viernes, 30 de octubre de 2015

EL TELEGRAFISTA MUERTO






                                                      …del lado mismo al mismo lado…
                                                                    Rafael Méndez Dorich






   Uno de los momentos más felices de la poesía peruana ocurrió cuando, como una tromba, irrumpió el Vanguardismo. Iconoclasta, innovador, ecléctico, diverso, este movimiento terminó por liquidar al Modernismo que desde hacía unos años se encontraba agonizante y se jugaba ya los descuentos. Curiosamente el Vanguardismo duró muy poco (apenas si quince o dieciocho años), menos que el Modernismo, pero la huella que dejó es indeleble y definió el camino que seguiría desde entonces la poesía del Perú, a diferencia de otros países, como México, por ejemplo, cuya poesía está signada por la presencia del Modernismo de la que no ha podido desligarse, otro camino igualmente válido.






   Este movimiento internacional cuyo nombre, como sabemos, es una expresión fracesa de origen militar (avant garde) tuvo en el Perú como mayores representantes a una pléyade de poetas como César Vallejo (aunque curiosamente él no sentía afecto ni por la vanguardia ni por los vanguardistas), Alberto Hidalgo, Martín Adán, Carlos Oquendo de Amat, Xavier Abril, César Moro, Emilio Adolfo Westphalen, Enrique Peña Barrenechea, Juan Parra del Riego. No fueron los únicos, junto a ellos marcharon un gran número de poetas cuyas obras no alcanzaron la magnitud de los anteriormente nombrados, la lista es larga: Federico Bolaños, José Varallanos, Serafín Delmar, Nicanor de la Fuente, Juan José Lora, Francisco Sandoval, Mario Chabes, Armando Bazán, Alberto Guillén, César Alfredo Miró Quesada, Nazario Chávez Aliaga, Julián Petrovick, Dante Nava, Emilio Armaza, Luis de Rodrigo, Emilio Vásquez, Óscar Imaña, Rafael Méndez Dorich…, en fin, la lista es larga, muy larga.






   Detengámonos en el último poeta mencionado: Rafael Méndez Dorich (Mollendo, 1903 - Lima, 1973) de quien Carlos Oquendo de Amat escribió alguna vez en la revista Rascacielos N° 3 (noviembre de 1926): “rafael mendez dorich – poeta anfibio, algunas frases suyas nos cojen del brazo para recoger la luna y la vida, alquila sus paisajes de chocano, perez domenech y del mediocre de amat”. "Poeta anfibio", curiosa definición.










   Bien, mencionaré una curiosidad que involucra a Méndez Dorich con un importante poeta español, el "Andaluz universal". Corría el año 1928, cuando Federico García Lorca publicó un libro que causaría mucho impacto, ese poemario es probablemente su libro más conocido, me refiero a Romancero gitano, al hojear dicho poemario uno se topa con el siguiente poema:







REYERTA



                          A Rafael Méndez




En la mitad del barranco
las navajas de Albacete,
bellas de sangre contraria,
relucen como los peces.
Una dura luz de naipe
recorta en el agrio verde,
caballos enfurecidos
y perfiles de jinetes.
En la copa de un olivo
lloran dos viejas mujeres.
El toro de la reyerta
se sube por las paredes.
Ángeles negros traían
pañuelos y agua de nieve.
Ángeles con grandes alas
de navajas de Albacete.
Juan Antonio el de Montilla
rueda muerto la pendiente,
su cuerpo lleno de lirios
y una granada en las sienes.
Ahora monta cruz de fuego,
carretera de la muerte.

*

El juez, con guardia civil,
por los olivares viene.
Sangre resbalada gime
muda canción de serpiente.
Señores guardias civiles:
aquí pasó lo de siempre.
Han muerto cuatro romanos
y cinco cartagineses.

*

La tarde loca de higueras
y de rumores calientes
cae desmayada en los muslos
heridos de los jinetes.
Y ángeles negros volaban
por el aire del poniente.
Ángeles de largas trenzas
y corazones de aceite.








