Hoy la luna está de compras
Carlos Oquendo de Amat
Hace unos días relaté a mis alumnos una
leyenda purépecha, el relato anónimo es, como podrán deducir, de Michoacán y hasta
el día de hoy se sigue contando. La historia trata sobre el amor que en tiempos
remotos hubo entre el Sol y la Luna. Dice la leyenda que ambos se amaban, pero
que los celos de esta resquebrajaron la relación, todo a raíz de que vio a su
amado conversando amenamente con Venus. La Luna no entendía razones, así que ambos
se insultaron hasta que la Luna se fue encima del Sol, pero como este era más
fuerte, golpeó en el rostro a la Luna, como consecuencia de los golpes la Luna
quedó con moretones en el rostro, por eso, dicen los purépechas, es que la Luna
tiene hasta el día de hoy manchas. Con la separación de la pareja vino la
división del tiempo en día y noche y cuando se reconcilian lo hacen brevemente,
es así que se suceden los eclipses…
Las manchas de la luna. Parece que el tema ha
sido desde siempre un tema atractivo para el hombre. En su afán de querer explicar el origen de esas manchas, y al no contar con la ciencia y la tecnología de estos días, el hombre apeló a su creatividad, a su imaginación para explicar
el origen de estas.
Las diversas culturas del mundo han creado muchas
historias que forman parte de ese cuerpo conocido como narrativa oral. En una entrada anterior hablé ya sobre este asunto y consigné dos
relatos anónimos, uno peruano y otro mexicano. Hoy quiero agregar algunos más.
Por ejemplo, en Colombia hay una etnia indígena llamada barasana, ellos cuentan
desde tiempos remotos esta leyenda:
LAS MANCHAS DE LA LUNA
Luna enamoraba a su hermana y cada noche iba
a dormir con ella. La hermana creía que era otro hombre y se preguntaba quién
sería. Una noche se mojó las manos en tinta negra y cuando vino el hombre le
dio una palmada en la cara para pintarlo y poderlo descubrir al día siguiente.
En el día conoció que era su propio hermano. Por eso Luna tiene muchas manchas
negras pintadas.
Es curioso, aquí en el Perú, específicamente
en la selva, se cuenta entre los aguarunas una historia muy parecida a la anterior que fue
recogida por Manuel García y Aurelio Chumap:
ORIGEN DE LAS MANCHAS DE
LA LUNA
Antiguamente Nántu (luna) vivía en la
misma casa de su ubán (hermana). Nántu tenía su mujer pero la ubán aún estaba
soltera. Nántu dormía con su mujer. La ubán dormía sóla en otra cama. Los demás
familiares dormían en otras camas. Todos en la misma casa. Por la noche Nántu
se levantaba y se iba a la cama de su ubán. Ella le aceptaba pero no sabía quién
era y, aunque intentaba agarrarlo fuertemente para descubrirle cuando
amaneciera, Nántu siempre lograba escapar y volver a su cama antes de que se
viese nada. Una noche, Nántu volvió a la cama de su ubán; aunque dormía, notó
que alguien intentaba forzarla. La mujer quiso agarrar al hombre pero,
nuevamente, Nántu consiguió escapar. Por la mañana la mujer avisó a su dúkuh (madre):
- Alguien viene a mi cama cuando estoy
dormida, pero nunca logro ver quién es.
La madre le dijo: Coge un fruto de
suwa (huito) y, raspándolo bien, lo dejó preparado cerca de su cama. Aquella
noche Nántu volvió a la cama de su ubán. Cuando le sintió, agarró suwa y le pintó
la cara. Nántu volvió rápidamente a su cama. Cuando amaneció todos vieron a
cara de Nántu pintada de negro.
-¡Seguro qué eres tú él que viene a mi
cama! – le dijo la Ubán.
Todos los familiares dijeron a Nántu:
-¿Por qué te acuestas con tu ubán? ¿No
te da vergüenza acostarte con ella?
Nántu avergonzado por haber sido
descubierto, se fue a buscar a su mujer que había ido a la chacra.
-Mujer, hazme chapo de zapallo para
tomar.
-¿Acaso ves bastante zapallo maduro
para hacer chapo? – le contestó la mujer.
Nántu regresó triste a la casa. Vio a
su hijita y le dijo: “Hija, me voy al cielo; ven conmigo. Haciendo un nije (*)
subió al cielo con su hija avergonzado por haberse acostado con su hermana.
Nántu todavía tiene la cara manchada
de negro desde que su ubán se la pintó con súwa. La mujer de Nántu se llamaba
Auju.
