Celan, Osip Mandelstam, César Vallejo, Ezra Pound, Wallace Stevens, Carlos Martínez Rivas, Martín Adán, José Lezama Lima, Carlos Oquendo de Amat, Germán Carrasco, Diego Maquieira, Dylan Thomas, en fin, la lista es larga. También he leído libros de otros géneros, como lo comentaba, pero eso es materia de la siguiente entrada.









   Continuará…






                                      Morada de Barranco, 28 de diciembre de 2016.                 






                       

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