miércoles, 6 de julio de 2011

CANTA, MI ARCADIA

                                     

                                                                                                                                  El paisaje salía de tu voz
                                                                                                                                     Carlos Oquendo de Amat


   La primera vez que fui a Canta lo hice hace casi trece años: 29 de junio de 1998, día feriado, día glorioso (ya contaré el porqué de esta afirmación). Dos o tres años antes de ese ya lejano 98, venía escuchado hablar a mi hermano Arturo sobre ese pueblo. Él es biólogo y por sus labores de recolección de plantas había ido varias veces a la sierra de Lima. Sus comentarios elogiosos y entusiasmados despertaron mi curiosidad y decidí que apenas se presentara la oportunidad iría a conocer el hermoso pueblo (según opinión de mi hermano) de Canta.
   Ese año 98 es especial para mí. Trabajaba desde hacía dos años en el desaparecido Mary’s Children School, allí hice grandes amigos, allí tuve muchos alumnos de los que conservo gratos recuerdos y ahora su amistad, allí conocí a una profesora de Matemática a quien demoré en tutear: era la profesora Rita Angeles Pastor, la primera persona a quien vi en el colegio el día que llegué por primera vez al Mary’s. Siempre me pareció extraña esa situación, me refiero al tuteo, pues yo tuteaba a todos mis compañeros de trabajo, menos a la profesora Rita. ¿La razón? No sé explicarlo, a pesar del tiempo transcurrido.
   Pero ese año 98, fue precisamente ella, la prestigiosa profesora Rita, quien luego de conversar un rato y después de reírnos porque nos habíamos (literalmente) escapado de las dinámicas de la psicóloga del colegio, me dijo a quemarropa: “Creo que mejor nos tuteamos ¿no?, total, ya nos conocemos desde el año pasado”. Asentí. Tímidamente asentí. Pero no solo empecé a tutearla sino que en el colmo del atrevimiento ese mismo día la invité a salir. Y fue así que unos días después fui a recogerla y partimos  hacia  la histórica, tradicional y vieja Lima (comprenderán que mi apasionamiento histórico siempre me ha dominado). Fue una salida casi-casi interminable, desde las nueve de la mañana hasta casi las nueve o diez de la noche, nosotros que hasta hacía unos días apenas si habíamos cruzado unas cuantas palabras, ahora hablábamos incansablemente, bromeábamos y reíamos hasta sentir dolores en las costillas (recuerdo que en una de esas conversaciones le hablé de una canción de The Beatles que  ella no conocía, me refiero a "Lovely Rita" y sobre la música de un grupo de culto llamado The Smiths y de una de sus canciones con la que me identificaba: "The boy with the thorn in his side"). Las salidas, obviamente, se repitieron. Como antiguos cómplices o viejos camaradas visitamos varias veces Chosica, a San Bartolomé nos aventuramos tres veces (incluso solíamos subir a una colina, en las cercanías del pueblo, abrazados o tomados de la mano mirábamos el espectáculo fascinante de esa geografía mientras que nos perdíamos en conversaciones que no hemos olvidado), hasta que fuimos a Cañete, el lugar escogido con premeditación, alevosía y ventaja, ese sería el lugar donde debería cambiar el rumbo de mi vida, es decir, aquí fue donde me declaré a ella por primera vez y… fui rechazado.
   Como no hay peor batalla perdida que aquella que no se ha intentado, continué en la brega, es decir, en el intento de ser aceptado. Debo reconocer que ya para entonces, el amor había hecho de mí pasto de sus llamas. Fue así que una noche, en la plaza de Chosica, ya camino al paradero de regreso a Lima, le dije a la profesora Rita: “Y, ¿por qué no vamos a Canta?”. Aún recuerdo el rostro de extrañeza de la profesora, sus bellos ojos color miel mirándome como si estuviera estudiando a un bicho desconocido, a un extraterrestre. “¿Canta?, pero ¿es que acaso no está muy lejos?”, me dijo como diciendo hasta allá no voy. “Ni tanto, respondí con una ingenuidad que hoy me sonroja, apenas si está a tres horas de Lima”. Sonrió. Supongo que fui convincente porque aceptó ir a Canta un 29 de junio.
   Así fue que en la fecha convenida nos fuimos hasta la UNI, frente a la universidad  abordamos uno de los clásicos carros de la empresa de transportes Chaperito que nos llevó hasta Canta. El viaje lo hicimos enfrascados en, para variar, interminables conversaciones. Hasta que a pocos minutos de llegar, en el ascenso al pueblo, ella me entregó tímidamente una carta en papel rosado. Tembloroso abrí el papel, leí, en realidad es un decir porque no entendí nada, de tan nervioso que estaba. Ella me miraba escrutándome, como esperando algo de mí. Yo no atinaba a nada pues nada había comprendido en la carta de la profesora Rita. Pero algo adivinaba, intuía. Hasta que ella me dijo con una voz dulce y mirándome con esos ojazos color miel que todavía me paralizan: “¿No has entendido?, te estoy aceptando”. Nervioso miraba para todos lados, hasta que decidí calmarme, la miré, en realidad nos miramos. Entonces sucedió aquello que venía deseando ocurriera: nos besamos mientras el carro ingresaba al maravilloso pueblo de Canta, mi arcadia.
   Al año siguiente nos casamos: febrero de 1999, ocho meses después de ese junio memorable que fue mi Edén. Hoy tenemos trece años de casados y con una hermosa hija de once años que es el sol de nuestras vidas. Desde ese cada vez más lejano 1998 he regresado varias veces a Canta, siempre acompañado de Rita, my love (y ahora de nuestra hija). Es probable que este año también suceda. Casi como un rito retornamos a ese maravilloso pueblo que está salpicado de muchos recuerdos y que nos permite entrar en contacto con partes esenciales de nuestras vidas.
   He aquí algunas fotos de ese maravilloso lugar, fotos tomadas entre los años 2008, 2009 y 2010. Las imágenes seleccionadas son un pálido reflejo de su belleza y majestuosidad impresionantes. Van, entonces, estas fotos de Canta, mi arcadia, como expresión de mi admiración y amor por ese pequeño territorio.




































































































a la orilla de tu piel hay un canto crecido
doy vuelta a mi pregunta la geografía es sentimental
                                                                          Carlos Oquendo de Amat



   Continuará…


                                                                  Morada de Barranco, 6 de julio de 2011.



4 comentarios:

  1. Ya no espero a seguir leyendo esta hermosa historia que me ha sacado un par de lagrimas, no sé porque, el amor con el que escribe, la ternura con la que se expresa de su amada es tan grato y hermoso, gracias por estas lindas historias querido profesor Orlando.

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  2. Gracias, Dayanna, por tus palabras. Sabes lo mucho que te aprecio y como se extraña tu presencia por los salones. Un abrazo fuerte y mi afecto.

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  3. Lloré !!!! Lloré de emoción , lloré de amorrr!
    Ojo ! Si es posible llorar de amor jijiji. Soy muy sensible y sentimental pues profe jijij.
    Su amor envidiable ! En las subidas y bajada siempre juntos . Que lindo. Espero que cumplan muchos años más . Millones de bendiciones para su familia !! :) me encantó

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  4. Gracias, Etoile. Que bueno saber que te gustó. Un abrazo fuerte y que bueno que siempre visites mi blog y que dejes un comentario.

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