   En efecto, el poema está dedicado a Rafo Méndez (como lo llamaban sus amigos). Y es que Rafael fue amigo de muchos grandes poetas con quienes mantuvo correspondencia, aparte de García Lorca podemos mencionar a Rafael Alberti, César Moro, Carlos Oquendo de Amat, Emilio Adolfo Westphalen, Xavier Abril, Gabriela Mistral. Se han conservado algunos retratos suyos que demuestran que también cultivó la amistad de pintores y dibujantes como Macedonio de la Torre, Manuel Domingo Pantigoso, Paco Abril, entre otros.















   Si no fuera porque Méndez Dorich creó muchos poemas y publicó varios poemarios, diría de él que es un perfecto poeta bisiesto; es decir, un poeta que no publicó libro alguno y solo escribió un poema, pero no cualquier poema sino un gran poema que lo salve de la muerte y cuyo recuerdo se conserve en la memoria de las generaciones posteriores. Pero Rafael Méndez no es un poeta bisiesto.










EL TELEGRAFISTA MUERTO


Detrás de la trinchera, después de la tragedia
que llegó de improviso sin que nadie la viera,
con los auriculares de caucho colocados
aún en los oídos
y el gesto siempre atento,
seguía recibiendo órdenes
el telegrafista muerto.
Como un ejército
desorientado, de recuerdos,
velaba sus pupilas
el alfabeto Morse de los sueños.
Todavía estaba acústico
el telegrafista muerto:
vibraban los sonidos en sus manos abiertas
y sus oídos fríos
percibían las ondas astrales del silencio…








   El telegrafista muerto, como se puede leer, es un magnífico poema vanguardista (la presencia de la tecnología es obvia), que pudo haber sido un rotundo “poema bisiesto”, pero el texto de tema bélico (hacía poco había terminado la Primera Guerra Mundial) salió publicado en el libro Dibujos animados del año 1936 junto a unos (agárrense) aproximadamente ciento treinta poemas (la verdad es que uno se cansa hasta de contarlos), número excesivo, según mi parecer, pues entre tantos poemas fallidos y de mediana factura, destaca este con luz propia, es la perla de otro lote que nos lleva a pensar que Méndez Dorich no aquilató o no conoció el silencio, error garrafal que lleva a algunos poetas a creer que todo lo que se escribe es publicable. Fatal.











   Esta falta de contención no solo ocurrió con el poemario del año 36, también está presente en sus otros libros (no puedo hablar de Sensacionario, del año 1924, poemario que no conozco). Por ejemplo, en la Salutación escrita por Ernesto More para el tercer poemario de Méndez, titulado Cantos rodados del año 1968, se encuentran estas líneas: “Sin intentar una selección rigurosa, y hacer con ella una plaqueta, el vate ha preferido mostrar a todos los hijos de su imaginación”. Y es cierto, quien revise el libro hallará en él poemas escritos desde 1918 (cuando el poeta tenía quince años), muchos sonetos formalmente perfectos pero que no aportan nada nuevo (pienso en los sonetos de Martín Adán) y varios poemas definitivamente  circunstanciales cuya publicación no se justificaba, como este dístico titulado Colofón (La borra borra la borrachera / David: la vid da vida entera.”).







   Pero entre tanto poema fallido hallamos en Cantos rodados tres poemas de notable calidad, me refiero a Ocupado en dormir, César Moro y Pablo Picasso, poemas que están en la línea del surrealismo. Recordemos que junto con César Moro y Emilio Adolfo Westphalen escribieron filudos panfletos contra el poeta chileno Vicente Huidobro (“el obispo embotellado”), escritos que fueron publicados en el único número de la revista El uso de la palabra del año 1939. Pero no persistió en el surrealismo, creo yo que fue otro error: Rafael Méndez Dorich “surrealizaba” bien.  He aquí los poemas.








