domingo, 15 de junio de 2025

DOS POETAS NORTEAMERICANAS

 

                                         


                                                       Como un camino que se pierde en otro continente…

                                                                                                    César Moro



 


 

 

I. ESA LUZ OSCURA DE EMILY DICKINSON

 

   Los años otoñales nos hacen tomar más conciencia del tiempo: del transcurrido y del que teóricamente nos queda. Cuando se es adolescente uno confía en que el tiempo nos esperará, uno se fía que después habrá “tiempo”, por ejemplo, para las lecturas postergadas: se lee mucho (en mi caso fue así), pero también se posterga mucho. 

   Me pienso adolescente y recuerdo esa suerte de voracidad que me llevaba a leer todo lo que caía en mis manos (y si nada caía, aunque sea me leía las líneas de la mano). Pero cuando había algún libro que no capturaba mi atención lo dejaba caer de mis manos, a veces con sentimiento de culpa y con la seguridad que después saldaría esa cuenta. Hoy esa seguridad se ha perdido. 

   Así que voy leyendo novelas, cuentos, ensayos, poesía, no dejo los libros hasta terminarlos, porque la pregunta que me ronda es: "Si no los leo hoy ¿cuándo?" Con esta nueva actitud van desfilando aquellos libros que en el pasado no podía concluir su lectura, a pesar de varios intentos, hoy lo estoy haciendo. Y como en el pasado, he vuelto a elaborar mis listas de lecturas; es decir, apunto los títulos de los libros leídos por mes, año a año, como lo hacía cuando adolescente y cuando fui universitario. 

   De los géneros mencionados, ¿qué es lo que más estoy leyendo? Sin duda alguna, lo que más estoy leyendo y releyendo es poesía, mucha poesía ("la poesía es la única prueba concreta de la existencia del hombre", decía el poeta Luis Cardoza y Aragón). Es cierto, creo que como nunca estoy leyéndola (no es exageración), desde los clásicos hasta aquellos poetas que recién empiezan. Entre los primeros, un puñado de poetas a los que siempre vuelvo y cuya obra los hace retornables, pienso en Fernando Pessoa, Paul Celan, Osip Mandelstam, Carlos Martínez Rivas, Martín Adán, Carlos Oquendo de Amat, Xavier Abril, Luis Cernuda, Emily Dickinson. Escojo a esta última, de ella es que quiero escribir el día de hoy.

   Hace varios meses que empecé a leer la poesía de Emily Dickinson (gracias a mi hermano Arturo tengo la poesía completa en tres tomos), no la termino aún porque es imposible concluir su lectura: cada poema de la Dickinson es un campo de misterio, leo, por ejemplo, este par de poemas (como otros suyos) y no dejo de pensar qué la movió a escribir estos textos, qué quiso decir con ellos, en fin, preguntas cuyas respuestas quedarán probablemente en el misterio y la oscuridad, territorios favoritos de Emily Dickinson y de su poesía insondable y siempre actual.*

 

 

47

 

¡Corazón! ¡Lo olvidaremos!

¡Esta noche - tú y yo!

Tú puedes olvidar el calor que te ha dado -

¡Yo olvidaré su luz!

¡Cuando hallas terminado, dímelo, por favor,

Para que yo lo olvide de una vez!

¡Date prisa! Si te paras,

¡Yo podría recordarlo!

 

 

314

 

La esperanza es una cosa con plumas

que se posa en el alma

y canta una canción sin letra,

y nunca, nunca se calla.

Y más dulce suena en el vendaval;

Y muy fuerte tiene que ser la tormenta

para acallar a ese pajarillo

que a todos nos alienta.

La oí en las tierras más frías

y en el más lejano mar;

aunque nunca me pidió una migaja

ni en la mayor adversidad.

 

   Son poemas hermosos que expresan contemplación, meditación y desasosiego, con un misterio que los vuelve aparentemente inabordables, a pesar de los muchos intentos que uno realiza. Esa es su riqueza. Como ella misma escribió en otro poema que no por breve dice poco, pero es más lo que calla:

 

1779

 

Para hacer una pradera se necesita un trébol y una abeja;

un trébol, una abeja,

y ensueño.

Si las abejas son pocas

bastará con el ensueño.

 

 

   De esta poeta norteamericana no es mucho lo que se sabe. Por ejemplo, sabemos que vivió gran parte de su vida encerrada en su casa vestida de blanco (como ella decía: “Mi blanca elección”), tuvo muy pocos amigos y nunca se casó. Escribió muchas cartas y unos dos mil poemas que recién fueron editados cuatro años después de su muerte, gracias a su hermana; es decir, en 1890. Ella murió a la edad de 56 años. De entre ese mar de poemas que la solitaria Emily Dickinson escribió, siempre releo el siguiente, un poema (a pesar de ser una traducción) muy sutil que demuestra una rara capacidad de observación.

