domingo, 26 de junio de 2011

UNA REVISTA A LA REVISTA TOCAPUS (II)

                                                                                     
                                                                                 La libertad de la locura.
                                                                                             Xavier Abril


   En la vida uno comete una serie de actos que escapan al sentido común, eso que suelen llamarse casi deportivamente “locuras”. Viéndolo bien, nadie está libre de perpetrarlas (ya lo dijo uno de los mayores maeses, refiriéndose a otro asunto: “Que tire la primera piedra quien esté libre de culpa”). Incluso aquellos que bien podrían servir de ejemplos de cordura, discreción o sano criterio se abandonaron en algún momento a una pequeña, a una mínima “locura”, pero locura al fin. Sin mucho rebuscar hallaríamos notorias muestras en ese cajón de sastre que es la vida.
   ¿Acaso no fue locura que un emperador del siglo XVII, llamado Sha Jahan, preso del dolor por la muerte de su esposa favorita Mumtaz Mahal, mandara a construir un complejo arquitectónico gigantesco en Agra (India) y con mármol traído desde largas distancias (unos 300 kilómetros, aproximadamente), y que para dicho “trabajito” de construcción se necesitara la friolera de 20 000 trabajadores durante veintitrés años?, se dice incluso que cuando fue concluido, el emperador mandó que se les cortaran las manos a los obreros para que nadie osara construir algo mejor que lo ya hecho. ¿Amor? Claro. Pero, ¿es que el amor no es acaso un tipo de locura? Como ya habrá deducido el “hipócrita lector” esa imponente edificación no es otra que el Taj Mahal, una de las maravillas del mundo. Un dato final, pocos saben que la desdichada mujer murió luego de darle al emperador su decimocuarto hijo, de-ci-mo-cuar-to, así es. Locura, seamos claros.
   Anda por allí un amigo, cuyo nombre no he de mencionar por obvias razones, que en una legendaria reunión a mediados de los noventa, ya con unas copas encima (mejor dicho adentro) decía: "La mayor locura de mi vida es haberme casado". Inmediatamente dirigió su mirada al suelo, como buscando algo; luego, elevando algo más la voz y mirándonos soltó la bala: "Yo era feliz... hasta que me casé". Los presentes nos miramos, no sabíamos si reír o compadecerlo. Fue la frase de la noche.
   Salvando las distancias, yo, un simple mortal, ciudadano de estos lares que llamamos Perú, no podría ser la excepción. He cometido, como cualquier hijo de vecino, una que otra locura con arrepentimiento o sin él. He aquí algunas:

1. Ser poeta, por ejemplo, y en estas comarcas… sí es de locos (el recordado Manuel Morales decía: “Ser poeta en el Perú no se lo recomiendo ni a Superman”).

2. Abandonar una reunión familiar porque pusieron la música a todo volumen y escapar despavorido “del mundanal ruido” (literalmente así fue) hacia la tranquilidad de mi morada en Barranco… el problema vendría después (digamos los reproches), pues cometí la torpeza de dejar en casa de mi cuñada (la dueña del santo) a Rita y a mi hija con los crespos hechos.

3. Luego de casi dos años de estudios, decidirme a hacer mi trasladado de la Facultad de Derecho a la Facultad de Educación, cuando lo más común es hacer el cambio al revés.

4. Luego de una discusión con Rita allá por 1998, y en vista que no me quería hablar, decidí (para que me hable nuevamente) tirarme como crucificado a una pista de la selvática La Merced cuando se me venían varios carros encima.

5. Salir del hotel en Canta (julio del año pasado), muy temprano (5:30 a. m.) para dirigirme por el camino que va a Obrajillo casi “a oscuras y en celada” hasta el manantial de Huaytara, y en la soledad de los campos ponerme a escuchar con el MP3 de mi hija el álbum Pets Sounds de los Beach Boys, completamente en comunión con la naturaleza: “Mi corazón se siente purificado / como si lo hubiesen lavado las aguas del río” (Li Po, dixit).

6. Una de las mayores locuras es el de haber prestado libros que jamás me fueron devueltos, libros logrados con esfuerzo o por azares del destino ubicados y que como jabón que resbala de las manos se alejaron para ya nunca más volver (¡Ah, Poesía completa de Eliot!, ¡oh, Rojo y Negro de Stendhal!...). Bien dice el dicho: “Tonto el que presta un libro y más tonto el que lo devuelve”.