OCUPADO EN DORMIR




                                             A Juan Luis Velásquez




Luego de arribar sin freno de tempestad a tempestad
unos skies de tertulia que ruedan por los muslos
desbaratan el hilo de alfileres maduros
esperando al reloj que pedalea debajo del agua
desde el foete de tantas bocas
que succiona una nube incompleta
que se entretiene en dar migas de algodón
a los pelícanos
cuando todavía una luz baila
en la cabeza sangrando de la espina
mientras la oruga
arruga las cejas de su menor contento
se retrata el cañón abrupto en un lago de madera
se afeitarán con llanto las palomas de acero
estremecidas con una doble trompeta en la frente
entre las sombras silbantes
con una cuerda que empapela la nueva hora
donde deletrean
las cardinales orejas de piloto perseguido
descubierto con una palmera en cada ojo
se sube al mar desde sus señas
con el aspecto de otro nombre
de la sandalia boca abajo
hacia el sombrero boca arriba
en la voz adorada paralela a un huevo dorado
con una mano caída de bruces
tras los estambres de la lámpara
de la cola devastada
con una cuchilla a medio crecer
contempla el manantial
el trompo vagabundo que inauguró el incendio
distendiendo los brazos de una brújula agobiada
en costras otoñales
que se agrupan junto a la lluvia cautiva
pastoreando puñales con la punta del pie
al empolvar los dientes despeinados de la pilastra
con una sortija en los labios
alargados a menos no poder
sin palanquear la alfombra que se calmó al volar
desgrana las escamas en los frascos
yacentes al borde de la sábana
cuando teje magnolias vertidas en la pared
la lengua que patina por los bosques de sal
del sueño medio al medio sueño en medio del sueño
el fuego que no tiene raíces en el patio
ancla sobre la fruta
la verja trasplantada
que se coloca de perfil contra el aire
una garza en sazón porfía con las pulseras
en vidrios de perfume
donde chispea la garúa de ortigas japonesas
con un árbol debajo del brazo sacuden en la torre
al elefante embriagado que despeña pañuelos
cogido en un cascabel de la marea acribillada
está al rojo vivo
que al tocarlo se endulzan los tímpanos
de la araña rosada
que vuela entre la axila petrificada
levantando una ciudad de viento reducida a las tinieblas
mientras estrecha los ojos de ambos sexos
hasta el rayo que el mar hamaca pacientemente
con elegancia ahorcada o considerable
violada en las cuerdas
de un ejercicio poco aplaudido
la flor con dos hojas gachas
es apenas un perro saludable
muy alegre camina sin brazos sin cabeza y sin nada
sobre el punto borrado de un caballo desvanecido
sin ir mañana por las ojeras del tallo
para que caiga el humo de la puerta fermentada
invernada en la frente
se clava la estrella de musgo
mejor vista es el pie a tanta distancia del suelo
del lado mismo al mismo lado
ensangrentando las probetas
el paquidermo elástico retratado en la cisterna
en la caverna en la taberna y en la pierna
ganoso de perder en la ruleta de los polos
tocados por la pluma con el reverso de la flecha
alcanzando los campos de ensalada
del horizonte comestible
las lianas de marfil próximamente proyectado
hasta el mástil baldío
que nos dobla la edad el tamaño y el viaje
desde los muros errantes
por el cabello manuscrito
emparedando al mediodía con sus luciérnagas de harina
una voz embarcada en el incendio es apenas un hilo
te hundo mientras tú llegas
y subiré contigo por el agua
porque la estación no se defiende
de la pavesa hecha astillas
inflada hasta semejar una gruta de plomo blanco
en las ramas de fuego
que ha mellado todas las hachas conocidas
tan solo alcanza al hombro y medio cuerpo duerme
de tan pequeño el párpado que no se llega a cerrar
la ceniza desciende…