 

Poema 739

 

Muchas veces pensé que la paz había llegado

cuando la paz estaba muy lejos –

como los náufragos – creen que ven la tierra –

en el centro del mar –

y luchan más débilmente – sólo para probar

tan desahuciadamente como yo –

cuántas ficticias costas –

antes del puerto hay –

 

 

   Releo su poesía y me digo en mis fueros internos: “Hay Emily Dickinson para rato”, no exagero: seguiré leyendo sus poemas, estos tienen, como escribí líneas arriba, una oscuridad y una profundidad que son un reto agradable que lleva a acecharlos con la esperanza de encontrar resquicios, pequeños espacios para “entender” algo más de esta poesía extraña, misteriosa que a pesar de su oscuridad nos llena siempre de luz.

 





II. LA POESÍA DE LOUISE GLÜCK: ALGO QUE MERECE RECORDARSE

 

   Quiero expresar la agradable sorpresa (y ahora admiración) que fue descubrir la poesía de Louise Glück, ganadora del Premio Nobel de Literatura del año 2020. Reconocí mi absoluta ignorancia con respecto a su obra hasta que sucedió lo del premio. Desde entonces, cargado de curiosidad y afanes por adentrarme en su obra, empecé a buscar poemas suyos, información bibliográfica, biográfica, fotos, libros, en fin, todo aquello que me hiciera conocerla más.

   Y la encontré, hay mucha información sobre ella y sobre su poesía. Y lo más importante: su poesía. Louise Glück, como es obvio, no es una poeta que recién se inicia, tiene una sólida obra poética expresada en los quince o dieciséis (no lo tengo claro) libros de poemas, parte de su obra esta traducida al castellano, incluso hay algunos peruanos que se abocaron a esa labor (pienso en Eduardo Chirinos Arrieta, Miluska Benavides o Eduardo Urdanivia). El premio Nobel me hizo descubrir a una (nunca tan pertinente la expresión) gran poeta. Algo que agradeceré siempre.

  

CONFESIÓN

 

Decir que no tengo miedo

No sería verdad.

Temo a la enfermedad y a la humillación.

Como cualquiera, tengo mis sueños.

Pero he aprendido a ocultarlos,

A protegerme

Del éxito: Toda felicidad

Atrae la ira de las Parcas

Son hermanas y son salvajes

Al final, no tienen

Emociones sino envidia.

(Traducción de Eduardo Urdanivia)

 

   Debo decir que su poesía me entusiasma, cada texto suyo es un deslumbramiento en el que me rindo ante su palabra de aparente sencillez. Entre otras cosas me sorprendo cuando nos habla de su mundo cotidiano, interno, privado, ventilado en palabras que nos conducen hacia algo mayor que nos atañe a todos, por eso siento que en su poesía me reconozco. Alguna vez ella escribió: "Cuando lees algo que merece recordarse, liberas una voz humana: devuelves al mundo un espíritu compañero. Yo leo poemas para escuchar esa voz. Escribo para hablar a aquellos a quienes he escuchado”. 

 

PRIMER RECUERDO

Hace mucho me hirieron. Viví

para vengarme

de mi padre, no

por lo que fue

sino por lo que era yo:

desde el principio de los tiempos,

en la infancia, pensé

que el dolor significaba

que no era amada.

Significaba que yo amaba.

(Traducción de Mirta Rosenberg)

 

    Fue Octavio Paz quien alguna vez escribió: “Todos, o casi todos, nos enamoramos; solo Garcilaso convierte su amor en églogas y sonetos. (…) El artista trasmuta su fatalidad (personal o histórica) en un acto libre. Esta operación se llama creación; y su fruto: cuadro, poema… Toda creación transforma las circunstancias personales o sociales en obras insólitas. El hombre es el olmo que da siempre peras increíbles”. Es lo que sucede con la poesía de esta gran poeta: su poesía nos descubre, nos dice, nos expresa. Leer la poesía de Louise Glück es descubrir que en la fragilidad puede haber belleza y también resistencia.

 

EL TRIUNFO DE AQUILES

En la historia de Patroclo
nadie sobrevive, ni siquiera Aquiles
quien era casi un dios.
Patroclo se parecía a él: usaban
la misma armadura.

Siempre en estas amistades
uno sirve al otro, uno es menos que el otro:
la jerarquía
es siempre aparente, aunque las leyendas
no pueden ser confiables;
la fuente es quien sobrevive,
quien ha sido abandonado.

¿Qué importarían los barcos griegos en llamas
comparados con esta pérdida?

En su tienda, Aquiles
se lamentaba con todo su ser
y los dioses observaban

que era ya un hombre muerto, víctima
de la parte que más amaba,
una parte mortal.

(Traducción de Miluska Benavides)





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* Voy a citar poemas de Emily Dickinson en traducción de José Luis Rey y también emplearé a las de Silvina Ocampo publicadas en 1985.

 

 

   Continuará…

 

                                 

                                                  Morada de Barranco, 15 de junio de 2025