7. La vez aquella en que escribí una carta al embajador de México Don Jesús Puente Leyva, a quien ofrecía cambiar algunos libros de Derecho por obras de Alfonso Reyes. El embajador tuvo la gentileza de ir a mi casa y regalarme un grueso libro del escritor mexicano y yo, impresentable y avergonzado, lo atendí por una ventanita, con unas manos que olían a pescado y cebolla pues en esos instantes ayudaba a mi madre a preparar un suculento cebiche.

8. Y la que creo es mi mayor locura: haber sacado a la luz una hermosa revista de poesía (Tocapus) en tiempos dificilísimos y de muchas carencias.

   Como habrá notado el sápido lector, todo un largo preámbulo para continuar con el tema del post anterior: rescatar las breves presentaciones de los poetas publicados en los números 3 y 4 de Tocapus. He aquí esas líneas:


Tocapus Nº 3, setiembre de 1994


  

Carlos Germán Belli (Lima, 1927)
El placer de la escritura, en mi caso, es inconsciente, viene por añadidura. Al final de cuentas, ha resultado la mejor compensación que me ha dado la vida ante la carencia de poder hablar y escribir con fluidez, espontaneidad y seguridad como algunos felices mortales lo suelen hacer.

Marco Martos (Piura, 1942)
La poesía siempre está lozana porque trabaja con la palabra que implica diálogo y que es lo más esencial del hombre. Y tiene entre otras tareas, una que es como la luz, permanente e inmutable: purificar las palabras de la tribu, expresar el orden y desorden de la vida y, en ocasiones, el furor. Aparte de poeta, ¿qué me habría gustado ser? Soñaré un instante fuera de la página en blanco: un hombre del Renacimiento, un científico puro, matemático por ejemplo, un músico, un hechicero, un amigo de San Juan de la Cruz.

Juan Ramírez Ruiz (Chiclayo, 1946)
Por un extraño designio que no logro descifrar plenamente toda mi actividad mental y vital, desde los 12 años, siempre completa su círculo (dentro y fuera de mí) con y en poesía. Desde entonces todo lo quemo y lo he quemado en esa hoguera.
A mi libro no publicado, Las Armas Molidas, pertenecen los escritos que aquí se reproducen. Me considero un poeta casi inédito: he escrito mucho y sólo dos libros he publicado. Este es un tormento cotidiano. Para mí, poesía es respirar.

Carmen Ollé (Lima, 1947)
No me gusta caracterizar mi propio trabajo literario. Prefiero que sean los lectores los que opinen. Sólo sé que lo hago por placer y como meta en sí misma, escribir es dibujar una forma para algo que no lo tiene hasta ahora. Pero entiendo el placer no sólo como goce sino también como sufrimiento.
                                 
Raúl Mendizábal (Lima, 1956)
Miente y la poesía te abandona.

Rodrigo Quijano (Lima, 1965)
Este es el poema (?). Mi impresión es que está irresuelto o inacabado como todo híbrido. Empezó como guión y le fueron brotando los versos. A mí no me gusta mucho el resultado, quizá debería trabajarlo (y hacer un poema de verdad).

Virginia Macías (Lima)
Desde que tengo uso de razón –viviendo entre monjas y casas cerradas- la poesía deslumbró y avasalló mi existencia; y aunque ciertamente no abrazo mitos ni dogmas, a través de Ella me declaro.

Pablo Landeo Muñoz
Nací en Huancavelica, ciudad próxima al cielo.
El árbol de los ahorcados, mi primer libro inédito,
es –fundamentalmente- un libro de temática andina.

Mary Garay (Lima, 1970)
Estudio en la UNI y escribo poesía para tomar conciencia de la vida y de mi vida.


Manantial de Huaytara (Camino a Obrajillo, Canta).



Alturas de Huaytara.


Amanecer visto desde Huaytara.



Tocapus Nº 4, diciembre de 1995.



 

Washington Delgado (Cusco, 1927)
Cada poema es una aventura diferente. O así debería serlo o, por lo menos, yo intenté que así fuera. No sé si lo he logrado.

Carlos Jallo
Empecé a publicar en Berkeley, San Francisco, a partir de 1965 en revistas UNDERGROUND. Actualmente he retornado a escribir y frecuento una clásica taberna de la calle Quilca.

Carlos López Degregori
Nací en Lima en 1952, y desde los 18 años escribo poesía. Entre 1978 y 1991 publiqué cinco colecciones de poemas. Creo que ellas son las estancias de un solo gran libro que he venido trabajando desde 1975 y que el año pasado al fin apareció bajo el título de Lejos de todas partes.
La poesía no necesita explicaciones. Ella se enciende de mil maneras y crece y se transforma en los lectores. Ojalá así suceda y te pierdas, tú lector, es este poema. Y si logras salir: agradécelo. Tal vez puedas hacerlo leyendo Lejos de todas partes.