                                                       1934






CÉSAR MORO




Con mudable galope
desde el ángulo facial de los pies poblados de cejas
variante despejada doble nariz cruzada a la rodilla
en el cinturón de una flor aletea un platillo
en los hombros con raíces de algas
sobrenada un mar inmediatamente dormido
relincha un hipocampo por el cactus restaurado
la lengua de un botín en la corbata fotografiada
dos botones muy claros en el botín muy claro
al correrse de hilachas las medias del establo.
Si damos crédito
al rinoceronte generoso y académico
se tratará de una maniaca gelatina.
Se puede ver cómo una medusa logró amarrar el agua
pero es un gusano desbocado bajo la lluvia
hasta la mujer recortada
que se baraja dando las espaldas
a un mar que brota de la cámara obscura.
Servirá postre de frutas en el verdadero desnudo
desde un canasto de moras, pepinos y fresas
chapoteando hasta que todas las palabras
sean un mismo sonido
quién habrá puesto una cabeza de cuero
tan bien horneada al parecer en el paisaje
que no podrá César
cae a medio caer una hoja que ya no cae
con las raíces de yuyo
los traspuntes de un maíz elegancia
en un bosque cualquier estrella sobre la nuca
eco poderoso de un horno
de un grito lanzado debajo del agua
ave foxtrot romano vamos a bailar
escoja su pareja colgada en aquella pared
se podría remover la cadena de la marea
con un mondadientes
ya lo conoce
como si nunca le hubiera estrechado los dientes
le mira correr por el salón como un condenado
se ha devorado la cancha ha soplado la cancha
no ha confundido la cancha el tiempo es variado.



                                                    1934





PABLO PICASSO




Cae lepra de agua
Sobre los racimos grises
que recorren las arañas volátiles.
Las falenas dilatan el aire con los ojos
Plumas brotan del reverso de las flechas heridas
La tortuga de vidrio del discóbolo
Injertada en pestañas de hueso irremediable
crece en la verde boca que pastorea el puñal
Estrepitosamente tibio de ondular a los gorriones
Se descubren impactos microscópicos
Desapercibidos y cercanos idénticos a la voz
De la cebra enfundada en la escala de los bolsillos
Tras la rejilla de miel que picotea la caricia
En el vertiginoso desamparo de un caimán en reposo
Se alcanza a oír la costra del mapa desgarrado
Todos los picos serán curvos hasta la palma de los ojos
Que arranca los vaivenes del muslo evaporado
Abierto como una daga
Sobre los poros negros de la estrella
Que suda en los cabellos fatigados del mármol
Lívidos garfios de púrpura que fermentan en el índice
Del mundo al sacudir los escombros de desesperación
Tierna pastilla de carne que trasplantan los pájaros
Se asoman en la nieve ventanas de animales.


                                                          1935









   En 1972 publicó una amplia selección de su poesía titulada Profundo centro, en los más de ochenta poemas seleccionados nos encontramos nuevamente con El telegrafista muerto y con Pablo Picasso. En 1973, a poco de morir, salió editado su último libro titulado Globos cautivos, poemario que contiene cinco textos inéditos, cuatro de ellos largos poemas.











   A la distancia, tengo para mí que Rafael Méndez Dorich se preocupó en no dejar ningún poema inédito, me parece que publicó todo: su abundancia y su dispersión creo que malograron su obra en conjunto. Un error que no supo ver o no quiso corregir.











   Alguna vez Mirko Lauer dijo que allá por 1975, Luis Alberto Sánchez había escrito sobre Dibujos animados que ese libro “bastó para consagrarlo”, pero que en verdad “no lo salvó del olvido”. Suena cruel, algo de cierto tiene, pero ese poema, ese solo poema titulado El telegrafista muerto rescataría a cualquiera del anonimato. En lo personal, no me canso de leerlo (su musicalidad y su misterio me atraen) y cada que puedo recuerdo algunos de sus versos. Gran poema que, imagino, lo creó en un estado de iluminación que lamentablemente no se repitió en él, sino estaríamos hablando de uno de los grandes poetas de la tradición poética peruana.








EL TELEGRAFISTA MUERTO


Detrás de la trinchera, después de la tragedia
que llegó de improviso sin que nadie la viera,
con los auriculares de caucho colocados
aún en los oídos
y el gesto siempre atento,
seguía recibiendo órdenes
el telegrafista muerto.
Como un ejército
desorientado, de recuerdos,
velaba sus pupilas
el alfabeto Morse de los sueños.
Todavía estaba acústico
el telegrafista muerto:
vibraban los sonidos en sus manos abiertas
y sus oídos fríos
percibían las ondas astrales del silencio…












   Continuará…






                                               Morada de Barranco, 30 de octubre de 2015.








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