En España, específicamente en las Islas
Canarias, se cuenta esta versión bastante resumida:
El Sol se enamoró de la Luna y al verse
despechado por ella le arrojó ceniza para manchar su cara.
En otra región de España se cuenta esta otra
historia de porqué la Luna tiene manchas, la versión es del narrador José
Tudela López:
EL HOMBRE AL QUE SE LO
TRAGÓ LA LUNA
Eran los tiempos de María Sarmiento cuando
ocurrió este cuento; fue ayer, pero también podía ser hoy.
En una noche de invierno fría, muy fría,
volvía el leñador Juan Alpargata con su carga de leña a las espaldas. Era Juan
Alpargata un hombre ya anciano y más pobre que su propio nombre.
Agotado por el largo día de trabajo y
vencido por el frío, se sentó a descansar, reposando su haz de leña en una
tapia. En el cielo brillaba la luna llena iluminando los caminos, campos y
cabezos de su tierra.
El cansado y viejo leñador se quedó mirando
fijamente a la luna y en voz alta expresó un deseo:
-¡Luna, baja y trágame!
La luna observó con detenimiento a Juan
Alpargata y apiadándose de él, bajó y se lo llevó con ella.
Y desde entonces, siempre que luce la luna
llena se ve en ella unas manchas oscuras que no son otra cosa sino que la leña
esturreada que portaba el tío Juan Alpargata.
Y colorín colorado, este cuento se ha
acabado.
Un
caso similar al anterior sucede en Alemania, en este país se cuenta una versión
resumida del anterior relato (¿inestabilidad textual?), veamos:
Es un
leñador que ofendió al cielo por cortar leña en domingo siendo condenado a
permanecer en la Luna.
Pero no solo en España y en Alemania se
cuenta la historia de un leñador y la Luna, también en Ecuador, este es el
relato:
Un anciano diariamente tenía que cargar con
leña para su casa y para venderla y tener dinero con que comer, una noche,
cansado y con frío se sentó a descansar dejando el fardo de leña a un lado,
mirando a la luna le dijo que viniera y se lo llevara, la luna apiadándose del
anciano lo recogió. Las manchas es la leña del fardo que llevaba y que se
esparcieron por la luna.
Ahora
nos vamos hasta un país extraño a nosotros: Bulgaria, los búlgaros cuentan
desde hace mucho la siguiente historia:
El sol
y la luna vieron a dos gitanos haciendo el amor. El hermano y la hermana se
sintieron muy avergonzados y bajaron la vista. La luna se sonrojó y sobre su
semblante quedaron fijados los contornos de los cuerpos del hombre y la mujer,
que también hoy se pueden ver en días de luna llena.
Volvemos
a nuestro continente, y en la Tierra de lagos y volcanes, o sea, Nicaragua, se
cuenta esta historia:
Un día
un ladrón se enteró que en la Luna habían jardines con los más hermosos
tesoros, construyó una gran escalera y una noche de luna llena la apoyó contra
ella, subió tan rápido como pudo, sin darse cuenta que con eso lo único que
consiguió es que al llegar al último peldaño hiciera que la escalera cayera a
la tierra. Ciertamente la Luna estaba llena de extraordinarios objetos que fue
recogiendo, hasta que descubrió que no podría volver a su planeta, y allí
espera, deseando que alguien, algún día, construya una escalera y le saque de
allí.
Ya
para concluir, justo hace unos días, revisaba algunos libros de mi biblioteca cuando encontré Baladas Peruanas de Manuel
González Prada, en la página 42 de ese libro se consigna el siguiente texto poético-narrativo,
aunque inconcluso, que hace recordar una leyenda que incluí en una anterior
entrada: el amor del zorro por la Luna, he aquí el poema en mención:
LAS MANCHAS DE LA LUNA
A la bella y blanca Luna
Ama la pérfida Zorra;
La persigue tanto y tanto
Que es la sombra de su sombra.
Tras su Amada, hacia el ocaso,
Va en carrera presurosa,
Mas detienen su camino
Anchos muros de altas olas.
Tras su Amada, hacia el oriente,
Va...................................
Y la mansión de la Luna
Con plantas ágiles toca.
La blanca Luna se eleva,
La plena Luna remonta,
Y, a cogerla entre sus brazos,
Salta la pérfida Zorra.
Fue la Luna inmaculada,
Inmaculada y hermosa,
Mas quedo manchada y triste
Con los besos de la Zorra.
Continuará…
Morada de Barranco, 30 de
octubre de 2016.