Oswaldo Chanove (Arequipa, 1953)
Sigo pensando que los poemas son actos de amor o guerra. En ambos casos se realiza una contienda entre el lector y el autor. Su músculo es el lenguaje. En ambos casos el poeta puede perder el encuentro y si es así su poesía será mala. Por ello debe saber aplicar cada golpe. No hay nada más lamentable que un hombre fuerte dando golpes en el aire. El poeta es como un luchador callejero: su objetivo es conquistar, tumbar al lector.

Domingo de Ramos (Ica, 1960)
Escribo cuando todos duermen después de hacer el amor con fastidio, después de trabajar con cariño a la muerte y me aBurro me aBurro terriblemente. Pertenecí al movimiento KLOAKA (82-84). Arquitectura del Espanto (1988); Pastor de perros (1993); Luna Serrada (1995), son mis libros publicados.

Rocío Silva Santisteban (Lima, 1963)
El miedo a la incomunicación. Creo que es mi mayor temor. De allí nace la tierra pantanosa y negra, el gran hueco de la incomunicación, la desesperación, la ansiedad se magnifica: esa tierra donde crece la semilla del mal espíritu donde todo se pierde en un surco inmenso que no deja nada ni a nadie. ¿Entenderé algún día lo que significan las palabras, estas palabras?, ¿las exorcizaré?, ¿alcanzaré un día el lenguaje del amor? La Utopía del amor se empieza a construir con palabras: la poesía. Creo en ella. Pero el amor crece más allá de las palabras.

Jessica Morales Hurtado (Lima, 8 de diciembre de 1963)
Escribo desde los 12 años pero desde niña siempre amé la soledad de los silencios. El colegio italiano, la universidad y los viajes me llevaron a muchas lecturas artísticas y vitales: Dante, Ungaretti, Montale, Pavese, Blanca Varela, Silvia Plath, César Moro, Luis Hernández. Y la poesía, hasta ahora, ha sido para mí la posibilidad de “cubrir con algas mis heridas” y de perennizar los momentos intensos y emocionales de la vida. También me ha otorgado el regalo de superar los pasados y mirar los presentes en constante cambio de piel. Publiqué mucho en revistas hasta que en 1993 me atreví con mi primer libro Piel de Ceniza, el cual me permitió ganar nuevos amigos e iniciar la búsqueda de un nuevo lenguaje.

Willy Gómez Migliaro (Lima, 1968)
Lo publicado aquí debe llamarse, supongo, la búsqueda de la serenidad. Lo que en su escritura he hallado es sólo una bella música, un tranquilizante; por lo demás debe haber ahí muchas otras cosas, pero eso a mí, ya me paraliza y sé a dónde me conduce. Deben ser los cambios y los movimientos de la imaginación.

Miguel Ildefonso (La Victoria, 1970)
Siempre he vivido en Apolo, bajo el cerro El Pino, cerca de Andalucía. Desde los 17 años comparto la violencia con la palabra. El año 90 hablé por última vez con la Virgen-Loca y entré a fondo en la noche con el grupo Neón; después encontré el silencio. Ahora, mientras escribo esto que suena a marketing, de nuevo siento surgir de las aguas Poesía. Si embargo, todo lo que pienso de ella lo tengo escrito en Hotel Lima; Antiguos mitos que me contaban; Romancero chichero; Arte de la Poesía, etc.


   Continuará…


                                                                   Morada de Barranco, 26 de junio de 2011.

5 comentarios:

  1. Orlando: Muy interesante tu revista de una revista. Estoy leyendo de a poquito por su buen contenido. Disculpa mi larga presencia en tu casa de palabras.

    Abrazos fraternos en Amistad y Poesía verdaderas,

    Frank Ruffino.

    P.D. Vengo de otra revista: "Asamblea de Palabras" del colega poeta Francisco Cenamor, quien siempre tiene mucho tino en sus recomendaciones.

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  2. Orlando: Blogger no me dejó enlazarme con mis dos blogs. Luego.

    Abrazos,
    Frank.

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  3. He llegado al blog a través de la "Asamblea de palabras" y me ha parecido de bastante interés, así que será un placer leer nuevas aportaciones.

    Saludos

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  4. Gracias Frank Ruffino por tus palabras. Visitaré tus dos blogs. Esperaré tus visitas. Un abrazo desde mi morada en Barranco.

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  5. Carlos Gamissans, mi casa de palabras (como dice Frank Ruffino) tendrá siempre las puertas abiertas para tus visitas. Gracias. Un abrazo desde mi morada en Barranco.

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